miércoles, 19 de septiembre de 2012

"Pero es que vamos a ir presos"



Según un nuevo libro, el titular de la AFIP se negó a defender a Boudou
"Pero es que vamos a ir presos", se sinceró el titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Ricardo Echegaray, cuando la presidenta Cristina Kirchner lo llamó para reclamarle que no había salido como debía en apoyo a su número dos,Amado Boudou, durante su conferencia de prensa .
"Ricardo, no lo defendiste muy bien a Amado", le recriminó la Presidenta, minutos después de concluido su encuentro con los periodistas en la sede de la AFIP, el 9 de marzo pasado, y transmitida en directo por varios canales de televisión y radios.
La confesión de Echegaray está narrada en el libro Amado. La verdadera historia de Boudou, del periodista de la revista Noticias, Federico Mayol, y abarcó no sólo el rol del titular de la AFIP para forzar la caída de la ex Ciccone y su resurrección con el presunto testaferro de Boudou, Alejandro Vandenbroele, sino también el de varios de sus colaboradores.
Antes de la irrupción de Vandenbroele, un estrechísimo colaborador de Echegaray, Fernando Villaverde, negoció con los Ciccone junto a otro marplatense, Rodolfo Usuna, quien también conoce a Boudou desde hace décadas. Así lo expuso el gremialista Víctor Pirillo, quien colaboraba entonces con Héctor y Nicolás Ciccone en sus desesperados intentos de conservar la imprenta en sus manos.
Para entonces, según reconstruyó Mayol, Boudou ya había protagonizado un furibundo cortocircuitocon el hijo de la Presidenta, Máximo Kirchner. "Desde aquel momento, y mucho más a partir del escándalo vinculado con la ex Ciccone, la suerte del marplatense pende de un hilo. Esa suerte también esta ligada a su relación con [Jorge] Brito", el presidente del Banco Macro, al que los diplomáticos norteamericanos habían definido como "el banquero de [Néstor] Kirchner", según consta en un cable del 22 de julio de 2009 de la embajada en Buenos Aires revelado por WikiLeaks..

Como una fiesta de amigos

Por Silvia Hopenhayn  | Para LA NACION


La poesía reunida es como una fiesta de amigos que se encuentran por primera vez en una misma casa. También es una prueba de fuego: en la afinidad entre los poemas -sea ya por sutiles diferencias o formas disímiles- se revela la coherencia de una obra.
Este es el caso del nuevo libro de Tamara Kamenszain, La novela de la poesía - Poesía reunida, recién publicado por Adriana Hidalgo Editora, con exquisito prólogo de Enrique Foffani.
Y la verdad es que todos esos libros -algunos de pequeño formato, de poemas en prosa, de prosa en poemas, etc.- se llevan de maravilla. Es una fiesta de la memoria, que incluye la historia y los afectos, las pérdidas y los "continuará". Pero también es el vislumbre audaz de lo que se pretende olvidar. En vez de "me detengo y sufro", el tan apurado "ya fue". En la segunda parte de La novela de la poesía, Kamenszain escribe: "No salgamos entonces a cazar fantasmas/ innovemos para el oído la dirección de lo dicho/ es lo que hay es lo que hay es lo que hay/ Una épica de lo que no hay (.) eso ya fue ya fue ya fue".
La poesía de Kamenszain es moderna. Como señala Foffani, se ubica en "la contraseña del estilo". Pero también es clásica en su filiación con poetas de todos los tiempos. Desde Góngora hasta Lezama, Girondo, Vallejo, Celan, Ungaretti, Juan L. Ortiz, Madariaga, Perlongher o Viel Temperley. Es muy importante en su obra la relación con el semejante poeta, por la complicidad al nombrar la experiencia, ya sea de pérdida, de goce, de repudio o pertenencia. Porque en la lengua se halla el lazo, y se sostiene en una ética. Es "la escritura de lo vernáculo".
Esta filiación se vuelve estremecedora en "El eco de mi madre", una serie de poemas alrededor de la muerte de la madre, donde aparecen escrituras amigas como la de Diamela Eltit: "Mi madre estuvo toda la vida conmigo y nunca me dejó pensar que yo podría estar sin ella".
La muerte deja de ser una idea. Es lo que se hace con la falta de experiencia. ¡Hasta podría ser una forma de plantarse vivo en el poema, como estandarte del dolor!
Pero quiero sostener el festejo de los poemas reunidos, compartiendo el festín. Y para ello, elijo un poema de uno de los libros más recónditos de Kamenszain -y quizá de los más apetecibles-, Solos y solas, incluido en esta antología y que redunda en actualidad: "Te llamo o llamame/ en el club en la escuela en el campamento/ repetir y repetir nuestros apellidos/ dejó agendada de oído/ una comunidad futura/ entre vernos y dejar de vernos/ media vida hasta ahora ya fue/ ahora somos parias de casamentera/ dos que no hacen uno en la cuenta regresiva/ nos encontramos sin nada en común/ con otros tan comunes como nosotros."
En la poesía está lo que vendrá.
© LA NACION.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La construcción de una nueva potencia hegemónica

En La silenciosa conquista china (Crítica), los periodistas españoles Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo retratan el impacto global de Pekín


En ese teatro de operaciones -el de los países emergentes- el resurgir de China no sólo se ve con buenos ojos, sino que, en el caso de las élites gobernantes, también con entusiasmo. "El siglo XXI será el siglo en el que China lidere el mundo. Y cuando lo lideréis, queremos estar cerca de vosotros. Cuando vayáis a la Luna, no queremos quedarnos atrás", dijo en 2006 el entonces presidente nigeriano Olusegun Obasanjo, durante la visita de Hu Jintao al país africano. Su alocución resume el alivio que, en general, produce en los mandatarios de los países en desarrollo la perspectiva de un mundo multipolar futuro, con China como eventual director de orquesta. Las artes de seducción de Pekín combinan un discurso subliminalmente anticolonialista con una diplomacia camaleónica, al tiempo que despliega los tentáculos de su influencia con multimillonarias inversiones por todo el planeta.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La mafia desde adentro


