lunes, 10 de marzo de 2008

REPORTAJE A KEN FOLLETT

LONDRES. En el dedo anular, Ken Follett lleva un anillo de oro con la silueta de un lobo. "Me lo dio mi mujer confiesa a LNR porque dice que le recuerdo a estos animales, con mis ojos demasiado juntos y las orejas paradas." Posiblemente, Barbara Follett (que además de estar casada con el novelista es una importante política del laborismo, miembro del Parlamento británico), esté siendo demasiado dura con este hombre canoso, en evidente estado físico y a todas luces atractivo. Pero es verdad que, detrás de la pluma que escribe los famosos best sellers sobre asesinatos y terroristas, catedrales y médicos brujos de la Edad Media, expertos en informática y agentes del FBI, monjes y verdugos, sin duda existe algo de salvaje.
Esta característica puede adivinarse cada tanto en algún comentario, o en el brillo en los ojos cuando se habla de sus pasiones, la política y la música ("el abate de mi nueva novela para los ingleses es Tony Blair, los americanos lo identificaron con George Bush; creo que simplemente representa al político que uno más odie en su país; ¿a cuál pondrán en la Argentina?", se pregunta, y el brillo feroz, por ejemplo, aparece). Pero, por lo demás, Follett ?aunque galés de nacimiento, hijo de una familia de religiosos no particularmente acomodada, y vinculado con la política de centroizquierda? parece el estereotipo del lord inglés. Lleva un impecable traje azul a rayas con los pantalones con tiradores, zapatos negros lustrados con ganas (posiblemente no por él), gemelos de seda. El encuentro es en la suite presidencial del Brown's Hotel, fundado en 1837 por el ex mayordomo de Lord Byron, donde Agatha Christie y Rudyard Kipling escribieron novelas, y donde infinidad de señoras, agotadas por la tarde de compras en la lujosa Bond Street, toman ceremoniosamente su té.

La razón del encuentro con LNR es el lanzamiento en la Argentina (país del cual Follett asegura ser fanático no sólo de la carne sino también del vino, a tal punto que El Gaucho es uno de sus restaurantes preferidos de Londres) de Un mundo sin fin. Su nuevo libro es la continuación de Los pilares de la tierra, y se trata de una de las secuelas más esperadas de los últimos tiempos, que solamente en España vendió 700 mil ejemplares en 15 días. Follett que se estima tiene 90 millones de lectores en todo el mundo? sacudió en 1989 al ambiente literario al abandonar por un tiempo los thrillers que lo habían hecho famoso para escribir una novela épica sobre la construcción de una catedral en la Inglaterra del siglo XII y los cientos de vidas que afectó. "Es un libro que atrapa, fascina y envuelve", escribiría el Chicago Tribune.

Los pilares de la tierra se convirtió así en su máximo best seller. Casi dos décadas después, Follett, nacido en 1949, retoma donde dejó. O cerca: "El problema era que al finalizar la primera novela casi todos los personajes eran muy viejos o estaban muertos, así que no podían volver a ser los protagonistas. Y si volvía a escribir una historia sobre la construcción de una catedral, aun con otros personajes, finalmente iba a ser la misma novela. Así que lo que hice fue regresar al mismo pueblo ficticio, Kingsbridge, pero contar su historia ante un nuevo hecho histórico que lo conmociona: la Muerte Negra".

Por supuesto que la catedral gótica sigue siendo el eje de las intrigas, los odios, el orgullo y los romances de la historia, pero esta vez los hombres y mujeres de la historia deben lidiar con las nuevas ideas sobre medicina, justicia y comercio ante uno de los mayores desastres naturales que jamás azotó a la humanidad. Y que, por supuesto, resulta un punto de inflexión donde los seguidores del viejo orden luchan sin tregua contra quienes tienen ideas más progresistas.

"En las películas está esta especie de maldición de las segundas partes: la primera es buenísima y luego, por apurarse, la segunda es una decepción. No quería que eso pasara con mi libro, y por eso me tomé todos estos años para dar vueltas sobre el asunto; no quise escribir una palabra hasta no tener la idea precisamente correcta, que finalmente fue la de la Muerte Negra como detonador de la historia", explica.
Y aclara que ésta le vino "de la única manera en la que aparecen las buenas ideas: tras mucho, mucho tiempo de pensar y chamuscar el cerebro".

¿No tiene raptos de inspiración?

No conozco a nadie que escriba cuando le viene la inspiración. Todos los escritores se levantan (en mi caso, temprano, a las siete) y se sientan frente a la computadora durante todo el tiempo que sea necesario para que salga algo. Igual, por supuesto que siempre voy alerta a lo que dice la gente, o a los lugares que conozco, y me voy preguntando si servirían para una novela o no. Pero no es que lleve lápiz y papel para anotarlo. Si es una buena idea, sé que me quedará grabada en la cabeza.
Usted tiene fama de ser un escritor de thrillers y novelas épicas que entiende a las mujeres. ¿Lo siente así?

