jueves, 18 de abril de 2013

María Dueñas, una vida de novela

Se convirtió en un fenómeno editorial; millones de lectores siguen con devoción sus novelas; aquí cuenta cómo cambió su vida



es su segunda visita a Buenos Aires y María Dueñas la disfruta como una niña en una fábrica de caramelos. Con su celular registra el paisaje de torres que se divisa desde la ventana de su habitación en un hotel de Puerto Madero y se devora con los ojos todo lo que ve en la ciudad. Amable, atractiva y sin divismos, la novel escritora española muestra más entusiasmo que cansancio ante cada pregunta de esta última entrevista del día. Al verla en acción, no parece que en una semana cruzó el Atlántico, sobrevoló la Cordillera y navegó el Río de la Plata como parte de la gira que alcanzó ocho países americanos para presentar en sociedad su nuevo libro, Misión olvido. Esta gira fue una prueba de fuego para demostrarle al mundo que su consagrado primogénito, El tiempo entre costuras, no ha sido un best- seller de pura casualidad.
Con más de un millón de copias vendidas en 27 países, la historia de Sira Quiroga, una costurera que saca fuerzas después del desamor para salir adelante en medio de una guerra en ciernes, es uno de los libros más vendidos en una España en plena crisis. La novela es, quizás, una bocanada de esperanza para los que creen que en cualquier momento de la vida las cosas pueden cambiar si se tienen deseos y empuje. Y la autora del libro es el ejemplo vivo de esa creencia. "Jamás fantaseé con esto. No soy una escritora vocacional, nunca tuve la aspiración ni la ambición de serlo, no he ido a un taller literario en mi vida. Sencillamente, llegué a los 44 años, tuve ganas de hacer algo diferente, y lo hice", confiesa.
María Dueñas Vinuesa nació en Puertollano, una comarca de Castilla La Mancha y es la mayor de ocho hermanos. A los 26 años se casó con un compañero de la facultad que ahora es catedrático de latín. Tiene dos hijos adolescentes: Bárbara, de 18 años, y Jaime, de 15. Vive con su familia en un luminoso departamento en Cartagena, bien cerquita del mar. Era profesora titular de filología inglesa de la Universidad de Murcia hasta que decidió, con esa serenidad que se logra cuando se tienen todas las fichas bien ubicadas sobre el tablero, que era el momento preciso de patearlo. ¿Crisis de la mediana edad? Quizás. Lo cierto es que sintió que había concluido una etapa y tenía que tomar un camino nuevo e intransitado. El cuerpo le pedía un cambio. Era el momento de probarse como escritora y tenía todo el entrenamiento académico. Ahora o nunca, era el momento de equivocarse, de hacer ensayo y error. Probó, y no se equivocó.

