viernes, 26 de mayo de 2006

El Evangelio de Judas - La traición que estaba escrita

El mes pasado, la National Geographic Society devolvió a Egipto, descifrado, el Codex Tchacos: un manuscrito del siglo III o IV de la era cristiana, que contiene uno de los escritos gnósticos más enigmáticos: El evangelio de Judas. En él, Judas aparece como el elegido de Jesús, a quien éste confía "los misterios del reino". El filósofo Francisco García Bazán explica el contenido del extraordinario documento. Y Luis Gusmán lee el acto traidor de Judas como clave en "la economía de la redención".
Desde fines del siglo II y después que el episcopado monárquico romano se consolidara (desde el obispado de Higinio), la doctrina de Ireneo de Lión del Evangelio escrito bajo cuatro formas se impuso en la Iglesia. El género literario evangélico de carácter narrativo se ha considerado por largos siglos el normal y exclusivo. Hay comprobaciones de que no es así y que aunque la tradición del "Evangelio tetramorfo" es muy antigua y registra a sus espaldas ciertas concordancias de "Recuerdos de los Evangelios" (Justino Mártir) y de armonías evangélicas cuádruples (diatessáron), hubo también escritos de naturaleza evangélica tan arcaicos o más que los citados, constituidos por series de palabras del Señor sin explicaciones biográficas (la Fuente Q, que subyace a Mateo y Lucas, o el Evangelio de Tomás), y otros de factura dialogada comunes corrientes diversas judeocristianas o gnósticas (Evangelio de los hebreos, Evangelio de los egipcios, Carta esotérica de Santiago, Diálogo del Salvador). El evangelio de Judas (peuaggelion nïoudas) recientemente editado, aunque hallado en la década del 70 en Muhazafat Al-Mynia (Egipto Medio) en una traducción del griego al copto en papiro del siglo III, pertenece al último tipo señalado y posee una identidad de contenido inconfundiblemente gnóstica.
No es el primer evangelio gnóstico directo de que se dispone, pues la biblioteca de trece códices hallada dentro de una vasija herméticamente cerrada en diciembre de 1945 en Nag Hammadi (Alto Egipto), deparó un Evangelio de Felipe, un Evangelio de la Verdad y completo el Evangelio de Tomás del que se poseían fragmentos en griego provenientes del vaciadero de Oxirrinco. Con larga anterioridad, en 1896, el Papiro gnóstico de Berlín 8502 ofreció un Evangelio de María. Y existieron algunos otros similares de los que nos han dejado los títulos, aunque escasas noticias del contenido, los escritores eclesiásticos y adversarios irreconciliables que combatieron a los gnósticos conocidos técnicamente como heresiólogos: Ireneo de Lión, Hipólito de Roma, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes y Epifanio de Salamina, para citar a los más descollantes.
El dios de los perdidos
El mundialmente publicitado Evangelio de Judas ha corrido esta última suerte, ahora exhumado, pero antes mencionado y hecho circular entre unos gnósticos particulares llamados "cainitas" y que gozaron de pésima reputación entre los heresiólogos aludidos, simplemente porque se alineaban dentro de aquella tendencia de interpretación gnóstica que apoyándose en exégesis visibles en la aggadah rabínica, convertían a algunas figuras de la Biblia de una posición de villanos en condición de héroes. Así sucede con los ofitas (del griego óphis) o naasenos (del hebreo nahas) que rinden culto a la serpiente, como reveladora del conocimiento; los sodomitas, al considerar que Sodoma y Gomorra fueron lugares privilegiados destruidos por el Dios de este mundo por ser la sede de los setianos, la cadena de transmisores de la Luz, y los execrados cainitas, que fundándose en la lectura de las primeras líneas de Génesis 4 observaban una descomunal incoherencia en la conducta del Dios creador que había arrojado del Paraíso después de su falta a Adán y Eva y mirara con malos ojos las ofrendas del primogénito Caín y con favor las de Abel. Historias absurdas que se repiten con Esaú y Jacob, con Lía y Raquel y siguen en otros relatos.
