En dos nuevos libros, el celebrado sociólogo polaco aplica exhaustivamente, sin temor a repetirse, su concepto de "modernidad líquida" a diversos aspectos de la actualidad
Por Gustavo Santiago | Para LA NACION
La presencia de Zygmunt Bauman en las librerías argentinas ha crecido de modo exponencial en los últimos tiempos. Hace tan sólo diez años, se podía encontrar tres o cuatro títulos; en 2006, el número se acercaba a la veintena. Hoy, cualquier librería especializada en ciencias sociales tiene más de treinta. ¿En qué se sostiene este éxito?
En primer lugar, podría decirse que el sociólogo polaco radicado en Inglaterra es uno de los intelectuales más capaces para realizar una lectura precisa del presente. La categoría de "lo líquido", que acuñó para describir la actualidad, ha mostrado ser tan certera como fructífera. Ella le ha permitido rendir cuenta tanto de cuestiones económicas como políticas; tomar ejemplos de la literatura tanto como de la vida cotidiana; aplicarla al cine de igual modo que a las noticias periodísticas. El amor, el tiempo, la identidad, el miedo, la vida se han vuelto líquidos. Todo se desplaza de un lado a otro antes de echar raíces; no hay suelo firme bajo nuestros pies ni anhelo por construirlo. Ése es el mundo líquido que Bauman conoce mejor que nadie y que se esmera en presentarnos mediante su prolífica labor de escritor y conferencista.
En segundo lugar, Bauman es un notable ensayista. Su principal virtud es la claridad. A diferencia de lo que sucede con muchos intelectuales contemporáneos, sus lectores no se encuentran con una jerga cerrada o excluyente. Si bien es cierto que ha creado cierta cantidad de conceptos específicos, no pierde la oportunidad en sus textos de aclarar su uso y siempre tiene a mano un ejemplo preciso para ilustrarlos.
Finalmente, el pensador polaco conoce al lector actual. Es un "lector líquido", de atención dispersa, breve; alguien que se siente abrumado frente a un número voluminoso de páginas o ante un argumento extenso y complejo. No busca profundizar los temas que toca, sino desplazarse en ellos con agilidad, pasando de un tema a otro. Es un lector que se resiste a la relectura, a rumiar cada palabra, al subrayado. Y eso es lo que le ofrece en sus textos. La lectura de Bauman siempre es placentera; aun cuando trate las cuestiones más acuciantes como la marginalidad de gran parte de la población mundial o el inminente fin de la vida en el planeta por un exceso de consumo que quintuplica las posibilidades de abastecimiento de la Tierra.
Dos de los últimos libros aparecidos en español dan muestras de estas capacidades. Se trata de Daños colaterales y 44 cartas desde el mundo líquido .
Daños colaterales se compone de once ensayos elaborados a partir de conferencias dictadas por Bauman en los que el tema predominante es la desigualdad socioeconómica actual. La idea del "daño colateral" proviene del lenguaje militar: ante la presencia de un objetivo que se considera justificable, los perjuicios a inocentes son minimizados. Esto mismo sucede, según el autor, con cualquier medida económica o política tomada en el mundo global, con la particularidad de que las víctimas colaterales son siempre los marginales del sistema. Incluso en los casos de catástrofes naturales el esquema es el mismo. Tomando como ejemplo el huracán Katrina, Bauman señala que "las víctimas más golpeadas por la catástrofe natural fueron quienes ya eran desechos de clase y residuos de la modernización". El huracán, como fenómeno natural, no distingue entre ricos y pobres; blancos, latinos o negros. Pero mientras que las personas con mayores recursos tenían los bienes asegurados y contaban con posibilidades reales de abandonar el lugar, los pobres se vieron condenados a quedarse a intentar salvar las pocas -pero irreemplazables- posesiones, fruto del trabajo de toda una vida.