UN NUEVO CAPÍTULO

-Escritor, ¿se nace o se hace?
Yo me he hecho escritora, pero tardíamente. Creo que hay cierto componente que viene de fábrica, cierta posibilidad para el lenguaje, para construir otros mundos. De chica era buena lectora e inventaba historias pero lo hacía en mi cabeza, para mí sola, nunca tuve la ambición de escribir.
Tenías más de cuarenta cuando diste vuelta la página de tu vida, ¿qué pasó por tu cabeza?
¡Un tren! Yo estuve más de veinte años subiendo escalones en mi vida académica. Cuando llegué al último vi que había cumplido con todos mis objetivos y me di cuenta de que tenía ganas y fuerzas de empezar algo nuevo. Me planteé dedicarme a escribir como algo paralelo a mi profesión, pero cuando se publicó El tiempo entre costuras se desató un torbellino inesperado.
¿Cómo surgió la historia? ¿Imaginaste una trama o apareció un personaje?
Más que la historia, surgió el escenario. Yo pensé en recuperar el clima que vivió mi madre en el tiempo en el que Marruecos fue protectorado español. (N. de R.: su madre, maestra e hija de un militar, nació allí en 1940 y vivió hasta 1956, cuando Marruecos recuperó su soberanía). Yo crecí escuchando las historias de mi madre, que siempre me parecieron de lo más común. Pero cuando las contaba, todo el mundo me decía: "¡Pero mira, niña, qué excentricidad! ¡Eso sí que es algo exótico!". Un día me puse a pensar que había un gran desconocimiento y a la vez un gran interés por descubrir el misterio de ese mundo apasionante y novelesco.
¿Qué te contaba tu madre?
Lo que era su mundo normal. Pero te dabas cuenta de que Marruecos era un lugar con una mezcla enorme. En Tánger, su capital tan cosmopolita, se cruzaban culturas y era cuna de espías y de malandras de toda especie, muy a lo Casablanca. Me parecía que allí había un territorio fantástico para situar una historia de españoles y que no se había contado hasta ahora.
Fiel a su lógica académica, María fue a documentarse y a investigar lo que pasaba en Marruecos y en el mundo durante los años de la guerra. "Comenzaron a aparecer personajes históricos fascinantes, pero como no quería hacer una novela biográfica recreé, dentro de ese tejido histórico, una nueva ficción. Así nació Sira Quiroga, una costurera madrileña arrastrada a la aventura por el desamor. Cuando tuve el plano de lo que quería contar, me puse a escribirlo", explica.
¿Todo lo hiciste sola?
Solita y sola. Siempre he sido muy independiente y de las que se mandan sin problemas. Soy una buscavidas. Me planteo un objetivo, busco la forma de llegar a él y trabajo para conseguirlo. Fueron casi dos años de escribir y escribir. Estaba abducida. Me quedaba en el súper dando vueltas y vueltas en la parte de los congelados o me pasaba de salida en la autopista camino de la facultad. Se podría decir que Entre costuras... la escribí manejando. Cuando me involucro con una historia le doy a las teclas todo el día. ¡No me desengancho!
Sin contactos en el mundo editorial, Dueñas se animó a enviar su currículum y el primer capítulo de su obra a una agencia literaria. Allí se encargaron de mandar las más de seiscientas páginas de una perfecta desconocida a Editorial Planeta. Fue un flechazo. La maquinaria literaria empezó a rodar y el resto es historia.
Entraste al mundo literario en puntas de pie y de repente te compraron millones…
¡Ha sido pura suerte! No fue una cosa de "te acuestas una noche, y al día siguiente, ¡bum!, best-seller". Se fue dando de a poco, gracias a un boca a boca que creció día tras día. Ya pasaron tres años y medio, y voy asimilando todo este fenómeno con relativa tranquilidad.
¿Fue una presión mantener el nivel de Entre costuras... a la hora de escribir Misión olvido?
Yo intenté separar dos compartimentos. Nunca quise saber cuál fue la fórmula del éxito para repetirla en una nueva historia. Ese fue un riesgo que decidí tomar, porque muchos buscaban algo perecido y la verdad es que son libros totalmente distintos: dos épocas diferentes, dos conflictos distintos y dos mujeres que no tienen nada que ver.
¿Sira y Blanca no tienen nada en común?
Solamente el hecho de que a las dos las pone en movimiento el desamor, un abandono sentimental. Sira sufre una traición más dura porque es una joven vulnerable e inocente. Blanca vive una ruptura como las que suceden hoy en día. Pero es el golpe sentimental lo que las pone a las dos en búsqueda de otro camino.
¿Tuviste tu propia heroína antes de que compusieras las tuyas?
¡Más que heroínas, el mío fue un chico! De chica yo moría por las novelas de Enid Blyton, Los cinco o siete secretos. Recuerdo especialmente a un personaje que se llamaba Jorge, que tenía un perro que siempre andaba con él, un padre que estaba medio loco, una madre que nunca estaba, y que todo el tiempo hacía lo que le gustaba. Era mi ídolo, yo quería ser Jorge. Es más, hace unos meses titulé una columna que escribo en el diario La Vanguardia "Cuando yo quería ser Jorge". Me encantaba su vida libre como la de un animalito salvaje. Pero los tiempos han cambiado. Nunca logré que mis hijos lo leyeran. Una vez intenté convencer a Bárbara y me dijo: "Pero mamá, ¡estos niños son idotas!
Más que los personajes, parecen ser los lugares los que encienden tu imaginación
Para escribir Misión olvido viajé a California y visité las misiones franciscanas creadas a fines del siglo XVIII. Pensar en esos curas que iban con su hábito y sus sandalias, comiendo pan duro y andando con sus mulas, evangelizando, me pareció que era una historia para recuperar.
¿Sufriste el desamor?
Afortunadamente no, pero tenemos muchas Blancas a nuestro alrededor que creen que está todo asegurado, que todo navega por aguas calmas. De repente, todo se les tambalea y se acaba. Entonces tienen que empezar a reconstruir y a buscarse un nuevo sitio en el mundo. Obviamente, están las que salen airosamente para adelante y otras que no. Lo importante es llenarse la vida de ilusiones, de proyectos, de cosas que te hagan vibrar, que no tiene que ser necesariamente otro amor.
A pesar de que tus personajes son mujeres románticas, vos decís que te cuesta bastante largar una lágrima
No es que sea muy dura, soy bastante pragmática. Me gusta la parte humana de los relatos, pero no soy sensiblera ni de lágrima fácil o de grandes tragedias. Soy bastante racional y eso lo vuelco también en las novelas.
¿Soñadora, quizás?
De las nocturnas. ¡Y me hago unas películas que ni te cuento! Lo peor es que cuando me levanto me olvido de todo. Sueño con amigos que hace mucho que no veo, con cosas muy reales, nunca con ideas que me inspiren para mis libros.