(Risas) ¡Quién pudiera! Pero lo que sí es cierto es que esa fama comenzó con El ojo de la aguja, cuando decidí tener una heroína y no un héroe en la historia. Creo que hizo la novela mucho más interesante, porque todo el mundo ya había leído cientos de thrillers en los que la lucha final era entre un hombre bueno y uno malo, pero no entre el malo y una chica. En los policiales, aun en los de James Bond, que me gustan mucho, las mujeres suelen tener papeles bastante decorativos. Al hacerlas protagonistas, también pude llegar a ellas como público, a pesar de no ser las tradicionales consumidoras de policiales. La novela la escribí en los 70, y ya desde fines de la década del 60, con el feminismo incipiente, las ideas de mi generación respecto de las mujeres estaban cambiando. Yo era un joven muy involucrado en la política y la contracultura, y recuerdo a alguien de nuestro ambiente decir: "Si todos creemos en la igualdad, ¿por qué en nuestras reuniones siempre son las mujeres las que preparan el té?". Hoy, thrillers protagonizados por mujeres son perfectamente normales, pero entonces no, aunque no es que yo fuese un adelantado, sino que simplemente estaba trasladando a la página los cambios que veía en la sociedad que me rodeaba. Mi generación creció con un modelo de mujer, que era el de nuestras madres, y de pronto se encontró con las mujeres que decían: "Esos días se acabaron". Y nosotros nos caímos de espaldas y tuvimos que decir: "¡Oh!, oh, ¿realmente? Oh, ¡OK!"

¿Le cuesta más ponerse en el papel de una mujer que en el de un hombre para sus personajes?
Para mí es igual. Nunca pienso ¿qué haría esta mujer en un momento así? Pienso ¿qué haría este personaje, enojado y astuto, en un momento así? Lo mismo que con los personajes masculinos. Cada tanto, igual, Barbara, mi mujer, lee los borradores y me dice: "Esto está mal, una mujer nunca reaccionaría de esa manera", y entones yo voy y lo cambio.

Usted regularmente toca el bajo en una banda de blues. ¿Cuál es la conexión con la escritura?

La música es algo muy importante en mi vida, que me da un enorme placer porque la vida de un escritor es muy solitaria; entonces, la camaradería que implica estar en una banda es particularmente bienvenida. Cada lunes ensayamos en un estudio de grabación y cuatro o cinco veces al año tocamos en público. Por ejemplo, en julio nos toca el baile de los estudiantes de la Universidad de Exeter, ¡pero eso es porque el decano es el cantante del grupo! A veces tocamos en los centros municipales de distintos pueblos (para unas 50 personas; no es que exactamente estemos llenando el estadio de Wembley) y otras veces en pubs de Londres donde nadie nos conoce. Disfruto mucho de la comunicación directa que es la música: llega al interior de la gente mucho más rápido que la palabra, sea ésta hablada o escrita.

Su infancia fue en el seno de una familia muy religiosa, en la que el cine y la televisión estaban prohibidos. ¿Eso lo afectó a la hora de escribir?

Sí, en el sentido de que como no teníamos televisión yo leía mucho, y todo escritor es, ante todo, un lector. Leer es la única manera de aprender sobre las oraciones, los párrafos, la música de las palabras. Y, por supuesto, estudié mucho la Biblia. Se trata del libro más importante de la historia occidental. Hay infinidad de frases y de ideas de uso cotidiano que tienen su origen allí y que así uno las entiende. Mi infancia en una familia tan religiosa también significó que si tengo que escribir sobre gente muy creyente, como en el nuevo libro, puedo poner en su boca argumentos sobre la base de lo que dijo Jesús o con referencia a ciertos pasajes de la Biblia con confianza, y puedo entender su forma de pensar aunque hoy yo no sea creyente en absoluto.

Usted es parte de un matrimonio muy vinculado a la política laborista. ¿De alguna manera ésta entra en sus novelas?

Por supuesto que al escribir sobre elecciones en el monasterio aplico mi conocimiento sobre las intrigas en las elecciones en el mundo contemporáneo, pero evidentemente 25 monjes votando no es lo mismo que millones de británicos en las urnas. También es cierto que en el nuevo libro se tocan temas, como la manera en que los trabajadores quieren negociar sus sueldos después de la Muerte Negra, que tiene resonancias de lo que hacen los sindicatos hoy. Pero, en general, los dos aspectos de mi vida se mantienen bastante separados. Mi sueño es escribir un libro con un mensaje político fuerte, que ponga a la gente furiosa respecto de las injusticias sociales, pero ese libro no parecería estar en mí. No obstante, es el gran proyecto que alguna vez espero completar.