Este Dios que sin mayores razones se ponía del lado del humilde y abatía implacable al fuerte, proclamaba que si era justo es porque aplicaba su justicia con ignorancia y que por encima de él debía haber otra divinidad realmente sabia y amorosa, cuya justicia superaba a la del autor de la creación. Había, por lo tanto, dos dioses y los designios divinos o providencias asimismo dobles: una manifiesta, pasajera e ilusoria ?cuya existencia radicaba en la explicación del origen del mal y de los males? y otra oculta, sólida y real. Y esta verdad se impone al que conoce ?el gnóstico?, que gracias a ello se sabe desde siempre y para siempre salvado y obra en consecuencia. Esto lo reconocían los cainitas y por eso exaltaban la potencia de Caín. De esto también tenían información fragmentaria en orden creciente Ireneo de Lión en Contra los herejes (escrito alrededor del 178), el Pseudo Tertuliano en Contra todos los herejes (escrito en torno al 200) y Epifanio de Salamina en Panarion (escrito alrededor del 367). Todos ellos también conocían que estos gnósticos de lengua y conducta exasperadas leían y meditaban sobre un librito, El Evangelio de Judas, que sólo por su título denunciaba los extravíos de sus ideas, pero el que también contenía otros desatinos: el que denominaran Hystera ?o sea Matriz? al Creador, que el bautismo de agua fuese condenable, que Judas fuese el único que conociera las realidades de lo alto y que por eso existiera el "misterio de la traición", etc.
Aunque de modo inconexo todo esto lo conocían los autores ortodoxos citados y es este material patrístico sin coordinación y las condenas impiadosas del discípulo Judas por parte de algunos testimonios apócrifos (Evangelio de Bartolomé, Hechos de Pedro y Hechos de Tomás), lo que hasta ahora se podía manejar, son asimismo estos elementos insinuantes, los que incitaron a Borges a redactar su transparente ficción "Tres versiones de Judas" y a Nikos Kazantzakis, la novela Cristo de nuevo crucificado. Es el modo como la literatura creativa abre ventanas al conocimiento.
Lo que cuenta el papiro
La lectura del Evangelio de Judas que forma parte del Códice de Tchacos, sin embargo, permite confirmar actualmente lo escrito por los heresiólogos y obtener asimismo mayor información. En primer lugar el título del documento es el de El evangelio de Judas, según figura al final del manuscrito. La estructura del escrito ofrece, además, una introducción que certifica la naturaleza esotérica de la pieza: "La conversación secreta (plogos ethep) de la declaración (apóphasis) que Jesús mantuvo con Judas Iscariote durante ocho días, los tres días anteriores a la celebración de la Pascua". La descripción comprende, en primera instancia, el llamado de los "Doce" discípulos a los que Jesús selecciona y trata de enseñar del modo más genuino, por eso a menudo se lo encuentran en figura de niño, pero que por su manera de elevar la acción de gracias (eukharistía) muestran que poco aprenden y que son incapaces de dominar los límites impuestos por el Dios creador de este mundo, por eso Jesús se ríe de su adoración. La actitud, además, no los hace cambiar, porque ofende al Creador, el que los hace irritar como simples psíquicos, y más se molestan cuando Jesús les confiesa que no es hijo de este Dios, sino que pertenece a otra generación, mostrándoles su carencia de entendimiento y su pertenencia a la esfera del dios inferior y cósmico.
Construido el marco, se descubre a continuación el instrumento que permite la liberación, el conocimiento, que puede manifestar al hombre perfecto (prome ntelios) que se encubre en el gnóstico, y saber el origen supraceleste de Jesús, por eso Judas es capaz de "ponerse de pie" y decirle: "Conozco (tisooune o sea gignosko) quién eres y de qué lugar procedes. Vienes del eón inmortal de Barbeló" (Barbeló, es decir, be-arbá-elohá, "en cuatro (letras) Dios", presente al final de la versión larga del Apócrifo de Juan). En otros términos, el Señor viene de la Madre de la Vida, del útero de Dios Padre. El ambiente espiritual es claramente barbelognóstico y toda la visión que sigue es subsidiaria de este tipo de gnosis, la de los conocedores perfectos, contenido sobre el que es instruido Judas, separado de los demás: "Apártate de los demás y te diré los misterios del reino (mmysterion ntmntero)", aunque esta postura de excepción fuera de los "doce" implicará para él gran sufrimiento. Termina de este modo la primera revelación profunda.
Al día siguiente comienza la revelación sobre la gran generación (tnog ngenea), fuerte y santa, que continúa durante dos días confirmando la confusión que reina sobre el tema de los "Doce" y la ignorancia de ellos del simbolismo contenido en las visiones oníricas del templo ?cósmico y personal? profanado por el Dios de este universo con sus astros, sus ángeles y sus creyentes entre los que se incluyen los "Doce".
