Librería Santa Fe, Planeta Mamá y Alto Palermo Shopping te invitan a participar a la presentación de los libros de la Lic. Laura Gutman: Crianza, Puerperios y Maternidad.
Día: Martes 31 de octubre a las 18.00 hsLugar: Patio de comidas de Alto Palermo Shopping.Laura Gutman es psicoterapeuta familiar, especializada en la atención de madres de niños pequeños y parejas. Luego de la presentación de los libros la autora responderá preguntas de las mamás.
Te esperamos!
Libros recomendados:
Puerperios: http://www.lsf.com.ar/libros/X/987106859.htmlCrianza: http://www.lsf.com.ar/libros/6/987106895.html
Maternidad: http://www.lsf.com.ar/libros/3/987106826.html
martes, 31 de octubre de 2006
miércoles, 30 de agosto de 2006
El nuevo libro de Isabel Allende
Entrevista de Clarín con la autora chilena, que presentó la semana pasada su novela Inés del alma mía, en el Alvear Palace de Buenos Aires.
¿Tengo cara de cansada?", preguntará hacia la mitad de la entrevista Isabel Allende y se palmeará la mejilla, como si con dos toquecitos pudiera borrar de ella los días de trabajo, las horas de vuelo, la entrevista con la presidenta chilena, Michelle Bachelet, la presentación en Santiago de Chile de su última novela, Inés del alma mía.
- Sí, tiene cara de cansada.
- Sin embargo, como siempre, atenderá hasta la última pregunta con amabilidad, opinará sobre el lugar donde hacer las fotos ?"¿no va a quedar demasiado kitsch?"? y correrá a chequear, en el visor de la cámara, la imagen con la que aparece.
Autora de éxitos como La casa de los espíritus, la nueva novela de la escritora chilena no salió casi de su imaginación sino de los libros de Historia: habla de Inés Suárez, una española que llegó sola a América y aquí conoció a Pedro de Valdivia, con quien estuvo en pareja durante diez años. Mientras ocurría, justamente, la conquista de Chile. De la que ella participó curando, alimentando y criando, pero también cortando cabezas - li-te-ral-men-te - cuando lo creyó necesario.
- ¿En qué se parece usted a Inés?
- Uno elige personajes con los que tiene afinidad. Tal vez no me parezco a Inés pero la entiendo. Me gusta una mujer que se mueve por amor.
- ¿En eso se parece?
- ¡Síííí! Yo soy capaz de dejar todo tirado porque me enamoro. Todo. Hasta los hijos.
- En la novela, Inés hace hincapié en que la guerra entre los mapuche y los blancos es para siempre. ¿Cómo lo ve ahora?
- La guerra duró 300 años; los mapuche nunca se sometieron, han vivido marginados de la sociedad chilena y ahora están en pie de guerra de nuevo. Han sido un pueblo invencible; han preferido la muerte a ser sometidos.
- ¿No ha terminado esa guerra?
- En este momento hay muchos problemas con los mapuche en Chile porque el gobierno está tratando de hacer cosas en sus tierras y ellos no quieren. Y no se integraron nunca.
- ¿La conquista no terminó?
- No terminó.
- ¿Escribir esta novela la hizo ver la conquista desde otro lado?
- Sí, siempre la había visto desde el punto de vista del indígena. Y de pronto tuve que ponerme en la piel de los conquistadores. Que eran unos bribones. Pero de un coraje... Ciento diez tipos que cruzan el desierto más árido del mundo y pelean contra diez mil indígenas y yo no sé cómo sobreviven... Me dio una cierta admiración esa epopeya. Claro, desde el punto de vista del indígena es horroroso. Fue una masacre.
- ¿Cuál es el atractivo de un personaje histórico para una novela?
- Desde la escritura, un personaje histórico viene con su escenografía. Ya tienes un tiempo y un espacio. No hay que inventarlo, está ahí, hay un material riquísimo. Es más fácil.
- Es pereza...
Se ríe Isabel Allende. No, dice que no es pereza. Pero que entrar en la Historia "es como meterse en una fábrica de chocolate, uno no sabe qué elegir".
En estos días, Allende estuvo conversando con Bachelet, a quien llamará "Michelle".
- ¿De qué hablaron?
- De lo que significa gobernar como mujer y cómo una mujer tiene que hacer el doble de esfuerzo para conseguir la mitad de reconocimiento que un hombre.
- ¿Eso le dijo ella?
- No, eso lo concluimos. Lo que dijo ella es lo difícil que es que te respeten. Michelle no es una persona autoritaria, no es una gritona, tiene una cosa muy suave, muy sonriente. En un país tan machista como Chile, tiene que probar que esto no es debilidad.
- ¿Qué fue de los sueños socialistas de la época de la Unidad Popular?
- No se han perdido, creo que el hecho de que haya fracasado el proyecto de la Unión Soviética y el comunismo no significa el triunfo del capitalismo. El capitalismo está probando cada vez más que no funciona, que hay que buscar soluciones mixtas, alternativas, una cosa diferente.
- Pero...
- Yo tengo esperanzas, yo creo que estamos tocando fondo, con Bush tocamos fondo. Todo lo que está pasando en Estados Unidos y en Irak y en Guantánamo, es una cosa horrorosa. Para justificar la tortura están cambiando el lenguaje. Ahora buscan un eufemismo para que no se llame "tortura" sino de otra manera, que no sean "prisioneros de guerra" sino otra cosa, como no pueden torturar en ciertas partes inventan prisiones secretas... Es muy grave.
- ¿Cómo se siente cuando va a Chile?
- Muy bien, porque la gente me trata con un cariño que no te puedo decir. Pero lo veo chico a Chile. Como vengo del mundo, de Europa, de Estados Unidos, de Australia, veo que Chile sigue teniendo esa condición como de isla, a pesar de que hay mucho progreso, se ve chico. Todo es pequeño, el movimiento cultural, la gente parece que se conociera, entonces hay como un sistema de rumor... Luego el clasismo chileno. Es brutal. Es como el racismo norteamericano. Y muy fuerte el peso de la Iglesia Católica. Mira: la portada de mi libro tiene una mujer con los senos desnudos. En un mall lo sacaron. No es una censura oficial; a la gente que va al mall no le gusta que sus niños vean una señora con la pechuga fuera, entonces los que administran el mall, por precaución, no lo ponen.
- En Estados Unidos directamente imprimieron otra tapa...
- Allí cada vez más hay esas inmensas cadenas de librerías, que imponen criterios. Ellos deciden qué se va a poner en la vidriera, qué libros van a vender. Y los editores los consultan.
- ¿Cuál es el próximo libro?
- Una memoria de los últimos diez años de mi familia. Yo empiezo mis libros los 8 de enero. Este año, a las 7 de la mañana llamó Carmen Ballcells, mi representante. Me dijo: "Léeme la primera línea". "Pero Carmen, son las 7 de la mañana". "Si no tienes la primera línea, escribe unas memorias", me dijo.
- ¿Y no se va a enojar la familia?
- Estoy esperando a que esté traducida para que la lean todos, hasta los que no leen castellano.
- ¿Es una autobiografía?
- No, no mi vida no es tan interesante. Yo lo que hago es trabajar como un burro para mantener a toda esa tribu.
Patricia Kolesnicov
Clarín
http://www.lsf.com.ar/libros/7/950072761.html
¿Tengo cara de cansada?", preguntará hacia la mitad de la entrevista Isabel Allende y se palmeará la mejilla, como si con dos toquecitos pudiera borrar de ella los días de trabajo, las horas de vuelo, la entrevista con la presidenta chilena, Michelle Bachelet, la presentación en Santiago de Chile de su última novela, Inés del alma mía.
- Sí, tiene cara de cansada.
- Sin embargo, como siempre, atenderá hasta la última pregunta con amabilidad, opinará sobre el lugar donde hacer las fotos ?"¿no va a quedar demasiado kitsch?"? y correrá a chequear, en el visor de la cámara, la imagen con la que aparece.
Autora de éxitos como La casa de los espíritus, la nueva novela de la escritora chilena no salió casi de su imaginación sino de los libros de Historia: habla de Inés Suárez, una española que llegó sola a América y aquí conoció a Pedro de Valdivia, con quien estuvo en pareja durante diez años. Mientras ocurría, justamente, la conquista de Chile. De la que ella participó curando, alimentando y criando, pero también cortando cabezas - li-te-ral-men-te - cuando lo creyó necesario.
- ¿En qué se parece usted a Inés?
- Uno elige personajes con los que tiene afinidad. Tal vez no me parezco a Inés pero la entiendo. Me gusta una mujer que se mueve por amor.
- ¿En eso se parece?
- ¡Síííí! Yo soy capaz de dejar todo tirado porque me enamoro. Todo. Hasta los hijos.
- En la novela, Inés hace hincapié en que la guerra entre los mapuche y los blancos es para siempre. ¿Cómo lo ve ahora?
- La guerra duró 300 años; los mapuche nunca se sometieron, han vivido marginados de la sociedad chilena y ahora están en pie de guerra de nuevo. Han sido un pueblo invencible; han preferido la muerte a ser sometidos.
- ¿No ha terminado esa guerra?
- En este momento hay muchos problemas con los mapuche en Chile porque el gobierno está tratando de hacer cosas en sus tierras y ellos no quieren. Y no se integraron nunca.
- ¿La conquista no terminó?
- No terminó.
- ¿Escribir esta novela la hizo ver la conquista desde otro lado?
- Sí, siempre la había visto desde el punto de vista del indígena. Y de pronto tuve que ponerme en la piel de los conquistadores. Que eran unos bribones. Pero de un coraje... Ciento diez tipos que cruzan el desierto más árido del mundo y pelean contra diez mil indígenas y yo no sé cómo sobreviven... Me dio una cierta admiración esa epopeya. Claro, desde el punto de vista del indígena es horroroso. Fue una masacre.
- ¿Cuál es el atractivo de un personaje histórico para una novela?
- Desde la escritura, un personaje histórico viene con su escenografía. Ya tienes un tiempo y un espacio. No hay que inventarlo, está ahí, hay un material riquísimo. Es más fácil.
- Es pereza...
Se ríe Isabel Allende. No, dice que no es pereza. Pero que entrar en la Historia "es como meterse en una fábrica de chocolate, uno no sabe qué elegir".
En estos días, Allende estuvo conversando con Bachelet, a quien llamará "Michelle".
- ¿De qué hablaron?
- De lo que significa gobernar como mujer y cómo una mujer tiene que hacer el doble de esfuerzo para conseguir la mitad de reconocimiento que un hombre.
- ¿Eso le dijo ella?
- No, eso lo concluimos. Lo que dijo ella es lo difícil que es que te respeten. Michelle no es una persona autoritaria, no es una gritona, tiene una cosa muy suave, muy sonriente. En un país tan machista como Chile, tiene que probar que esto no es debilidad.
- ¿Qué fue de los sueños socialistas de la época de la Unidad Popular?
- No se han perdido, creo que el hecho de que haya fracasado el proyecto de la Unión Soviética y el comunismo no significa el triunfo del capitalismo. El capitalismo está probando cada vez más que no funciona, que hay que buscar soluciones mixtas, alternativas, una cosa diferente.
- Pero...
- Yo tengo esperanzas, yo creo que estamos tocando fondo, con Bush tocamos fondo. Todo lo que está pasando en Estados Unidos y en Irak y en Guantánamo, es una cosa horrorosa. Para justificar la tortura están cambiando el lenguaje. Ahora buscan un eufemismo para que no se llame "tortura" sino de otra manera, que no sean "prisioneros de guerra" sino otra cosa, como no pueden torturar en ciertas partes inventan prisiones secretas... Es muy grave.
- ¿Cómo se siente cuando va a Chile?
- Muy bien, porque la gente me trata con un cariño que no te puedo decir. Pero lo veo chico a Chile. Como vengo del mundo, de Europa, de Estados Unidos, de Australia, veo que Chile sigue teniendo esa condición como de isla, a pesar de que hay mucho progreso, se ve chico. Todo es pequeño, el movimiento cultural, la gente parece que se conociera, entonces hay como un sistema de rumor... Luego el clasismo chileno. Es brutal. Es como el racismo norteamericano. Y muy fuerte el peso de la Iglesia Católica. Mira: la portada de mi libro tiene una mujer con los senos desnudos. En un mall lo sacaron. No es una censura oficial; a la gente que va al mall no le gusta que sus niños vean una señora con la pechuga fuera, entonces los que administran el mall, por precaución, no lo ponen.
- En Estados Unidos directamente imprimieron otra tapa...
- Allí cada vez más hay esas inmensas cadenas de librerías, que imponen criterios. Ellos deciden qué se va a poner en la vidriera, qué libros van a vender. Y los editores los consultan.
- ¿Cuál es el próximo libro?
- Una memoria de los últimos diez años de mi familia. Yo empiezo mis libros los 8 de enero. Este año, a las 7 de la mañana llamó Carmen Ballcells, mi representante. Me dijo: "Léeme la primera línea". "Pero Carmen, son las 7 de la mañana". "Si no tienes la primera línea, escribe unas memorias", me dijo.
- ¿Y no se va a enojar la familia?
- Estoy esperando a que esté traducida para que la lean todos, hasta los que no leen castellano.
- ¿Es una autobiografía?
- No, no mi vida no es tan interesante. Yo lo que hago es trabajar como un burro para mantener a toda esa tribu.
Patricia Kolesnicov
Clarín
http://www.lsf.com.ar/libros/7/950072761.html
martes, 29 de agosto de 2006
Sorprendentes revelaciones en la autobiografía de Günther Grass
El autor alemán confesó que fue parte de las SS -célebre fuerza de combate hitleriana-, cuando tenía 16 años.
FRANCFORT.- El escritor Günther Grass, ganador de los premios Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias, admitió haber sido en el pasado integrante de las Waffen SS hitlerianas, que fueron el brazo de combate del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Así lo declaró el prestigioso escritor alemán durante una entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
El dato consta también en el libro de memorias que saldrá el mes próximo. El escritor revisó el texto en España, durante dos meses, en compañía de su esposa, cuyo título es Beim Haeuten der Zwiebel ("Pelando la cebolla"), hortaliza que Grass también pinta en sucesivas naturalezas muertas.
Nacido en Gdansk, en 1927, Grass cuenta en la obra su infancia, su vida de soldado, su detención en un campo norteamericano para prisioneros de guerra y sus inicios como artista en la Alemania de posguerra. Pero, sin duda, el hecho de haber pertenecido a las tropas de elite del régimen de Hitler es una noticia saliente, aunque no es el tema dominante de sus memorias.
"En retrospectiva siempre lo viví como un defecto que me oprimía y sobre el que no podía hablar. Esto tenía que ser escrito alguna vez", dijo en la entrevista. Grass agregó que durante su alistamiento entre febrero y abril de 1945 nunca disparó un solo tiro.
El novelista reveló que no había tenido sentimiento de culpa cuando perteneció a las SS. "Para mí no eran algo atemorizante, sino una unidad de elite que siempre era enviada donde las cosas se ponían críticas y que sufría las mayores bajas", dijo el autor de El tambor de hojalata. Sin embargo, admitió que después ese sentimiento de culpa lo oprimió en forma de vergüenza y que ya hizo su proceso de aprendizaje.
Un secreto doloroso
El narrador, conocido por ser un militante activo del Partido Socialdemócrata alemán, sostuvo que el secreto le pesaba y que era una de las razones por las cuales escribió estas memorias. "Mi silencio durante todos esos años es una de las razones por las que escribí este libro. Tenía que darlo a conocer finalmente", precisó Grass.
Con apenas 15 años, cuenta el escritor en su autobiografía, se presentó como voluntario en la marina para servir como submarinista, pero fue rechazado por su corta edad. A los 16 años recibió, como todos los niños de su generación, la orden de alistarse pero no fue destinado al ejército, sino a las Waffen SS, entre 1944 y 1945.
Como miembro de dos operativos de patrulla, Grass llegó a estar en el frente ruso y vivió escenas cruentas de guerra. Dijo que sobrevivió por casualidad. Después de haber estado prisionero en EE.UU., el autor se convirtió en un activista por la paz. Las Waffen SS fueron una fuerza de 38 divisiones de combate con casi un millón de hombres, que fue calificada como una organización criminal durante el histórico juicio de Nuremberg, que tuvo lugar cuando la Segunda Guerra Mundial concluyó.
En relación con la revelación de Grass, su biógrafo, Michael Juergs, dijo también al mismo diario que "estaba desilusionado" y que era "el fin de una instancia moral".
