Su novela “Purga” obtuvo el Premio a la Mejor Novela europea indagando en el pasado trágico de Estonia, doblemente invadida, Y arrasada sistemáticamente por la represión y la tiranía política.
La pregunta es cómo se hace para transformar el sufrimiento de los precursores bajo la represión, primero nazi, después soviética, en la trama y la forma de la novela europea más comentada de estos días que, en pocos meses, fue decretada “el fenómeno del año” por premios del Consejo Nórdico y organizaciones por la igualdad de género. “¿Cómo hacer? Si estuviéramos hablando de fotografía –responde la finlandesa Sofi Oksanen– te diría que las más famosas, las legendarias, son siempre las que describen individuos particulares. El individuo es el que produce la identificación y la empatía, es lo que hace a la ficción ficción y le da cara a las víctimas y aporta emoción a las cifras de muertos y todo tipo de víctimas”.
La historia reciente de Estonia se hace libro en dos mujeres, Aliide –la anciana– y Zara –veinteañera rusa–, que se vinculan desde las heridas todavía abiertas de la Estonia que mantiene la frontera con Rusia no ratificada, tierra arrasada, cuestionada en su hegemonía, heredera de identidades sometidas a la invasión extranjera: es el drama de los márgenes que irrumpe –y se lee y es premiado–en una Europa real desvalida que exorciza sus propias agitaciones (hablando de... y leyendo la novela que la simboliza).
En los diálogos de las dos mujeres, se comprometen la integridad, el honor, la lealtad y la culpa: qué estuvo dispuesta a hacer la más vieja para sobrevivr durante la ocupación soviética, por qué se hizo acreedora del odio de sus vecinos de la granja colectiva, de qué explotación está escapando la otra, mientras actualiza los miedos y los fantasmas de un pasado trágico que tarda en cerrarse.
La ficción permite convertir el dato numérico en sangre, en este caso, a través de la revelación de secretos y traiciones del ciudadano común bajo el yugo de la tiranía. “En Estonia –dice Oksanen– u otros países similares se sabe que la verdad oficial nunca es la verdad, entonces hay que recurrir a la memoria oral, a lo que te cuentan, por ejemplo en el caso de Estonia: las deportaciones, que oficialmente nunca existieron, y sin embargo es lo que hicieron. Y es lo que cuenta la gente acordándose de los viejos tiempos”.
Durante la investigación para Purga , Sofi Oksanen apeló a la memoria de sus familiares “un poco lejanos”, y rehabilitó las mismas historias que venía escuchando desde niña. Exploró con especial avidez las revistas femeninas de la primera invasión soviética y la primera independencia (cuando el país se declaró independiente antes de que volviera a ser ocupado por los soviéticos): allí encontró el espíritu de época, la idiosincrasia de la mujer estándar: de puertas adentro y bajo amenaza. Así reconstruyó el espíritu del koljós, la granja colectiva donde todo era de todos, incluso el sufrimiento y la vergüenza. Así rearmó la vida cotidiana y la alienación en la Estonia de los años veinte y treinta, hasta llegar a la ocupación nazi y a la segunda ocupación soviética y a la segunda independencia.
E l detalle es lo que le permite transportar la trama al aquí y ahora de los hechos narrados, lo que convierte a su novela en intensamente vívida: “La cantidad de moscas, por ejemplo, es impresionante en Estonia”.
“Habiendo vivido en Finlandia prácticamente no conocí las moscas, y sin embargo en Estonia y en la Unión Soviética estaban por todas partes. Esas imágenes me dejaron impresionada”. Después, esa memoria sensitiva, esos fogonazos de repulsión, de asco, se trasladan a su personaje, a quien describe de este modo: Aliide Truu miraba fijamente a la mosca y ésta le devolvía la mirada. Aquellos ojos globulosos le provocaban náuseas. Era una moscarda excepcionalmente grande, ruidosa, ansiosa por poner los huevos. Mientras aguardaba colarse en la cocina, se frotaba las alas y las patas sobre la cortina, como preparándose para comer. Buscaba carne, sólo carne. Las mermeladas y el resto de conservas estaban a salvo, pero la carne no. La mosca esperaba...
