lunes, 3 de septiembre de 2012

Una historia de novela

Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION



Una ignota profesora de provincias que atravesaba la crisis de la mediana edad, que no frecuentaba los cenáculos literarios y que jamás había fantaseado con ser una escritora, alumbró de pronto una novela que publicó un sello editorial con muchas dudas y con una tirada más bien discreta. La novela se llamó El tiempo entre costuras y el mercado de los libros tembló como una hoja: vendió dos millones de ejemplares, fue publicado en 27 países, convirtió a su autora en una celebridad y obligó a Mario Vargas Llosa -uno de los ensayistas literarios más lúcidos- a decir en público lo que pensaba en privado: "Es una novela maravillosa, con intriga, amor, misterio y ternura".
Un éxito literario siempre produce sospechas. Muchos escritores vanguardistas y herméticos creen que al gran público se lo gana con facilismos. Y que es sencillo, por lo tanto, crear un artefacto narrativo que produzca insomnio y adicción. De este modo, cualquier talentoso puede descender a esa prosaica aventura. Si esto fuera cierto, las listas de best sellers estarían llenas de seudónimos y los escritores "de la alta cultura" serían millonarios y no necesitarían becas ni talleres ni rebusques para sobrevivir y practicar su arte excelso. La verdad es que escribir con nobleza un libro popular es tan difícil como escribir con magia una obra compleja e innovadora. El ejemplo de María Dueñas también destruye la autoestima de los grandes editores, siempre dispuestos a creerse su propio mito. Es decir, a pensar que con la mercadotecnia se pueden "fabricar" novelistas de éxito. Afortunadamente, de vez en cuando aparece un guionista desconocido, un carpintero o una docente sin oficio ni pretensiones, y nos deja a todos con la boca abierta.
María vive, lee, escribe e imparte clases en Cartagena, la ciudad junto al Mediterráneo donde nació Arturo Pérez-Reverte. Ella tiene siete hermanos, un marido que es catedrático de latín y dos hijos adolescentes. El vendaval del éxito planetario no la ha movido de su cálida y luminosa casa con terraza, donde hay relojes y jaulas y orquídeas. Pero la obligó a frecuentes viajes por países remotos y ferias internacionales, donde su costurera Sira Quiroga ya es muy famosa. Esa joven modista de ficción se recorta sobre un paisaje histórico: seducida en Madrid y abandonada en Tánger, al final la Guerra Civil Española y en medio de la gran contienda de Europa, se traslada a la capital del Protectorado Español en Marruecos y trata de salir adelante poniendo un taller de hilos, agujas y telas donde personajes de carne y hueso y de enorme poder real hablan cosas inconvenientes. El tiempo entre costuras es una historia sobre el desamor y también sobre el espionaje, en un territorio que la familia Dueñas conoce muy bien: los abuelos y la madre de María vivieron en Marruecos durante aquellos años de pólvora y pánico.
Lectora de Coetzee, de Borges y de Bryce Echenique, Dueñas sin embargo no se había movido nunca de la vida académica: es licenciada en Filología Moderna, Master of Arts in Romance and Classical Language por la Universidad de Michigan y Doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Murcia. De su experiencia en los campus había extraído el comienzo de una trama, que quedó postergada para dar lugar al derrotero de la costurerita que dio el buen paso. Pero ese embrión literario permaneció vivo en su corteza cerebral y fue retomado luego para una segunda novela. Que después de tantas ediciones y tantos elogios es siempre para un escritor un desafío abismal. ¿Podré hacerlo de nuevo o habrá sido una casualidad del momento? ¿Podré? Después de caerse de la bicicleta lo mejor es subirse de nuevo y seguir pedaleando para que los miedos no se cristalicen. De esas curiosidades, anhelos y temores nace Misión olvido, que tendrá estos días un lanzamiento mundial y recalará en nuestras librerías.
Nuevamente, la protagonista es una mujer abandonada por un hombre. En este caso una profesora moderna: su marido la deja por una amante joven que ha quedado embarazada. Huyendo de ese dolor, sintiendo que su mundo seguro e invulnerable voló en mil pedazos, la lingüista se instala en California, procesa su soledad y trata de olvidar mientras intenta rescatar del olvido la intrigante historia de un colega español que ha muerto. La segunda invención de María Dueñas juega con las idas y venidas del amor y de la historia, entre España y Estados Unidos, entre el presente y el pasado. "Visité hace unos años las misiones franciscanas de California -me cuenta desde Cartagena -. Y ese tema se quedó conmigo. Una mañana, después de llevar los niños al colegio, me detuve a tomar un café y hojeando un periódico caí en la cuenta de que en esta ciudad se había instalado una base de la marina norteamericana en los años 50. Fue como un fogonazo. Ya tenía mis personajes errantes: franciscanos y exiliados de la guerra viajando a Estados Unidos, y profesores y marinos norteamericanos que llegaban a España. Todas las piezas del puzzle comenzaron a ocupar su lugar."
Hay dos clases de novelistas. Unos como Pérez-Reverte, que se documentan y dibujan una cartografía completa de la novela antes de empezar. Y otros como Javier Marías, que improvisan página a página. María Dueñas pertenece a la primera tradición. Se documentó y trazó una hoja de ruta, planificó como una académica organizada y recién entonces se sentó a escribir. Pero, claro está, los personajes crecieron y fueron requiriéndole cambios sobre la marcha. Pasa eso cuando las criaturas de ficción son tridimensionales y cobran vida propia y carnalidad. Perfeccionista como es, la profesora de filología avanzó de manera cartesiana, pero tuvo sanos desvíos irracionales. Al terminar, entregó el original y comenzó a corregirlo, y a pedirle a la editorial que considerara una enmienda y otra, y otra más. Hasta que su editora le dijo que ya basta, que la novela estaba muy bien y que la había mandado a imprenta. Le cabe a María el viejo axioma de Alfonso Reyes: "Publicamos para dejar de corregir".
María es una rara avis, una escritora tardía, y se siente una advenediza en el mundo literario. Ya acusa, por supuesto, los dardos de los lectores aviesos, no los legítimamente críticos sino esos múltiples escritores frustrados que no pueden manejar la envidia. "Yo estaba encantada con publicar la primera novela en una tirada muy modesta -me dice ella, ajena a cualquier vanidad-. Todo lo que vino después fue un regalo, una sorpresa total, te lo aseguro." Se nota que todavía no ha logrado salir de la centrifugadora del éxito y que intenta que la fama, esa gran traidora, no arrase con su vida común y corriente. Todo lo que Dueñas quería era hacer algo nuevo, darle una segunda oportunidad a su vida. Nadie, y mucho menos ella misma, imaginó alguna vez que el destino le deparaba esta historia de novela..

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