No obstante refiere seguidamente el documento una visión en sueños de Judas como protagonista, en la cual es apedreado y perseguido, explicándole Jesús que la mansión por encima de los astros que ha visto es la de la generación santa. Judas ahora será apartado como el "trece" y por esto maldecido: "Tú eres el ''trece'' y serás maldito para las otras generaciones y gobernarás sobre ellas. En el último día maldecirán tu ascenso". De inmediato en relación con la generación santa prosigue el texto con la descripción del Pleroma que proviene del Espíritu invisible en estilo barbelognóstico-setiano, incluyendo la manifestación del Autogenerado, las luminarias celestiales, la nube de luz y la raza incorruptible de Set. Pero también del aspecto inferior de la nube surgen los dioses arcontes: Nebro, Ialdabaot y Saklas, el creador del hombre: Adán y Eva, y la conclusión del mundo en el que se incluye el bautismo y los sacrificios a Saklas. Judas, sin embargo, ha alcanzado a intuir por estas declaraciones la naturaleza ilusoria tanto del cuerpo cósmico como del cuerpo de Cristo. Por esto le puede hablar Jesús frontalmente: "Pero tú los superarás a ellos todos, porque sacrificarás al hombre que me reviste (prome gar etp phorei mmeei)". Se pone fin a la instrucción secreta con estas palabras que unen la cosmología y antropología barbelognóstico-setiana con el objetivo concreto del mensaje confiado a Judas: "Y entonces el modelo (typos) de la gran generación de Adán será exaltado, porque es anterior al cielo, la tierra y los ángeles. Esta generación, que es la de los eones eternos, existe. Atiende, te lo he dicho todo. Levanta los ojos y mira a la nube y a la luz en su interior y los astros que la rodean. Y el astro que guía el camino es tu astro. Judas levantó los ojos y vio la nube luminosa y entró en ella. Los que estaban de pie sobre el suelo oyeron una voz proveniente de la nube, diciendo: ..." ?siguen 8 líneas ilegibles?.
El texto concluye refiriendo el prendimiento de Jesús de una forma insólita y discreta, sin el más leve atisbo de sensacionalismo. Este ha entrado en la sala de huéspedes para orar, algunos escribas estaban atentos para apresarle, porque los asustaba el pueblo, pues todos lo juzgaban como un profeta. Se aproximaron los escribas no a él, sino a Judas y lo encararon: "''¿Qué estas haciendo aquí? Tú eres discípulo de Jesús.'' Les respondió, en cambio, como querían. Judas recibió algo de dinero y se lo llevó a ellos".
La misión transcendente de la puesta en marcha de la liberación de los espirituales sugerida con la inminente liberación del Cristo enviado por la Plenitud estaba cumplida y el verdadero sufriente por tener el espíritu ?como los restantes pneumáticos? firmemente confundido con el alma y el cuerpo, pero activo, será Judas. El villano traidor de la tradición canónico-apostólica y apócrifa, pasó a ser siervo sufriente, "la piedra rechazada por los constructores ha llegado a ser piedra angular".
Las almas simples no están preparadas para golpes tan bruscos, pero tampoco las formadas unilateralmente por siglos de exégesis sin fisuras. Pero nuevamente, como un apéndice de la cincuentena de escritos de la biblioteca de Nag Hammadi, nos asalta este Evangelio de Judas que hace recapacitar sobre la magnitud del fenómeno de los orígenes cristianos. Un movimiento histórico tridimensional por la multitud de sus adherentes, la extensión de sus proyecciones y la profundidad de sus niveles de piedad y comprensión.


Fuente: FRANCISCO GARCIA BAZAN. (Revista Ñ)

jueves, 25 de mayo de 2006

Código Da Vinci: la fórmula del éxito

El Código Da Vinci: Las razones ocultas de un éxito contagioso

Esta semana se estrenó en todo el mundo la versión para el cine de "El Código da Vinci". Un catedrático de Oxford, Peter Conrad, aceptó el desafío de leer la novela de Dan Brown para intentar explicar por qué esta historia que combina intrigas, esoterismo y religión, ya obsesionó a más de 40 millones de lectores.
PETER CONRAD.