Narración obsesiva de “olores de las naciones soviéticas, donde la higiene no está nada clara, donde los productos de limpieza eran inutilizables, y eso significa que la gente no tenía higiene, la limpieza no valía, por lo tanto esos olores que sentía cada vez que iba ahí comparado con Finlandia que es de limpieza clínica, prácticamente, eran una diferencia aterradora”.
Así se manifiesta Estonia, en Purga : El miedo, el control, los métodos de chantaje, la delación de personas, familias destrozadas por ese secretismo y todo ese control y chantaje que producen total falta de confianza entre personas y una falta de confianza a la autoridad, porque ya no sabes si puedes confiar en esa autoridad.
Usted retrata a mujeres que son al mismo tiempo víctimas y cómplices del régimen despótico; personajes ambiguos que retratan la complejidad de la supervivencia bajo un sistema autoritario.
Aliide (la mujer vieja) es el resultado en el largo plazo de una violencia sexual que ha sufrido en su momento, y que ha afectado todos los aspectos de su vida, así como todas las decisiones que toma posteriormente, siempre afectadas por ese suceso.
¿Por qué hizo que la violencia sexual ocupase un rol preponderante entre los recursos de la violencia política que se despliega en “Purga”? La violencia sexual siempre ha sido un arma, siempre ha sido un método de guerra. Es eficaz, barata, rápida, no necesita asesoramiento técnico y –dependiendo obviamente de cada caso– enturbia las relaciones en una comunidad. Esta violencia es utilizada para someter y para humillar, no sólo a la mujer, sino a su marido, a su familia, a la sociedad completa. Violando a las mujeres se humilla a todo un país... Y nacen niños que quedan en manos del poder, del ocupante. En realidad, el crimen sexual es un símbolo de la violación de una tierra, del país entero.
Producen vergüenza; nadie quiere relatar con detalles exactamente lo que le ha pasado. Las personas deportadas a Siberia perdían toda su intimidad, no existía ningún tipo de intimidad, lo primero que hacían cuando llegaban a los campos de concentración era desnudarlas y ponerlas en fila. Y ha habido casos de mujeres que han dibujado, no han contado. Una de las cosas que han dibujado es una fila de mujeres desnudas con soldados burlándose de ellas.
¿Cómo se diferencia la influencia nazi de la soviética durante las distintas etapas de la historia trágica de Estonia? Estonia es una sociedad rota, ya estaba destrozada de alguna forma con la muerte de Stalin. Ya habían roto el pueblo, casi no había hombres, estaban todos muertos o trabajando obligatoriamente en algún sitio. Todas esas personas que durante la breve primera independencia habían sido de clase media, clase alta, los policías, los que habían permanecido en el ejército estaban todos eliminados. Entonces no era difícil causarles miedo, con cualquier cosa: ya estaba rota la sociedad. La forma de dar miedo fue siempre la misma, los objetivos eran los mismos para los soviéticos y los nazis: eliminar a una parte de la sociedad. El motivo era distinto: los nazis lo hacían por pureza de raza, por pureza étnica, y los soviéticos lo hacían por pureza de clase. Ellos pretendían, eliminando a cierto grupo, a cierta parte de la sociedad, o utilizando lavado de cerebros propagandístico, crear lo que llamaban “El homo sovieticus”, una nueva persona completamente diferente. Los métodos eran los mismos, el miedo era el mismo, los motivos eran los mismos.
¿En qué medida los miedos siguen instalados? Hay un refrán que utilizan los estonios, siempre que pueden: “Pero nunca se sabe”. Nunca se sabe lo que puede pasar. Es su realidad, su situación geopolítica: es una realidad que tienen como vecinos a Rusia y no es una cosa que se pueda evitar, y Rusia está viviendo una rehabilitación de su historia política: Stalin vuelve a ser considerado un héroe. Históricamente, Rusia siempre ha considerado a Estonia parte de su región, es como el patio trasero de su casa, que le pertenece por los derechos históricos que ellos mismos se han otorgado. Estonia sola no puede hacer nada y por eso necesita de una asociación con Occidente.