OTROS HABITOS, MISMAS COSTUMBRES

 
María no se hace drama ni se apura por nada. Tiene un estilo urbano sin estridencias, posa cómoda y siempre con una sonrisa que la vuelve accesible, pero para nada frágil. No le molesta estar cerca de las cinco décadas. Parece haberse descubierto en una nueva piel, aunque por dentro nada ha cambiado. Dice que está a años luz de ese "mundillo intelectual" con el que le toca convivir, y que a veces puede mirarla con recelo por su condición de novata de las letras. "No me planteo qué etiqueta me cuelgo a partir de ahora. No me atrae ni un poco estar entre eruditos. Sigo siendo la misma María, sólo que ahora también escribo", comenta mientras vuelve a chequear el celular. Es que su hija, que cursa la carrera de Comunicación en Madrid, amaneció enferma. "Le he dicho que se vaya a lo de sus abuelos para que la apapuchen un poco", dice con preocupación maternal.
¿Cómo hace esta nueva María para cumplir con todos los roles femeninos?
Fue fácil acomodar los tiempos porque mis hijos ya son mayores y además he tenido la suerte de que mi marido, además de ser una persona muy generosa, es profesor en un instituto y tiene un horario de trabajo fabuloso que lo deja disponible para muchas cosas. ¡Por suerte para mí!
¿El es también tu primer lector?
Sí, le paso fragmentos de lo que escribo. Pero a veces hay muchas cosas que me las reservo. También con mi editora. Hay cosas que no me gusta revelárselas a nadie hasta el final.
¿Tenés un orden para escribir?
Tengo un método: paso tiempo pensando, viajando, analizando y trazando el esqueleto. Soy sistemática pero no tengo rituales, me sujeto el pelo, me pongo mis jeans viejos… ¡y a escribir!
¿En algún lugar especial?
Tengo mi estudio en casa y mi mesa da a unas ventanas donde veo mucho cielo y dejo vagar la imaginación. Pero no estoy en silencio, con mis hijos en casa puede sonar el timbre catorce veces y hay un jaleo permanente, pero tengo la suerte de ser todoterreno porque me crié en una casa donde había tante gente y animales que la mitad de las veces tenía que ir a estudiar al cuarto de baño. Así que estoy hecha a prueba de ruidos y de distracciones.
¿La fama te cambió algo?
No, vivo en el mismo piso, tengo el mismo coche. Puedo ir por la calle con toda normalidad. Algunos me reconocen, pero por suerte cuando voy de compras sigo siendo anónima.
¿Tenés contacto fluido con tus lectores?
En público, sí. Antes tenía un blog con mi dirección de correo, pero se volvió imposible contestarles a todos. Ahora tengo una página de Facebook que edita mi hermana.
¿Y cómo es trabajar junto a tu hermana?
Somos una familia muy unida. Mis padres y mis hermanos, menos uno que vive en Luxemburgo, viven en Madrid. El año pasado me di el gusto de invitarlos a todos a Nueva York y para estas Pascuas vienen todos a mi casa. Todos opinamos de todos sin pelos en la lengua. Ellos son mis mejores fans y mis más feroces críticos. Por eso mis personajes son tan elocuentes, ¡vengo de una familia bien condimentada!.