Nueva York estaba llena de carteles negros desplegados a los lados de los edificios de muchos pisos, como rollos funerarios caídos directamente del cielo. "Sea parte del fenómeno", ordenaban. Al pie, en letras más pequeñas, se identificaba el fenómeno en cuestión: la película basada en El Código da Vinci de Dan Brown, dirigida por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks, que se estrenó esta semana en todo el mundo. Nos avisan que estemos preparados, como para la Segunda Venida. El Código da Vinci comenzó como culto secreto y sedicioso. Después de vender más de 40 millones de ejemplares en 44 idiomas durante los últimos tres años, ha pasado a ser el fundamento de un movimiento de masas. Cuando la ficción es tan popular, nos dice mentiras que queremos creer desesperadamente.
El éxito contagioso del libro resulta tanto más curioso cuanto que El Código da Vinci aborda ideas. Su héroe es un intelectual acreditado, un académico (aunque muy distinto de los monstruos obsesivos con los que alterno en Oxford). Robert Langdon, el detective iconográfico de Brown, es "muy buen mozo" y pronuncia sus discursos aprendidos en una voz que es "una caricia para los oídos" (la mayoría de los catedráticos que conozco son grotescos como gnomos y cuando dan conferencias emiten un torrente de aceite de castor auditivo). Tal vez contribuya el hecho de que Langdon, un historiador de arte, estudia una materia inexistente: es "Profesor de Simbología" en Harvard. La trama para descifrar el código avanza a los tumbos a través de una serie de persecuciones, realizadas en autos, taxis, camiones blindados y aviones ejecutivos; en el camino, Langdon recapitula su investigación. A toda velocidad por los Bosques de Boulogne, "hizo rápidamente la síntesis académica convencional de la historia aceptada de los Caballeros Templarios". Lo cual da muestras de un aburrimiento verdaderamente académico, ya que lo reclaman desde los arbustos toda una serie de llamativas prostitutas transexuales. Por suerte, mis colegas no sufren esas distracciones en sus circuitos por Oxford.
El sexo del Grial
La mayoría de las novelas de suspenso detonan explosivos; la bomba, en El Código da Vinci, es una teoría especulativa sobre la historia religiosa que hace volar a Dios en pedazos. El libro sostiene que el cristianismo se basa en una mentira misógina. Destituyendo al beligerante Dios de los Ejércitos, nos induce a adorar a la Diosa, a caer en el seno del "femenino sagrado perdido". Esta deidad matriarcal aparece en las pinturas de Leonardo da Vinci. A ella pertenece la mueca cautivante de la Mona Lisa, así como las lágrimas que derrama María Magdalena, la prostituta que (tal como Brown descifra en el código) es la esposa de Cristo, la madre de su hijo, el heredero legítimo de su iglesia y también ?disfrazado de mujer personificando a San Juan? su compañero de mesa en La última cena de Leonardo.
Brown espera que se nos corte la respiración cuando identifica el Santo Grial ?el cáliz que contiene la sangre sacramental de Cristo? como el seno fértil de Magdalena. Pero Wagner aventuró la misma tesis en los años 1870, y la escenificó en la Misa sacrílega de su ópera Parsifal: el medio de la impregnación es una lanza fálica blandida por el héroe parecido a Cristo y el fértil Grial uterino brilla con un destello suave. D. H. Lawrence contó la misma historia en El Hombre que murió, y en los años 40, Robert Graves escribió una novela, Rey Jesús, sobre el sexo de Cristo. El juez rechazó la acusación de plagio contra Brown presentada por los autores de El enigma sagrado porque estas herejías han sido moneda corriente de mitómanos durante décadas.
El Código da Vinci adapta la Biblia a los buscadores espirituales de la New Age. El malo de la novela de Brown, Sir Leigh Teabing ?un hombre de clase alta con aire cortesano que habla como un hippie dopado? anuncia que "estamos entrando en la Era de Acuario", el tiempo en que se revelarán las verdades últimas. Acto seguido viene una proclamación: "Jesús fue el primer feminista". Quería que Magdalena se hiciera cargo de su iglesia, pero el pontificado institucionalizó el patriarcado, y el catolicismo rebajó y quitó derechos a las mujeres. Es reconfortante pensar que Cristo puede haber patrocinado la cofradía de mujeres, pero es poco probable. Igualmente ilusorio es pensar en reemplazar el misterio religioso por iniciación sexual. La heroína de Brown, Sophie, se topa con un rito pagano, donde los acólitos rinden culto copulando. ¿Quién no preferiría ir a una orgía a mordisquear una hostia y beber vino agrio? Al final de El Código da Vinci, Langdon deja de sermonear a Sophie y le da un beso. "Sus cuerpos ?suspira Brown?, se unieron, completamente". La consumación es la comunión: una fusión con la Madre Tierra, y una posibilidad para el macho anhelante de volver a llenar el Grial fisiológico de la mujer.