Crónica ejemplar, Honrarás a tu padre, de Gay Talese, usa la ficción para narrar la vida de Bill Bonanno, miembro de una de las familas mafiosas más poderosas de Nueva York
Por Jorge Urien Berri  | LA NACION

Una tarde de enero de 1965 un persistente periodista que estaba por renunciar a The New York Times se separó de sus colegas en un pasillo de los tribunales de Manhattan y se acercó a Salvatore (Bill) Bonanno, número dos de la más poderosa de las cinco familias mafiosas de Nueva York dirigida por su padre, el mítico Joseph Bonanno, misteriosamente desaparecido seis semanas atrás.
El joven Bill Bonanno iba a declarar en un juicio y no respondió la curiosa invitación del redactor. Tampoco le dijo que no. Gay Talese no buscaba arrancarle una declaración sino un libro. Sin apuro, claro. Un libro sobre la vida cotidiana de Bill, su familia, su infancia. No uno más entre los centenares de volúmenes sobre la mafia sino uno como jamás se había escrito, un libro -y esto no lo dijo porque probablemente la idea aún estaba a medio cuajar- que narrara la mafia desde adentro pero no desde el punto de vista de un mafioso, y que se leyera con ritmo de novela, sólo que todos los hechos, detalles, nombres y personajes serían verdaderos. Todo. Narrar con las herramientas de la ficción la más pura y desnuda verdad. Maduraba así una rama del "nuevo periodismo" que tuvo a Gay Talese como su creador, según reconoció Tom Wolfe, otro de los padres de la criatura.
Después de mucho insistir, Talese se ganó la confianza de Bill y de a poco accedió a su hogar y a sus familiares, incluido el más reticente: su padre, reaparecido tras un eclipse de diecinueve meses. Talese convivió con los Bonanno poniendo en práctica su método de inmersión profunda. A diferencia de los periodistas de investigación, no se limitaba a indagar hechos: a sus fuentes también les preguntaba qué sintieron, qué pensaron, qué temieron, qué fantasías los animaron y qué frustraciones los hicieron vacilar. Algo similar había ensayado en El reino y el poder , un fascinante recorrido por el presente y el pasado de The New York Times y sus periodistas que lo ocupaba cuando finalmente entró en la vida de los Bonanno, o ellos en la suya. Talese extremó su método hasta un nivel de entrega que casi le costó el matrimonio cuando, para escribir sobre sexo en La mujer de tu prójimo , manejó una casa de masajes y vivió en una comunidad nudista. Con la familia Bonanno logró un retrato tan íntimo de la mafia que, por un lado, se lo acusó con malicia de defenderla -Talese no juzga, sólo narra- y por el otro, dio origen a la serie Los Soprano .
La historia de Bill es la de la decadencia de la mafia en los Estados Unidos y es la historia de una tragedia personal y familiar. Bill Bonanno sintió el mandato paterno, siempre tácito, nunca verbalizado, de continuar la trayectoria del padre. Condiciones le sobraban, pero sus mundos diferían. Bill no nació en Sicilia y estudió en la universidad. Además, las complicidades políticas, judiciales y policiales que engordaron a la mafia se habían aflojado y el ascenso de Bill generó una guerra con otras familias y también dentro del clan Bonanno. Nadie sabía quién era aliado y quién enemigo y delator. Dueños de millones de dólares ilegales, Bill y los suyos no podían tocar un centavo por el asedio judicial y se empobrecían siendo ricos, esquivaban atentados, se escondían semanas en tugurios o debían alojar en sus hogares a los custodios y poner en riesgo la precaria armonía familiar.
Esta nueva edición de una obra agotada hace mucho trae de regalo un epílogo en el que Talese, que dedicó el libro a los hijos de Bill "con la esperanza de que entiendan más a su padre y lo sigan queriendo", pone al día lo qué ocurrió con cada uno de sus personajes de carne y hueso..
Gay Talese
Alfaguara

Un Lacan secreto


Con estilo ameno y accesible, Élisabeth Roudinesco presenta un retrato íntimo del psicoanalista francés y explica también algunas claves de su pensamiento
Por Héctor Yankelevich  | Para LA NACION