 

lunes, 18 de febrero de 2013

Autoayuda, un género que se supera a sí mismo


Firmados por profesionales o por figuras mediáticas, los títulos de autoayuda son un territorio lleno de repliegues y diferencias. Pero se renuevan y son best-séller. ¿Por qué? Hablan lectores, libreros y editores. Además, la opinión del filósofo Alejandro Rozichtner.

POR MARCOS MAYER

AUTOAYUDA. El espacio fue ocupado por profesionales, pero también por textos cuyo mayor diploma es la celebridad.
AUTOAYUDA. El espacio fue ocupado por profesionales, pero también por textos cuyo mayor diploma es la celebridad.

Cómo puede ser que estemos tan deprimidos, cuando somos tanto más liberados, abiertos, magnánimos, antirracistas, cultos y alfabetizados que las personas de otros lugares y otros tiempos? Dicho esto, somos tan impotentes como ellas para poner freno una y otra vez a las mismas atrocidades, a pesar de que son tantos los ángeles guardianes de la ética que velan sobre nosotros. ¿Dónde está entonces el progreso?” Estas dos preguntas, que vienen a ser en realidad una sola, se encuentran en la página 55 de un libro que lleva un título que rumbea para el lado de la autoayuda, pero que no lo es. En Don Quijote, para combatir la melancolía (Fondo de Cultura Económica), la psicóloga francesa Françoise Davoine trata de encontrar en las peripecias del héroe de Cervantes algunas respuestas a esa pesadumbre cuya persistencia a lo largo del tiempo parece poder más que el progreso.
A diferencia del género conocido como autoayuda y que es, en realidad, un mapa lleno de repliegues y diferencias, el trabajo de Davoine no encuentra soluciones al final del camino. Allá Quijote y aquí nosotros, cada uno con su melancolía a cuestas, incluido la del propio Miguel de Cervantes. Quien compra textos de Jorge Bucay, Pilar Sordo o Bernardo Stamateas (por nombrar a los más persistentes en este campo) busca soluciones, no interrogantes.

Aquello que se busca
Una breve encuesta realizada en las redes sociales ofrece este tipo de respuestas: “Se leen por necesidad de encontrar respuestas a lo desconocido, por tener la sensación de falta de recursos para resolver situaciones nuevas, por modas entre otras causas”; “Tuve un tumor en la base de cráneo cuando tenía 36 (ahora cumplí 53), tenía que enfrentarme a cirugías, y recurrí a todo, incluso a libros de autoayuda, que no me sirvieron demasiado. Necesitaba ‘comprar’ al destino, al misterio, más tiempo de madre para mis hijos. Ahora ni me acuerdo qué leí, pero digamos que me sirvieron para tranquilizarme, para parar la pelota y pensar”. El único varón en responder cuenta: “Hay uno que es el que más recuerdo y no me pareció malo ya que pude comprobar algunas cosas que dice. Se llama Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus . Lo que pude comprobar es la forma de verbalizar de las mujeres y comprenderlas mejor, de alguna manera (¡nada menos!). Sé que no es ‘intelectualmente correcto’ que uno lea libros de autoayuda, pero soy un tipo curioso (también tengo mi cuota de frivolidad, lo reconozco) y eso me llevó a leerlos”.
De estos testimonios surgen algunas cuestiones. Por un lado, contra lo que se suele suponer, la consulta de libros de autoayuda no es vivida con vergüenza, algo que corrobora Lucas Rodríguez Perea, de La Boutique de San Isidro: “El que compra autoayuda es muy fiel al género y cero pudor para pedirlo, no así el de Las sombras de Grey que lo pide solapado. El que lee autoayuda no discrimina a los que leen literatura, aunque sea objeto de discriminación”. Cuenta Miguel Angel Morelli, de Ramos Libros, de Quilmes: “Básicamente el público consumidor de autoayuda es de clase media y clase media alta. Y, por abrumadora mayoría, femenino. Los hombres, si bien consumen autoayuda también, lo hacen más con libros que se aproximan a la PNL (programación neurolingüística) o al marketing”.
Por otra parte, pareciera que siempre se acude a ellos frente a algún problema o malestar emocional. Algo que los autores parecen tener claramente en cuenta a la hora de escribir sus libros. Si se analizan algunos textos salidos recientemente, se verá que muchos de ellos repiten una determinada forma de presentación.

