Hermanos hombres, dejadme que os cuente cómo ocurrió. No somos hermanos tuyos, replicaréis, y nos importa un bledo. Y es muy cierto que se trata de una tenebrosa historia, aunque también edificante, un auténtico cuento moral, os lo aseguro. Existe el riesgo de que resulte un tanto largo, porque, bien pensado, sucedieron muchas cosas, pero a lo mejor no tenéis mucha prisa; con un poco de suerte, no andáis mal de tiempo. Y además no es algo ajeno a vosotros. No creáis que estoy intentando convenceros de nada; bien pensado, allá vosotros con lustras opiniones. Si he resuelto escribir, después de tantos años, es para poner las cosas en su sitio, y no para vosotros. Nos pasamos tiempo y tiempo en este mundo arrastrándonos como orugas, a la espera de la mariposa espléndida y diáfana que llevamos dentro. Y, luego, el tiempo pasa, la ninfosis no llega, seguimos siendo larvas: comprobación desalentadora; ¿cómo manejarla? Por supuesto que siempre queda la opción del suicidio.
[ ] Con frecuencia han comentado los filósofos políticos que, en tiempos de guerra, el ciudadano, el ciudadano varón al menos, pierde uno de sus derechos más elementales, el de vivir, y eso desde los tiempos de la Revolución Francesa y la invención del reclutamiento, que es ahora un principio universalmente admitido o casi. Pero pocas veces han dejado constancia de que ese ciudadano pierde al mismo tiempo otro derecho, no menos elemental y más vital quizá incluso para él en lo tocante a la idea que se hace de sí mismo en tanto y en cuanto hombre civilizado: el derecho a no matar. Nadie nos pide opinión. El hombre que está a pie firme junto a la fosa común no ha pedido, en la mayor parte de los casos, estar en ese sitio, de la misma forma que tampoco lo ha pedido el que se halla tendido, muerto o moribundo, dentro de esa misma fosa. Me diréis que matar a otro militar en combate no es lo mismo que matar a un civil desarmado; las leyes de la guerra permiten aquello, pero no esto; y otro tanto sucede con la ética al uso. Un buen argumento en términos abstractos, desde luego, pero que no tiene en cuenta en absoluto las condiciones del conflicto en cuestión. La distinción totalmente arbitraria que se crea, acabada la guerra entre, por una parte "las operaciones militares", equiparables a las de cualquier otro conflicto, y, por otra, "las atrocidades" al frente de las cuales se halla una minoría de sádicos y de trastornados, es, como espero demostrar, una ilusión que consuela a los vencedores, si los vencedores son occidentales, debería especificar, pues los soviéticos, pese a la retórica que se gastan, siempre entendieron de qué iba la cosa: a Stalin, después de mayo de 1945 y tras los primeros aspavientos para la galería, le importaba un bledo una ilusoria "justicia"; quería cosas firmes y concretas, esclavos y materiales para volver a levantar y a construir, nada de remordimientos ni de lamentaciones, pues sabía tan bien como nosotros que los muertos no se enteran de los llantos y que los remordimientos nunca le han puesto alubias al potaje. No defiendo la Befehlnotstand , el sometimiento a las órdenes que tanto gusta a nuestros buenos abogados alemanes. Lo que hice, lo hice con pleno conocimiento de causa, convencido de que era mi deber y de que era necesario hacerlo, por desagradable y triste que fuera. También consiste en eso la guerra total: lo civil ya no existe, y entre el niño judío que muere en la cámara de gas o fusilado y el niño alemán a quien matan las bombas incendiarias no hay sino una diferencia de medios: esas dos muertes eran inútiles por igual, ninguna de las dos abrevió la guerra ni un segundo, pero en ambos casos el hombre o los hombres que los mataron creían que era justo y necesario; si se equivocaron ¿a quién hay que condenar? Esto que digo sigue siendo cierto incluso si se hace una distinción artificial entre la guerra y lo que el abogado judío Lempkin bautizó con el nombre de genocidio, e indico que, al menos en nuestro siglo, nunca ha habido aún un genocidio sin guerra y que, al igual que la guerra, se trata de un fenómeno colectivo: el genocidio moderno es un proceso que las masas hacen padecer a las masas y por las masas. Es también, en el caso que nos ocupa, un proceso segmentado por las exigencias de los procedimientos industriales. De la misma forma que, según Marx, el obrero está alienado en lo referido al producto de su trabajo, en el genocidio o en la guerra total en su forma moderna, el ejecutante está alienado respecto al producto de su acción. Esto es válido incluso para el caso de un hombre que apoye el fusil en la cabeza de otro hombre y apriete el gatillo. Pues a la víctima la trajeron otros hombres y su muerte la decidieron otros diferentes y también el que dispara sabe que no es sino el último eslabón de una cadena larguísima y que no tiene que hacerse más preguntas que las que se hace el miembro de un pelotón que, en la vida civil, ejecuta a un hombre que las leyes han condenado como es debido. Quien dispara sabe que es el azar el que determina que dispare él, que un compañero acordone y otro más conduzca el camión.