Elisabeth Roudinesco es hoy mundialmente conocida por sus trabajos sobre la historia del psicoanálisis en Francia, por su libro sobre Jacques Lacan y sus obras posteriores como historiadora, pero también como una polemista de peso en su defensa del psicoanálisis (por ejemplo, en el tratamiento del autismo infantil, que en Francia ha sido desaconsejado oficialmente por el Ministerio de Salud del gobierno de Sarkozy) y de todos los movimientos que podrían llamarse de "liberación": de la mujer, de los homosexuales, de todas las minorías, sexuales o étnicas. Profesora de la Universidad de París VII y de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, ha fundado y es presidenta de la Sociedad de Historia del Psicoanálisis que cuenta con filiales en innumerables países, formadas sobre todo por miembros de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Colaboradora del periódico Le Monde, reseña episódicamente en sus páginas culturales la actualidad psicoanalítica y la aparición de cada seminario de Lacan establecida por Jacques-Alain Miller.
Este libro, según ella misma escribe, desarrolla una reflexión personal y no se trata pues de un libro de historia o científico. Al comenzar, Roudinesco se coloca a sí misma bajo la advocación de Marc Bloch, uno de los historiadores más eminentes del siglo XX, fusilado por los nazis, fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Anales, que revolucionó no sólo en Francia sino en todo el mundo occidental la concepción de la historia. Marc Bloch pregunta en esa cita a partidarios y enemigos de Robespierre: "Díganme tan sólo: ¿quién fue?"
De este modo se abre este ensayo, con una pregunta por quién fue Lacan, a quien la autora conoció personalmente de niña (ya que es hija de Jenny Aubry, figura tutelar del psicoanálisis de niños en Francia y primera jefa de psiquiatría infantil que abrió su servicio a psicoanalistas no médicos, habilitándolos a emprender curas de niños y sus familias). Y a quien trató de adulta, ya que es miembro desde su fundación de la Escuela Freudiana de París, donde ingresó al comienzo no como analista sino como lingüista y escritora. En esa época y hasta la muerte de Lacan, fue también, como Jacques-Alain Miller, discípula de Louis Althusser. En los años 90 mantuvo una amistad teórica con Jacques Derrida con quien publicó un libro de diálogos, ejercicio en que el gran filósofo descollaba, lo que no puede, a ciencia cierta, afirmarse de Jacques Lacan. Pero, ¿es eso lo que importa? Roudinesco admite explícitamente que sin él, el psicoanálisis en Francia se habría convertido en una psicología médica, administradora de test y evaluaciones.
Una cuestión de gran pertinencia que la autora es una de las pocas en plantear es la siguiente. Lacan se habría planteado cómo era posible el psicoanálisis después de Auschwitz. Para Roudinesco es ése el hilo que une el seminario sobre Antígona con el ensayo "Kant con Sade". Mientras que para Freud el cometido fue, al comienzo, analizar la libido reprimida en los significantes de los síntomas, hoy en día el legado envenenado de las experiencias totalitarias y la capacidad del género humano de poner fin a su historia gracias al dominio de la fisión nuclear, o por los efectos sin retorno de la actividad industrial en el clima de la Tierra, plantean la necesidad de poner en cuestión la aparición tanto de un empuje al goce sexual sin trabas como de un goce de la muerte ciertamente más difíciles de analizar, ya que no pertenecen al inconsciente reprimido.
Luego de mayo de 1968 Francia conoció un gran movimiento de cuestionamiento de la sociedad: Universidad, psiquiatría, lugar de la mujer. Y muchos de esos movimientos abrevaron en la enseñanza de Lacan, sus miembros más conspicuos se hicieron sus discípulos, lo que éste aceptó, pero sin admitir jamás que el psicoanálisis podía ser revolucionario o socialmente emancipador. Antes bien, les espetó sin reparos que buscaban un nuevo amo, peor que el actual. Al igual que Freud, Lacan era indiferente en materia política -sus discípulos más cercanos podían ser de origen jesuita o de izquierda- salvo en lo que hace a la total autonomía del psicoanálisis respecto de cualquier ideal social, y su herencia teórica es más bien una paradoja largamente elaborada: la enseñanza de Freud y la suya son hijas de las Luces, de la ciencia matemática de la naturaleza. Sin embargo, lo que pone hoy en peligro la existencia misma de esa enseñanza y de sus efectos en la sociedad es el discurso totalizante de la ciencia, que pretende explicar al ser hablante y la cultura por el funcionamiento del cerebro. El gesto emancipador del galileismo: "El libro de los cielos está escrito en caracteres matemáticos", prolongado por la geometría analítica cartesiana que tuvo como efecto unificar el espacio infinito (Alexandre Koyré), se ha vuelto, en lo que se erige como "teoría del espíritu", exactamente su contrario.
Al escribir que después de 1970 Lacan se repite en una jerga oscura de invención de neologismos, la autora, empero, sólo puede generar rechazo en los analistas que diariamente se abocan a su obra a fin de dirigir su práctica de la cura. La topología es la única teoría del espacio que le da al psicoanálisis el lugar de su objeto, problematizando su relación con el significante; los "neologismos" son creaciones del inconsciente freudiano, donde éste esconde el goce de los síntomas. El recurso a la matemática -criticado ciertamente por algunos grandes analistas- le permitió trabajar espacios no cubiertos por la lingüística y, lejos de "entregarse" al positivismo lógico, el uso de la lógica matemática y de la teoría conjuntista permitió a Lacan refundar el sujeto del inconsciente, realizando al mismo tiempo una crítica en acto de todo cerco logicista de un universo del discurso.
Finalmente, lo que explica la obra de un genio está en su letra misma, no en su biografía ni en sus notas de lectura. Todos los grandes teóricos, de Platón a Hegel, o los grandes escritores, de Virgilio a Proust, leyeron "mal" a sus antecesores. Felizmente..
FCE