Agencias DPA, Reuters y AFP
FRANCFORT.- El escritor Günther Grass, ganador de los premios Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias, admitió haber sido en el pasado integrante de las Waffen SS hitlerianas, que fueron el brazo de combate del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Así lo declaró el prestigioso escritor alemán durante una entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
El dato consta también en el libro de memorias que saldrá el mes próximo. El escritor revisó el texto en España, durante dos meses, en compañía de su esposa, cuyo título es Beim Haeuten der Zwiebel ("Pelando la cebolla"), hortaliza que Grass también pinta en sucesivas naturalezas muertas.
Nacido en Gdansk, en 1927, Grass cuenta en la obra su infancia, su vida de soldado, su detención en un campo norteamericano para prisioneros de guerra y sus inicios como artista en la Alemania de posguerra. Pero, sin duda, el hecho de haber pertenecido a las tropas de elite del régimen de Hitler es una noticia saliente, aunque no es el tema dominante de sus memorias.
"En retrospectiva siempre lo viví como un defecto que me oprimía y sobre el que no podía hablar. Esto tenía que ser escrito alguna vez", dijo en la entrevista. Grass agregó que durante su alistamiento entre febrero y abril de 1945 nunca disparó un solo tiro.
El novelista reveló que no había tenido sentimiento de culpa cuando perteneció a las SS. "Para mí no eran algo atemorizante, sino una unidad de elite que siempre era enviada donde las cosas se ponían críticas y que sufría las mayores bajas", dijo el autor de El tambor de hojalata. Sin embargo, admitió que después ese sentimiento de culpa lo oprimió en forma de vergüenza y que ya hizo su proceso de aprendizaje.
Un secreto doloroso
El narrador, conocido por ser un militante activo del Partido Socialdemócrata alemán, sostuvo que el secreto le pesaba y que era una de las razones por las cuales escribió estas memorias. "Mi silencio durante todos esos años es una de las razones por las que escribí este libro. Tenía que darlo a conocer finalmente", precisó Grass.
Con apenas 15 años, cuenta el escritor en su autobiografía, se presentó como voluntario en la marina para servir como submarinista, pero fue rechazado por su corta edad. A los 16 años recibió, como todos los niños de su generación, la orden de alistarse pero no fue destinado al ejército, sino a las Waffen SS, entre 1944 y 1945.
Como miembro de dos operativos de patrulla, Grass llegó a estar en el frente ruso y vivió escenas cruentas de guerra. Dijo que sobrevivió por casualidad. Después de haber estado prisionero en EE.UU., el autor se convirtió en un activista por la paz. Las Waffen SS fueron una fuerza de 38 divisiones de combate con casi un millón de hombres, que fue calificada como una organización criminal durante el histórico juicio de Nuremberg, que tuvo lugar cuando la Segunda Guerra Mundial concluyó.
En relación con la revelación de Grass, su biógrafo, Michael Juergs, dijo también al mismo diario que "estaba desilusionado" y que era "el fin de una instancia moral".
Agencias DPA, Reuters y AFP
jueves, 13 de julio de 2006
El último libro del crítico H. Bloom: análisis literario de la Biblia
Jesús y Yahvé. Los nombres divinos puede leerse como un autorretrato espiritual. En él la trascendencia, religiosamente concebida, despierta tanto rechazo como interés. Harold Bloom no duda en definirse como agnóstico. No quiere sino que su lectura de los acontecimientos bíblicos lo perfile como lo que es y ante todo quiere ser: un crítico literario. Devoto de Shakespeare, lo atrae el conflicto y la dimensión temperamental de los personajes que indaga: Yahvé, Jeshúa de Nazareth y Jesucristo, el hombre-Dios en quien los cristianos convirtieron, según él, a Jeshúa. El lector de este ensayo, sin embargo, no tardará en advertir que el desvelo reflexivo de Bloom y su interpelación primordial recaen sobre la figura del Dios de los judíos.
La caracterización que nos ofrece de Yahvé es, en lo esencial, la de una divinidad profundamente humana, como lo prueba la interpretación de sus acciones, reacciones y propósitos. Bloom explora las debilidades, pasiones e intereses de Yahvé, dispensándole al Dios hebreo el tratamiento al que nos tiene acostumbrados en su abordaje de las figuras literarias. Aunque él considera a Jesucristo como una construcción de fuerte influjo helenístico, es su semblanza de Yahvé la que nos recuerda las pinturas homéricas de las divinidades griegas inmiscuyéndose en la vida de los hombres e interviniendo en sus conflictos como si fueran, también ellas, humanas.
A juicio de Bloom, sólo en los evangelios de Marcos y Mateo puede reconocerse a Jesús como judío. Los demás no hacen otra cosa que ignorarlo como tal. De quien fue Jeshúa de Nazareth, poco y nada, recuerda Bloom, ha podido llegar a saberse. Pero por la forma en que murió, se infiere que vivió la fe judía con una intensidad y entrega incomparables. "En toda la historia -escribe el crítico-, no se conoce ningún judío que pueda considerarse más fiel a la Alianza de Dios con los hebreos." Y añade, por eso, que le resulta paradójico que, a causa de ello, se lo haya convertido en portavoz de otra Alianza que la pactada en el Sinaí, soslayando el hecho de que fueron los judíos los que terminaron por no darle cabida dentro de su propio sistema de creencias.
Mucho menos dotado para la reflexión filosófica y teológica que para la literaria, Bloom, cuando excede su campo específico, resulta por lo menos intrincado. Las consideraciones sobre el gnosticismo judío, la mística hebrea y la teología cristiana distan de verse logradas, por no decir que resultan casi siempre esquemáticas y de escasa inspiración. A Bloom le falta, en este orden teórico, la concisión y la claridad de un Gershom Scholem, la incisiva brillantez de un George Steiner, la hondura teológica de un Hans Küng. Acaso el sentido común no sea el mejor recurso para explorar los dilemas de la teología y de la metafísica, y es evidente que Bloom abusa de él.
El célebre autor de El canon occidental se incluye entre quienes conciben a Yahvé como "la respuesta más precisa a la angustiada pregunta de ¿Quién es Dios?" Considera que la del Dios de los judíos es "la representación más convincente que he encontrado nunca de esa otredad trascendente". Admite Bloom que ni los budistas, ni los hindúes ni los taoístas estarían de acuerdo, ni tampoco muchos cristianos, musulmanes y judíos contemporáneos, "pero la mía es una respuesta de crítico literario, y se basa en la fuerza y el poder de la única personalidad literaria que es más vital y memorable que Hamlet, Falstaff, Iago y Cleopatra". El planteo, como resulta evidente, no esconde sus restricciones pero expresa bien un posicionamiento subjetivo que no rehúye la discusión. La Biblia, para el ensayista, no es un libro sagrado sino un clásico entre los clásicos de la literatura.
Tras años de convivencia reflexiva con sus páginas, Bloom concluye que Yahvé no ama a nadie, a lo sumo simpatiza con el rey David. "Es algo terrible caer en las manos de Yahvé", sentencia. Amarlo "es una empresa quijotesca. El amor que Él reclama del hombre más se parece a la sumisión que a la emoción que conocemos bajo ese nombre". La obediencia lo desvela más que la caridad. A Bloom le resulta inaceptable acatar el mandamiento mosaico de amar a un Dios incapaz de retribuir lo que recibe. "Un amor no correspondido -expresa Bloom- puede ser supuestamente provechoso para los poetas, pero para nadie más."
Del implacable retrato que realiza del Dios de los judíos extrae la conclusión de que Jesucristo no pudo ser su Hijo o que, si lo fue, lo fue de un Padre que no retrocedió ante la crueldad y que así como casi nunca dio pruebas de amar al pueblo judío tampoco pudo ser el Padre amante y bondadoso del que nos habla la Biblia cristiana. "O en todo caso amó como Lear, desaforada y egoístamente, sacrificando hasta la muerte a sus amados." Para Bloom, en suma, la cristología "es una creencia extraña, tanto desde la perspectiva del judaísmo como del islam".
Generalizando su planteo, se muestra escéptico con respecto a la fuerza de cohesión social que puedan evidenciar, en el presente, las tres religiones monoteístas. Es la informática y no la fe, nos dice con ironía, lo que hoy en día une al mundo. No obstante y mucho más que a Yahvé, le reconoce a Jesús "estar más cerca de la universalidad, pero sus mil disfraces resultan demasiado desconcertantes para ser coherentes".
Bloom se confiesa proclive a buscar "una trascendencia laica en el arte". No ignora, sin embargo, el corto alcance social que ofrece su opción. "Shakespeare, Bach, Miguel Angel siguen siendo suficientes para una elite, no para pueblos enteros."
Como lo he señalado, la pasmosa erudición de Harold Bloom no llega a cristalizar en argumentos filosófica y teológicamente ricos, sino más bien ingeniosos y fuertemente temperamentales. Su sinceridad es indiscutible pero no por ello conceptualmente sólida. Bloom se declara "un ansioso estudiante de Yahvé" y se afirma como hombre educado en la cultura judía a la que disocia, en lo que respecta a sus intereses, de cualquier adhesión a la Alianza, sintiéndose en tal sentido alejado de los requerimientos que la tradición religiosa formula o exige contemplar.
Por lo demás, estas casi doscientas cincuenta páginas están mechadas de polémicas e incisivas consideraciones sobre la actualidad política. Bloom no se anda con vueltas en su condena de la judeofobia contemporánea. Denuncia el antisemitismo francés y el de otras partes de Europa y deplora "todas las hojas de ruta" propuestas, considerándolas salidas "ilusorias que sólo ofrecen el suicidio al Estado de Israel". Su sola salvedad, en términos de aptitud para la convivencia, recae sobre el cristianismo europeo en el que reconoce una resuelta disposición al encuentro con el mundo judío. Estima, no obstante, que es descabellado el intento de reivindicar o promover el reconocimiento de una tradición judeocristiana. No niega que ella ofrezca ventajas políticas y sociales pero su médula teológica le parece insustancial. Tampoco ahorra Bloom severas críticas "al terror musulmán y al contraterror estadounidense e israelí". Sea como fuere y en lo que atañe a su tema central, este Jesús y Yahvé dejará mucho que desear a quienes, en los grandes dilemas religiosos, busquen algo más que una fuente de interés literario.
Santiago Kovadloff
Fuente: LA NACIÓN
La caracterización que nos ofrece de Yahvé es, en lo esencial, la de una divinidad profundamente humana, como lo prueba la interpretación de sus acciones, reacciones y propósitos. Bloom explora las debilidades, pasiones e intereses de Yahvé, dispensándole al Dios hebreo el tratamiento al que nos tiene acostumbrados en su abordaje de las figuras literarias. Aunque él considera a Jesucristo como una construcción de fuerte influjo helenístico, es su semblanza de Yahvé la que nos recuerda las pinturas homéricas de las divinidades griegas inmiscuyéndose en la vida de los hombres e interviniendo en sus conflictos como si fueran, también ellas, humanas.
A juicio de Bloom, sólo en los evangelios de Marcos y Mateo puede reconocerse a Jesús como judío. Los demás no hacen otra cosa que ignorarlo como tal. De quien fue Jeshúa de Nazareth, poco y nada, recuerda Bloom, ha podido llegar a saberse. Pero por la forma en que murió, se infiere que vivió la fe judía con una intensidad y entrega incomparables. "En toda la historia -escribe el crítico-, no se conoce ningún judío que pueda considerarse más fiel a la Alianza de Dios con los hebreos." Y añade, por eso, que le resulta paradójico que, a causa de ello, se lo haya convertido en portavoz de otra Alianza que la pactada en el Sinaí, soslayando el hecho de que fueron los judíos los que terminaron por no darle cabida dentro de su propio sistema de creencias.
Mucho menos dotado para la reflexión filosófica y teológica que para la literaria, Bloom, cuando excede su campo específico, resulta por lo menos intrincado. Las consideraciones sobre el gnosticismo judío, la mística hebrea y la teología cristiana distan de verse logradas, por no decir que resultan casi siempre esquemáticas y de escasa inspiración. A Bloom le falta, en este orden teórico, la concisión y la claridad de un Gershom Scholem, la incisiva brillantez de un George Steiner, la hondura teológica de un Hans Küng. Acaso el sentido común no sea el mejor recurso para explorar los dilemas de la teología y de la metafísica, y es evidente que Bloom abusa de él.
El célebre autor de El canon occidental se incluye entre quienes conciben a Yahvé como "la respuesta más precisa a la angustiada pregunta de ¿Quién es Dios?" Considera que la del Dios de los judíos es "la representación más convincente que he encontrado nunca de esa otredad trascendente". Admite Bloom que ni los budistas, ni los hindúes ni los taoístas estarían de acuerdo, ni tampoco muchos cristianos, musulmanes y judíos contemporáneos, "pero la mía es una respuesta de crítico literario, y se basa en la fuerza y el poder de la única personalidad literaria que es más vital y memorable que Hamlet, Falstaff, Iago y Cleopatra". El planteo, como resulta evidente, no esconde sus restricciones pero expresa bien un posicionamiento subjetivo que no rehúye la discusión. La Biblia, para el ensayista, no es un libro sagrado sino un clásico entre los clásicos de la literatura.
Tras años de convivencia reflexiva con sus páginas, Bloom concluye que Yahvé no ama a nadie, a lo sumo simpatiza con el rey David. "Es algo terrible caer en las manos de Yahvé", sentencia. Amarlo "es una empresa quijotesca. El amor que Él reclama del hombre más se parece a la sumisión que a la emoción que conocemos bajo ese nombre". La obediencia lo desvela más que la caridad. A Bloom le resulta inaceptable acatar el mandamiento mosaico de amar a un Dios incapaz de retribuir lo que recibe. "Un amor no correspondido -expresa Bloom- puede ser supuestamente provechoso para los poetas, pero para nadie más."
Del implacable retrato que realiza del Dios de los judíos extrae la conclusión de que Jesucristo no pudo ser su Hijo o que, si lo fue, lo fue de un Padre que no retrocedió ante la crueldad y que así como casi nunca dio pruebas de amar al pueblo judío tampoco pudo ser el Padre amante y bondadoso del que nos habla la Biblia cristiana. "O en todo caso amó como Lear, desaforada y egoístamente, sacrificando hasta la muerte a sus amados." Para Bloom, en suma, la cristología "es una creencia extraña, tanto desde la perspectiva del judaísmo como del islam".
Generalizando su planteo, se muestra escéptico con respecto a la fuerza de cohesión social que puedan evidenciar, en el presente, las tres religiones monoteístas. Es la informática y no la fe, nos dice con ironía, lo que hoy en día une al mundo. No obstante y mucho más que a Yahvé, le reconoce a Jesús "estar más cerca de la universalidad, pero sus mil disfraces resultan demasiado desconcertantes para ser coherentes".
Bloom se confiesa proclive a buscar "una trascendencia laica en el arte". No ignora, sin embargo, el corto alcance social que ofrece su opción. "Shakespeare, Bach, Miguel Angel siguen siendo suficientes para una elite, no para pueblos enteros."
Como lo he señalado, la pasmosa erudición de Harold Bloom no llega a cristalizar en argumentos filosófica y teológicamente ricos, sino más bien ingeniosos y fuertemente temperamentales. Su sinceridad es indiscutible pero no por ello conceptualmente sólida. Bloom se declara "un ansioso estudiante de Yahvé" y se afirma como hombre educado en la cultura judía a la que disocia, en lo que respecta a sus intereses, de cualquier adhesión a la Alianza, sintiéndose en tal sentido alejado de los requerimientos que la tradición religiosa formula o exige contemplar.
Por lo demás, estas casi doscientas cincuenta páginas están mechadas de polémicas e incisivas consideraciones sobre la actualidad política. Bloom no se anda con vueltas en su condena de la judeofobia contemporánea. Denuncia el antisemitismo francés y el de otras partes de Europa y deplora "todas las hojas de ruta" propuestas, considerándolas salidas "ilusorias que sólo ofrecen el suicidio al Estado de Israel". Su sola salvedad, en términos de aptitud para la convivencia, recae sobre el cristianismo europeo en el que reconoce una resuelta disposición al encuentro con el mundo judío. Estima, no obstante, que es descabellado el intento de reivindicar o promover el reconocimiento de una tradición judeocristiana. No niega que ella ofrezca ventajas políticas y sociales pero su médula teológica le parece insustancial. Tampoco ahorra Bloom severas críticas "al terror musulmán y al contraterror estadounidense e israelí". Sea como fuere y en lo que atañe a su tema central, este Jesús y Yahvé dejará mucho que desear a quienes, en los grandes dilemas religiosos, busquen algo más que una fuente de interés literario.