[ ] Si habéis nacido en un país y en una época en que no sólo nadie viene a matarnos a la mujer y a los hijos sino que, además, nadie viene a pediros que matéis a la mujer y a los hijos de otro, dadle gracias a Dios e id en paz. Pero no descartéis nunca el pensamiento de que a lo mejor tuvisteis más suerte que yo, pero que no sois mejores. Pues si tenéis la arrogancia de creer que lo sois, ahí empieza el peligro. Nos gusta eso de oponer el Estado, totalitario o no, al hombre vulgar, chinche o junco. Pero nos olvidamos entonces de que el Estado se compone de hombres, más o menos vulgares todos ellos, cada cual con su vida, su historia, la serie de casualidades que hicieron que un día se encontrara del lado bueno del fusil o de la hoja de papel, mientras que otros se encontraban del lado malo. Muy pocas veces ha escogido uno ese itinerario, ni siquiera hay una predisposición a seguirlo. A las víctimas, en la inmensa mayoría de los casos, nunca las torturaron porque fuesen malos. Pensar eso sería un tanto ingenuo, y basta con tratarse con cualquier burocracia, incluso la de la Cruz Roja, para convencerse de ello. Por lo demás, Stalin hizo una demostración elocuente de esto que estoy diciendo, al convertir a cada generación de verdugos en víctimas de la generación siguiente, sin que por ello careciera nunca de verdugos. Ahora bien, la maquinaria del Estado está hecha de la misma aglomeración de arena deleznable que aquello que muele, grano a grano. Existe porque todo el mundo está de acuerdo en que exista, y lo están incluso, con gran frecuencia, y hasta el último minuto, sus víctimas. Sin los Höss, los Eichmann, los Goglidze, los Vychinski, pero también sin los guardagujas, los fabricantes de hormigón y los contables de los ministerios, un Stalin o un Hitler no son sino un odre henchido de odio y de terrores estériles. Ahora es ya un tópico decir que la inmensa mayoría de las personas que organizaron los procesos de exterminio no eran sádicos o seres anormales. Sádicos y trasnochados los hubo, por supuesto, como en todas las guerras, y cometieron atrocidades indecibles, es la verdad. Es también verdad que las SS habrían podido intensificar los esfuerzos para controlar a esa gente, aunque hizo más de lo que suele creerse; y no está claro que pudiera, que se lo pregunten a los generales franceses, que estaban bien fastidiados en Argelia con aquellos oficiales suyos, alcohólicos, violadores y asesinos. Pero no es ése el problema. Trastornados los hay en todas partes y en todas las épocas. Nuestros tranquilos barrios periféricos rebosan de pedófilos y de psicópatas; nuestros albergues nocturnos, de megalómanos rabiosos; algunos se convierten en un problema, efectivamente; matan a dos, a tres, a diez, incluso a cincuenta personas, y, a continuación, ese mismo Estado que los utilizaría, sin un parpadeo, en una guerra, los aplasta como a mosquitos atiborrados de sangre. Esos hombres enfermos no tienen importancia. Pero los hombres corrientes que forman el Estado -sobre todo en tiempos de inestabilidad-, ésos son el auténtico peligro. El auténtico peligro para el hombre soy yo, y sois vosotros. Y si no estáis convencidos, para qué seguir leyendo. No entenderéis nada y os irritaréis sin provecho ni para vosotros ni para mí.