Ideología y poder
Más allá de que El Código da Vinci coquetee con la herejía, su verdadero tema no es la fe sino el poder. El arzobispo de Canterbury, al denunciar el libro en su sermón del domingo de Pascua, lo comparó con la campaña de los periodistas Woodward y Bernstein, que desmenuzaban las evasiones y los engaños de la administración Nixon en Todos los hombres del Presidente. Brown señaló en una oportunidad que "la Biblia no llegó por fax del cielo"; es un documento manipulado y depurado. El Arzobispo de Canterbury respondió criticando la tendencia a tratar los textos bíblicos como "gacetillas de prensa de alguna fuente oficial". Pero, ¿realmente está dispuesto a afirmar que Moisés escribió el Génesis tomando dictado de Dios en el Monte Sinaí?
En la novela de Brown, la omnisciencia de la divinidad está garantizada por la vigilancia electrónica. Las cámaras de seguridad en el Louvre envían el mensaje "Lo estamos viendo". Pero esta pretensión de visión divina es falsa: nadie se ha molestado en encenderlas. Allá en Washington, la tecnología del control es menos defectuosa, y la policía de Dios lleva a cabo una vigilancia más estrecha sobre la humanidad indócil. La primera novela de Brown, La fortaleza digital, trataba de un hacker que invade la computadora de la Agencia de Seguridad Nacional. A mi entender, El Código da Vinci funciona mejor como un comentario astutamente alegorizado sobre las batallas ideológicas del presente.
El asesinato en el Louvre es ordenado por el obispo Aringarosa, que lucha contra un Papa liberador desde las oficinas del Opus Dei en Madison Avenue. Cuando Aringarosa se arma contra "las manos que amenazaron destruir su imperio", se parece a los gerentes letales de otro imperio que está tan resuelto como la Iglesia Católica a universalizarse, y que ?en Afganistán, Irak e indudablemente bastante pronto en Irán? también libra guerras en nombre de Dios. El argumento de Brown alude al concilio convocado por Constantino en Nicea en el año 325 d.C, donde los padres de la Iglesia dieron a Cristo igual rango que a Dios Padre. Deificar a Cristo lo liberó de la política terrenal, anulando su papel de defensor de los pobres y los oprimidos. El ascenso fue útil para los objetivos políticos de Constantino: vio el cristianismo como una manera de consolidar su imperio e imponer un credo a todos sus súbditos.
¿Suena conocido? Poco después del 11/9, George W. Bush llamó "cruzada" a su guerra contra el terrorismo. Tal como indica tamaña jactancia mesiánica, Estados Unidos es el Sacro Imperio Romano renacido, con el agregado de un arsenal nuclear. Se legitima apropiándose de símbolos. Langdon señala que el pentáculo (símbolo de cinco puntas) ?un antiguo ideograma que alude a los valores femeninos del amor y la fertilidad? está pintado actualmente en los aviones de combate estadounidenses y cosido en las hombreras de los generales del Pentágono. Este robo simbólico coincide con la denigración de la otra mitad, que es la mejor, de la humanidad. La izquierda, según Langdon, es el lado femenino del cuerpo; palabras acuñadas como "gauche" y "sinistra" implican que todo lo que se inclina hacia la izquierda debe ser inepto o no digno de confianza, mientras que la derecha, por ser masculina, siempre es justa. Brown, un progresista de New England, ansía un tiempo en que las mujeres tomen el poder, restablezcan el culto a la Madre Tierra y pongan fin a las "guerras cargadas de testosterona" que nos acosan. Algo improbable, diría yo.