Santiago Kovadloff
Fuente: LA NACIÓN
Harry Potter ya tiene reemplazante
Los estudios cinematográficos de Hollywood han comenzado a recorrer los mayores éxitos de la literatura infantil para preparar al sucesor de Harry Potter, dado que las últimas noticias de Hogwarts no son alentadoras: J. K. Rowling anunció que en el séptimo y último volumen de las aventuras del brujo morirán dos personajes centrales. Habrá que esperar para descubrir si se trata de Harry y su némesis Lord Voldemort, ya que la novela aún no tiene fecha de publicación (Harry Potter y la orden del Fénix, la quinta película, se estrenará en julio de 2007).
Por estos días, la mayor parte de los especialistas apuestan que quien lo sucederá con éxito en la pantalla grande será Lyra Belacqua, la protagonista de La materia oscura, la trilogía del británico Philip Pullman inspirada en El paraíso perdido, de John Milton. El último fin de semana -tal y como ocurrió con Daniel Radcliffe-, fue una total desconocida, Dakota Blue Richards, quien se quedó con el papel de la heroína de Luces del Norte (así se llama el primer libro en su versión castellana) entre más de diez mil postulantes.
El autor declaró al diario The Independent estar muy conforme con la elección de Richards -"nadie conoce a Lyra como yo y Dakota es perfecta para el papel"-, y reconoció que le encantaría que Nicole Kidman interpretara a la bella y cruel señora Coulter (la actriz ya rechazó a otra villana, la Bruja Blanca de Narnia, que terminó interpretando Tilda Swinton).
La adaptación tendrá un presupuesto de 150 millones de dólares y será producida por los estudios New Line (responsables de El señor de los anillos), con guión y dirección de Chris Weitz, aquel de Un gran chico. Allí se contará cómo Lyra, que vive en un mundo parecido al nuestro (donde hay una universidad en Oxford pero también brujas y osos con armadura), descubre que alguien está robándose a todos los niños de Inglaterra. Su investigación pone en marcha una aventura que puede cambiar el cielo, la tierra y el resto de los mundos posibles.
Aunque el film tiene fecha de estreno para fines de 2007, ya comenzó la polémica: en este caso, centrada en supuestos pedidos del estudio de relativizar el papel siniestro que tiene la Iglesia en el mundo de Lyra.
Fuente: LA NACIÓN
Por estos días, la mayor parte de los especialistas apuestan que quien lo sucederá con éxito en la pantalla grande será Lyra Belacqua, la protagonista de La materia oscura, la trilogía del británico Philip Pullman inspirada en El paraíso perdido, de John Milton. El último fin de semana -tal y como ocurrió con Daniel Radcliffe-, fue una total desconocida, Dakota Blue Richards, quien se quedó con el papel de la heroína de Luces del Norte (así se llama el primer libro en su versión castellana) entre más de diez mil postulantes.
El autor declaró al diario The Independent estar muy conforme con la elección de Richards -"nadie conoce a Lyra como yo y Dakota es perfecta para el papel"-, y reconoció que le encantaría que Nicole Kidman interpretara a la bella y cruel señora Coulter (la actriz ya rechazó a otra villana, la Bruja Blanca de Narnia, que terminó interpretando Tilda Swinton).
La adaptación tendrá un presupuesto de 150 millones de dólares y será producida por los estudios New Line (responsables de El señor de los anillos), con guión y dirección de Chris Weitz, aquel de Un gran chico. Allí se contará cómo Lyra, que vive en un mundo parecido al nuestro (donde hay una universidad en Oxford pero también brujas y osos con armadura), descubre que alguien está robándose a todos los niños de Inglaterra. Su investigación pone en marcha una aventura que puede cambiar el cielo, la tierra y el resto de los mundos posibles.
Aunque el film tiene fecha de estreno para fines de 2007, ya comenzó la polémica: en este caso, centrada en supuestos pedidos del estudio de relativizar el papel siniestro que tiene la Iglesia en el mundo de Lyra.
Fuente: LA NACIÓN
viernes, 26 de mayo de 2006
El Evangelio de Judas - La traición que estaba escrita
El mes pasado, la National Geographic Society devolvió a Egipto, descifrado, el Codex Tchacos: un manuscrito del siglo III o IV de la era cristiana, que contiene uno de los escritos gnósticos más enigmáticos: El evangelio de Judas. En él, Judas aparece como el elegido de Jesús, a quien éste confía "los misterios del reino". El filósofo Francisco García Bazán explica el contenido del extraordinario documento. Y Luis Gusmán lee el acto traidor de Judas como clave en "la economía de la redención".
Desde fines del siglo II y después que el episcopado monárquico romano se consolidara (desde el obispado de Higinio), la doctrina de Ireneo de Lión del Evangelio escrito bajo cuatro formas se impuso en la Iglesia. El género literario evangélico de carácter narrativo se ha considerado por largos siglos el normal y exclusivo. Hay comprobaciones de que no es así y que aunque la tradición del "Evangelio tetramorfo" es muy antigua y registra a sus espaldas ciertas concordancias de "Recuerdos de los Evangelios" (Justino Mártir) y de armonías evangélicas cuádruples (diatessáron), hubo también escritos de naturaleza evangélica tan arcaicos o más que los citados, constituidos por series de palabras del Señor sin explicaciones biográficas (la Fuente Q, que subyace a Mateo y Lucas, o el Evangelio de Tomás), y otros de factura dialogada comunes corrientes diversas judeocristianas o gnósticas (Evangelio de los hebreos, Evangelio de los egipcios, Carta esotérica de Santiago, Diálogo del Salvador). El evangelio de Judas (peuaggelion nïoudas) recientemente editado, aunque hallado en la década del 70 en Muhazafat Al-Mynia (Egipto Medio) en una traducción del griego al copto en papiro del siglo III, pertenece al último tipo señalado y posee una identidad de contenido inconfundiblemente gnóstica.
No es el primer evangelio gnóstico directo de que se dispone, pues la biblioteca de trece códices hallada dentro de una vasija herméticamente cerrada en diciembre de 1945 en Nag Hammadi (Alto Egipto), deparó un Evangelio de Felipe, un Evangelio de la Verdad y completo el Evangelio de Tomás del que se poseían fragmentos en griego provenientes del vaciadero de Oxirrinco. Con larga anterioridad, en 1896, el Papiro gnóstico de Berlín 8502 ofreció un Evangelio de María. Y existieron algunos otros similares de los que nos han dejado los títulos, aunque escasas noticias del contenido, los escritores eclesiásticos y adversarios irreconciliables que combatieron a los gnósticos conocidos técnicamente como heresiólogos: Ireneo de Lión, Hipólito de Roma, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes y Epifanio de Salamina, para citar a los más descollantes.
El dios de los perdidos
El mundialmente publicitado Evangelio de Judas ha corrido esta última suerte, ahora exhumado, pero antes mencionado y hecho circular entre unos gnósticos particulares llamados "cainitas" y que gozaron de pésima reputación entre los heresiólogos aludidos, simplemente porque se alineaban dentro de aquella tendencia de interpretación gnóstica que apoyándose en exégesis visibles en la aggadah rabínica, convertían a algunas figuras de la Biblia de una posición de villanos en condición de héroes. Así sucede con los ofitas (del griego óphis) o naasenos (del hebreo nahas) que rinden culto a la serpiente, como reveladora del conocimiento; los sodomitas, al considerar que Sodoma y Gomorra fueron lugares privilegiados destruidos por el Dios de este mundo por ser la sede de los setianos, la cadena de transmisores de la Luz, y los execrados cainitas, que fundándose en la lectura de las primeras líneas de Génesis 4 observaban una descomunal incoherencia en la conducta del Dios creador que había arrojado del Paraíso después de su falta a Adán y Eva y mirara con malos ojos las ofrendas del primogénito Caín y con favor las de Abel. Historias absurdas que se repiten con Esaú y Jacob, con Lía y Raquel y siguen en otros relatos.
Este Dios que sin mayores razones se ponía del lado del humilde y abatía implacable al fuerte, proclamaba que si era justo es porque aplicaba su justicia con ignorancia y que por encima de él debía haber otra divinidad realmente sabia y amorosa, cuya justicia superaba a la del autor de la creación. Había, por lo tanto, dos dioses y los designios divinos o providencias asimismo dobles: una manifiesta, pasajera e ilusoria ?cuya existencia radicaba en la explicación del origen del mal y de los males? y otra oculta, sólida y real. Y esta verdad se impone al que conoce ?el gnóstico?, que gracias a ello se sabe desde siempre y para siempre salvado y obra en consecuencia. Esto lo reconocían los cainitas y por eso exaltaban la potencia de Caín. De esto también tenían información fragmentaria en orden creciente Ireneo de Lión en Contra los herejes (escrito alrededor del 178), el Pseudo Tertuliano en Contra todos los herejes (escrito en torno al 200) y Epifanio de Salamina en Panarion (escrito alrededor del 367). Todos ellos también conocían que estos gnósticos de lengua y conducta exasperadas leían y meditaban sobre un librito, El Evangelio de Judas, que sólo por su título denunciaba los extravíos de sus ideas, pero el que también contenía otros desatinos: el que denominaran Hystera ?o sea Matriz? al Creador, que el bautismo de agua fuese condenable, que Judas fuese el único que conociera las realidades de lo alto y que por eso existiera el "misterio de la traición", etc.
Aunque de modo inconexo todo esto lo conocían los autores ortodoxos citados y es este material patrístico sin coordinación y las condenas impiadosas del discípulo Judas por parte de algunos testimonios apócrifos (Evangelio de Bartolomé, Hechos de Pedro y Hechos de Tomás), lo que hasta ahora se podía manejar, son asimismo estos elementos insinuantes, los que incitaron a Borges a redactar su transparente ficción "Tres versiones de Judas" y a Nikos Kazantzakis, la novela Cristo de nuevo crucificado. Es el modo como la literatura creativa abre ventanas al conocimiento.
Lo que cuenta el papiro
La lectura del Evangelio de Judas que forma parte del Códice de Tchacos, sin embargo, permite confirmar actualmente lo escrito por los heresiólogos y obtener asimismo mayor información. En primer lugar el título del documento es el de El evangelio de Judas, según figura al final del manuscrito. La estructura del escrito ofrece, además, una introducción que certifica la naturaleza esotérica de la pieza: "La conversación secreta (plogos ethep) de la declaración (apóphasis) que Jesús mantuvo con Judas Iscariote durante ocho días, los tres días anteriores a la celebración de la Pascua". La descripción comprende, en primera instancia, el llamado de los "Doce" discípulos a los que Jesús selecciona y trata de enseñar del modo más genuino, por eso a menudo se lo encuentran en figura de niño, pero que por su manera de elevar la acción de gracias (eukharistía) muestran que poco aprenden y que son incapaces de dominar los límites impuestos por el Dios creador de este mundo, por eso Jesús se ríe de su adoración. La actitud, además, no los hace cambiar, porque ofende al Creador, el que los hace irritar como simples psíquicos, y más se molestan cuando Jesús les confiesa que no es hijo de este Dios, sino que pertenece a otra generación, mostrándoles su carencia de entendimiento y su pertenencia a la esfera del dios inferior y cósmico.
Construido el marco, se descubre a continuación el instrumento que permite la liberación, el conocimiento, que puede manifestar al hombre perfecto (prome ntelios) que se encubre en el gnóstico, y saber el origen supraceleste de Jesús, por eso Judas es capaz de "ponerse de pie" y decirle: "Conozco (tisooune o sea gignosko) quién eres y de qué lugar procedes. Vienes del eón inmortal de Barbeló" (Barbeló, es decir, be-arbá-elohá, "en cuatro (letras) Dios", presente al final de la versión larga del Apócrifo de Juan). En otros términos, el Señor viene de la Madre de la Vida, del útero de Dios Padre. El ambiente espiritual es claramente barbelognóstico y toda la visión que sigue es subsidiaria de este tipo de gnosis, la de los conocedores perfectos, contenido sobre el que es instruido Judas, separado de los demás: "Apártate de los demás y te diré los misterios del reino (mmysterion ntmntero)", aunque esta postura de excepción fuera de los "doce" implicará para él gran sufrimiento. Termina de este modo la primera revelación profunda.
Al día siguiente comienza la revelación sobre la gran generación (tnog ngenea), fuerte y santa, que continúa durante dos días confirmando la confusión que reina sobre el tema de los "Doce" y la ignorancia de ellos del simbolismo contenido en las visiones oníricas del templo ?cósmico y personal? profanado por el Dios de este universo con sus astros, sus ángeles y sus creyentes entre los que se incluyen los "Doce".
No obstante refiere seguidamente el documento una visión en sueños de Judas como protagonista, en la cual es apedreado y perseguido, explicándole Jesús que la mansión por encima de los astros que ha visto es la de la generación santa. Judas ahora será apartado como el "trece" y por esto maldecido: "Tú eres el ''trece'' y serás maldito para las otras generaciones y gobernarás sobre ellas. En el último día maldecirán tu ascenso". De inmediato en relación con la generación santa prosigue el texto con la descripción del Pleroma que proviene del Espíritu invisible en estilo barbelognóstico-setiano, incluyendo la manifestación del Autogenerado, las luminarias celestiales, la nube de luz y la raza incorruptible de Set. Pero también del aspecto inferior de la nube surgen los dioses arcontes: Nebro, Ialdabaot y Saklas, el creador del hombre: Adán y Eva, y la conclusión del mundo en el que se incluye el bautismo y los sacrificios a Saklas. Judas, sin embargo, ha alcanzado a intuir por estas declaraciones la naturaleza ilusoria tanto del cuerpo cósmico como del cuerpo de Cristo. Por esto le puede hablar Jesús frontalmente: "Pero tú los superarás a ellos todos, porque sacrificarás al hombre que me reviste (prome gar etp phorei mmeei)". Se pone fin a la instrucción secreta con estas palabras que unen la cosmología y antropología barbelognóstico-setiana con el objetivo concreto del mensaje confiado a Judas: "Y entonces el modelo (typos) de la gran generación de Adán será exaltado, porque es anterior al cielo, la tierra y los ángeles. Esta generación, que es la de los eones eternos, existe. Atiende, te lo he dicho todo. Levanta los ojos y mira a la nube y a la luz en su interior y los astros que la rodean. Y el astro que guía el camino es tu astro. Judas levantó los ojos y vio la nube luminosa y entró en ella. Los que estaban de pie sobre el suelo oyeron una voz proveniente de la nube, diciendo: ..." ?siguen 8 líneas ilegibles?.
El texto concluye refiriendo el prendimiento de Jesús de una forma insólita y discreta, sin el más leve atisbo de sensacionalismo. Este ha entrado en la sala de huéspedes para orar, algunos escribas estaban atentos para apresarle, porque los asustaba el pueblo, pues todos lo juzgaban como un profeta. Se aproximaron los escribas no a él, sino a Judas y lo encararon: "''¿Qué estas haciendo aquí? Tú eres discípulo de Jesús.'' Les respondió, en cambio, como querían. Judas recibió algo de dinero y se lo llevó a ellos".
La misión transcendente de la puesta en marcha de la liberación de los espirituales sugerida con la inminente liberación del Cristo enviado por la Plenitud estaba cumplida y el verdadero sufriente por tener el espíritu ?como los restantes pneumáticos? firmemente confundido con el alma y el cuerpo, pero activo, será Judas. El villano traidor de la tradición canónico-apostólica y apócrifa, pasó a ser siervo sufriente, "la piedra rechazada por los constructores ha llegado a ser piedra angular".
Las almas simples no están preparadas para golpes tan bruscos, pero tampoco las formadas unilateralmente por siglos de exégesis sin fisuras. Pero nuevamente, como un apéndice de la cincuentena de escritos de la biblioteca de Nag Hammadi, nos asalta este Evangelio de Judas que hace recapacitar sobre la magnitud del fenómeno de los orígenes cristianos. Un movimiento histórico tridimensional por la multitud de sus adherentes, la extensión de sus proyecciones y la profundidad de sus niveles de piedad y comprensión.