Como la mayor parte de la gente, no pedí convertirme en asesino. Si hubiera estado en mi mano, ya lo he dicho, me habría dedicado a la literatura. A escribir, si hubiera tenido talento para ello, y, si no, a la enseñanza quizá; en cualquier caso, a vivir entre cosas hermosas y serenas, las mejores creaciones de la voluntad humana. ¿Quién elige el asesinato por voluntad propia, a menos que esté loco?
[Traducción María T. Gallego Urrutia]
sábado, 3 de noviembre de 2007
viernes, 23 de marzo de 2007
Jane Austen, la preferida
Su obra cumbre, Orgullo y prejuicio -un drama con toques de humor y romance, situado en la Inglaterra de fines del siglo XVIII-, resultó la novela más celebrada por los lectores británicos.
LONDRES (EFE).- Orgullo y prejuicio, considerada la obra maestra de Jane Austen, ha sido elegida la novela más valorada por los británicos en una encuesta divulgada ayer en Londres.
Una encuesta oficial del gobierno en el Reino Unido ha dado a conocer, a partir de un sondeo entre 2000 lectores, una lista de los cien libros más apreciados por los británicos, en la que El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, figura en segunda posición. En tercer y cuarto lugar se ubican Jane Eyre, de Charlotte Brontë, y la saga del joven mago Harry Potter, de J.K. Rowling, respectivamente.
La Biblia es el sexto favorito, justo después de Matar a un ruiseñor, de la norteamericana Harper Lee, y sólo dos puestos por encima de la trilogía juvenil La materia oscura, de Philip Pullman, considerada por ciertos grupos cristianos portadora de un mensaje antirreligioso.
Cumbres borrascosas, de Emily Brontë; 1984, de George Orwell, y Grandes esperanzas, de Charles Dickens, se sitúan también entre las diez obras literarias más valoradas. El escritor latinoamericano mejor considerado por los británicos es el colombiano Gabriel García Márquez, cuyas novelas Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera ocupan los puestos 43 y 60. La literatura de escritores españoles está representada por La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, que ocupa el puesto 56.
Fuente: Diario La Nación
Link permanente: http://www.lanacion.com.ar/887670
LONDRES (EFE).- Orgullo y prejuicio, considerada la obra maestra de Jane Austen, ha sido elegida la novela más valorada por los británicos en una encuesta divulgada ayer en Londres.
Una encuesta oficial del gobierno en el Reino Unido ha dado a conocer, a partir de un sondeo entre 2000 lectores, una lista de los cien libros más apreciados por los británicos, en la que El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, figura en segunda posición. En tercer y cuarto lugar se ubican Jane Eyre, de Charlotte Brontë, y la saga del joven mago Harry Potter, de J.K. Rowling, respectivamente.
La Biblia es el sexto favorito, justo después de Matar a un ruiseñor, de la norteamericana Harper Lee, y sólo dos puestos por encima de la trilogía juvenil La materia oscura, de Philip Pullman, considerada por ciertos grupos cristianos portadora de un mensaje antirreligioso.
Cumbres borrascosas, de Emily Brontë; 1984, de George Orwell, y Grandes esperanzas, de Charles Dickens, se sitúan también entre las diez obras literarias más valoradas. El escritor latinoamericano mejor considerado por los británicos es el colombiano Gabriel García Márquez, cuyas novelas Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera ocupan los puestos 43 y 60. La literatura de escritores españoles está representada por La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, que ocupa el puesto 56.
Fuente: Diario La Nación
Link permanente: http://www.lanacion.com.ar/887670
martes, 31 de octubre de 2006
Presentación de los libros de la Lic. Laura Gutman
Librería Santa Fe, Planeta Mamá y Alto Palermo Shopping te invitan a participar a la presentación de los libros de la Lic. Laura Gutman: Crianza, Puerperios y Maternidad.