Obsesiones compartidas
Brown racionaliza el atractivo de su novela en una de las reflexiones de Langdon, tan significativa que es exaltada por la cursiva: "La conspiración nos gusta a todos". Bueno, no es que las conspiraciones nos gusten exactamente: igual que al taxista enloquecido que interpreta Mel Gibson en El complot, nos atormentan, nos llevan a una paranoia ininteligible por nuestra sospecha de que el mundo es gobernado por un conjunto de aprovechadores que eliminan como si nada a individuos que se les cruzan en el camino. Las teorías conspirativas simplifican la historia y concentran la culpa. Descartan lo aleatorio y atribuyen a los hechos ?el asesinato del presidente Kennedy, el accidente de tránsito que mató a la princesa Diana? un propósito desviado y a menudo malévolo. En ese sentido, El Código da Vinci puede usarse para identificar a los verdugos de Diana y para explicar los motivos que tenían para deshacerse de ella. Un rumor fantástico explicado en Internet rastrea sus ancestros hasta la dinastía merovingia, el linaje real francés que supuestamente descendía de la progenie de Cristo y Magdalena; el túnel del Pont de L''Alma, donde murió Diana, está ubicado en el lugar de las primeras tumbas merovingias.
En una narración interpolada sobre simbolismo masónico y el arco de piedra angular, Langdon dice que "todo está interrelacionado". La conspiración es el equivalente en la tierra de la Teoría Unificada que los científicos ?que conectan la física y la astronomía para, como dice Stephen Hawking, "ver dentro de la mente de Dios"? proyectaron al cielo. Dicen que Langdon "ve el mundo como una telaraña de historias y hechos entrelazados". Lo que Brown quiere decir, por supuesto, es que su héroe considera el mundo como la World Wide Web. La novela ve Internet como una nueva clase de comunidad virtual, donde los que piensan igual pueden unirse para explorar obsesiones compartidas. "Los aficionados del Grial", como dice Langdon, chatean en forma maníaca sobre la iconografía de una pintura de Leonardo en foros y espacios de chateo. Sophie explica el criptex de Leonardo como un anticipo de las contraseñas y los nombres de usuario que todos utilizamos para codificar nuestras identidades: él lo inventó como un medio para enviar mensajes protegidos "en una época sin teléfonos ni correo electrónico". Confiamos nuestros secretos ?números de tarjetas de crédito, mensajes eróticos? al éter, y esperamos que la encriptación los proteja. Los lectores del libro de Brown pueden perderse fácilmente en este laberinto: El Banco de Depósito de Zurich, donde está guardado el criptex de Leonardo, es una institución ficticia, aunque Brown y sus publicistas le hayan inventado un sitio web especial.
Dan Burstein, el editor de un libro de ensayos sobre el fenómeno, señala que El Código da Vinci tiene que ver con las otras "búsquedas del Santo Grial" que nos entusiasman ?el esfuerzo por descubrir los secretos del genoma humano, por ir a Marte, por entender el Big Bang". El desenlace, no obstante, es menos cósmico. Al final, Langdon, sigue un meridiano místico por las calles de París. El camino lo lleva hasta la pirámide invertida que apunta su vértice vidrioso hacia el piso justo frente a la mega-tienda Virgin en el Carrousel del Louvre. Aquí, en definitiva, está ubicado el Grial moderno, en una catedral mercantil cuyos anexos sagrados están ocupados por Body Shop y Sephora; la búsqueda se degrada a expedición de compras. El Código da Vinci ya ha generado juegos de mesa, DVD explicativos con tours a los sitios donde transcurre, y una sucesión de ediciones ampliadas ilustradas: los editores descubrieron la manera de convencer a los lectores de comprar más ejemplares del libro que ya tienen. La película naturalmente extiende la operación de franquicia.
Cuando Teabing vocifera: "La historia más grande jamás contada es la historia más vendida", se refiere a la versión inexacta de la vida de Cristo comercializada por la jerarquía católica, pero podría perfectamente estar describiendo la novela de Brown. Langdon le recuerda a Sophie que toda fe es una invención, y dice que los problemas surgen solamente "cuando empezamos a creer literalmente en nuestras propias metáforas". Los lectores cegados de Brown hicieron caso omiso a esta advertencia solapada. En el libro, nunca se sigue el rastro del Grial porque el libro mismo es el Grial: no un recipiente lleno de gracia o de sangre sagrada, sino una bolsa de papel o de plástico con un elixir falso que promete resolver todas las aflicciones espirituales y aclarar el sentido del universo.
Fuente: (c) The Observer y Clarín, 2006Traducción: Cristina Sardoy