miércoles, 12 de junio de 2013

Para el Día del Padre, libros que hablan sobre la relación con los hijos

Los escritores argentinos Claudia Piñeiro, Leopoldo Brizuela, Patricio Pron y Ernesto Semán hablan de sus últimas novelas, cuyos desarrollos se centran en la paternidad


La literatura puede ser una forma de hacer memoria. Permite rememorar vínculos reales o imaginarios entre padres e hijos, que son también el retrato de una época, de un país. Con la excusa de la efemérides que invita a celebrar el próximo domingo el Día del Padre, en esta nota se presentan cuatro libros de autores argentinos que fueron publicados recientemente y en ellos hay una fuerte presencia de la relación entre padres e hijos. Hay fragmentos de los libros, comentarios de las obras y la palabra de los autores, que hablaron con LA NACION de ese vínculo paterno en sus novelas.
 http://www.lsf.com.ar/libros/66/UN-COMUNISTA-EN-CALZONCILLOS/
Un comunista en calzoncillos (Alfaguara) fue definido por su autora, Claudia Piñeiro, como su novela más autobiográfica. Su padre se llamaba Gumer, como en el libro, nació en Portosín y era un gran jugador de tenis. Se decía comunista y se paseaba en calzoncillos, cuenta en el epílogo. El libro se lo dedica a Hernán, su hermano, "único testigo". Esta es su última novela, entre las más conocidas de las anteriores están La viuda de los jueves Tuya ,Betibú , entre otras.
Ante la consulta de LA NACION, Piñeiro escribe: "El padre de Un comunista en calzoncillos es evocado y reparado. Cuando la evocación es amorosa, la memoria repara. No importa tanto lo que ese padre fue, sino cómo su hija quiere recordarlo. Porque aunque el tono y el punto de vista sea el de una niña, esa niña es una ficción que se construye cuando la narradora ya es adulta. Y son los recuerdos encubridores los que se encargan de esa reparación, recuerdos que son el fruto de lo que cada uno puede traer a la memoria, no lo que de verdad pasó sino el recuerdo del recuerdo del recuerdo. Y así hasta el infinito".
"La novela cuenta dos pasajes trascendentes en la vida de la protagonista. Y esos dos pasajes la marcan tanto a ella como a su padre. Uno es privado, el paso de la niñez a la adolescencia. El otro es social y político, el paso de la democracia a la dictadura. Ambos implican la pérdida de la ilusión, la Argentina se instala en un período oscuro de nuestra historia en el que esa niña debe acomodarse para poder seguir viviendo, apelando a distintos recursos pero sobre todo al silencio. Y mientras tanto recorre el camino a su adultez, lo que inevitablemente la lleva a ver las hilachas de un padre que hasta hace poco fue su héroe".
"Efectivamente, el tema central de la novela, lo que de verdad se cuenta más allá de las anécdotas en Un comunista en calzoncillos, es la relación padre-hija. Muchos escritores, más tarde o más temprano, sentimos la necesidad de transitar literariamente por esa relación, ponerle palabras, desmenuzarla y, a veces, repararla. Digo 'a veces' porque el caso de la relación padre-hija, es bastante diferente a la de padre-hijo. Textos imperdibles como Carta al padre , de Kafka o La invención de la soledad , de Paul Auster dan cuenta de una relación difícil, ambivalente, de reproches más o menos enunciados, en la que de alguna manera el hijo tiene que matar a ese padre para poder ser lo que quiere ser".
 