Día: Martes 31 de octubre a las 18.00 hsLugar: Patio de comidas de Alto Palermo Shopping.Laura Gutman es psicoterapeuta familiar, especializada en la atención de madres de niños pequeños y parejas. Luego de la presentación de los libros la autora responderá preguntas de las mamás.
Te esperamos!
Libros recomendados:
Puerperios: http://www.lsf.com.ar/libros/X/987106859.htmlCrianza: http://www.lsf.com.ar/libros/6/987106895.html
Maternidad: http://www.lsf.com.ar/libros/3/987106826.html
Día: Martes 31 de octubre a las 18.00 hsLugar: Patio de comidas de Alto Palermo Shopping.Laura Gutman es psicoterapeuta familiar, especializada en la atención de madres de niños pequeños y parejas. Luego de la presentación de los libros la autora responderá preguntas de las mamás.
Te esperamos!
Libros recomendados:
Puerperios: http://www.lsf.com.ar/libros/X/987106859.htmlCrianza: http://www.lsf.com.ar/libros/6/987106895.html
Maternidad: http://www.lsf.com.ar/libros/3/987106826.html
miércoles, 30 de agosto de 2006
El nuevo libro de Isabel Allende
Entrevista de Clarín con la autora chilena, que presentó la semana pasada su novela Inés del alma mía, en el Alvear Palace de Buenos Aires.
¿Tengo cara de cansada?", preguntará hacia la mitad de la entrevista Isabel Allende y se palmeará la mejilla, como si con dos toquecitos pudiera borrar de ella los días de trabajo, las horas de vuelo, la entrevista con la presidenta chilena, Michelle Bachelet, la presentación en Santiago de Chile de su última novela, Inés del alma mía.
- Sí, tiene cara de cansada.
- Sin embargo, como siempre, atenderá hasta la última pregunta con amabilidad, opinará sobre el lugar donde hacer las fotos ?"¿no va a quedar demasiado kitsch?"? y correrá a chequear, en el visor de la cámara, la imagen con la que aparece.
Autora de éxitos como La casa de los espíritus, la nueva novela de la escritora chilena no salió casi de su imaginación sino de los libros de Historia: habla de Inés Suárez, una española que llegó sola a América y aquí conoció a Pedro de Valdivia, con quien estuvo en pareja durante diez años. Mientras ocurría, justamente, la conquista de Chile. De la que ella participó curando, alimentando y criando, pero también cortando cabezas - li-te-ral-men-te - cuando lo creyó necesario.
- ¿En qué se parece usted a Inés?
- Uno elige personajes con los que tiene afinidad. Tal vez no me parezco a Inés pero la entiendo. Me gusta una mujer que se mueve por amor.
- ¿En eso se parece?
- ¡Síííí! Yo soy capaz de dejar todo tirado porque me enamoro. Todo. Hasta los hijos.
- En la novela, Inés hace hincapié en que la guerra entre los mapuche y los blancos es para siempre. ¿Cómo lo ve ahora?
- La guerra duró 300 años; los mapuche nunca se sometieron, han vivido marginados de la sociedad chilena y ahora están en pie de guerra de nuevo. Han sido un pueblo invencible; han preferido la muerte a ser sometidos.
- ¿No ha terminado esa guerra?
- En este momento hay muchos problemas con los mapuche en Chile porque el gobierno está tratando de hacer cosas en sus tierras y ellos no quieren. Y no se integraron nunca.
- ¿La conquista no terminó?
- No terminó.
- ¿Escribir esta novela la hizo ver la conquista desde otro lado?
- Sí, siempre la había visto desde el punto de vista del indígena. Y de pronto tuve que ponerme en la piel de los conquistadores. Que eran unos bribones. Pero de un coraje... Ciento diez tipos que cruzan el desierto más árido del mundo y pelean contra diez mil indígenas y yo no sé cómo sobreviven... Me dio una cierta admiración esa epopeya. Claro, desde el punto de vista del indígena es horroroso. Fue una masacre.
- ¿Cuál es el atractivo de un personaje histórico para una novela?