Fuente: FRANCISCO GARCIA BAZAN. (Revista Ñ)
Desde fines del siglo II y después que el episcopado monárquico romano se consolidara (desde el obispado de Higinio), la doctrina de Ireneo de Lión del Evangelio escrito bajo cuatro formas se impuso en la Iglesia. El género literario evangélico de carácter narrativo se ha considerado por largos siglos el normal y exclusivo. Hay comprobaciones de que no es así y que aunque la tradición del "Evangelio tetramorfo" es muy antigua y registra a sus espaldas ciertas concordancias de "Recuerdos de los Evangelios" (Justino Mártir) y de armonías evangélicas cuádruples (diatessáron), hubo también escritos de naturaleza evangélica tan arcaicos o más que los citados, constituidos por series de palabras del Señor sin explicaciones biográficas (la Fuente Q, que subyace a Mateo y Lucas, o el Evangelio de Tomás), y otros de factura dialogada comunes corrientes diversas judeocristianas o gnósticas (Evangelio de los hebreos, Evangelio de los egipcios, Carta esotérica de Santiago, Diálogo del Salvador). El evangelio de Judas (peuaggelion nïoudas) recientemente editado, aunque hallado en la década del 70 en Muhazafat Al-Mynia (Egipto Medio) en una traducción del griego al copto en papiro del siglo III, pertenece al último tipo señalado y posee una identidad de contenido inconfundiblemente gnóstica.
No es el primer evangelio gnóstico directo de que se dispone, pues la biblioteca de trece códices hallada dentro de una vasija herméticamente cerrada en diciembre de 1945 en Nag Hammadi (Alto Egipto), deparó un Evangelio de Felipe, un Evangelio de la Verdad y completo el Evangelio de Tomás del que se poseían fragmentos en griego provenientes del vaciadero de Oxirrinco. Con larga anterioridad, en 1896, el Papiro gnóstico de Berlín 8502 ofreció un Evangelio de María. Y existieron algunos otros similares de los que nos han dejado los títulos, aunque escasas noticias del contenido, los escritores eclesiásticos y adversarios irreconciliables que combatieron a los gnósticos conocidos técnicamente como heresiólogos: Ireneo de Lión, Hipólito de Roma, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes y Epifanio de Salamina, para citar a los más descollantes.
El dios de los perdidos
El mundialmente publicitado Evangelio de Judas ha corrido esta última suerte, ahora exhumado, pero antes mencionado y hecho circular entre unos gnósticos particulares llamados "cainitas" y que gozaron de pésima reputación entre los heresiólogos aludidos, simplemente porque se alineaban dentro de aquella tendencia de interpretación gnóstica que apoyándose en exégesis visibles en la aggadah rabínica, convertían a algunas figuras de la Biblia de una posición de villanos en condición de héroes. Así sucede con los ofitas (del griego óphis) o naasenos (del hebreo nahas) que rinden culto a la serpiente, como reveladora del conocimiento; los sodomitas, al considerar que Sodoma y Gomorra fueron lugares privilegiados destruidos por el Dios de este mundo por ser la sede de los setianos, la cadena de transmisores de la Luz, y los execrados cainitas, que fundándose en la lectura de las primeras líneas de Génesis 4 observaban una descomunal incoherencia en la conducta del Dios creador que había arrojado del Paraíso después de su falta a Adán y Eva y mirara con malos ojos las ofrendas del primogénito Caín y con favor las de Abel. Historias absurdas que se repiten con Esaú y Jacob, con Lía y Raquel y siguen en otros relatos.
Este Dios que sin mayores razones se ponía del lado del humilde y abatía implacable al fuerte, proclamaba que si era justo es porque aplicaba su justicia con ignorancia y que por encima de él debía haber otra divinidad realmente sabia y amorosa, cuya justicia superaba a la del autor de la creación. Había, por lo tanto, dos dioses y los designios divinos o providencias asimismo dobles: una manifiesta, pasajera e ilusoria ?cuya existencia radicaba en la explicación del origen del mal y de los males? y otra oculta, sólida y real. Y esta verdad se impone al que conoce ?el gnóstico?, que gracias a ello se sabe desde siempre y para siempre salvado y obra en consecuencia. Esto lo reconocían los cainitas y por eso exaltaban la potencia de Caín. De esto también tenían información fragmentaria en orden creciente Ireneo de Lión en Contra los herejes (escrito alrededor del 178), el Pseudo Tertuliano en Contra todos los herejes (escrito en torno al 200) y Epifanio de Salamina en Panarion (escrito alrededor del 367). Todos ellos también conocían que estos gnósticos de lengua y conducta exasperadas leían y meditaban sobre un librito, El Evangelio de Judas, que sólo por su título denunciaba los extravíos de sus ideas, pero el que también contenía otros desatinos: el que denominaran Hystera ?o sea Matriz? al Creador, que el bautismo de agua fuese condenable, que Judas fuese el único que conociera las realidades de lo alto y que por eso existiera el "misterio de la traición", etc.
Aunque de modo inconexo todo esto lo conocían los autores ortodoxos citados y es este material patrístico sin coordinación y las condenas impiadosas del discípulo Judas por parte de algunos testimonios apócrifos (Evangelio de Bartolomé, Hechos de Pedro y Hechos de Tomás), lo que hasta ahora se podía manejar, son asimismo estos elementos insinuantes, los que incitaron a Borges a redactar su transparente ficción "Tres versiones de Judas" y a Nikos Kazantzakis, la novela Cristo de nuevo crucificado. Es el modo como la literatura creativa abre ventanas al conocimiento.
Lo que cuenta el papiro
La lectura del Evangelio de Judas que forma parte del Códice de Tchacos, sin embargo, permite confirmar actualmente lo escrito por los heresiólogos y obtener asimismo mayor información. En primer lugar el título del documento es el de El evangelio de Judas, según figura al final del manuscrito. La estructura del escrito ofrece, además, una introducción que certifica la naturaleza esotérica de la pieza: "La conversación secreta (plogos ethep) de la declaración (apóphasis) que Jesús mantuvo con Judas Iscariote durante ocho días, los tres días anteriores a la celebración de la Pascua". La descripción comprende, en primera instancia, el llamado de los "Doce" discípulos a los que Jesús selecciona y trata de enseñar del modo más genuino, por eso a menudo se lo encuentran en figura de niño, pero que por su manera de elevar la acción de gracias (eukharistía) muestran que poco aprenden y que son incapaces de dominar los límites impuestos por el Dios creador de este mundo, por eso Jesús se ríe de su adoración. La actitud, además, no los hace cambiar, porque ofende al Creador, el que los hace irritar como simples psíquicos, y más se molestan cuando Jesús les confiesa que no es hijo de este Dios, sino que pertenece a otra generación, mostrándoles su carencia de entendimiento y su pertenencia a la esfera del dios inferior y cósmico.
Construido el marco, se descubre a continuación el instrumento que permite la liberación, el conocimiento, que puede manifestar al hombre perfecto (prome ntelios) que se encubre en el gnóstico, y saber el origen supraceleste de Jesús, por eso Judas es capaz de "ponerse de pie" y decirle: "Conozco (tisooune o sea gignosko) quién eres y de qué lugar procedes. Vienes del eón inmortal de Barbeló" (Barbeló, es decir, be-arbá-elohá, "en cuatro (letras) Dios", presente al final de la versión larga del Apócrifo de Juan). En otros términos, el Señor viene de la Madre de la Vida, del útero de Dios Padre. El ambiente espiritual es claramente barbelognóstico y toda la visión que sigue es subsidiaria de este tipo de gnosis, la de los conocedores perfectos, contenido sobre el que es instruido Judas, separado de los demás: "Apártate de los demás y te diré los misterios del reino (mmysterion ntmntero)", aunque esta postura de excepción fuera de los "doce" implicará para él gran sufrimiento. Termina de este modo la primera revelación profunda.
Al día siguiente comienza la revelación sobre la gran generación (tnog ngenea), fuerte y santa, que continúa durante dos días confirmando la confusión que reina sobre el tema de los "Doce" y la ignorancia de ellos del simbolismo contenido en las visiones oníricas del templo ?cósmico y personal? profanado por el Dios de este universo con sus astros, sus ángeles y sus creyentes entre los que se incluyen los "Doce".
No obstante refiere seguidamente el documento una visión en sueños de Judas como protagonista, en la cual es apedreado y perseguido, explicándole Jesús que la mansión por encima de los astros que ha visto es la de la generación santa. Judas ahora será apartado como el "trece" y por esto maldecido: "Tú eres el ''trece'' y serás maldito para las otras generaciones y gobernarás sobre ellas. En el último día maldecirán tu ascenso". De inmediato en relación con la generación santa prosigue el texto con la descripción del Pleroma que proviene del Espíritu invisible en estilo barbelognóstico-setiano, incluyendo la manifestación del Autogenerado, las luminarias celestiales, la nube de luz y la raza incorruptible de Set. Pero también del aspecto inferior de la nube surgen los dioses arcontes: Nebro, Ialdabaot y Saklas, el creador del hombre: Adán y Eva, y la conclusión del mundo en el que se incluye el bautismo y los sacrificios a Saklas. Judas, sin embargo, ha alcanzado a intuir por estas declaraciones la naturaleza ilusoria tanto del cuerpo cósmico como del cuerpo de Cristo. Por esto le puede hablar Jesús frontalmente: "Pero tú los superarás a ellos todos, porque sacrificarás al hombre que me reviste (prome gar etp phorei mmeei)". Se pone fin a la instrucción secreta con estas palabras que unen la cosmología y antropología barbelognóstico-setiana con el objetivo concreto del mensaje confiado a Judas: "Y entonces el modelo (typos) de la gran generación de Adán será exaltado, porque es anterior al cielo, la tierra y los ángeles. Esta generación, que es la de los eones eternos, existe. Atiende, te lo he dicho todo. Levanta los ojos y mira a la nube y a la luz en su interior y los astros que la rodean. Y el astro que guía el camino es tu astro. Judas levantó los ojos y vio la nube luminosa y entró en ella. Los que estaban de pie sobre el suelo oyeron una voz proveniente de la nube, diciendo: ..." ?siguen 8 líneas ilegibles?.
El texto concluye refiriendo el prendimiento de Jesús de una forma insólita y discreta, sin el más leve atisbo de sensacionalismo. Este ha entrado en la sala de huéspedes para orar, algunos escribas estaban atentos para apresarle, porque los asustaba el pueblo, pues todos lo juzgaban como un profeta. Se aproximaron los escribas no a él, sino a Judas y lo encararon: "''¿Qué estas haciendo aquí? Tú eres discípulo de Jesús.'' Les respondió, en cambio, como querían. Judas recibió algo de dinero y se lo llevó a ellos".
La misión transcendente de la puesta en marcha de la liberación de los espirituales sugerida con la inminente liberación del Cristo enviado por la Plenitud estaba cumplida y el verdadero sufriente por tener el espíritu ?como los restantes pneumáticos? firmemente confundido con el alma y el cuerpo, pero activo, será Judas. El villano traidor de la tradición canónico-apostólica y apócrifa, pasó a ser siervo sufriente, "la piedra rechazada por los constructores ha llegado a ser piedra angular".
Las almas simples no están preparadas para golpes tan bruscos, pero tampoco las formadas unilateralmente por siglos de exégesis sin fisuras. Pero nuevamente, como un apéndice de la cincuentena de escritos de la biblioteca de Nag Hammadi, nos asalta este Evangelio de Judas que hace recapacitar sobre la magnitud del fenómeno de los orígenes cristianos. Un movimiento histórico tridimensional por la multitud de sus adherentes, la extensión de sus proyecciones y la profundidad de sus niveles de piedad y comprensión.
Fuente: FRANCISCO GARCIA BAZAN. (Revista Ñ)
jueves, 25 de mayo de 2006
Código Da Vinci: la fórmula del éxito
El Código Da Vinci: Las razones ocultas de un éxito contagioso
Esta semana se estrenó en todo el mundo la versión para el cine de "El Código da Vinci". Un catedrático de Oxford, Peter Conrad, aceptó el desafío de leer la novela de Dan Brown para intentar explicar por qué esta historia que combina intrigas, esoterismo y religión, ya obsesionó a más de 40 millones de lectores.
PETER CONRAD.
Nueva York estaba llena de carteles negros desplegados a los lados de los edificios de muchos pisos, como rollos funerarios caídos directamente del cielo. "Sea parte del fenómeno", ordenaban. Al pie, en letras más pequeñas, se identificaba el fenómeno en cuestión: la película basada en El Código da Vinci de Dan Brown, dirigida por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks, que se estrenó esta semana en todo el mundo. Nos avisan que estemos preparados, como para la Segunda Venida. El Código da Vinci comenzó como culto secreto y sedicioso. Después de vender más de 40 millones de ejemplares en 44 idiomas durante los últimos tres años, ha pasado a ser el fundamento de un movimiento de masas. Cuando la ficción es tan popular, nos dice mentiras que queremos creer desesperadamente.
El éxito contagioso del libro resulta tanto más curioso cuanto que El Código da Vinci aborda ideas. Su héroe es un intelectual acreditado, un académico (aunque muy distinto de los monstruos obsesivos con los que alterno en Oxford). Robert Langdon, el detective iconográfico de Brown, es "muy buen mozo" y pronuncia sus discursos aprendidos en una voz que es "una caricia para los oídos" (la mayoría de los catedráticos que conozco son grotescos como gnomos y cuando dan conferencias emiten un torrente de aceite de castor auditivo). Tal vez contribuya el hecho de que Langdon, un historiador de arte, estudia una materia inexistente: es "Profesor de Simbología" en Harvard. La trama para descifrar el código avanza a los tumbos a través de una serie de persecuciones, realizadas en autos, taxis, camiones blindados y aviones ejecutivos; en el camino, Langdon recapitula su investigación. A toda velocidad por los Bosques de Boulogne, "hizo rápidamente la síntesis académica convencional de la historia aceptada de los Caballeros Templarios". Lo cual da muestras de un aburrimiento verdaderamente académico, ya que lo reclaman desde los arbustos toda una serie de llamativas prostitutas transexuales. Por suerte, mis colegas no sufren esas distracciones en sus circuitos por Oxford.
El sexo del Grial
La mayoría de las novelas de suspenso detonan explosivos; la bomba, en El Código da Vinci, es una teoría especulativa sobre la historia religiosa que hace volar a Dios en pedazos. El libro sostiene que el cristianismo se basa en una mentira misógina. Destituyendo al beligerante Dios de los Ejércitos, nos induce a adorar a la Diosa, a caer en el seno del "femenino sagrado perdido". Esta deidad matriarcal aparece en las pinturas de Leonardo da Vinci. A ella pertenece la mueca cautivante de la Mona Lisa, así como las lágrimas que derrama María Magdalena, la prostituta que (tal como Brown descifra en el código) es la esposa de Cristo, la madre de su hijo, el heredero legítimo de su iglesia y también ?disfrazado de mujer personificando a San Juan? su compañero de mesa en La última cena de Leonardo.
Brown espera que se nos corte la respiración cuando identifica el Santo Grial ?el cáliz que contiene la sangre sacramental de Cristo? como el seno fértil de Magdalena. Pero Wagner aventuró la misma tesis en los años 1870, y la escenificó en la Misa sacrílega de su ópera Parsifal: el medio de la impregnación es una lanza fálica blandida por el héroe parecido a Cristo y el fértil Grial uterino brilla con un destello suave. D. H. Lawrence contó la misma historia en El Hombre que murió, y en los años 40, Robert Graves escribió una novela, Rey Jesús, sobre el sexo de Cristo. El juez rechazó la acusación de plagio contra Brown presentada por los autores de El enigma sagrado porque estas herejías han sido moneda corriente de mitómanos durante décadas.
El Código da Vinci adapta la Biblia a los buscadores espirituales de la New Age. El malo de la novela de Brown, Sir Leigh Teabing ?un hombre de clase alta con aire cortesano que habla como un hippie dopado? anuncia que "estamos entrando en la Era de Acuario", el tiempo en que se revelarán las verdades últimas. Acto seguido viene una proclamación: "Jesús fue el primer feminista". Quería que Magdalena se hiciera cargo de su iglesia, pero el pontificado institucionalizó el patriarcado, y el catolicismo rebajó y quitó derechos a las mujeres. Es reconfortante pensar que Cristo puede haber patrocinado la cofradía de mujeres, pero es poco probable. Igualmente ilusorio es pensar en reemplazar el misterio religioso por iniciación sexual. La heroína de Brown, Sophie, se topa con un rito pagano, donde los acólitos rinden culto copulando. ¿Quién no preferiría ir a una orgía a mordisquear una hostia y beber vino agrio? Al final de El Código da Vinci, Langdon deja de sermonear a Sophie y le da un beso. "Sus cuerpos ?suspira Brown?, se unieron, completamente". La consumación es la comunión: una fusión con la Madre Tierra, y una posibilidad para el macho anhelante de volver a llenar el Grial fisiológico de la mujer.