"En el caso de la hija, el conflicto es otro bien distinto: el de tratar de desenamorarse de ese padre; ya no se trata de matarlo sino de bajarlo del pedestal donde lo había subido. Y como le sucede a la niña protagonista de Matar a un ruiseñor , de Harper Lee, un padre con altos ideales, que pelea con más o menos intensidad contra las injusticias pero que en cualquier caso las denuncia, no es el modelo de hombre que una mujer pueda abandonar con facilidad".
"La altura del propio padre marca un límite, una cota, para bien o para mal, con la que se mide a todos los hombres, los que ya conocemos y los que aparecerán en la vida futura, dice la narradora en Un comunista en calzoncillos . Ese es el padre que se evoca en el texto, aquel hombre con cuya altura se medirá a todos los demás".
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Leopoldo Brizuela escribe para LA NACION sobre la relación padre e hijo en su novela Una misma noche (Alfaguara). "Hay padres en los que se piensa poco. Son aquellos que han crecido como huérfanos. De ellos quise ocuparme en Una misma noche . Mostrarlos, sobre todo, cuando a ellos mismos les toca criar hijos".
"Antonio, el padre de Leo, protagonista de la novela, nacido a principios del siglo XX, es "hijo natural": no fue reconocido por su propio padre, y muy probablemente, no tiene de él ni memoria ni noticia alguna. Miki, el único amigo y confidente de Leo en su "aventura interior", es el hijo de un militante asesinado en 1976, pocos días después del comienzo de la dictadura, cuando él todavía estaba en el vientre de su madre".
 
"Más allá de las diferencias, de las antípodas en que elegirán vivir, el padre y el amigo de Leo tienen semejanzas que éste no deja de advertir, y lo hacen sentir como en casa: Antonio y Miki fueron anotados al nacer con el apellido de sus madres solas; los dos crecieron cobijados en un vínculo con ellas, fuerte como un secreto, que ante todo es una alianza contra la amenaza de una época incapaz de comprenderlos. Y sobre todo, los dos buscaron, desde chicos, primero desesperada, después apasionadamente, algo, lo que fuera -un familiar, un amigo, un equipo de fútbol, una institución- que les permitiera suplir la carencia de un modelo masculino".
"Porque, como todo varón lo aprende pronto a fuerza de humillaciones, en una sociedad patriarcal sólo sobrevive aquel que se separa de la madre, aquel que la abandona y se diferencia negándose, en gran medida, a sí mismo; aquel que se "hace hombre" imitando al padre hasta volverse él mismo digno del rol político de pater familiae ".
Una misma noche, como decía, enfoca a estos personajes sin padre en dos épocas distintas, cuando ambos están enfrentados a la encrucijada de su propia paternidad. 1976, cuando Leo, el hijo de Antonio, tiene 12 años; y 2010, cuando el hijo varón de Miki se acerca a esa misma edad. La edad en que el hijo, en fin, necesita juzgar al padre para construirse su propio destino".
"Supongo -no tengo hijos- que los varones que sí han conocido y convivido largamente con sus padres llevan en su memoria, para bien y para mal, un manual de instrucciones al que automáticamente recurren en cada encrucijada de la educación de sus chicos. Para estos dos personajes, ser padres de un varón ha sido una tarea, en cambio, más conciente. Una en que ha primado la voluntad, los ideales, la concepción de la paternidad y la masculinidad por sobre cualquier tipo de intuición, deseo o instinto".
"Una paternidad llena de vacilaciones, dudas y temores, así como un voltaje emocional frecuentemente intolerable: porque en la figura del hijo cada personaje ve surgir, por fin, los rasgos del padre desconocido. Una tarea más cercana a la improvisación, sin duda, pero también, por qué no, a la posibilidad de invención de vínculos nuevos".
"Una tarea en que cada triunfo es, quizá, todavía más meritorio; y a esos logros Una misma nochehace homenaje".
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Patricio Pron, autor de El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Mondadori), responde desde Madrid, donde reside desde hace años. El rosarino Pron nació en 1975 y es doctor en Filología Románica por la Universidad Georg-August de Göttingen (Alemania). Publicó las novelasFormas de morir (1998), Nadadores muertos (2001), Una puta mierda (2007) y El comienzo de la primavera (2008).
 
