lunes, 4 de agosto de 2008

El profesor que conmovió con su última lección por Hugo Alconada Mon para LA NACION

Randy Pausch, el profesor universitario que conmovió a millones en el mundo con su historia y sus enseñanzas, decía que los obstáculos son positivos. "Nos dan una chance para demostrar cuánto queremos algo?", explicó en su última y magistral clase. "Si en verdad ése es tu objetivo, si en verdad soñás con aquello que parece imposible, superarás los pantanos como sea", dijo.
Pausch falleció el viernes y su historia conmovió a todos. Ni él imaginó la repercusión que obtendría: más de seis millones de personas gozaron ya de su mensaje por Internet y el libro que siguió a su última clase trepó al número uno de su tipo, según la lista de best sellers de The New York Times. Superó con creces su último objetivo: dejarles un mensaje de amor y esperanza a sus tres hijos, su esposa, sus alumnos y sus colegas de la universidad.
¿Quién era Pausch? Un prestigioso profesor de la Universidad Carnegie Mellon, de 47 años, al que le diagnosticaron cáncer terminal en el páncreas. Tenía tres chiquitos de 1, 3 y 6 años. Hasta allí, una historia trágica y común. Pero la vuelta mágica se dio cuando, como a tantos otros docentes en tantas otras universidades, le ofrecieron dar una clase magistral basada en una pregunta: ¿qué enseñarías a tus alumnos, si fuera tu última clase? En su caso, una vivencia tangible.
La conferencia se concretó el 18 de septiembre de 2007. A lo largo de 76 minutos llenos de humor y candidez, repasó su vida, reafirmó su amor por su mujer -a la que incluso sorprendió en el escenario con una torta-, sus padres e hijos y se despidió de mentores y alumnos con gracia y consejos. Hoy puede disfrutarse en Internet ( www.cmu.edu/uls/journeys/randy-pausch/index.html ) y 10 millones de personas ya lo hicieron en YouTube.
Pausch habló en su última clase sobre la importancia de mantener los sueños infantiles, respetar a quienes nos rodean ("Espera lo suficiente y la gente te sorprenderá e impresionará") y a plantearnos preguntas incómodas.
La primera, cuánto deseamos algo ("Las paredes de ladrillos están allí por una razón. Nos permiten demostrarnos cuánto queremos algo"). La segunda, si fallecieras mañana, ¿cómo te despedirías? ¿Qué les dirías? ¿Qué harías? ¿Qué dejarías de hacer? ¿Por qué no lo has hecho hasta ahora?
Pausch planteó todo eso y más, sin caer en el melodrama ni permitiéndole a nadie que sintiera pena por él. Por el contrario, sazonó todo con ironía: "Si alguien tiene algún suplemento herbario o remedio alternativo, por favor, manténgase alejado de mí", mientras demostraba la vitalidad que por entonces conservaba arrojándose al piso y a puras flexiones de brazos.
La charla tomó vuelo de manera viral -testigos que lo recomendaron a otros, y estos a terceros-, y mediática, ya que un amigo del columnista de The Wall Street Journal , Jeffrey Zaslow, lo alertó de la conferencia y el periodista manejó 480 kilómetros para verla por el pálpito de que podía tratarse de "algo grande". Lo fue y lo sigue siendo. Todo para sus hijos
La revista Time nombró a Pausch una de las 100 personas del año, y le llovieron mails de personas que le contaban que gracias a él habían superado deseos de suicidio, habían dejado atrás divorcios complicados o historias de maltratos, habían modificado sus prioridades o habían enfrentado sus enfermedades terminales con serenidad.
Con el paso de las semanas, su conferencia mutó en libro gracias a la ayuda del propio Zaslow -que grabó 53 horas de entrevista mientras Pausch pedaleaba por su barrio para mantenerse en forma y, por lo tanto, no podía dedicarles ese tiempo a sus chicos-, y eso le permitió, a su vez, cobrar US$ 6,8 millones para ellos.
Despedido ahora con alabanzas por The New York Times , el Journal , The Washington Post ("Pausch, el profesor que dio la clase de una vida") y cientos de diarios y revistas en este país, Europa y Asia, Pausch dejó en claro en la misma conferencia que su "última charla" tenía sólo tres destinatarios: Dylan, Logan y Chloe, sus chiquitos.
"Intento ponerme a mí mismo en una botella que algún día aparecerá en la playa para mis hijos", explicó. Por ese mismo objetivo de dejarles recuerdos imborrables, llevó al mayor, Dylan, a nadar con delfines. Sabía que, con apenas 6 años, muy poco es lo que recordaría de él. Pero "nadar con delfines no es algo que olvidará fácilmente".
Por eso llevó al segundo, Logan, a Dysney y se encargó de "presentarle" a su héroe, Mickey. También se dio algunos gustos. Se fue a bucear con sus tres mejores amigos, se compró un convertible, se sometió a una vasectomía y pasó todo el tiempo disponible con Jai, su esposa.
Pero lo más difícil fue con Chloe, la pequeña. Le grabó videos con mensajes tan claros como contundentes y llenos de pasión paternal: "Quiero que crezcas sabiendo que yo fui el primer hombre que se enamoró de vos".
Para Pausch, la conferencia, el libro y los videos fueron también medios distintos de dejarles constancias de ese amor y del gozo de la vida cotidiana en su formato más sencillo: ellos jugando juntos, leyendo un libro o de él aconsejándole a Chloe cómo reconocer las intenciones de sus futuros pretendientes: "Prestá atención a lo que hagan, no a lo que te digan".
Profesor hasta el final, Pausch también consultó a adultos que habían perdido a uno o a ambos padres durante su niñez. Le contaron que encontraban algo de paz al saber cuánto los amó su padre o madre y que cuanto más aprendían de ese amor, más podían sentirlo ahora.
"Los chicos, más que cualesquiera otros, necesitan saber que sus padres los aman", se explicó luego Pausch, mientras se aprestaba para su último gran obstáculo, o "pared", como él los llamaba. "Los padres no tienen que estar vivos para que eso ocurra." Un mal terminal
En septiembre de 2007, ante 400 estudiantes, el profesor Randy Pausch dio su última clase en la universidad y reveló su enfermedad terminal.
Legado
Su clase "Cumple de verdad tus sueños de la infancia" es un legado a los jóvenes. Fue subida a Internet y tuvo 10 millones de visitas en YouTube.
Best seller
La revista Time lo consideró entre las 100 personalidades más influyentes del mundo. Su libro La última lección vendió 4,5 millones de ejemplares.

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