Por Silvia Hopenhayn | Para LA NACION
Una novela policial actual tiene sus ventajas. Si es buena, quizá contemple los problemas agudos del presente a través de la mirada de un detective distinto del que solemos encontrar dentro del género. Un hombre no necesariamente rudo ni adusto. Más bien maleable a su tiempo. Este tipo de personaje nos permite ingresar en el mundo desde un ángulo nuevo, amparados en alguien con olfato contemporáneo, acostumbrado a los vicios y crímenes de la época. Es lo que sucede en Millenium con Lisbeth y Mikael, quienes perfectamente podrían vivir en un barrio cercano; el mismo detective Wallander, de Mankell, tiene el aspecto de un tío jubilado y justiciero. O el inspector chino Chen Cao, filólogo y poeta, que pasaría por corrector de pruebas de una editorial de culto.
El detective Kostas Jaritos está en el epicentro de la tormenta. Es un ateniense desengañado. Su creador, el escritor griego Petros Márkaris, tiene peculiares antecedentes: como miembro de la minoría armenia en Grecia, recién obtuvo la ciudadanía griega después de la caída de la Dictadura de los Coroneles, en 1974; estudió economía y realizó una elogiada traducción delFausto, de Goethe.
Con el agua al cuello , recién editada en castellano, es la última hazaña de Jaritos, metido de lleno en el descalabro financiero de su país. Desde el comienzo no sabemos si el cruento asesinato de Nikitas Zisimópulos, director del Banco Central, fue un acto de venganza personal o de justicia social. ¿Acaso el crimen puede pagar la desolación y falta de sentido ocasionadas por el desempleo? En todo caso, nunca basta con una cabeza, cuando son muchos los que la esconden o se agachan. Serán varias las víctimas. Y existe además un cartel instigador.
Según el propio Jaritos, "los asesinatos y el cartel que insta a los ciudadanos a no pagar sus deudas son obra de la misma persona; el asesino no es un terrorista, es alguien que se vio perjudicado por los bancos y ahora se está vengando". O sea, un asesino serial de banqueros en un país en bancarrota? ¡que además promueve la cancelación de las hipotecas! No en vano la novela cuenta con un epígrafe de Brecht, la célebre y ácida pregunta formulada en La ópera de los tres centavos : "¿Qué es el atraco a un banco comparado con la creación de un banco?".
Jaritos ahonda en su pesquisa: busca una definición de "préstamo" y encuentra dos acepciones que se transcriben en la mitad de la novela. La primera define al préstamo como "dinero o valor que se toma para su futura devolución con intereses". La segunda lo considera "crédito indigno y amargoso". El delincuente obviamente responde a la segunda y actúa en consecuencia. Jaritos piensa en voz alta: "Tanto él como Grecia se acostaron sin deuda y amanecieron con ella, y corren, por lo tanto, la misma suerte. Grecia también ha contraído un crédito indigno y amargoso con el FMI y la Unión Europea". Como las anteriores novelas protagonizadas por el mismo detective, no faltan sentimientos.
Tampoco faltan, lamentablemente, algunas "gilipolleces" propias de la traducción.
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