- Desde la escritura, un personaje histórico viene con su escenografía. Ya tienes un tiempo y un espacio. No hay que inventarlo, está ahí, hay un material riquísimo. Es más fácil.
- Es pereza...
Se ríe Isabel Allende. No, dice que no es pereza. Pero que entrar en la Historia "es como meterse en una fábrica de chocolate, uno no sabe qué elegir".
En estos días, Allende estuvo conversando con Bachelet, a quien llamará "Michelle".
- ¿De qué hablaron?
- De lo que significa gobernar como mujer y cómo una mujer tiene que hacer el doble de esfuerzo para conseguir la mitad de reconocimiento que un hombre.
- ¿Eso le dijo ella?
- No, eso lo concluimos. Lo que dijo ella es lo difícil que es que te respeten. Michelle no es una persona autoritaria, no es una gritona, tiene una cosa muy suave, muy sonriente. En un país tan machista como Chile, tiene que probar que esto no es debilidad.
- ¿Qué fue de los sueños socialistas de la época de la Unidad Popular?
- No se han perdido, creo que el hecho de que haya fracasado el proyecto de la Unión Soviética y el comunismo no significa el triunfo del capitalismo. El capitalismo está probando cada vez más que no funciona, que hay que buscar soluciones mixtas, alternativas, una cosa diferente.
- Pero...
- Yo tengo esperanzas, yo creo que estamos tocando fondo, con Bush tocamos fondo. Todo lo que está pasando en Estados Unidos y en Irak y en Guantánamo, es una cosa horrorosa. Para justificar la tortura están cambiando el lenguaje. Ahora buscan un eufemismo para que no se llame "tortura" sino de otra manera, que no sean "prisioneros de guerra" sino otra cosa, como no pueden torturar en ciertas partes inventan prisiones secretas... Es muy grave.
- ¿Cómo se siente cuando va a Chile?
- Muy bien, porque la gente me trata con un cariño que no te puedo decir. Pero lo veo chico a Chile. Como vengo del mundo, de Europa, de Estados Unidos, de Australia, veo que Chile sigue teniendo esa condición como de isla, a pesar de que hay mucho progreso, se ve chico. Todo es pequeño, el movimiento cultural, la gente parece que se conociera, entonces hay como un sistema de rumor... Luego el clasismo chileno. Es brutal. Es como el racismo norteamericano. Y muy fuerte el peso de la Iglesia Católica. Mira: la portada de mi libro tiene una mujer con los senos desnudos. En un mall lo sacaron. No es una censura oficial; a la gente que va al mall no le gusta que sus niños vean una señora con la pechuga fuera, entonces los que administran el mall, por precaución, no lo ponen.
- En Estados Unidos directamente imprimieron otra tapa...
- Allí cada vez más hay esas inmensas cadenas de librerías, que imponen criterios. Ellos deciden qué se va a poner en la vidriera, qué libros van a vender. Y los editores los consultan.
- ¿Cuál es el próximo libro?
- Una memoria de los últimos diez años de mi familia. Yo empiezo mis libros los 8 de enero. Este año, a las 7 de la mañana llamó Carmen Ballcells, mi representante. Me dijo: "Léeme la primera línea". "Pero Carmen, son las 7 de la mañana". "Si no tienes la primera línea, escribe unas memorias", me dijo.
- ¿Y no se va a enojar la familia?
- Estoy esperando a que esté traducida para que la lean todos, hasta los que no leen castellano.
- ¿Es una autobiografía?
- No, no mi vida no es tan interesante. Yo lo que hago es trabajar como un burro para mantener a toda esa tribu.
Patricia Kolesnicov
Clarín
http://www.lsf.com.ar/libros/7/950072761.html
¿Tengo cara de cansada?", preguntará hacia la mitad de la entrevista Isabel Allende y se palmeará la mejilla, como si con dos toquecitos pudiera borrar de ella los días de trabajo, las horas de vuelo, la entrevista con la presidenta chilena, Michelle Bachelet, la presentación en Santiago de Chile de su última novela, Inés del alma mía.