La desigualdad se agrava en la actualidad, según Bauman, por la decadencia del "Estado de Bienestar" y la consecuente privatización de la vida. Siguiendo a Ulrich Beck, en varios artículos del libro indica que "la privatización traslada la monumental tarea de lidiar con los problemas socialmente causados hacia los hombros de mujeres y hombres individuales". Los políticos tienden a asociar la desigualdad con la inseguridad y, ya que no poseen los medios o el interés en ocuparse de la primera, aparentan ocuparse de la segunda. Durante las campañas prometen medidas drásticas y eficaces, cuando están en el gobierno seleccionan grupos representativos del temor de los ciudadanos acomodados, realizan espectaculares redadas... pero las cifras delictivas se mantienen casi intactas y la desigualdad socioeconómica continúa acrecentándose. En otros de los textos Bauman recorre algunos de sus temas habituales: la posibilidad de una ética en la sociedad de consumo, la invasión del espacio público por la vida privada.
En 44 cartas desde el mundo líquido , Bauman hace gala de su capacidad de síntesis. En textos que en su mayor parte no superan las cuatro páginas, el autor aplica su grilla conceptual a numerosos temas de actualidad; entre ellos: la soledad, el sexo virtual, el consumismo adolescente, la moda, los miedos, la maldad. Si habitualmente los textos de Bauman resultan de fácil acceso, éste es decididamente un libro para leer en la playa, en el subte o para abrir al azar y leer unas páginas antes de dormir. Son textos provocativos, incisivos en la medida en que es posible serlo en cuatro páginas.
En diversos textos se encarga Bauman de señalar que lo que caracteriza a esta sociedad no es sólo la cantidad de objetos que se consumen, sino el hecho de que los sujetos mismos, para cobrar existencia, necesitan convertirse en objetos de consumo para los demás. Y esto es algo que Bauman hace a la perfección. Al menos, si las cifras de ventas y la cantidad de títulos publicados son los únicos parámetros a considerar.
Pero también podría el lector preguntarse cómo hace para escribir tanto. Un dispositivo es evidente: el de desplazar su grilla conceptual sobre distintos sectores de la realidad. Todo puede pensarse desde una óptica "líquida". En este sentido, el campo de análisis es potencialmente infinito. También hay otro recurso: el de escribir todo lo que se dice. Cada conferencia, cada entrevista, cada palabra de Bauman parece ser pensada para formar parte de un libro. Finalmente, un último recurso colabora en la multiplicación de sus textos: la repetición. Bauman vuelve una y otra vez sobre sus palabras. Modifica ejemplos, retoca mínimamente párrafos o, lisa y llanamente, corta y pega. De hecho, cuatro de sus 44 cartas... forman parte, casi textualmente, de capítulos de Daños colaterales . La situación llega a límites escandalosos cuando se descubre, como sucede en Daños colaterales , que las páginas que van de la 75 a la 78 son poco menos que idénticas que las que van de la 164 a la 167. ¿No hubo un editor, en la edición inglesa original, que se diera cuenta? Por respeto al propio Bauman y a los aportes que ha hecho al pensamiento contemporáneo quizá sea tiempo de que alguien lo ayude a elegir, de todo lo que sea capaz de escribir, aquello más valioso de publicar.
UN CONCEPTO FRUCTÍFERO
Zygmunt Bauman nació en Polonia, en 1925, en el seno de una familia judía de bajos recursos. Cuando era adolescente debió abandonar su país para escapar del nazismo e ingresó a Rusia como refugiado. Poco tiempo después se alistó en la resistencia contra el ejército alemán. Tras la guerra regresó a Polonia, donde estudió sociología y filosofía. Fue profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Varsovia desde 1954 hasta 1968, cuando una campaña antisemita promovida por las autoridades comunistas lo llevó a alejarse definitivamente de su país y a radicarse en Inglaterra. Allí fue catedrático de sociología en la Universidad de Leeds desde 1971 hasta su jubilación en 1990. Desde entonces, se ha dedicado a escribir y disertar como profesor invitado en las más importantes universidades del mundo. Recibió numerosas distinciones, entre las que se destaca el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010. La creación conceptual que hizo célebre a Bauman es la de "lo líquido". Según Bauman, los primeros modernos asistieron a la volatilización de los valores, las tradiciones y las instituciones que hasta entonces se consideraban inconmovibles. Pero los promotores de esa modernidad no buscaban instalarse en la evanescencia, sino reemplazar valores que se habían vuelto obsoletos por otros que resultaran más sólidos aún que ellos. En la era actual, la de la "modernidad líquida", esa pretensión se habría abandonado. Lo que ahora impera es lo flexible, lo mutable..
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