jueves, 13 de septiembre de 2012

Los peculiares atributos de Margo Glantz

Por Silvia Hopenhayn  | Para LA NACION


En su blog, la escritora mexicana Margo Glantz se describe de la siguiente manera: "Alta, jorobada, miope, lectora, enojona, impulsiva, viajera".
De cada uno de los atributos, se desprende una verdad elocuente. "Alta", como visionaria. Lo que ve es el derrumbe, los restos, tanto los sabrosos como los que hieden. Su altura se corresponde a la altivez de sus pensamientos. Es noble, pero también jocosa. Toma de la cultura lo que duele y lo que es juego. Sus libros de ensayo o sus ficciones son como las cajas de tiempo de Andy Warhol: una lectura personal y caleidoscópica de la época.
Glantz comenzó marcando su tiempo con la publicación de Onda y escritura en México. Jóvenes de 20 a 33, que dio lugar a la corriente literaria de los años 60 llamada "literatura de la onda". El título de su primera novela es un anticipo burlón de la cultura oral (en todos sus sentidos): Las mil y unas calorías, novela dietética (1978).
"Jorobada", consecuencia natural de su altura y la vida intensa (se recomienda su bello relato autobiográfico "Las genealogías"), pero también metáfora de su cargado equipaje de premios, condecoraciones y medallas; la última, de oro, en 2010, por sus cincuenta años de docencia en la Universidad Autónoma de México.
"Miope", afición a los primeros planos. Glantz nos arrima lo que ve de cerca como muestras extraídas de lo real. Hasta se mete dentro de la sangre, como en su novela El rastro (2002): "Ciertas modificaciones en la sangre provocan modificación en el rostro, como la alegría o la desesperación". La protagonista es Nora García (especie de álter ego paródico de la autora) que también aparece en los breves relatos de Zona de derrumbe (2001), en el que se alternan los terrores del diagnóstico de una mamografía con el fetichismo por los zapatos, como si de lo más íntimo siempre se llegara a la extrañeza. "Dios está en los detalles", se dice en su novela Apariciones.
Sigamos con "lectora". Imposible disimularlo, autores, personajes, ideas, ideologías, novelas, cuentos, músicos, pintores, desfilan por sus libros; Sor Juana, la Malinche, Purcell, Rulfo, Bach, Poe, Monteverdi, Borges, Anaïs Nin, Kafka, Grünewald o Frida Kahlo, entre otros tantos. Muchos interpelados en sus ensayos, también de título juguetón, Esguince de cintura, La lengua en la mano, Borrones y borradores y De la erótica inclinación a enredarse en cabellos.
"Enojona" ya pertenece al ámbito de lo privado, aunque podría suponerse que es consecuencia de sus firmes convicciones.
"Impulsiva", ligado al pulso. Glantz le toma el pulso a la actualidad y extrae su ritmo. Un ejemplo es su último libro publicado en nuestro país por Eterna Cadencia, Saña, compuesto de 250 textos, nueva cápsula de tiempo o álbum de afinidades y repudios, en el que alterna marcas de moda y de regímenes.
Por último, "viajera". Glantz prueba semitonos cromáticos de la vida en distintos lugares del mundo.
En esto días, está en Buenos Aires, como invitada de honor del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). Una oportunidad para compartir todos sus atributos. Y ella, ¿qué se llevará de intangible en su valijita?

domingo, 9 de septiembre de 2012

La visión heroica de los años 70 obtura la discusión


Pilar Calveiro: "La visión heroica de los años 70 es contraproducente porque obtura la discusión"

Politóloga argentina residente en México, Calveiro propone un análisis crítico de aquellos años y señala líneas de continuidad en formas actuales de violencia estatal