- Sí, tiene cara de cansada.
- Sin embargo, como siempre, atenderá hasta la última pregunta con amabilidad, opinará sobre el lugar donde hacer las fotos ?"¿no va a quedar demasiado kitsch?"? y correrá a chequear, en el visor de la cámara, la imagen con la que aparece.
Autora de éxitos como La casa de los espíritus, la nueva novela de la escritora chilena no salió casi de su imaginación sino de los libros de Historia: habla de Inés Suárez, una española que llegó sola a América y aquí conoció a Pedro de Valdivia, con quien estuvo en pareja durante diez años. Mientras ocurría, justamente, la conquista de Chile. De la que ella participó curando, alimentando y criando, pero también cortando cabezas - li-te-ral-men-te - cuando lo creyó necesario.
- ¿En qué se parece usted a Inés?
- Uno elige personajes con los que tiene afinidad. Tal vez no me parezco a Inés pero la entiendo. Me gusta una mujer que se mueve por amor.
- ¿En eso se parece?
- ¡Síííí! Yo soy capaz de dejar todo tirado porque me enamoro. Todo. Hasta los hijos.
- En la novela, Inés hace hincapié en que la guerra entre los mapuche y los blancos es para siempre. ¿Cómo lo ve ahora?
- La guerra duró 300 años; los mapuche nunca se sometieron, han vivido marginados de la sociedad chilena y ahora están en pie de guerra de nuevo. Han sido un pueblo invencible; han preferido la muerte a ser sometidos.
- ¿No ha terminado esa guerra?
- En este momento hay muchos problemas con los mapuche en Chile porque el gobierno está tratando de hacer cosas en sus tierras y ellos no quieren. Y no se integraron nunca.
- ¿La conquista no terminó?
- No terminó.
- ¿Escribir esta novela la hizo ver la conquista desde otro lado?
- Sí, siempre la había visto desde el punto de vista del indígena. Y de pronto tuve que ponerme en la piel de los conquistadores. Que eran unos bribones. Pero de un coraje... Ciento diez tipos que cruzan el desierto más árido del mundo y pelean contra diez mil indígenas y yo no sé cómo sobreviven... Me dio una cierta admiración esa epopeya. Claro, desde el punto de vista del indígena es horroroso. Fue una masacre.
- ¿Cuál es el atractivo de un personaje histórico para una novela?
- Desde la escritura, un personaje histórico viene con su escenografía. Ya tienes un tiempo y un espacio. No hay que inventarlo, está ahí, hay un material riquísimo. Es más fácil.
- Es pereza...
Se ríe Isabel Allende. No, dice que no es pereza. Pero que entrar en la Historia "es como meterse en una fábrica de chocolate, uno no sabe qué elegir".
En estos días, Allende estuvo conversando con Bachelet, a quien llamará "Michelle".
- ¿De qué hablaron?
- De lo que significa gobernar como mujer y cómo una mujer tiene que hacer el doble de esfuerzo para conseguir la mitad de reconocimiento que un hombre.
- ¿Eso le dijo ella?
- No, eso lo concluimos. Lo que dijo ella es lo difícil que es que te respeten. Michelle no es una persona autoritaria, no es una gritona, tiene una cosa muy suave, muy sonriente. En un país tan machista como Chile, tiene que probar que esto no es debilidad.
- ¿Qué fue de los sueños socialistas de la época de la Unidad Popular?
- No se han perdido, creo que el hecho de que haya fracasado el proyecto de la Unión Soviética y el comunismo no significa el triunfo del capitalismo. El capitalismo está probando cada vez más que no funciona, que hay que buscar soluciones mixtas, alternativas, una cosa diferente.
- Pero...
- Yo tengo esperanzas, yo creo que estamos tocando fondo, con Bush tocamos fondo. Todo lo que está pasando en Estados Unidos y en Irak y en Guantánamo, es una cosa horrorosa. Para justificar la tortura están cambiando el lenguaje. Ahora buscan un eufemismo para que no se llame "tortura" sino de otra manera, que no sean "prisioneros de guerra" sino otra cosa, como no pueden torturar en ciertas partes inventan prisiones secretas... Es muy grave.