En el inicio de El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia el protagonista, un joven escritor argentino que regresa a su país para despedirse de su padre enfermo, dice que "a veces los hijos tienen necesidad de saber quiénes fueron sus padres y se lanzan a averiguarlo. Los hijos son detectives de los padres". Es, en cierto sentido, su caso. A través de su novela Pron busca descubrir quién es su verdadero padre, ese periodista que antes de caer enfermo investiga el crimen del hermano de una joven desaparecida en los 70, amiga de los padres del protagonista.
Escribe Pron a LA NACION: "La relación entre el padre y el hijo de mi novela está compuesta de las mismas cosas de las que están compuestas todas las relaciones entre padres e hijos que tienen la década de 1970 como marco de referencia: incomprensión, malentendidos, simpatías, resquemores, dudas, risas, angustia, reconocimiento, agradecimiento por el hecho de que nos hayan mantenido con vida pese a las circunstancias adversas en que a aquellos padres les tocó criarnos a quienes somos sus hijos, y una especie de perplejidad entusiasta ante el hecho de que esos padres alguna vez quisieron prenderle fuego al infierno y estuvieron a punto de lograrlo".
Cuenta el autor en su blog que como El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia es un relato acerca de ciertas cosas que le sucedieron a él y a su familia entre 1972 y 2008, pidió la autorización de sus padres para contar la historia. Ellos accedieron con la condición de leer el manuscrito antes de la publicación del libro. Al leerlo no tuvieron objeciones. Sin embargo, su padre -Rubén "Chacho" Pron- creyó importante hacer algunas observaciones; la finalidad, cuenta Patricio Pron era "dar su visión de los eventos narrados y reparar ciertos errores, lo que contribuyó a un diálogo sobre ciertos hechos que él y yo habíamos deseado tener en muchas ocasiones y nunca habíamos tenido".
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Soy un bravo piloto de la nueva China (Mondadori), de Ernesto Semán. Este autor fue finalista del premio Sudamericana - LA NACION 2001 con su novela La última cena de Stalin , trabajó muchos años como periodista y hoy vive en EE.UU. Desde allí, por correo electrónico, escribe sobre la relación de padre e hijo que se pone en evidencia en su última novela.
 
"Un hombre mira hacia atrás. Ve a alguien fumando, se borra. Se da vuelta. Mira hacia adelante. Ve a alguien huyendo, se aleja. Baja la cabeza. Está parado en una cumbre, en un precipicio. En una grieta. En un borde que lo separa del tiempo. Está en el puro presente. Investido en su fragilidad, colgando de los dos hilitos que imagina que lo sujetan al pasado y al futuro. Quiere ver esos hilos clavados con estacas de acero en paredes de roca, pero su extensión se pierde en una niebla infranqueable. Cuanto más quiere, menos ve. Hasta que ve más".
Soy un bravo piloto es una conversación entre un hijo y su madre, sobre su padre. Es una conversación entre un hijo y su padre. Es una conversación entre un hijo y el fantasma de su padre. Es el monólogo de un hijo a punto de ser padre. Que el padre haya desaparecido no hace las cosas más fáciles para quien sale a descifrar algo que es, por definición, fantasmagórico. No el padre, sino la figura paterna. Una brújula o una sombra, un padre está en un filo. Su contorno puede ser, en su ubicuidad, siniestro. En la novela, el hijo encuentra, en el dolor final de la madre, el socavón donde explorar el mineral único sobre el que volverá a esculpir a su padre. Es una conversación con la memoria de su heroicidad. La del hombre que ha sido admirable, al que sus victimarios han puesto a prueba de una forma que hará que su valentía perdure por generaciones. Y que sin embargo, y que por eso, y que pese a todo, los ha dejado solos".
"El hombre mira hacia atrás. Se da vuelta. Mira hacia adelante. Por un momento, le ha escapado a la aporía recurrente de cómo hacerle un reproche a un hombre Irreprochable".
"Cuando quiero probar la rapidez del teclado o contar los caracteres de una línea, escribo siempre la misma frase, desde el principio de los tiempos. A partir de este momento finaliza el horario de protección al menor la permanencia de los niños frente al televisor queda bajo la exclusiva responsabilidad de los señores padres. Así seguida y sin puntuación. Puedo escribirla con los ojos cerrados en cualquier teclado y sin errores. Finaliza el horario de protección. Los señores hijos tienen la exclusiva responsabilidad. Frente a la protección. De sus padres"..