 
Foto: Marcelo Gómez

sólo bajo regímenes autoritarios. Naturalizadas y legitimadas por los Estados nacionales, las formas extremas de castigo, penalización y aislamiento están a la orden del día y suceden hoy, tanto en los regímenes democráticos de los países centrales como en las democracias "alternativas" y "participativas" de Sudamérica. Y la Argentina no está exceptuada de estas formas de violencia estatal, plasmadas en torturas y abusos carcelarios, por ejemplo, como reflejaron informes recientes del CELS y la Comisión Provincial de la Memoria, y que son "deudas de esta democracia".
Así lo sostiene la politóloga argentina Pilar Calveiro, en ocasión de su último viaje a la Argentina, en el que presentó su último libro Violencias de Estado , un ensayo que aborda la violencia -y la consiguiente violación de los derechos humanos- desplegada en dos grandes combates definidos como guerras: la guerra contra el crimen y la guerra antiterrorista.
Ex militante montonera, detenida en diversos centros clandestinos de la dictatura y radicada en México desde 1979, Calveiro ha trabajado largamente sobre la memoria, la represión de Estado y la militancia revolucionaria de los años setenta a través de dos textos fundamentales: Poder y desaparición Política y/o violencia , publicados en 2004 y 2007, respectivamente. "En lugar de seguir reflexionando en torno de los setenta trato de ver cuáles son los fenómenos que hoy se vinculan con aquellas prácticas de lo represivo y cuáles son las violaciones a los derechos que se producen hoy", agrega, al tiempo que pone distancia de la visión épica de los años setenta: "La visión heroica de los años setenta es contraproducente porque obtura la discusión", enfatiza en entrevista con Enfoques.
Entusiasmada con los procesos democráticos por los que transitan los distintos países de América latina, Calveiro rescata las políticas de resistencia frente a un orden global "que se basa en abrir de manera indiscriminada los países, las regiones, penetrarlos y vaciarlos".
¿Qué es hacer memoria hoy?
-Toda la práctica de memoria que se ha hecho en la Argentina me parece fundamental. La Argentina es uno de los países que han hecho esto de manera muy completa. Los juicios y la idea de establecer cuáles son las responsabilidades sociales por los delitos de lesa humanidad cometidos y sancionarlos han sido fundamentales porque permiten pasar a otra cosa. Entonces, como alguien que trabajó alrededor de eso, para mí la forma más cabal de hacer memoria hoy sí tiene que ver con mirar el pasado desde las necesidades del presente, pero, sobre todo, con mirar el presente a partir de las experiencias del pasado. Mi preocupación ahora es ver y analizar cuáles son las continuidades y las rupturas que ocurrieron a posteriori respecto de aquellas temáticas vinculadas con la violencia estatal, y marcar cuáles son las violaciones actuales de los derechos, porque ellos son los que requieren una denuncia y una acción.
Y en esa línea de continuidad usted hace referencia a la violencia estatal, los abusos y la intensidad de las formas de penalización y castigo.
-Sí, primero trabajé sobre la guerra antiterrorista, y después, la lucha contra el crimen, y encontré elementos en común, como la radicalidad de esta violencia directa y explícita sobre los cuerpos. Son violencias que no se ven y ahí hay elementos en común con los setenta cuando la gente decía que no pasaba lo que pasaba. Esa brutal violencia de Estado queda difuminada y es como si no se pudiera ver en el momento en el que se ejerce.
¿La pobreza, la exclusión y la inequidad no son también una forma extendida y naturalizada de violencia de Estado?
-Efectivamente, ellas son una forma de la violencia de Estado. Pero el hecho de que trabaje sobre las formas de lo represivo es intencional. A partir de lo que se llamaron "los tránsitos a la democracia" existe una especie de acuerdo implícito en que parecería ser que las dictaduras han quedado atrás y que las formas de la violencia del Estado ahora son estructurales e indirectas y que las otras quedaron atrás porque son parte de los modelos autoritarios. Lo que yo me propongo mostrar es, justamente, que esto no es cierto y que las violencias clásicas, que tienen que ver con los encierros más brutales y la desaparición forzada, no son algo que terminó con las democracias actuales, sino que sigue presente. Es importante visibilizar esto porque justamente la proliferación de un discurso democrático disimula y obtura buena parte de la discusión sobre la violencia directa, represiva y explícita sobre los cuerpos en formas muy radicales. Todos los Estados de las actuales democracias han incrementado las modalidades represivas: los porcentajes de presos en relación con la población total se han incrementado de manera alarmante en las últimas décadas, no sólo en los países centrales, también en los periféricos, y en América latina.
Una serie de sucesos recientes han puesto a las cárceles bajo la lupa. ¿Qué nos dice el sistema penitenciario de un país?
-Los sistemas penitenciarios son parte de la anatomía política de un país, y en los gobiernos de democracias más abiertas en América latina este asunto no ha tenido un tratamiento radicalmente diferente al de otras democracias. El incremento de la población en situación de encierro, el incremento de las penas y la disminución de la edad penal, todo esto está ocurriendo. Cada año la Comisión Provincial por la Memoria presenta un informe en el que hace referencia a la situación de las cárceles en la provincia de Buenos Aires y demuestra los abusos que ocurren también dentro de las prisiones de estas democracias llamadas amplias y participativas que existen en buena parte del continente. Y hay otras cuestiones que también son importantes. Por ejemplo, el énfasis en la privatización de las cárceles. Esto es fundamental porque en la medida en la que se privatizan se convierten en un negocio muy rentable y hay intereses en que se encierre cada vez más gente. Aunque hay diferencias entre los distintos países, hay elementos que se reiteran: el incremento de la población penitenciaria, la existencia de leyes antiterroristas que habilitan una legislación de excepción y la tendencia a combinar encierros de seguridad media con encierros de aislamiento.
Usted describe a las democracias actuales de los países centrales como democracias procedimentales, fuertemente excluyentes y con altos componentes de violencia. ¿Esto no aplica al caso argentino?
-Es muy interesante lo que está pasando en las democracias de América del Sur. Si uno analiza estas democracias alternativas de una manera aislada, puede pensarlas como relativamente decepcionantes, porque las transformaciones que realizan en principio resultan menores: transforman la distribución del ingreso, pero no lo hacen de una manera radical; mejoran las condiciones de vida, pero no rompen con una sociedad que es de exclusión; están incorporadas a un mercado global porque no podría ser de otra manera, y por lo tanto implican concesiones y acuerdos con los grandes sectores corporativos. Entonces, si uno lo analiza de manera aislada, se podría pensar a estas democracias como una especie de fraude.
Son las críticas "por izquierda".
-Exacto, pero yo creo que esto es producto de no colocar estos procesos en el contexto global. En la medida en que uno no coloca esto en el contexto global y analiza sus logros en función de cuál es la orientación que no sólo está propiciando, sino casi imponiendo este orden global, es difícil ver la importancia de estas alternativas. Y la importancia de estos modelos alternativos es que, justamente, erosionan, dificultan y postergan estas medidas y, en ese sentido, van a contracorriente y resisten a esta polarización mundial que se está dando. Si uno lo mira desde esa perspectiva, se valoriza mucho más. Esto que parece menor, se torna importante porque tiene el valor de una resistencia a un modelo que se basa en abrir de manera indiscriminada los países, las regiones, penetrarlos y vaciarlos. Por otro lado, esto tiene que ver también con otra discusión importante en las izquierdas y que tiene que ver con qué tan importante es la lucha política y la lucha partidaria dentro del sistema político formal.
¿En qué sentido?
-En el hecho de que en las izquierdas se dice que los partidos políticos son parte del sistema y que están totalmente corrompidos. Yo creo que eso es un error y que justamente lo que muestran estos gobiernos de América del Sur es la importancia que tiene contar con políticas alternativas de gobiernos que no ceden de manera abierta a las presiones del orden global. Aunque también lo son, por supuesto, los movimientos sociales, los movimientos de indignados y todas las formas de organización, desechar la alternativa de la política formal es una salida falsa. Las políticas gubernamentales son importantes, y también lo son los partidos políticos y el papel que juegan desde los sistemas políticos.
Usted hizo referencias a las democracias de América del Sur. Aunque con grandes diferencias en cuanto a origen, orientación y trayectoria, la mayoría de los líderes regionales actuales o recientes, como Bachelet, Lula o Mujica, tienen una prehistoria de militancia. ¿Qué lectura hace?
-Los casos son muy distintos. Una cosa es hablar de Bachelet, otra de Mujica y otra de los Kirchner. Pero creo que hay un elemento común y es que iniciaron su militancia en un contexto completamente diferente y que era el mundo bipolar, en el que la apuesta era por la alternativa socialista. Ese proyecto, que fue compartido por las izquierdas, fue derrotado. De alguna manera, estas personas y estos grupos políticos de los que forman parte fueron capaces de modificar lo que era la perspectiva política y la mirada política de los años setenta, hacer una adecuación a un momento político diferente, y hacer otras apuestas que no tienen que ver con el socialismo, sino con una democracia que intenta ser, con todas las diferencias que existen entre ellos, una democracia participativa y no sólo formal. Creo que esta nueva apuesta es como una "actualización" y un reconocimiento de la derrota de un proyecto político por el que se había apostado previamente.
Sin embargo, en el caso argentino, hay una permanente evocación a los años setenta y una idealización de esa época y de "esa generación".
-La heroización de los setenta es contraproducente y obtura la discusión porque no permite hacer el análisis crítico de esa época, y pensar en la responsabilidad que les cupo a los distintos actores políticos. Yo no creo en la política como forma de exclusión de la violencia. Creo más bien que en la política siempre hay un núcleo violento y lo que hay que ver es qué lugar ocupa este núcleo violento, cuáles son las formas de la violencia, y cómo operan en relación con el poder instituido y con las resistencias a este poder. Entonces, el análisis de aquella experiencia puede ayudar a pensar hoy esta relación nodal entre política y violencia. Y si uno glorifica o heroiza los setenta, no puede hacer esto. En el contexto de democracias participativas esto requiere una formulación. No puede pasarse al desconocimiento de esta relación entre política y violencia como si esto hubiera desaparecido y como si en las democracias no existiera esta relación.
Se ha repuesto la palabra "militante". ¿Qué significa para usted hoy la palabra "militancia"?
-La militancia es una apuesta de vida por un proyecto político. Los proyectos políticos de hoy son diferentes de los que existían en los setenta y la militancia tiene otras características. Me parece que hay una parte importante de la sociedad, y en particular gente joven, que vuelve a hacer una apuesta política y en ese sentido vuelve a pensar a la política como parte de su apuesta de vida. Ahora bien, las características de la militancia cambian si uno está cobijado por el gobierno, si uno está en la oposición o si uno está en la clandestinidad. Son circunstancias muy distintas de la militancia que exigen también compromisos diferentes.