Ideología y poder
Más allá de que El Código da Vinci coquetee con la herejía, su verdadero tema no es la fe sino el poder. El arzobispo de Canterbury, al denunciar el libro en su sermón del domingo de Pascua, lo comparó con la campaña de los periodistas Woodward y Bernstein, que desmenuzaban las evasiones y los engaños de la administración Nixon en Todos los hombres del Presidente. Brown señaló en una oportunidad que "la Biblia no llegó por fax del cielo"; es un documento manipulado y depurado. El Arzobispo de Canterbury respondió criticando la tendencia a tratar los textos bíblicos como "gacetillas de prensa de alguna fuente oficial". Pero, ¿realmente está dispuesto a afirmar que Moisés escribió el Génesis tomando dictado de Dios en el Monte Sinaí?
En la novela de Brown, la omnisciencia de la divinidad está garantizada por la vigilancia electrónica. Las cámaras de seguridad en el Louvre envían el mensaje "Lo estamos viendo". Pero esta pretensión de visión divina es falsa: nadie se ha molestado en encenderlas. Allá en Washington, la tecnología del control es menos defectuosa, y la policía de Dios lleva a cabo una vigilancia más estrecha sobre la humanidad indócil. La primera novela de Brown, La fortaleza digital, trataba de un hacker que invade la computadora de la Agencia de Seguridad Nacional. A mi entender, El Código da Vinci funciona mejor como un comentario astutamente alegorizado sobre las batallas ideológicas del presente.
El asesinato en el Louvre es ordenado por el obispo Aringarosa, que lucha contra un Papa liberador desde las oficinas del Opus Dei en Madison Avenue. Cuando Aringarosa se arma contra "las manos que amenazaron destruir su imperio", se parece a los gerentes letales de otro imperio que está tan resuelto como la Iglesia Católica a universalizarse, y que ?en Afganistán, Irak e indudablemente bastante pronto en Irán? también libra guerras en nombre de Dios. El argumento de Brown alude al concilio convocado por Constantino en Nicea en el año 325 d.C, donde los padres de la Iglesia dieron a Cristo igual rango que a Dios Padre. Deificar a Cristo lo liberó de la política terrenal, anulando su papel de defensor de los pobres y los oprimidos. El ascenso fue útil para los objetivos políticos de Constantino: vio el cristianismo como una manera de consolidar su imperio e imponer un credo a todos sus súbditos.
¿Suena conocido? Poco después del 11/9, George W. Bush llamó "cruzada" a su guerra contra el terrorismo. Tal como indica tamaña jactancia mesiánica, Estados Unidos es el Sacro Imperio Romano renacido, con el agregado de un arsenal nuclear. Se legitima apropiándose de símbolos. Langdon señala que el pentáculo (símbolo de cinco puntas) ?un antiguo ideograma que alude a los valores femeninos del amor y la fertilidad? está pintado actualmente en los aviones de combate estadounidenses y cosido en las hombreras de los generales del Pentágono. Este robo simbólico coincide con la denigración de la otra mitad, que es la mejor, de la humanidad. La izquierda, según Langdon, es el lado femenino del cuerpo; palabras acuñadas como "gauche" y "sinistra" implican que todo lo que se inclina hacia la izquierda debe ser inepto o no digno de confianza, mientras que la derecha, por ser masculina, siempre es justa. Brown, un progresista de New England, ansía un tiempo en que las mujeres tomen el poder, restablezcan el culto a la Madre Tierra y pongan fin a las "guerras cargadas de testosterona" que nos acosan. Algo improbable, diría yo.
Obsesiones compartidas
Brown racionaliza el atractivo de su novela en una de las reflexiones de Langdon, tan significativa que es exaltada por la cursiva: "La conspiración nos gusta a todos". Bueno, no es que las conspiraciones nos gusten exactamente: igual que al taxista enloquecido que interpreta Mel Gibson en El complot, nos atormentan, nos llevan a una paranoia ininteligible por nuestra sospecha de que el mundo es gobernado por un conjunto de aprovechadores que eliminan como si nada a individuos que se les cruzan en el camino. Las teorías conspirativas simplifican la historia y concentran la culpa. Descartan lo aleatorio y atribuyen a los hechos ?el asesinato del presidente Kennedy, el accidente de tránsito que mató a la princesa Diana? un propósito desviado y a menudo malévolo. En ese sentido, El Código da Vinci puede usarse para identificar a los verdugos de Diana y para explicar los motivos que tenían para deshacerse de ella. Un rumor fantástico explicado en Internet rastrea sus ancestros hasta la dinastía merovingia, el linaje real francés que supuestamente descendía de la progenie de Cristo y Magdalena; el túnel del Pont de L''Alma, donde murió Diana, está ubicado en el lugar de las primeras tumbas merovingias.
En una narración interpolada sobre simbolismo masónico y el arco de piedra angular, Langdon dice que "todo está interrelacionado". La conspiración es el equivalente en la tierra de la Teoría Unificada que los científicos ?que conectan la física y la astronomía para, como dice Stephen Hawking, "ver dentro de la mente de Dios"? proyectaron al cielo. Dicen que Langdon "ve el mundo como una telaraña de historias y hechos entrelazados". Lo que Brown quiere decir, por supuesto, es que su héroe considera el mundo como la World Wide Web. La novela ve Internet como una nueva clase de comunidad virtual, donde los que piensan igual pueden unirse para explorar obsesiones compartidas. "Los aficionados del Grial", como dice Langdon, chatean en forma maníaca sobre la iconografía de una pintura de Leonardo en foros y espacios de chateo. Sophie explica el criptex de Leonardo como un anticipo de las contraseñas y los nombres de usuario que todos utilizamos para codificar nuestras identidades: él lo inventó como un medio para enviar mensajes protegidos "en una época sin teléfonos ni correo electrónico". Confiamos nuestros secretos ?números de tarjetas de crédito, mensajes eróticos? al éter, y esperamos que la encriptación los proteja. Los lectores del libro de Brown pueden perderse fácilmente en este laberinto: El Banco de Depósito de Zurich, donde está guardado el criptex de Leonardo, es una institución ficticia, aunque Brown y sus publicistas le hayan inventado un sitio web especial.
Dan Burstein, el editor de un libro de ensayos sobre el fenómeno, señala que El Código da Vinci tiene que ver con las otras "búsquedas del Santo Grial" que nos entusiasman ?el esfuerzo por descubrir los secretos del genoma humano, por ir a Marte, por entender el Big Bang". El desenlace, no obstante, es menos cósmico. Al final, Langdon, sigue un meridiano místico por las calles de París. El camino lo lleva hasta la pirámide invertida que apunta su vértice vidrioso hacia el piso justo frente a la mega-tienda Virgin en el Carrousel del Louvre. Aquí, en definitiva, está ubicado el Grial moderno, en una catedral mercantil cuyos anexos sagrados están ocupados por Body Shop y Sephora; la búsqueda se degrada a expedición de compras. El Código da Vinci ya ha generado juegos de mesa, DVD explicativos con tours a los sitios donde transcurre, y una sucesión de ediciones ampliadas ilustradas: los editores descubrieron la manera de convencer a los lectores de comprar más ejemplares del libro que ya tienen. La película naturalmente extiende la operación de franquicia.
Cuando Teabing vocifera: "La historia más grande jamás contada es la historia más vendida", se refiere a la versión inexacta de la vida de Cristo comercializada por la jerarquía católica, pero podría perfectamente estar describiendo la novela de Brown. Langdon le recuerda a Sophie que toda fe es una invención, y dice que los problemas surgen solamente "cuando empezamos a creer literalmente en nuestras propias metáforas". Los lectores cegados de Brown hicieron caso omiso a esta advertencia solapada. En el libro, nunca se sigue el rastro del Grial porque el libro mismo es el Grial: no un recipiente lleno de gracia o de sangre sagrada, sino una bolsa de papel o de plástico con un elixir falso que promete resolver todas las aflicciones espirituales y aclarar el sentido del universo.
Fuente: (c) The Observer y Clarín, 2006Traducción: Cristina Sardoy
Esta semana se estrenó en todo el mundo la versión para el cine de "El Código da Vinci". Un catedrático de Oxford, Peter Conrad, aceptó el desafío de leer la novela de Dan Brown para intentar explicar por qué esta historia que combina intrigas, esoterismo y religión, ya obsesionó a más de 40 millones de lectores.
PETER CONRAD.
Nueva York estaba llena de carteles negros desplegados a los lados de los edificios de muchos pisos, como rollos funerarios caídos directamente del cielo. "Sea parte del fenómeno", ordenaban. Al pie, en letras más pequeñas, se identificaba el fenómeno en cuestión: la película basada en El Código da Vinci de Dan Brown, dirigida por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks, que se estrenó esta semana en todo el mundo. Nos avisan que estemos preparados, como para la Segunda Venida. El Código da Vinci comenzó como culto secreto y sedicioso. Después de vender más de 40 millones de ejemplares en 44 idiomas durante los últimos tres años, ha pasado a ser el fundamento de un movimiento de masas. Cuando la ficción es tan popular, nos dice mentiras que queremos creer desesperadamente.
El éxito contagioso del libro resulta tanto más curioso cuanto que El Código da Vinci aborda ideas. Su héroe es un intelectual acreditado, un académico (aunque muy distinto de los monstruos obsesivos con los que alterno en Oxford). Robert Langdon, el detective iconográfico de Brown, es "muy buen mozo" y pronuncia sus discursos aprendidos en una voz que es "una caricia para los oídos" (la mayoría de los catedráticos que conozco son grotescos como gnomos y cuando dan conferencias emiten un torrente de aceite de castor auditivo). Tal vez contribuya el hecho de que Langdon, un historiador de arte, estudia una materia inexistente: es "Profesor de Simbología" en Harvard. La trama para descifrar el código avanza a los tumbos a través de una serie de persecuciones, realizadas en autos, taxis, camiones blindados y aviones ejecutivos; en el camino, Langdon recapitula su investigación. A toda velocidad por los Bosques de Boulogne, "hizo rápidamente la síntesis académica convencional de la historia aceptada de los Caballeros Templarios". Lo cual da muestras de un aburrimiento verdaderamente académico, ya que lo reclaman desde los arbustos toda una serie de llamativas prostitutas transexuales. Por suerte, mis colegas no sufren esas distracciones en sus circuitos por Oxford.
El sexo del Grial
La mayoría de las novelas de suspenso detonan explosivos; la bomba, en El Código da Vinci, es una teoría especulativa sobre la historia religiosa que hace volar a Dios en pedazos. El libro sostiene que el cristianismo se basa en una mentira misógina. Destituyendo al beligerante Dios de los Ejércitos, nos induce a adorar a la Diosa, a caer en el seno del "femenino sagrado perdido". Esta deidad matriarcal aparece en las pinturas de Leonardo da Vinci. A ella pertenece la mueca cautivante de la Mona Lisa, así como las lágrimas que derrama María Magdalena, la prostituta que (tal como Brown descifra en el código) es la esposa de Cristo, la madre de su hijo, el heredero legítimo de su iglesia y también ?disfrazado de mujer personificando a San Juan? su compañero de mesa en La última cena de Leonardo.
Brown espera que se nos corte la respiración cuando identifica el Santo Grial ?el cáliz que contiene la sangre sacramental de Cristo? como el seno fértil de Magdalena. Pero Wagner aventuró la misma tesis en los años 1870, y la escenificó en la Misa sacrílega de su ópera Parsifal: el medio de la impregnación es una lanza fálica blandida por el héroe parecido a Cristo y el fértil Grial uterino brilla con un destello suave. D. H. Lawrence contó la misma historia en El Hombre que murió, y en los años 40, Robert Graves escribió una novela, Rey Jesús, sobre el sexo de Cristo. El juez rechazó la acusación de plagio contra Brown presentada por los autores de El enigma sagrado porque estas herejías han sido moneda corriente de mitómanos durante décadas.
El Código da Vinci adapta la Biblia a los buscadores espirituales de la New Age. El malo de la novela de Brown, Sir Leigh Teabing ?un hombre de clase alta con aire cortesano que habla como un hippie dopado? anuncia que "estamos entrando en la Era de Acuario", el tiempo en que se revelarán las verdades últimas. Acto seguido viene una proclamación: "Jesús fue el primer feminista". Quería que Magdalena se hiciera cargo de su iglesia, pero el pontificado institucionalizó el patriarcado, y el catolicismo rebajó y quitó derechos a las mujeres. Es reconfortante pensar que Cristo puede haber patrocinado la cofradía de mujeres, pero es poco probable. Igualmente ilusorio es pensar en reemplazar el misterio religioso por iniciación sexual. La heroína de Brown, Sophie, se topa con un rito pagano, donde los acólitos rinden culto copulando. ¿Quién no preferiría ir a una orgía a mordisquear una hostia y beber vino agrio? Al final de El Código da Vinci, Langdon deja de sermonear a Sophie y le da un beso. "Sus cuerpos ?suspira Brown?, se unieron, completamente". La consumación es la comunión: una fusión con la Madre Tierra, y una posibilidad para el macho anhelante de volver a llenar el Grial fisiológico de la mujer.
Ideología y poder
Más allá de que El Código da Vinci coquetee con la herejía, su verdadero tema no es la fe sino el poder. El arzobispo de Canterbury, al denunciar el libro en su sermón del domingo de Pascua, lo comparó con la campaña de los periodistas Woodward y Bernstein, que desmenuzaban las evasiones y los engaños de la administración Nixon en Todos los hombres del Presidente. Brown señaló en una oportunidad que "la Biblia no llegó por fax del cielo"; es un documento manipulado y depurado. El Arzobispo de Canterbury respondió criticando la tendencia a tratar los textos bíblicos como "gacetillas de prensa de alguna fuente oficial". Pero, ¿realmente está dispuesto a afirmar que Moisés escribió el Génesis tomando dictado de Dios en el Monte Sinaí?
En la novela de Brown, la omnisciencia de la divinidad está garantizada por la vigilancia electrónica. Las cámaras de seguridad en el Louvre envían el mensaje "Lo estamos viendo". Pero esta pretensión de visión divina es falsa: nadie se ha molestado en encenderlas. Allá en Washington, la tecnología del control es menos defectuosa, y la policía de Dios lleva a cabo una vigilancia más estrecha sobre la humanidad indócil. La primera novela de Brown, La fortaleza digital, trataba de un hacker que invade la computadora de la Agencia de Seguridad Nacional. A mi entender, El Código da Vinci funciona mejor como un comentario astutamente alegorizado sobre las batallas ideológicas del presente.
El asesinato en el Louvre es ordenado por el obispo Aringarosa, que lucha contra un Papa liberador desde las oficinas del Opus Dei en Madison Avenue. Cuando Aringarosa se arma contra "las manos que amenazaron destruir su imperio", se parece a los gerentes letales de otro imperio que está tan resuelto como la Iglesia Católica a universalizarse, y que ?en Afganistán, Irak e indudablemente bastante pronto en Irán? también libra guerras en nombre de Dios. El argumento de Brown alude al concilio convocado por Constantino en Nicea en el año 325 d.C, donde los padres de la Iglesia dieron a Cristo igual rango que a Dios Padre. Deificar a Cristo lo liberó de la política terrenal, anulando su papel de defensor de los pobres y los oprimidos. El ascenso fue útil para los objetivos políticos de Constantino: vio el cristianismo como una manera de consolidar su imperio e imponer un credo a todos sus súbditos.
¿Suena conocido? Poco después del 11/9, George W. Bush llamó "cruzada" a su guerra contra el terrorismo. Tal como indica tamaña jactancia mesiánica, Estados Unidos es el Sacro Imperio Romano renacido, con el agregado de un arsenal nuclear. Se legitima apropiándose de símbolos. Langdon señala que el pentáculo (símbolo de cinco puntas) ?un antiguo ideograma que alude a los valores femeninos del amor y la fertilidad? está pintado actualmente en los aviones de combate estadounidenses y cosido en las hombreras de los generales del Pentágono. Este robo simbólico coincide con la denigración de la otra mitad, que es la mejor, de la humanidad. La izquierda, según Langdon, es el lado femenino del cuerpo; palabras acuñadas como "gauche" y "sinistra" implican que todo lo que se inclina hacia la izquierda debe ser inepto o no digno de confianza, mientras que la derecha, por ser masculina, siempre es justa. Brown, un progresista de New England, ansía un tiempo en que las mujeres tomen el poder, restablezcan el culto a la Madre Tierra y pongan fin a las "guerras cargadas de testosterona" que nos acosan. Algo improbable, diría yo.