- ¿Cómo se siente cuando va a Chile?
- Muy bien, porque la gente me trata con un cariño que no te puedo decir. Pero lo veo chico a Chile. Como vengo del mundo, de Europa, de Estados Unidos, de Australia, veo que Chile sigue teniendo esa condición como de isla, a pesar de que hay mucho progreso, se ve chico. Todo es pequeño, el movimiento cultural, la gente parece que se conociera, entonces hay como un sistema de rumor... Luego el clasismo chileno. Es brutal. Es como el racismo norteamericano. Y muy fuerte el peso de la Iglesia Católica. Mira: la portada de mi libro tiene una mujer con los senos desnudos. En un mall lo sacaron. No es una censura oficial; a la gente que va al mall no le gusta que sus niños vean una señora con la pechuga fuera, entonces los que administran el mall, por precaución, no lo ponen.
- En Estados Unidos directamente imprimieron otra tapa...
- Allí cada vez más hay esas inmensas cadenas de librerías, que imponen criterios. Ellos deciden qué se va a poner en la vidriera, qué libros van a vender. Y los editores los consultan.
- ¿Cuál es el próximo libro?
- Una memoria de los últimos diez años de mi familia. Yo empiezo mis libros los 8 de enero. Este año, a las 7 de la mañana llamó Carmen Ballcells, mi representante. Me dijo: "Léeme la primera línea". "Pero Carmen, son las 7 de la mañana". "Si no tienes la primera línea, escribe unas memorias", me dijo.
- ¿Y no se va a enojar la familia?
- Estoy esperando a que esté traducida para que la lean todos, hasta los que no leen castellano.
- ¿Es una autobiografía?
- No, no mi vida no es tan interesante. Yo lo que hago es trabajar como un burro para mantener a toda esa tribu.
Patricia Kolesnicov
Clarín
http://www.lsf.com.ar/libros/7/950072761.html
martes, 29 de agosto de 2006
Sorprendentes revelaciones en la autobiografía de Günther Grass
El autor alemán confesó que fue parte de las SS -célebre fuerza de combate hitleriana-, cuando tenía 16 años.
FRANCFORT.- El escritor Günther Grass, ganador de los premios Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias, admitió haber sido en el pasado integrante de las Waffen SS hitlerianas, que fueron el brazo de combate del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Así lo declaró el prestigioso escritor alemán durante una entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
El dato consta también en el libro de memorias que saldrá el mes próximo. El escritor revisó el texto en España, durante dos meses, en compañía de su esposa, cuyo título es Beim Haeuten der Zwiebel ("Pelando la cebolla"), hortaliza que Grass también pinta en sucesivas naturalezas muertas.
Nacido en Gdansk, en 1927, Grass cuenta en la obra su infancia, su vida de soldado, su detención en un campo norteamericano para prisioneros de guerra y sus inicios como artista en la Alemania de posguerra. Pero, sin duda, el hecho de haber pertenecido a las tropas de elite del régimen de Hitler es una noticia saliente, aunque no es el tema dominante de sus memorias.
"En retrospectiva siempre lo viví como un defecto que me oprimía y sobre el que no podía hablar. Esto tenía que ser escrito alguna vez", dijo en la entrevista. Grass agregó que durante su alistamiento entre febrero y abril de 1945 nunca disparó un solo tiro.
El novelista reveló que no había tenido sentimiento de culpa cuando perteneció a las SS. "Para mí no eran algo atemorizante, sino una unidad de elite que siempre era enviada donde las cosas se ponían críticas y que sufría las mayores bajas", dijo el autor de El tambor de hojalata. Sin embargo, admitió que después ese sentimiento de culpa lo oprimió en forma de vergüenza y que ya hizo su proceso de aprendizaje.
Un secreto doloroso
El narrador, conocido por ser un militante activo del Partido Socialdemócrata alemán, sostuvo que el secreto le pesaba y que era una de las razones por las cuales escribió estas memorias. "Mi silencio durante todos esos años es una de las razones por las que escribí este libro. Tenía que darlo a conocer finalmente", precisó Grass.