MANO A MANO

Diálogo con el pasado y el presente
Pasaron siete años desde la primera vez que entrevisté a Pilar Calveiro. Ella volvía a la Argentina para presentar Política y/o violencia y un auditorio colmado esperaba la palabra de esta militante secuestrada en 1977, detenida en diferentes centros clandestinos, cuyo destino final de aquel infierno había sido la ESMA.
A partir de 1979 México fue para Calveiro tierra de exilio y hogar, espacio de reconstrucción personal, y la posibilidad de una carrera académica. Esa fértil relación entre experiencia personal y saber teórico le permitió tramitar cuestiones personales y comprender mejor las razones de la derrota de aquel proyecto político.
Alejado de la visión heroica y nostálgica, ese texto autocrítico podía leerse, junto con su libro anterior, Poder y desaparición, como un díptico imprescindible para entender aquellos años sangrientos y dolorosos.
Aunque sus actuales búsquedas muestran líneas de continuidad con sus trabajos anteriores, se advierte que Calveiro ha ajustado cuentas con el pasado y ha dicho, a través de esos dos textos, todo lo que necesitaba decir sobre los años 70. Y lo hizo con todos los matices y claroscuros que exige un análisis honesto, sin estridencias ni artificios, y que elude por igual la autorreferencia permanente y la victimización personal..

jueves, 6 de septiembre de 2012

Una triste road movie a tres voces

Por Silvia Hopenhayn  | Para LA NACION


Qué pasa cuando tres personajes se ponen a hablar solos en una novela? ¿Es un testimonio de lo que les ocurre, un pedido de auxilio, o una forma de que las palabras los acompañen? ¿Y si además a esos tres personajes, solitarios en su voz, los unen el amor, la enfermedad y la literatura? En ese caso el resultado es una bella y trágica novela, al tiempo que gozosa en su afán de rescatar la memoria del deseo. Se trata de Hablar solos, la nueva ficción del escritor argentino Andrés Neuman, que luego de recibir el Premio Alfaguara por El viajero del siglo, ahora atisba el universo de lo íntimo en esta delicada entrega. Los personajes en cuestión son Elena, esposa, madre, lectora y amante; Lito, niño de diez años, ávido de juego y de padre, y Mario, esposo, padre y futuro difunto. El modo de hablar de cada uno de ellos nos indica algo del destino que los espera, promoviendo su desenlace.
Al hablar solos, los personajes existen en un tiempo suspendido que les permite andar por fuera de los códigos establecidos, sin relojes ni recatos, aunque los marca la inminencia de la muerte.
La historia parece simple: un padre diagnosticado de enfermedad terminal quiere viajar en camión con su hijo y así trazar la ruta del recuerdo; Elena acepta el último desafío de su marido y los espera en la casa, también zambulléndose en una oscura travesía. Es un triángulo de amor y de muerte. Los personajes se deslizan cada cual por su lado hablando del asunto, para usar el hermoso título de una novela de Julian Barnes.
Ésa es la apuesta y la propuesta de Neuman: el desplazamiento a través de la palabra y, en ese movimiento, la posibilidad de hallar el estilo. Como decía Barthes, "el estilo es lo que separa la carne del mundo". Y en esta historia se trata de la carne, o del cuerpo, y de los recuerdos, o el lenguaje. Lito, el niño, se las arregla sin demasiadas comas. Quiere jugar y avanzar, como si fuera una road movie paternal. El padre jadea en las frases, sabe que le queda poco tiempo y con eso infringe la gramática. Mientras que Elena es una intelectual aterrada. Se refugia en las citas. Tanto sexuales como literarias. Lo que importa es acudir a ellas. El sexo, en ese sentido, es la promesa del presente. Ya no una "pequeña muerte", sino la posibilidad de olvidar la muerte mediante una feroz entrega. Ella también viaja, pero quieta. Se desplaza leyendo. Más que una enseñanza, lo que Elena extrae de sus lecturas es una coincidencia. No necesariamente feliz, pero tranquilizadora. Los libros le hablan. Son varias las páginas que visita: El mar, de John Banville; La novela luminosa, de Mario Levrero; Estar enfermo, de Virginia Woolf; El periodista deportivo, de Richard Ford; Los enamoramientos, de Javier Marías, y Yo era una mujer casada, de César Aira, entre otras dieciséis más. Andrés Neuman aclara en una nota del autor: "Las traducciones al español de los libros citados en esta novela son improvisaciones del autor. Si la escritura nos permite hablar solos, leer y traducir se parecen a conversar".
Sin duda es una novela sobre la soledad de las voces, pero también sobre la compañía del recuerdo. Vale una confesión de Elena, muerto ya su marido: "Hasta olvidarte me recuerda a ti". La tristeza puede ser un hallazgo literario.