Obsesiones compartidas
Brown racionaliza el atractivo de su novela en una de las reflexiones de Langdon, tan significativa que es exaltada por la cursiva: "La conspiración nos gusta a todos". Bueno, no es que las conspiraciones nos gusten exactamente: igual que al taxista enloquecido que interpreta Mel Gibson en El complot, nos atormentan, nos llevan a una paranoia ininteligible por nuestra sospecha de que el mundo es gobernado por un conjunto de aprovechadores que eliminan como si nada a individuos que se les cruzan en el camino. Las teorías conspirativas simplifican la historia y concentran la culpa. Descartan lo aleatorio y atribuyen a los hechos ?el asesinato del presidente Kennedy, el accidente de tránsito que mató a la princesa Diana? un propósito desviado y a menudo malévolo. En ese sentido, El Código da Vinci puede usarse para identificar a los verdugos de Diana y para explicar los motivos que tenían para deshacerse de ella. Un rumor fantástico explicado en Internet rastrea sus ancestros hasta la dinastía merovingia, el linaje real francés que supuestamente descendía de la progenie de Cristo y Magdalena; el túnel del Pont de L''Alma, donde murió Diana, está ubicado en el lugar de las primeras tumbas merovingias.
En una narración interpolada sobre simbolismo masónico y el arco de piedra angular, Langdon dice que "todo está interrelacionado". La conspiración es el equivalente en la tierra de la Teoría Unificada que los científicos ?que conectan la física y la astronomía para, como dice Stephen Hawking, "ver dentro de la mente de Dios"? proyectaron al cielo. Dicen que Langdon "ve el mundo como una telaraña de historias y hechos entrelazados". Lo que Brown quiere decir, por supuesto, es que su héroe considera el mundo como la World Wide Web. La novela ve Internet como una nueva clase de comunidad virtual, donde los que piensan igual pueden unirse para explorar obsesiones compartidas. "Los aficionados del Grial", como dice Langdon, chatean en forma maníaca sobre la iconografía de una pintura de Leonardo en foros y espacios de chateo. Sophie explica el criptex de Leonardo como un anticipo de las contraseñas y los nombres de usuario que todos utilizamos para codificar nuestras identidades: él lo inventó como un medio para enviar mensajes protegidos "en una época sin teléfonos ni correo electrónico". Confiamos nuestros secretos ?números de tarjetas de crédito, mensajes eróticos? al éter, y esperamos que la encriptación los proteja. Los lectores del libro de Brown pueden perderse fácilmente en este laberinto: El Banco de Depósito de Zurich, donde está guardado el criptex de Leonardo, es una institución ficticia, aunque Brown y sus publicistas le hayan inventado un sitio web especial.
Dan Burstein, el editor de un libro de ensayos sobre el fenómeno, señala que El Código da Vinci tiene que ver con las otras "búsquedas del Santo Grial" que nos entusiasman ?el esfuerzo por descubrir los secretos del genoma humano, por ir a Marte, por entender el Big Bang". El desenlace, no obstante, es menos cósmico. Al final, Langdon, sigue un meridiano místico por las calles de París. El camino lo lleva hasta la pirámide invertida que apunta su vértice vidrioso hacia el piso justo frente a la mega-tienda Virgin en el Carrousel del Louvre. Aquí, en definitiva, está ubicado el Grial moderno, en una catedral mercantil cuyos anexos sagrados están ocupados por Body Shop y Sephora; la búsqueda se degrada a expedición de compras. El Código da Vinci ya ha generado juegos de mesa, DVD explicativos con tours a los sitios donde transcurre, y una sucesión de ediciones ampliadas ilustradas: los editores descubrieron la manera de convencer a los lectores de comprar más ejemplares del libro que ya tienen. La película naturalmente extiende la operación de franquicia.
Cuando Teabing vocifera: "La historia más grande jamás contada es la historia más vendida", se refiere a la versión inexacta de la vida de Cristo comercializada por la jerarquía católica, pero podría perfectamente estar describiendo la novela de Brown. Langdon le recuerda a Sophie que toda fe es una invención, y dice que los problemas surgen solamente "cuando empezamos a creer literalmente en nuestras propias metáforas". Los lectores cegados de Brown hicieron caso omiso a esta advertencia solapada. En el libro, nunca se sigue el rastro del Grial porque el libro mismo es el Grial: no un recipiente lleno de gracia o de sangre sagrada, sino una bolsa de papel o de plástico con un elixir falso que promete resolver todas las aflicciones espirituales y aclarar el sentido del universo.
Fuente: (c) The Observer y Clarín, 2006Traducción: Cristina Sardoy
viernes, 21 de abril de 2006
El plagio literario, un acto entre la admiración y la codicia
El juicio frustrado a Dan Brown hace recordar casos célebres y otras curiosidades
Para los más permisivos, el plagio esconde un homenaje y es la forma más temeraria de la veneración o de la envidia. Los psicoanalistas lo entienden como un desvío existencial donde el plagiario intenta asumir la identidad de otro. Son los abogados los que hablan de daño moral, violación flagrante a la propiedad intelectual y perjuicio económico, delito que la Justicia pena como la estafa, con hasta seis años de prisión.
En el universo literario, en tanto, las aguas están divididas: por un lado, se alza el estandarte del respeto a la forma personalísima con la que un escritor hilvana sus palabras y amasa sus ideas. Por el otro, los estructuralistas apoyan la noción de intertextualidad y sostienen que la propia literatura, con un número limitado de temas y personajes, es un océano de inconscientes plagiarios.
Esa justificación teórica ha servido para disculpar distintas apropiaciones, imitaciones y adaptaciones, de la que por una cuestión cronológica se libró Avellaneda en su saqueo literario del Quijote.
La sombra de la sospecha
Desde Shakespeare hasta Balzac, Montaigne y Eliot; desde Camilo José Cela hasta Saramago y Vargas Llosa, la sombra de la sospecha le tendió sus redes a gran cantidad de importantes escritores. De allí que la reciente absolución de una corte británica a Dan Brown por "El código Da Vinci" haya sido más que festejada por la industria editorial en todo el mundo. Sin embargo, ese fallo no ha frenado la insistencia de otros "damnificados" que alegan haber sido plagiados por el millonario autor. Es el caso de un teórico de arte ruso e investigador de la obra de Leonardo del Museo Ermitage, que la semana última acusó a Brown ante los tribunales de haberse apropiado del título de la obra y de su original interpretación sobre "La Gioconda".
Mijail Anikin contó a la prensa mundial que tres años antes de que apareciera la obra de Brown, él ya había escrito en su libro, "Leonardo Da Vinci o la teología de los colores", que la Mona Lisa no es el retrato de la enigmática Lisa Gherardini. Para el especialista se trata de un lienzo de fuerte carga alegórica donde en un mismo rostro se unen a la derecha la imagen canónica de Cristo y a la izquierda la fisonomía de la Virgen María. A ese misterio, dijo, lo bautizó "código Da Vinci" y se lo contó a un especialista del Museo de Houston que, según él, le "pidió autorización para transmitírselo a un autor que trabajaba en el tema".
"A Brown le gustó tanto esa síntesis para expresar el misterio del pintor que la utilizó como título y sobre mi interpretación sólo se limitó a señalar que es una teoría conocida de una serie de expertos", acusó Anikin.
Son muchos los que sostienen que a las demandas de plagios las impulsan los grandes éxitos editoriales. J. K. Rowling debió postergar el lanzamiento de su quinto "Harry Potter" porque la escritora estadounidense Nancy Stouffer la acusó de plagiar su libro "La leyenda de Rah y los muggles". Un tribunal neoyorquino la sancionó luego al probar que la autora había mentido, además de alterar documentos para sostener su caso.
Si el plagio es la acción deliberada de apropiarse en forma total o parcial de obras ajenas, esos delitos también abundan fuera del terreno de la literatura. En 1976, el ex integrante de los Beatles George Harrison debió pagarle US$ 587.000 al sello editor Bright Tunes cuando un tribunal probó que con su hit "My Sweet Lord" había plagiado el tema de The Chiffons, "He´s so fine".
El escritor y crítico de teatro Ernesto Schoo recordó ante LA NACION el escándalo que protagonizó Beatriz Guido cuando en los años 70 publicó en la revista Para Ti "El hombre de la camisa de Félix", apropiación del cuento que la escritora norteamericana Mary Mc Carthy tituló: "El hombre de la camisa de Brooks Brothers". "El que la delató en La Opinión fue Francisco «Paco» Urondo", recuerda Schoo, y "ella adujo que le había enviado a la editorial una hoja aparte donde se especificaba que se trataba de una paráfrasis de ese relato. En Para Ti nadie recordaba esa hoja. Si bien creo que en la literatura lo importante no es qué se cuenta sino cómo se lo hace, allí el plagio fue bastante obvio porque, además de las indisimulables similitudes, resulta que Brooks Brothers era una famosa tienda neoyorquina de ropa masculina y Félix, otra similar en el rubro, pero en Buenos Aires".
Transcripción
Todos recuerdan las 60 páginas transcriptas en "Shimriti" que Bucay copió de "La sabiduría recobrada", obra de la filósofa española Mónica Cavallé, que además suscitó un colosal escándalo en la madre patria.
La retirada de circulación del libro de Bucay, a punto de agotar su segunda edición, el pedido público de disculpas por parte del autor en la revista "Mente sana" y una suculenta suma como resarcimiento fuera de los tribunales -aunque no trascendió el monto- le pusieron coto al conflicto. ¿El corolario? El ostracismo del mediático psicoanalista y la cancelación de su columna en el diario El País y en Clarín, aunque sus otros libros de autoayuda permanecen indemnes en las librerías.
El filósofo Tomás Abraham dice que no ha tenido "el honor de ser plagiado; aunque, si sucediera, no tendría vergüenza en defender lo mío. En el caso del ensayo -afirma-, son menos comunes esos casos de piratería berreta, ya que el género invita al uso casi obsceno de la cita y de conceptos ajenos como jactancia de la erudición del autor. Omitir una referencia es vista como afano, liso y llano".
Cuestión de sentido común
LA NACION fue víctima de un plagiador en 1997, en su certamen literario de cuento, cuando el participante Daniel Omar Azetti hizo suyo "El espejo que huye", creación del escritor florentino Giovanni Papini. Descubierto Azetti por el licenciado en filosofía Jorge Martín, LA NACION se ocupó ampliamente del caso en sus páginas, se disculpó con sus lectores, le retiró a Azetti los $ 10.000 del premio y, tras una nueva deliberación del jurado, proclamó a José Eduardo Machicote como ganador.
Con relación a un "caso tan grosero como ése", dice la escritora Ema Wolf, poco hay para agregar. "En realidad, no conozco autores preocupados por ser plagiados -agrega-, creo que el temor es más bien el de apropiarse, sin saberlo, de una idea que no es tuya. ¿Cómo saber qué te pertenece si venís acumulando lecturas desde los 8 o los 9 años? No diré que escribir es plagiar, pero sí que siempre es adaptar."
"Considero un acto de admiración el gesto de la joven chilena", sentenció Ricardo Piglia, cuando su editor, Ricardo Sabanes, entonces director de Planeta, denunció en el diario La Tercera que la flamante ganadora del concurso de cuento de la revista Paula en 2003, Paulina Wendt, se había apropiado de "El fin del viaje", la obra que inaugura el libro "Cuentos mortales", publicado en 1995 por el escritor argentino.
Wendt, profesora de literatura en la Universidad Diego Portales, negó "categóricamente la acusación" contra su obra "El cazador", pero los tres integrantes del jurado (Fresán, Villoro y Palet) coincidieron en que "al cotejo de ambos cuentos, las similitudes resultan excesivas".
"El sentido común te indica claramente cuándo es influencia y cuándo es robo", señala indignado Marcelo Birmajer. "El que osa decir que el plagio no existe, que nadie inventó nada y que a todos les pertenece todo, es porque a ellos nunca se les ocurrió una idea original". Y agrega: "Yo creo que las ideas, los puntos de vista, los personajes y tramas originales pertenecen a quien las inventó; ergo, son propiedad privada. Si alguien se inspiró en mí, al menos que me mencione."
Fue una humillación nacional la que padeció la presentadora televisiva española Rosa María Quintana cuando la revista Interviú la acusó de transcribir párrafos enteros de Angeles Mastretta y de Danielle Steel en su libro "Sabor a hiel".
Entronizado como best seller, el volumen llevaba vendidos 100.000 ejemplares y debió ser retirado de circulación por Planeta cuando quedó claro que las metáforas y las imágenes de "Mujeres de ojos grandes" intercaladas con textos de Steel hilvanaban la historia sobre mujeres maltratadas de la popular presentadora.
El desenlace dejó al descubierto que no había sido ella la autora del plagio, sino su ex cuñado David Rojo, a quien había acudido para que la ayudara a dar forma a su primera aventura literaria. Rojo luego asumió las responsabilidades jurídicas del caso.
El arte de la estafa
Ninguna historia de rapiña literaria supera a la del periodista mapuche Nahuel Maciel, que además de publicar en El Cronista entrevistas apócrifas o plagiadas sobre Vargas Llosa, Carl Sagan, Onetti y Kundera, fue aún más lejos en el arte de la estafa: en la Sala Martín Fierro de la Feria del Libro y ante encumbrados escritores y periodistas presentó lo que para cualquier cronista del medio sería una proeza: una extensa entrevista con Gabriel García Márquez, editada como libro y con prólogo de Eduardo Galeano, cuya aversión por ese género es por todos conocida.
"El elogio de la utopía", tal como bautizó a aquella entrevista inexistente, estaba precedida por introducciones en cada uno de los 12 capítulos. En ellas Nahuel copió palabra por palabra grandes fragmentos del libro "Prior de la Ciudad de los Toldos", del sacerdote Mamerto Menapace. "La única contribución de Maciel a estos prefacios supuestamente personales consistió en reemplazar la palabra «Dios» por la de «utopía», contó Mario Diament en Noticias cuando el ardid tomó amplia difusión.
El primero en delatarlo fue Eduardo Galeano, que en carta a Página 12 habló del estupor que sintió al ver su nombre en un texto desconocido. Lo que siguió fue una llama transformada en hoguera, azuzada por la edición íntegra del libro, incinerada frente a escribano público.
Como reflexión final, Alvaro Abós afirma que, en realidad, el plagio recibe una más leve condena social que otros delitos. "Quizá sea -sostiene- porque todos podemos plagiar, pero ser plagiable es muy difícil. Pero como yo sé de la fatiga de escribir, el que le roba el esfuerzo intelectual a otro no es precisamente Robin Hood."
Por Loreley Gaffoglio De la Redacción de LA NACION
Fuente: La Nación
Para los más permisivos, el plagio esconde un homenaje y es la forma más temeraria de la veneración o de la envidia. Los psicoanalistas lo entienden como un desvío existencial donde el plagiario intenta asumir la identidad de otro. Son los abogados los que hablan de daño moral, violación flagrante a la propiedad intelectual y perjuicio económico, delito que la Justicia pena como la estafa, con hasta seis años de prisión.
En el universo literario, en tanto, las aguas están divididas: por un lado, se alza el estandarte del respeto a la forma personalísima con la que un escritor hilvana sus palabras y amasa sus ideas. Por el otro, los estructuralistas apoyan la noción de intertextualidad y sostienen que la propia literatura, con un número limitado de temas y personajes, es un océano de inconscientes plagiarios.
Esa justificación teórica ha servido para disculpar distintas apropiaciones, imitaciones y adaptaciones, de la que por una cuestión cronológica se libró Avellaneda en su saqueo literario del Quijote.
La sombra de la sospecha
Desde Shakespeare hasta Balzac, Montaigne y Eliot; desde Camilo José Cela hasta Saramago y Vargas Llosa, la sombra de la sospecha le tendió sus redes a gran cantidad de importantes escritores. De allí que la reciente absolución de una corte británica a Dan Brown por "El código Da Vinci" haya sido más que festejada por la industria editorial en todo el mundo. Sin embargo, ese fallo no ha frenado la insistencia de otros "damnificados" que alegan haber sido plagiados por el millonario autor. Es el caso de un teórico de arte ruso e investigador de la obra de Leonardo del Museo Ermitage, que la semana última acusó a Brown ante los tribunales de haberse apropiado del título de la obra y de su original interpretación sobre "La Gioconda".