Con apenas 15 años, cuenta el escritor en su autobiografía, se presentó como voluntario en la marina para servir como submarinista, pero fue rechazado por su corta edad. A los 16 años recibió, como todos los niños de su generación, la orden de alistarse pero no fue destinado al ejército, sino a las Waffen SS, entre 1944 y 1945.
Como miembro de dos operativos de patrulla, Grass llegó a estar en el frente ruso y vivió escenas cruentas de guerra. Dijo que sobrevivió por casualidad. Después de haber estado prisionero en EE.UU., el autor se convirtió en un activista por la paz. Las Waffen SS fueron una fuerza de 38 divisiones de combate con casi un millón de hombres, que fue calificada como una organización criminal durante el histórico juicio de Nuremberg, que tuvo lugar cuando la Segunda Guerra Mundial concluyó.
En relación con la revelación de Grass, su biógrafo, Michael Juergs, dijo también al mismo diario que "estaba desilusionado" y que era "el fin de una instancia moral".
Agencias DPA, Reuters y AFP
FRANCFORT.- El escritor Günther Grass, ganador de los premios Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias, admitió haber sido en el pasado integrante de las Waffen SS hitlerianas, que fueron el brazo de combate del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Así lo declaró el prestigioso escritor alemán durante una entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
El dato consta también en el libro de memorias que saldrá el mes próximo. El escritor revisó el texto en España, durante dos meses, en compañía de su esposa, cuyo título es Beim Haeuten der Zwiebel ("Pelando la cebolla"), hortaliza que Grass también pinta en sucesivas naturalezas muertas.
Nacido en Gdansk, en 1927, Grass cuenta en la obra su infancia, su vida de soldado, su detención en un campo norteamericano para prisioneros de guerra y sus inicios como artista en la Alemania de posguerra. Pero, sin duda, el hecho de haber pertenecido a las tropas de elite del régimen de Hitler es una noticia saliente, aunque no es el tema dominante de sus memorias.
"En retrospectiva siempre lo viví como un defecto que me oprimía y sobre el que no podía hablar. Esto tenía que ser escrito alguna vez", dijo en la entrevista. Grass agregó que durante su alistamiento entre febrero y abril de 1945 nunca disparó un solo tiro.
El novelista reveló que no había tenido sentimiento de culpa cuando perteneció a las SS. "Para mí no eran algo atemorizante, sino una unidad de elite que siempre era enviada donde las cosas se ponían críticas y que sufría las mayores bajas", dijo el autor de El tambor de hojalata. Sin embargo, admitió que después ese sentimiento de culpa lo oprimió en forma de vergüenza y que ya hizo su proceso de aprendizaje.
Un secreto doloroso
El narrador, conocido por ser un militante activo del Partido Socialdemócrata alemán, sostuvo que el secreto le pesaba y que era una de las razones por las cuales escribió estas memorias. "Mi silencio durante todos esos años es una de las razones por las que escribí este libro. Tenía que darlo a conocer finalmente", precisó Grass.
Con apenas 15 años, cuenta el escritor en su autobiografía, se presentó como voluntario en la marina para servir como submarinista, pero fue rechazado por su corta edad. A los 16 años recibió, como todos los niños de su generación, la orden de alistarse pero no fue destinado al ejército, sino a las Waffen SS, entre 1944 y 1945.
Como miembro de dos operativos de patrulla, Grass llegó a estar en el frente ruso y vivió escenas cruentas de guerra. Dijo que sobrevivió por casualidad. Después de haber estado prisionero en EE.UU., el autor se convirtió en un activista por la paz. Las Waffen SS fueron una fuerza de 38 divisiones de combate con casi un millón de hombres, que fue calificada como una organización criminal durante el histórico juicio de Nuremberg, que tuvo lugar cuando la Segunda Guerra Mundial concluyó.
En relación con la revelación de Grass, su biógrafo, Michael Juergs, dijo también al mismo diario que "estaba desilusionado" y que era "el fin de una instancia moral".
Agencias DPA, Reuters y AFP
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