lunes, 3 de septiembre de 2012

El FBI, una historia de operaciones secretas

En Enemigos (Debate), Tim Weiner, periodista de The New York Times, indaga en el polémico historial de la agencia norteamericana. Aquí, un fragmento



Obama había alcanzado la madurez como adalid de las libertades civiles y el derecho constitucional. Una vez en el Despacho Oval, adoptó una línea más dura de la que había proclamado en público, y sus decisiones sobre antiterrorismo a veces asombraban a sus partidarios. Decidió dar caza y liquidar a Al-Qaeda en Afganistán y Pakistán. Asimismo, Estados Unidos extendió su lucha a miles de personas adheridas al credo de la jihad. Guiado por el imperativo de prevenir un nuevo ataque, Obama había ido más allá que sus predecesores a la hora de solucionar los rompecabezas del antiterrorismo. Era el primer presidente desde el final de la Guerra Fría que coordinaba los poderes militares y de inteligencia de Estados Unidos formando unas fuerzas letales guiadas por reglas claras y precisas.
Bajo la administración de Obama, la CIA y el Pentágono eliminaron a cientos de presuntos terroristas, y a veces también a civiles, con una incesante lluvia de cohetes disparados por aviones no tripulados sobre Afganistán y Pakistán. Mientras los comandos estadounidenses mataban a Osama ben Laden y a otros líderes de Al-Qaeda, el Departamento de Estado utilizaba su capacidad de presión diplomática para obtener la cooperación de muchos de los países islámicos, ayudado en ello por las revueltas de la primavera árabe, desencadenada por diversas rebeliones contra dictadores en favor de la democracia. Para mantener la ley y el orden en la guerra contra el terrorismo, Obama dio al FBI el control sobre los presos más duros de Al-Qaeda, los denominados "detenidos de alto valor", confiando a Robert Mueller y a sus agentes la tarea de detener e interrogar a los terroristas sin violar las leyes y libertades estadounidenses.
Ahora el FBI formaba parte de una creciente red global de sistemas de seguridad nacional interrelacionados, conectados a su vez a una red de información secreta compartida entre policías y espías de todo Estados Unidos y del resto del mundo. La Oficina atrapaba a más sospechosos con un mayor número de operaciones, que además eran más sofisticadas. A veces operaba en los límites de la ley, y posiblemente los excedía, a la hora de vigilar a miles de estadounidenses que se oponían al gobierno con palabras y pensamientos, no con obras o complots. Pero también utilizaba un magnífico trabajo de inteligencia en casos como, por ejemplo, la detención de Nayibullah Zazi, un inmigrante afgano aliado con Al-Qaeda que fue llevado ante un tribunal federal de Nueva York, donde se declaró culpable de conspirar para poner una bomba en el metro al acercarse el décimo aniversario del 11-S. En octubre de 2011, otro terrorista inspirado en Al-Qaeda, Umar Farouk Abdulmutallab, se declaró culpable de intentar destruir un avión de la compañía Delta con 278 pasajeros a bordo sobre Detroit el día de Nochebuena. Llevaba los explosivos escondidos en su ropa interior.
En el frente interno, los estadounidenses se habían habituado al ojo vigilante de las cámaras de circuito cerrado, las manos enguantadas de los agentes de seguridad en los aeropuertos, y a ver a un montón de policías y soldados de la Guardia Nacional en uniforme de combate. Muchos estaban dispuestos a renunciar a libertades de buen grado a cambio de la promesa de seguridad. No podían llegar a amar al Gran Hermano, pero sabían que ahora formaba parte de la familia. Hubo, sin embargo, un signo de que el imperio de la ley constitucional podía regir el antiterrorismo en los años venideros. El 7 de noviembre de 2011 surgió una nueva serie de directrices para las investigaciones de inteligencia del FBI. Llegaban tras una década de lucha en torno a cómo utilizar los inmensos poderes otorgados a la Oficina en la guerra contra el terrorismo, y después de tres años tratando de reparar el daño causado durante la administración de Bush en nombre de la seguridad nacional.