Mijail Anikin contó a la prensa mundial que tres años antes de que apareciera la obra de Brown, él ya había escrito en su libro, "Leonardo Da Vinci o la teología de los colores", que la Mona Lisa no es el retrato de la enigmática Lisa Gherardini. Para el especialista se trata de un lienzo de fuerte carga alegórica donde en un mismo rostro se unen a la derecha la imagen canónica de Cristo y a la izquierda la fisonomía de la Virgen María. A ese misterio, dijo, lo bautizó "código Da Vinci" y se lo contó a un especialista del Museo de Houston que, según él, le "pidió autorización para transmitírselo a un autor que trabajaba en el tema".
"A Brown le gustó tanto esa síntesis para expresar el misterio del pintor que la utilizó como título y sobre mi interpretación sólo se limitó a señalar que es una teoría conocida de una serie de expertos", acusó Anikin.
Son muchos los que sostienen que a las demandas de plagios las impulsan los grandes éxitos editoriales. J. K. Rowling debió postergar el lanzamiento de su quinto "Harry Potter" porque la escritora estadounidense Nancy Stouffer la acusó de plagiar su libro "La leyenda de Rah y los muggles". Un tribunal neoyorquino la sancionó luego al probar que la autora había mentido, además de alterar documentos para sostener su caso.
Si el plagio es la acción deliberada de apropiarse en forma total o parcial de obras ajenas, esos delitos también abundan fuera del terreno de la literatura. En 1976, el ex integrante de los Beatles George Harrison debió pagarle US$ 587.000 al sello editor Bright Tunes cuando un tribunal probó que con su hit "My Sweet Lord" había plagiado el tema de The Chiffons, "He´s so fine".
El escritor y crítico de teatro Ernesto Schoo recordó ante LA NACION el escándalo que protagonizó Beatriz Guido cuando en los años 70 publicó en la revista Para Ti "El hombre de la camisa de Félix", apropiación del cuento que la escritora norteamericana Mary Mc Carthy tituló: "El hombre de la camisa de Brooks Brothers". "El que la delató en La Opinión fue Francisco «Paco» Urondo", recuerda Schoo, y "ella adujo que le había enviado a la editorial una hoja aparte donde se especificaba que se trataba de una paráfrasis de ese relato. En Para Ti nadie recordaba esa hoja. Si bien creo que en la literatura lo importante no es qué se cuenta sino cómo se lo hace, allí el plagio fue bastante obvio porque, además de las indisimulables similitudes, resulta que Brooks Brothers era una famosa tienda neoyorquina de ropa masculina y Félix, otra similar en el rubro, pero en Buenos Aires".
Transcripción
Todos recuerdan las 60 páginas transcriptas en "Shimriti" que Bucay copió de "La sabiduría recobrada", obra de la filósofa española Mónica Cavallé, que además suscitó un colosal escándalo en la madre patria.
La retirada de circulación del libro de Bucay, a punto de agotar su segunda edición, el pedido público de disculpas por parte del autor en la revista "Mente sana" y una suculenta suma como resarcimiento fuera de los tribunales -aunque no trascendió el monto- le pusieron coto al conflicto. ¿El corolario? El ostracismo del mediático psicoanalista y la cancelación de su columna en el diario El País y en Clarín, aunque sus otros libros de autoayuda permanecen indemnes en las librerías.
El filósofo Tomás Abraham dice que no ha tenido "el honor de ser plagiado; aunque, si sucediera, no tendría vergüenza en defender lo mío. En el caso del ensayo -afirma-, son menos comunes esos casos de piratería berreta, ya que el género invita al uso casi obsceno de la cita y de conceptos ajenos como jactancia de la erudición del autor. Omitir una referencia es vista como afano, liso y llano".
Cuestión de sentido común
LA NACION fue víctima de un plagiador en 1997, en su certamen literario de cuento, cuando el participante Daniel Omar Azetti hizo suyo "El espejo que huye", creación del escritor florentino Giovanni Papini. Descubierto Azetti por el licenciado en filosofía Jorge Martín, LA NACION se ocupó ampliamente del caso en sus páginas, se disculpó con sus lectores, le retiró a Azetti los $ 10.000 del premio y, tras una nueva deliberación del jurado, proclamó a José Eduardo Machicote como ganador.
Con relación a un "caso tan grosero como ése", dice la escritora Ema Wolf, poco hay para agregar. "En realidad, no conozco autores preocupados por ser plagiados -agrega-, creo que el temor es más bien el de apropiarse, sin saberlo, de una idea que no es tuya. ¿Cómo saber qué te pertenece si venís acumulando lecturas desde los 8 o los 9 años? No diré que escribir es plagiar, pero sí que siempre es adaptar."
"Considero un acto de admiración el gesto de la joven chilena", sentenció Ricardo Piglia, cuando su editor, Ricardo Sabanes, entonces director de Planeta, denunció en el diario La Tercera que la flamante ganadora del concurso de cuento de la revista Paula en 2003, Paulina Wendt, se había apropiado de "El fin del viaje", la obra que inaugura el libro "Cuentos mortales", publicado en 1995 por el escritor argentino.
Wendt, profesora de literatura en la Universidad Diego Portales, negó "categóricamente la acusación" contra su obra "El cazador", pero los tres integrantes del jurado (Fresán, Villoro y Palet) coincidieron en que "al cotejo de ambos cuentos, las similitudes resultan excesivas".
"El sentido común te indica claramente cuándo es influencia y cuándo es robo", señala indignado Marcelo Birmajer. "El que osa decir que el plagio no existe, que nadie inventó nada y que a todos les pertenece todo, es porque a ellos nunca se les ocurrió una idea original". Y agrega: "Yo creo que las ideas, los puntos de vista, los personajes y tramas originales pertenecen a quien las inventó; ergo, son propiedad privada. Si alguien se inspiró en mí, al menos que me mencione."
Fue una humillación nacional la que padeció la presentadora televisiva española Rosa María Quintana cuando la revista Interviú la acusó de transcribir párrafos enteros de Angeles Mastretta y de Danielle Steel en su libro "Sabor a hiel".
Entronizado como best seller, el volumen llevaba vendidos 100.000 ejemplares y debió ser retirado de circulación por Planeta cuando quedó claro que las metáforas y las imágenes de "Mujeres de ojos grandes" intercaladas con textos de Steel hilvanaban la historia sobre mujeres maltratadas de la popular presentadora.
El desenlace dejó al descubierto que no había sido ella la autora del plagio, sino su ex cuñado David Rojo, a quien había acudido para que la ayudara a dar forma a su primera aventura literaria. Rojo luego asumió las responsabilidades jurídicas del caso.
El arte de la estafa
Ninguna historia de rapiña literaria supera a la del periodista mapuche Nahuel Maciel, que además de publicar en El Cronista entrevistas apócrifas o plagiadas sobre Vargas Llosa, Carl Sagan, Onetti y Kundera, fue aún más lejos en el arte de la estafa: en la Sala Martín Fierro de la Feria del Libro y ante encumbrados escritores y periodistas presentó lo que para cualquier cronista del medio sería una proeza: una extensa entrevista con Gabriel García Márquez, editada como libro y con prólogo de Eduardo Galeano, cuya aversión por ese género es por todos conocida.
"El elogio de la utopía", tal como bautizó a aquella entrevista inexistente, estaba precedida por introducciones en cada uno de los 12 capítulos. En ellas Nahuel copió palabra por palabra grandes fragmentos del libro "Prior de la Ciudad de los Toldos", del sacerdote Mamerto Menapace. "La única contribución de Maciel a estos prefacios supuestamente personales consistió en reemplazar la palabra «Dios» por la de «utopía», contó Mario Diament en Noticias cuando el ardid tomó amplia difusión.
El primero en delatarlo fue Eduardo Galeano, que en carta a Página 12 habló del estupor que sintió al ver su nombre en un texto desconocido. Lo que siguió fue una llama transformada en hoguera, azuzada por la edición íntegra del libro, incinerada frente a escribano público.
Como reflexión final, Alvaro Abós afirma que, en realidad, el plagio recibe una más leve condena social que otros delitos. "Quizá sea -sostiene- porque todos podemos plagiar, pero ser plagiable es muy difícil. Pero como yo sé de la fatiga de escribir, el que le roba el esfuerzo intelectual a otro no es precisamente Robin Hood."
Por Loreley Gaffoglio De la Redacción de LA NACION
Fuente: La Nación
lunes, 10 de abril de 2006
A días de Pascuas y del estreno del esperado film El código Da Vinci, publican otro polémico libro sobre la figura Jesús
LONDRES (ANSA).- Jesucristo negó en una corte judía que fuera el hijo de Dios, según un nuevo libro del historiador e investigador inglés Michael Baigent, autor de La sangre sagrada y el Santo Grial.
Baigent, que perdió la semana pasada un caso de plagio contra el libro de Dan Brown El Código Da Vinci, escribió una nueva obra, que cuestiona las bases mismas de la fe católica. La obra -Los papeles de Jesús (The Jesus Papers)- concluye que Jesucristo redactó varias cartas a una corte judía en las que negó que fuera el hijo de Dios. Ese libro será publicado en Gran Bretaña el próximo mes, nueve días antes de que se estrene la película El Código Da Vinci, protagonizada por Tom Hanks.
Baigent, que no asistió en persona al juicio en Londres contra Brown, declaró que su nueva obra explora cómo Poncio Pilatos, el procurador de Roma en Judea, habría hecho un acuerdo secreto para salvar la vida de Jesús porque Cristo llamó a los judíos a pagar sus impuestos. "Todo lo que Roma requería era que se pagaran los impuestos. De repente, se dio cuenta de que no podía ejecutar a Jesús, pero debía deshacerse de él porque quería la paz en Judea", declaró Baigent.
El escritor basa sus conclusiones en dos manuscritos supuestamente escritos en arameo hallados debajo de una casa en la antigua ciudad de Jerusalén en la década de 1960. Los expertos consideran que podrían ser cartas escritas por Jesús a una corte judía, el Sanhedrin, en las que admite que no es el hijo de Dios, pero sí que está lleno del espíritu divino.
Baigent también dice en su libro que descubrió un documento que provee de evidencia de que Jesús estaba vivo en el año 45, más de una década después de la fecha aceptada de su crucifixión. Ese documento fue supuestamente visto por Alfred Lilley, de la Catedral de Hereford, en una iglesia de París, pero más tarde desapareció. Según Baigent, el documento se encuentra en los archivos secretos del Vaticano.
Tras las especulaciones, Pierpaolo Finaldi, editor de la revista católica Catholic Truth Society, declaró que las teorías de Dan Brown y de Baigent "suenan más irreales que una historia de fantasía". En ese sentido, George Kavoor, decano principal de la Escuela Teológica de la Universidad de Bristol, declaró que Michael Baigent "debería ganar el premio Nobel a la imaginación". Sin embargo, admitió que sus libros "han creado un gran interés por los Testamentos".
Baigent, que perdió la semana pasada un caso de plagio contra el libro de Dan Brown El Código Da Vinci, escribió una nueva obra, que cuestiona las bases mismas de la fe católica. La obra -Los papeles de Jesús (The Jesus Papers)- concluye que Jesucristo redactó varias cartas a una corte judía en las que negó que fuera el hijo de Dios. Ese libro será publicado en Gran Bretaña el próximo mes, nueve días antes de que se estrene la película El Código Da Vinci, protagonizada por Tom Hanks.
Baigent, que no asistió en persona al juicio en Londres contra Brown, declaró que su nueva obra explora cómo Poncio Pilatos, el procurador de Roma en Judea, habría hecho un acuerdo secreto para salvar la vida de Jesús porque Cristo llamó a los judíos a pagar sus impuestos. "Todo lo que Roma requería era que se pagaran los impuestos. De repente, se dio cuenta de que no podía ejecutar a Jesús, pero debía deshacerse de él porque quería la paz en Judea", declaró Baigent.
El escritor basa sus conclusiones en dos manuscritos supuestamente escritos en arameo hallados debajo de una casa en la antigua ciudad de Jerusalén en la década de 1960. Los expertos consideran que podrían ser cartas escritas por Jesús a una corte judía, el Sanhedrin, en las que admite que no es el hijo de Dios, pero sí que está lleno del espíritu divino.
Baigent también dice en su libro que descubrió un documento que provee de evidencia de que Jesús estaba vivo en el año 45, más de una década después de la fecha aceptada de su crucifixión. Ese documento fue supuestamente visto por Alfred Lilley, de la Catedral de Hereford, en una iglesia de París, pero más tarde desapareció. Según Baigent, el documento se encuentra en los archivos secretos del Vaticano.
Tras las especulaciones, Pierpaolo Finaldi, editor de la revista católica Catholic Truth Society, declaró que las teorías de Dan Brown y de Baigent "suenan más irreales que una historia de fantasía". En ese sentido, George Kavoor, decano principal de la Escuela Teológica de la Universidad de Bristol, declaró que Michael Baigent "debería ganar el premio Nobel a la imaginación". Sin embargo, admitió que sus libros "han creado un gran interés por los Testamentos".
miércoles, 5 de abril de 2006
El código Da Vinci: el juicio más mediático del año
LONDRES.- ¿Está escribiendo una novela sobre intrigas palaciegas con Ana Bolena de protagonista? Si quiere publicarla en Gran Bretaña, espere unos días. ¿Una de aventuras sobre un hijo ilegítimo de Enrique VIII que se vuelve pirata? Levante la pluma de inmediato. ¿O algún romance estilo Corín Tellado durante los agitados días de la colonia? Váyase de vacaciones. Porque si en las próximas semanas el juez falla que hubo plagio en El código Da Vinci, "el futuro de la ficción en general, y en particular de la novela histórica, podrá verse sensiblemente afectado".
Así asegura a LA NACION David Hooper, abogado del estudio Reynolds Porter Chamberlain y uno de los máximos especialistas en derecho de propiedad intelectual británico, respecto del juicio más mediático del año. Naturalmente, el que Michael Baigent y Richard Leigh, dos de los tres autores de Holy Blood, Holy Grail (publicado en español como El enigma sagrado), iniciaron contra Random House al sostener que Dan Brown copió en su famosa novela, publicada por esa editorial, la tesis central de su libro. El juicio, que se desarrolla aquí, se suspendió hasta el martes para dar tiempo al juez de analizar ambas obras.
"En el caso de que el juez fallara que hubo plagio en el libro, se estaría extendiendo considerablemente el alcance de la ley de propiedad intelectual", explica Hooper. Porque a diferencia de casos anteriores, donde un novelista copió a otro novelista, en este caso lo que sostienen los demandantes es que el novelista "tomó ideas y la arquitectura" de un trabajo supuestamente histórico. "Y se supone que la historia nos pertenece a todos. Son datos. Es como si alguien me demandara por poner que Franco murió en 1975", subraya Hooper.
De cualquier manera, existe un antecedente en la justicia británica: en 1980, Trevor Ravenscroft acusó a James Herbert, autor del best seller La daga, de basarse para su novela en su libro de no ficción sobre la daga usada en la crucifixión de Cristo. "Pero allí había párrafos concretos que era evidente que habían sido levantados", señala Hooper. Aquí, en cambio, se trata de algo tan ambiguo como "ideas y arquitectura", sumado a que las ideas de El enigma sagrado tampoco eran del todo originales en sí.
¿Un golpe publicitario?
"Nadie piensa que Leigh y Baigent tengan la más remota oportunidad de ganar, pero deben tener alguna carta en la manga que no mostraron hasta ahora, porque un juicio así es muy caro y no lo hubiesen empezado de otra manera. Otros sostienen que todo es un golpe publicitario de Random House, que, después de todo, publica ambas obras", explicó a LA NACION un importante editor británico que pidió mantener el anonimato.
Por otra parte, distintos abogados litigantes consultados se preguntaron, extrañados, dónde estaban los daños para los autores de El enigma... Después de todo, las ventas de su propio libro aumentaron dramáticamente por el interés del público por el origen de El código Da Vinci y el litigio en sí. Al respecto, dice Hooper, es significativo que en el propio El código Da Vinci se mencione el libro El enigma sagrado y que el nombre de uno de los protagonistas (Sir Leigh Teabing) sea un anagrama del nombre de los autores que ahora le iniciaron un juicio. "Si uno está copiando trata de esconderlo, no de llevar al lector directo a la fuente", subraya.
El libro de Baigent y Leigh (Henry Lincoln, el tercer autor, se abstuvo de participar de la demanda) se publicó en 1982 y narra que Jesús se casó con María Magdalena, que no murió en la cruz y que ambos tuvieron un hijo que vivió en Francia, enlazado posteriormente con los reyes franceses, cuyos descendientes aún viven.