Inevitable asociación con la historia de los países latinoamericanos, monitoreados, interferidos, violentados en su autodeterminación y su autonomía. La periferia del mundo uniforma países decididos por la política exterior de sus vecinos y las potencias. ¿Es Sofi Oksanen optimista con respecto al futuro de esas naciones o cree que la dependencia y la incidencia exterior terminaron de bloquear los desarrollos particulares de los países de los márgenes del mundo? La situación geopolítica es una variable que no se puede cambiar –asume–. Se sigue teniendo a los vecinos, aunque no se los quiera. En Finlandia pasa lo mismo: es el país que vigila la frontera de la Unión Europea con Rusia y es una frontera muy larga la que tiene Finlandia con Rusia, aunque no sea muy probable que los rusos vayan a atacar a Finlandia. Los estonios ven a la guerra de Afganistán como totalmente necesaria, y ya han participado en las tropas de otra nación, han participado en la guerra de Afganistán, porque sienten como necesario que se luche por la libertad de un país.
Estonia es un país muy pequeño, no tiene prácticamente recursos propios. “Económicamente no está muy fuerte, es obvio que puede pasar cualquier cosa”, advierte Oksanen.
¿Cómo se define la sensibilidad de un escritor de los márgenes del mundo, a diferencia de un escritor de los países centrales, cómo mira, cómo se singulariza esta mirada, qué rasgos propios asume? Todos los escritores, independientemente de su situación geográfica, de alguna forma siempre están afuera, son outsiders , son los que observan de afuera hacia adentro lo que está pasando adentro, esté donde esté ese adentro. Y es bueno para el propio escritor reconocer esta distancia.
¿Cómo hizo, estando tan implicada biográficamente con la realidad de Estonia, para establecer esa distancia? Una de las formas fue escribiendo sobre Estonia pero en finlandés. Hay muchos lectores estonios que saben quién soy y que me han escrito diciendo que prefieren leer mis libros escritos en finlandés, precisamente para restituir esa pequeña distancia con las situaciones narradas.
Algunas preguntas finales sobre su dinámica de escritura, ¿cómo son sus rutinas, sus rituales, sus hábitos y la planificación que aplica a la preparación de un proyecto futuro? Ahora, después de haber publicado esta obra, no he tenido ocasión ni tiempo de establecer otra rutina, de organizarme...
Cuando estaba escribiendo este libro tampoco podía establecer una especie de tiempo dedicado. Antes tenía los estudios, hoy tengo que dar entrevistas. Todas esas cosas de las que hay que ocuparse, toman mi tiempo durante el día, y entonces para tener que escribir tengo que robar el tiempo a las noches.Realmente lo único que necesito para escribir es café y tabaco; no escucho música cuando escribo, por lo tanto el silencio es relativamente importante, pero no total y hermético. No quiero personas en la misma habitación pero sí pueden estar en la de al lado, no necesito un silencio total. Y si un día no estoy inspirada, lo que hago es ponerme en situación de escritura y empiezan a salir cosas sin darme demasiada cuenta. No soy una persona que planifique mucho lo que va a escribir, no lo pienso. Simplemente, ocurre más allá de mi voluntad. Cuando no estoy en situación, cuando mis dedos no están en el teclado, no me paso el tiempo pensando, planificando. Sí es posible que se me ocurra algo relacionado con un tema sobre el que quiero escribir, y entonces tomo una nota esporádica para introducirla cuando me decida a hacerlo.
Pensando en ese proyecto futuro, ¿cómo descubre y hace recurrente ese interés inicial sobre un tema que le va a consumir esfuerzo y tiempo durante meses? Y, en medio de este éxito de “Purga”, ¿siente la presión de encarar un nuevo proyecto a la escala de los premios y las ventas obtenidos por el libro anterior? En realidad, no siento la presión del éxito para mi próxima producción; lo que siento es la necesidad de tiempo. ¿De dónde me vienen las ideas? Normalmente, son cosas que me irritan. Primero quise, en Las vacas de Stalin –su primera novela, en español publicada por 451 Ediciones– , abordar el tema de los desórdenes de comida desde el punto de vista sociológico, con más amplitud. Después, me volqué al tema de la violencia sexual porque pienso que debería estar mejor tratado a nivel internacional, que habría que hacer algo más contundente.
¿Hoy qué la irrita? Hay muchos temas que me irritan hoy en día, por ejemplo, los crímenes contra la humanidad, la agresión a la libertad de expresión. Y la pereza del lector, que, si no se lo toca personalmente, si no se trata de su interés inmediato, tarda o se niega a interesarse en cosas sobre las que podría hacerse algo.
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