Una historia de novela

Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION



Una ignota profesora de provincias que atravesaba la crisis de la mediana edad, que no frecuentaba los cenáculos literarios y que jamás había fantaseado con ser una escritora, alumbró de pronto una novela que publicó un sello editorial con muchas dudas y con una tirada más bien discreta. La novela se llamó El tiempo entre costuras y el mercado de los libros tembló como una hoja: vendió dos millones de ejemplares, fue publicado en 27 países, convirtió a su autora en una celebridad y obligó a Mario Vargas Llosa -uno de los ensayistas literarios más lúcidos- a decir en público lo que pensaba en privado: "Es una novela maravillosa, con intriga, amor, misterio y ternura".
Un éxito literario siempre produce sospechas. Muchos escritores vanguardistas y herméticos creen que al gran público se lo gana con facilismos. Y que es sencillo, por lo tanto, crear un artefacto narrativo que produzca insomnio y adicción. De este modo, cualquier talentoso puede descender a esa prosaica aventura. Si esto fuera cierto, las listas de best sellers estarían llenas de seudónimos y los escritores "de la alta cultura" serían millonarios y no necesitarían becas ni talleres ni rebusques para sobrevivir y practicar su arte excelso. La verdad es que escribir con nobleza un libro popular es tan difícil como escribir con magia una obra compleja e innovadora. El ejemplo de María Dueñas también destruye la autoestima de los grandes editores, siempre dispuestos a creerse su propio mito. Es decir, a pensar que con la mercadotecnia se pueden "fabricar" novelistas de éxito. Afortunadamente, de vez en cuando aparece un guionista desconocido, un carpintero o una docente sin oficio ni pretensiones, y nos deja a todos con la boca abierta.
María vive, lee, escribe e imparte clases en Cartagena, la ciudad junto al Mediterráneo donde nació Arturo Pérez-Reverte. Ella tiene siete hermanos, un marido que es catedrático de latín y dos hijos adolescentes. El vendaval del éxito planetario no la ha movido de su cálida y luminosa casa con terraza, donde hay relojes y jaulas y orquídeas. Pero la obligó a frecuentes viajes por países remotos y ferias internacionales, donde su costurera Sira Quiroga ya es muy famosa. Esa joven modista de ficción se recorta sobre un paisaje histórico: seducida en Madrid y abandonada en Tánger, al final la Guerra Civil Española y en medio de la gran contienda de Europa, se traslada a la capital del Protectorado Español en Marruecos y trata de salir adelante poniendo un taller de hilos, agujas y telas donde personajes de carne y hueso y de enorme poder real hablan cosas inconvenientes. El tiempo entre costuras es una historia sobre el desamor y también sobre el espionaje, en un territorio que la familia Dueñas conoce muy bien: los abuelos y la madre de María vivieron en Marruecos durante aquellos años de pólvora y pánico.
Lectora de Coetzee, de Borges y de Bryce Echenique, Dueñas sin embargo no se había movido nunca de la vida académica: es licenciada en Filología Moderna, Master of Arts in Romance and Classical Language por la Universidad de Michigan y Doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Murcia. De su experiencia en los campus había extraído el comienzo de una trama, que quedó postergada para dar lugar al derrotero de la costurerita que dio el buen paso. Pero ese embrión literario permaneció vivo en su corteza cerebral y fue retomado luego para una segunda novela. Que después de tantas ediciones y tantos elogios es siempre para un escritor un desafío abismal. ¿Podré hacerlo de nuevo o habrá sido una casualidad del momento? ¿Podré? Después de caerse de la bicicleta lo mejor es subirse de nuevo y seguir pedaleando para que los miedos no se cristalicen. De esas curiosidades, anhelos y temores nace Misión olvido, que tendrá estos días un lanzamiento mundial y recalará en nuestras librerías.
Nuevamente, la protagonista es una mujer abandonada por un hombre. En este caso una profesora moderna: su marido la deja por una amante joven que ha quedado embarazada. Huyendo de ese dolor, sintiendo que su mundo seguro e invulnerable voló en mil pedazos, la lingüista se instala en California, procesa su soledad y trata de olvidar mientras intenta rescatar del olvido la intrigante historia de un colega español que ha muerto. La segunda invención de María Dueñas juega con las idas y venidas del amor y de la historia, entre España y Estados Unidos, entre el presente y el pasado. "Visité hace unos años las misiones franciscanas de California -me cuenta desde Cartagena -. Y ese tema se quedó conmigo. Una mañana, después de llevar los niños al colegio, me detuve a tomar un café y hojeando un periódico caí en la cuenta de que en esta ciudad se había instalado una base de la marina norteamericana en los años 50. Fue como un fogonazo. Ya tenía mis personajes errantes: franciscanos y exiliados de la guerra viajando a Estados Unidos, y profesores y marinos norteamericanos que llegaban a España. Todas las piezas del puzzle comenzaron a ocupar su lugar."
Hay dos clases de novelistas. Unos como Pérez-Reverte, que se documentan y dibujan una cartografía completa de la novela antes de empezar. Y otros como Javier Marías, que improvisan página a página. María Dueñas pertenece a la primera tradición. Se documentó y trazó una hoja de ruta, planificó como una académica organizada y recién entonces se sentó a escribir. Pero, claro está, los personajes crecieron y fueron requiriéndole cambios sobre la marcha. Pasa eso cuando las criaturas de ficción son tridimensionales y cobran vida propia y carnalidad. Perfeccionista como es, la profesora de filología avanzó de manera cartesiana, pero tuvo sanos desvíos irracionales. Al terminar, entregó el original y comenzó a corregirlo, y a pedirle a la editorial que considerara una enmienda y otra, y otra más. Hasta que su editora le dijo que ya basta, que la novela estaba muy bien y que la había mandado a imprenta. Le cabe a María el viejo axioma de Alfonso Reyes: "Publicamos para dejar de corregir".
María es una rara avis, una escritora tardía, y se siente una advenediza en el mundo literario. Ya acusa, por supuesto, los dardos de los lectores aviesos, no los legítimamente críticos sino esos múltiples escritores frustrados que no pueden manejar la envidia. "Yo estaba encantada con publicar la primera novela en una tirada muy modesta -me dice ella, ajena a cualquier vanidad-. Todo lo que vino después fue un regalo, una sorpresa total, te lo aseguro." Se nota que todavía no ha logrado salir de la centrifugadora del éxito y que intenta que la fama, esa gran traidora, no arrase con su vida común y corriente. Todo lo que Dueñas quería era hacer algo nuevo, darle una segunda oportunidad a su vida. Nadie, y mucho menos ella misma, imaginó alguna vez que el destino le deparaba esta historia de novela..