En El código Da Vinci, Cristo también tuvo un hijo con María Magdalena. La trama central de la novela gira sobre los intentos de la Iglesia Católica de evitar que se conozca a los descendientes de Jesús. El abogado de Random House no sólo sostuvo que el tema central de El enigma sagrado no aparece en el libro de Brown, sino que las ideas que Leigh y Baigent tratan de proteger son "demasiado generales" para ser protegidas por la propiedad intelectual. Y añadió que en El código Da Vinci no aparecen dos ideas centrales de El enigma sagrado: una sociedad secreta que pretende restaurar a los descendientes de Jesús en los tronos europeos y el hecho de que la crucifixión de Jesús fuera falsa y pudiera sobrevivir.
El juicio volvió a sacar a luz la vieja disputa sobre cuán original puede ser una obra de ficción. "Shakespeare tomó sus mejores argumentos de Holinshed. El musical «West Side Story» fue robado de Shakespeare. Paraíso perdido, de Milton, está basado desvergonzadamente en el libro de Génesis. Goethe tomó la idea de Fausto de Marlowe", señala en The Times el columnista Richard Linklaters.
Harold Bloom, en diálogo con LA NACION, se negó a definir el plagio "porque para mí no hay diferencia con la literatura. Como dijo mi gran héroe, Ralph Waldo Emerson: «¡Los originales no son originales!». Según Bloom, "hay ciertas figuras que han pasado por la historia y agotaron el stock de realidad y lenguaje para describirla. Después de Shakespeare nadie puede llamarse original. ¡Y Shakespeare mismo ni siquiera era original!".
Así asegura a LA NACION David Hooper, abogado del estudio Reynolds Porter Chamberlain y uno de los máximos especialistas en derecho de propiedad intelectual británico, respecto del juicio más mediático del año. Naturalmente, el que Michael Baigent y Richard Leigh, dos de los tres autores de Holy Blood, Holy Grail (publicado en español como El enigma sagrado), iniciaron contra Random House al sostener que Dan Brown copió en su famosa novela, publicada por esa editorial, la tesis central de su libro. El juicio, que se desarrolla aquí, se suspendió hasta el martes para dar tiempo al juez de analizar ambas obras.
"En el caso de que el juez fallara que hubo plagio en el libro, se estaría extendiendo considerablemente el alcance de la ley de propiedad intelectual", explica Hooper. Porque a diferencia de casos anteriores, donde un novelista copió a otro novelista, en este caso lo que sostienen los demandantes es que el novelista "tomó ideas y la arquitectura" de un trabajo supuestamente histórico. "Y se supone que la historia nos pertenece a todos. Son datos. Es como si alguien me demandara por poner que Franco murió en 1975", subraya Hooper.
De cualquier manera, existe un antecedente en la justicia británica: en 1980, Trevor Ravenscroft acusó a James Herbert, autor del best seller La daga, de basarse para su novela en su libro de no ficción sobre la daga usada en la crucifixión de Cristo. "Pero allí había párrafos concretos que era evidente que habían sido levantados", señala Hooper. Aquí, en cambio, se trata de algo tan ambiguo como "ideas y arquitectura", sumado a que las ideas de El enigma sagrado tampoco eran del todo originales en sí.
¿Un golpe publicitario?
"Nadie piensa que Leigh y Baigent tengan la más remota oportunidad de ganar, pero deben tener alguna carta en la manga que no mostraron hasta ahora, porque un juicio así es muy caro y no lo hubiesen empezado de otra manera. Otros sostienen que todo es un golpe publicitario de Random House, que, después de todo, publica ambas obras", explicó a LA NACION un importante editor británico que pidió mantener el anonimato.
Por otra parte, distintos abogados litigantes consultados se preguntaron, extrañados, dónde estaban los daños para los autores de El enigma... Después de todo, las ventas de su propio libro aumentaron dramáticamente por el interés del público por el origen de El código Da Vinci y el litigio en sí. Al respecto, dice Hooper, es significativo que en el propio El código Da Vinci se mencione el libro El enigma sagrado y que el nombre de uno de los protagonistas (Sir Leigh Teabing) sea un anagrama del nombre de los autores que ahora le iniciaron un juicio. "Si uno está copiando trata de esconderlo, no de llevar al lector directo a la fuente", subraya.
El libro de Baigent y Leigh (Henry Lincoln, el tercer autor, se abstuvo de participar de la demanda) se publicó en 1982 y narra que Jesús se casó con María Magdalena, que no murió en la cruz y que ambos tuvieron un hijo que vivió en Francia, enlazado posteriormente con los reyes franceses, cuyos descendientes aún viven.
En El código Da Vinci, Cristo también tuvo un hijo con María Magdalena. La trama central de la novela gira sobre los intentos de la Iglesia Católica de evitar que se conozca a los descendientes de Jesús. El abogado de Random House no sólo sostuvo que el tema central de El enigma sagrado no aparece en el libro de Brown, sino que las ideas que Leigh y Baigent tratan de proteger son "demasiado generales" para ser protegidas por la propiedad intelectual. Y añadió que en El código Da Vinci no aparecen dos ideas centrales de El enigma sagrado: una sociedad secreta que pretende restaurar a los descendientes de Jesús en los tronos europeos y el hecho de que la crucifixión de Jesús fuera falsa y pudiera sobrevivir.
El juicio volvió a sacar a luz la vieja disputa sobre cuán original puede ser una obra de ficción. "Shakespeare tomó sus mejores argumentos de Holinshed. El musical «West Side Story» fue robado de Shakespeare. Paraíso perdido, de Milton, está basado desvergonzadamente en el libro de Génesis. Goethe tomó la idea de Fausto de Marlowe", señala en The Times el columnista Richard Linklaters.
Harold Bloom, en diálogo con LA NACION, se negó a definir el plagio "porque para mí no hay diferencia con la literatura. Como dijo mi gran héroe, Ralph Waldo Emerson: «¡Los originales no son originales!». Según Bloom, "hay ciertas figuras que han pasado por la historia y agotaron el stock de realidad y lenguaje para describirla. Después de Shakespeare nadie puede llamarse original. ¡Y Shakespeare mismo ni siquiera era original!".
Fontanarrosa premiado en el Hay Festival
CARTAGENA DE INDIAS.- Ovacionado por el público y aplaudido cálidamente por sus colegas en el escenario, Roberto Fontanarrosa fue elegido por los 40 escritores que participaron del Hay Festival como el mejor entre ellos. El galardón consistió en una primera edición de Charles Dickens del año 1848.
Cayeron papelitos blancos desde los palcos, anoche, cuando el nombre de Fontanarrosa fue pronunciado por el presentador Guido Tamayo, un conocido editor colombiano que cerró la gala. Y Fontanarrosa, emocionado y sin perder nunca el humor, dijo: "Muchas gracias... en nombre del pueblo argentino". Lo que arrancó carcajadas y aplausos.
En el escenario del Teatro Heredia estaban sus colegas: el español Fernando Savater, la brasileña Marina Colasanti, el argentino Edgardo Cozarinsky, los colombianos Laura Restrepo y Oscar Collazos, y el nicaragüense Sergio Ramírez.
"Veo que son dos tomos. Uno debe ser en inglés y el otro, la traducción", dijo Fontanarrosa al recibir el premio, al tiempo que agregaba: "Seguro que en Rosario, mi ciudad, ya debe haber fiesta en las calles". Fontanarrosa no pudo ponerse de pie para recibir el premio pues está afectado de una enfermedad neurológica que le ocasiona problemas de movilidad. En un diario local, sin tapujos, hablo de su enfermedad.
Despedida
Finalizada la ceremonia, el Hay Festival cerró anoche con la música, el color y la calidez del Caribe, y proyectos a futuro. Los organizadores trabajaron a destajo para cerrar el presupuesto de la edición de Segovia, cuya socia local en España es la argentina residente en Madrid, Sheila Cremaschi, editora de la revista cultural Intramuros. Por la noche, todos disfrutaron la presentación del Carnaval de Barranquilla, que comienza esta semana en la vecina ciudad.
¿Y la Argentina para cuándo?, preguntó LA NACION al alma máter del Hay Festival, el británico Peter Florence, quien con la directora de programación, Lyndy Cooke, selló ayer la continuidad del Hay Festival de Cartagena, que se realizará la última semana de enero de 2007.
Florence se mostró interesado en que la Argentina se convirtiera en una sede del festival en el Cono Sur. Pero no le convence una ciudad grande como Buenos Aires, "porque la experiencia que hicimos en Londres no resultó". Según él, la gente se ve tentada de perderse en las grandes ciudades. Sin embargo, los organizadores están considerando una edición del festival en algunas otras ciudades argentinas con tradición literaria y cultural.
Ayer, una fuente española dijo a LA NACION que la Fundación Mapfre ya aseguró un aporte de 90.000 euros por cada uno de los próximos tres años para el Hay Festival en Cartagena.
Del libro a la pantalla
Jorge Franco fue ayer el más solicitado por la prensa hispanohablante, habida cuenta de que Rosario Tijeras, la película del mexicano Emilio Maillé, con guión del escritor argentino Marcelo Figueras, que Franco adaptó al registro del habla colombiana, era candidata a un Premio Goya, en España, como mejor película extranjera (premio que finalmente perdió a manos de la argentina "Iluminados por el fuego").
Con la sencilla calidez con que se presta a las entrevistas, aun cuando desayuna tranquilamente con su mujer, Franco siempre estuvo conforme con el film. Como dijo durante la mesa de literatura y cine, de la que participaron el argentino Edgardo Cozarinsky, el español Javier Cercas, el colombiano Franco y el británico Hanif Kureishi, no se puede pretender que una película sea fiel a una novela, porque son lenguajes diferentes.
Cozarinsky intervino como narrador y realizador, y habló de su película Ronda nocturna. Kureishi se refirió a su primer trabajo como guionista en Mi bella lavandería. Y Cercas -que se preguntó en voz alta: "¿Qué pinto yo en esta mesa?"- contó su experiencia a partir de la adaptación de su novela Soldados de Salamina, que lleva 35 ediciones. Franco, por su parte, habló de Rosario Tijeras.
Puestos a responder por qué el cine se alimenta tanto de la literatura, Cozarinsky recordó: "Muchas películas han nacido de la crónica policial de los periódicos. Gran parte del cine negro norteamericano partió de este origen". Kureishi acotó: "El cine recurre a la narrativa porque no hay ideas nuevas. Entonces, a los guionistas les resulta mejor adaptar una idea ya probada en una novela". Expresó luego que -cinematográficamente- prefiere las ideas nuevas. "De todos modos, cuando la gente va al cine la tiene sin cuidado si el guión provino de una caja de palomitas o de una gran obra literaria. Se sienta a disfrutar de la película, y ya."
Cozarinsky completó: "Todo es un original, ya sea una novela o un guión" y citó a Bresson, al que reconoce como un maestro, "quien leía mucho a Dostoievski y utilizaba su materia".
Cercas puso de relieve que el problema de los escritores, cuando se adapta al cine una novela de su autoría, es que "siempre creemos haber escrito el Quijote o Cien años de soledad. Entonces queremos que el film esté dirigido por Orson Welles. Yo creo que el director tiene que tener la misma libertad que yo cuando escribo".
Kureishi concluyó: "No hay motivo para quejarse. Trabajamos para una industria que nos paga muy bien", ya sea que un escritor construya un guión original o se le compren los derechos para adaptar una novela.
Fuente: La Nación
Cayeron papelitos blancos desde los palcos, anoche, cuando el nombre de Fontanarrosa fue pronunciado por el presentador Guido Tamayo, un conocido editor colombiano que cerró la gala. Y Fontanarrosa, emocionado y sin perder nunca el humor, dijo: "Muchas gracias... en nombre del pueblo argentino". Lo que arrancó carcajadas y aplausos.
En el escenario del Teatro Heredia estaban sus colegas: el español Fernando Savater, la brasileña Marina Colasanti, el argentino Edgardo Cozarinsky, los colombianos Laura Restrepo y Oscar Collazos, y el nicaragüense Sergio Ramírez.
"Veo que son dos tomos. Uno debe ser en inglés y el otro, la traducción", dijo Fontanarrosa al recibir el premio, al tiempo que agregaba: "Seguro que en Rosario, mi ciudad, ya debe haber fiesta en las calles". Fontanarrosa no pudo ponerse de pie para recibir el premio pues está afectado de una enfermedad neurológica que le ocasiona problemas de movilidad. En un diario local, sin tapujos, hablo de su enfermedad.
Despedida
Finalizada la ceremonia, el Hay Festival cerró anoche con la música, el color y la calidez del Caribe, y proyectos a futuro. Los organizadores trabajaron a destajo para cerrar el presupuesto de la edición de Segovia, cuya socia local en España es la argentina residente en Madrid, Sheila Cremaschi, editora de la revista cultural Intramuros. Por la noche, todos disfrutaron la presentación del Carnaval de Barranquilla, que comienza esta semana en la vecina ciudad.
¿Y la Argentina para cuándo?, preguntó LA NACION al alma máter del Hay Festival, el británico Peter Florence, quien con la directora de programación, Lyndy Cooke, selló ayer la continuidad del Hay Festival de Cartagena, que se realizará la última semana de enero de 2007.
Florence se mostró interesado en que la Argentina se convirtiera en una sede del festival en el Cono Sur. Pero no le convence una ciudad grande como Buenos Aires, "porque la experiencia que hicimos en Londres no resultó". Según él, la gente se ve tentada de perderse en las grandes ciudades. Sin embargo, los organizadores están considerando una edición del festival en algunas otras ciudades argentinas con tradición literaria y cultural.
Ayer, una fuente española dijo a LA NACION que la Fundación Mapfre ya aseguró un aporte de 90.000 euros por cada uno de los próximos tres años para el Hay Festival en Cartagena.
Del libro a la pantalla
Jorge Franco fue ayer el más solicitado por la prensa hispanohablante, habida cuenta de que Rosario Tijeras, la película del mexicano Emilio Maillé, con guión del escritor argentino Marcelo Figueras, que Franco adaptó al registro del habla colombiana, era candidata a un Premio Goya, en España, como mejor película extranjera (premio que finalmente perdió a manos de la argentina "Iluminados por el fuego").
Con la sencilla calidez con que se presta a las entrevistas, aun cuando desayuna tranquilamente con su mujer, Franco siempre estuvo conforme con el film. Como dijo durante la mesa de literatura y cine, de la que participaron el argentino Edgardo Cozarinsky, el español Javier Cercas, el colombiano Franco y el británico Hanif Kureishi, no se puede pretender que una película sea fiel a una novela, porque son lenguajes diferentes.
Cozarinsky intervino como narrador y realizador, y habló de su película Ronda nocturna. Kureishi se refirió a su primer trabajo como guionista en Mi bella lavandería. Y Cercas -que se preguntó en voz alta: "¿Qué pinto yo en esta mesa?"- contó su experiencia a partir de la adaptación de su novela Soldados de Salamina, que lleva 35 ediciones. Franco, por su parte, habló de Rosario Tijeras.
Puestos a responder por qué el cine se alimenta tanto de la literatura, Cozarinsky recordó: "Muchas películas han nacido de la crónica policial de los periódicos. Gran parte del cine negro norteamericano partió de este origen". Kureishi acotó: "El cine recurre a la narrativa porque no hay ideas nuevas. Entonces, a los guionistas les resulta mejor adaptar una idea ya probada en una novela". Expresó luego que -cinematográficamente- prefiere las ideas nuevas. "De todos modos, cuando la gente va al cine la tiene sin cuidado si el guión provino de una caja de palomitas o de una gran obra literaria. Se sienta a disfrutar de la película, y ya."
Cozarinsky completó: "Todo es un original, ya sea una novela o un guión" y citó a Bresson, al que reconoce como un maestro, "quien leía mucho a Dostoievski y utilizaba su materia".
Cercas puso de relieve que el problema de los escritores, cuando se adapta al cine una novela de su autoría, es que "siempre creemos haber escrito el Quijote o Cien años de soledad. Entonces queremos que el film esté dirigido por Orson Welles. Yo creo que el director tiene que tener la misma libertad que yo cuando escribo".
Kureishi concluyó: "No hay motivo para quejarse. Trabajamos para una industria que nos paga muy bien", ya sea que un escritor construya un guión original o se le compren los derechos para adaptar una novela.
Fuente: La Nación
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