Por Juana Libedinsky Enviada especial

Los frutos de una prohibición
Sus padres el inspector de hacienda Martin y su esposa, Veenie eran cristianos muy devotos y fueron muy firmes: le prohibieron ir al cine y ver televisión. ¿Quién iba a decir en ese momento que semejante decisión explicaría en buena medida, años más tarde, el éxito de su pequeño hijo Ken? En efecto, la negativa del matrimonio a que el niño se entretuviera como la mayoría de los chicos de su edad lo confinó puertas adentro y lo volvió un apasionado lector (y el puntapié del escritor que corría por sus venas), así como el profundo clericalismo familiar lo tornó un ateo militante, condición que despliega en sus dos libros más famosos, Pilares de la tierra (1989) y su secuela, Un mundo sin fin, publicada en octubre del año pasado en inglés y recientemente en español.
Follett, además, se mudó con su familia de Cardiff, Gales, donde nació, a Londres, cuando tenía solamente 10 años. A los 18 ingresó en la University College de esa ciudad. Allí se vinculó con el laborismo inglés (partido al que sigue perteneciendo), conoció y se casó con su primera esposa (Mary, en 1968, a los 21 años) y estudió filosofía. Después de una brevísima etapa como periodista, se relacionó con la industria editorial en forma casi simultánea con el inicio de su carrera como escritor: por las mañanas era subdirector de Libros Everest, y por las tardes, las noches y los fines de semana tecleaba sin descanso en su máquina de escribir.
Durante cuatro años publicó con distintos seudónimos: Simon Myles, Bernard L. Ross, Zachary Stone, Martin Martinsen, Bernard L. Ross. Recién en 1978 alumbró su primer fruto con nombre propio, La isla de las tormentas, que fue un éxito de ventas y se filmó como El ojo de la tormenta para el cine, protagonizada por Donald Sutherland.
El fenómeno Follett había comenzado. Y desde entonces nunca dejó de crecer.

Los números del fenómeno
  • Un mundo sin fin salió a la venta en España el 28 de diciembre último con una puesta inicial de 525.000 ejemplares, la mayor de la historia de ese país, incluso por encima de Harry Potter y el príncipe mestizo, que no llegó a los 500.000. Y, según datos de la editorial Random House Mondadori, se agotó en una semana.
  • Para fines de marzo habrá 1.574.000 copias de la edición en español de Un mundo sin fin.
  • Los pilares de la tierra (1989), la primera parte de la saga, vendió 90 millones de copias (5,5 sólo en España)
  • En los Estados Unidos está primero en las listas de ventas desde que Oprah Winfrey lo puso entre los elegidos de su famoso Book Club en noviembre último.
  • La tirada inicial en la Argentina, donde será publicada por Plaza & Janés, será de 40.000 ejemplares. Los pilares de la tierra vendió alrededor de 10.000 ejemplares.

Su mundo, Dan Brown y la Iglesia

Follett, que se autodeclara ateo y anticlerical, presentó su última novela como "un acto de acusación contra la curia". En Un mundo sin fin, una de las protagonistas desafía el poder de la Iglesia medieval, encarnado en un inescrupuloso prior, en medio de la gran epidemia de peste bubónica que diezmó a la población europea. Comparado con Dan Brown por los temas y el volumen de ventas de sus novelas, algunos lo critican ?como al autor de El código Da Vinci? por su falta de rigor histórico.


Bibliografía esencial
La gran aguja (1974) (firmado con el seudónimo Simon Myles)
La conmoción (1975)
El escándalo de Modigliani (1976) (firmado con el seudónimo Zachary Stone)
La guarida misteriosa (1976) (firmado con el seudónimo Martin Martinsen)
Papel moneda (1977) (firmado con el seudónimo Zachary Stone)
Capricornio uno (1978) (firmado con el seudónimo Bernard L. Ross y basado en el guión de Peter Hyams)
La isla de las tormentas (1978)
Triple (1979)
La clave está en Rebeca (1980)
El hombre de San Petersburgo (1982)
Las alas del águila (1983)
El valle de los leones (1986)
Los pilares de la tierra (1989)
Noche sobre las aguas (1991)
Los gemelos poderosos (1991)
Una fortuna peligrosa (1993)
Un lugar llamado libertad (1995)
El tercer gemelo (1997)
En la boca del dragón (1998)
Doble juego (2000)
Alto riesgo (2001)
Vuelo final (2002)
En el blanco (2004)
Un mundo sin fin (2007)

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