Rumbo a la felicidad
El primer paso es diagnosticar una determinada tendencia en la sociedad. Es lo que se puede leer en Bienvenido dolor , de la chilena Pilar Sordo, una de las más exitosas autoras del género. Allí se propone que la creciente resistencia al dolor (físico, pero sobre todo espiritual) que hay en nuestras sociedades anestesia también la capacidad de disfrutar la vida en toda su plenitud. Por su parte, No me maltrates del psicólogo y pastor Bernardo Stamateas, plantea: “En todos los ámbitos en los cuales nos desarrollamos el maltrato está creciendo, la forma de tratarnos y de relacionarnos cada vez es más agresiva, impulsiva”. Mucho más positivas, Verónica de Andrés y su hija Florencia sostienen en Confianza total : “Hemos comprobado que algunas personas que, a pesar de haber alcanzado todas sus metas y sentirse vacías, lograban encontrar un propósito superior que volvía a cargar de significado y felicidad sus respectivas vidas”.
Aunque no se basen más que en estudios grupales reducidos (es el caso de Pilar Sordo) pero generalmente en impresiones, estos libros resultan eficaces en postular lo que podría llamarse un clima de época o en estado de situación que, una vez establecido, funciona como el contexto que exige soluciones destinadas a modificarlo y a mejorarlo. Finalmente, son situaciones que de un modo u otro afectan a la gran mayoría. ¿Quién no ha sentido alguna vez que era agredido injustamente o que sus logros no hallaban la anhelada plenitud?
“En muchas ocasiones, cuando los problemas son de mala relación, poca comunicación o timidez, es decir, problemas que involucran a otros, por su propia característica como género que subraya el componente ‘auto’, libros de autoayuda propondrán su resolución en virtud de cambios en las actitudes personales, un mayor desarrollo de la autoconfianza, la incorporación de técnicas efectivas de persuasión o el despliegue de una ‘simpatía’ adquirida siguiendo un conjunto de preceptos que el propio texto proporciona”, sostiene Vanina Papalini, doctora en ciencias sociales e investigadora del Conicet.
Las acciones que se sugieren a los lectores para superar su problema suelen presentarse de modo sistemático e incluso rodeadas de cierto aparato bibliográfico que reúne enseñanzas de la psicología conductista con aportes del psicoanálisis y ciertas formas de sabiduría de neto corte new age , o de cuño oriental. Parte de la infalibidad prometida descansa en este gradualismo. Así, por ejemplo, Stamateas propone una serie de pasos para enfrentar cada una de las formas que asume el maltrato, o el subtítulo de Confianza total propone “Herramientas para desarrollar la inteligencia emocional, la autoestima y la motivación”. Es un género en el que la aplicación práctica importa muchísimo más que la teoría que la sustenta y esa seguramente es una de las razones de éxito y vigencia que viene de larga data.

Un pasado genérico
Si dejamos de lado enseñanzas bíblicas y consejos de filósofos y moralistas, quien abrió el provechoso mundo de la autoayuda fue el norteamericano Dale Carnegie con su exitosísimo Cómo ganar amigos e influenciar sobre las personas que se editó en 1940 en español y pasó muy rápido a la categoría de best-séller permanente. Execrado por intelectuales y objeto de burla, logró integrarse a una zona de la cultura del éxito en tiempos de modernización cultural, un espacio cuya bandera más visible fue la revista Reader’s Digest que se ocupó de difundir por el mundo la fantasía del american dream . El mismo que sostiene que todos, aún los más sumergidos socialmente, pueden llegar a ser presidentes de los Estados Unidos y cuya raíz primera es la autobiografía de Benjamin Franklin, una historia de autosuperación que inspiró a Sarmiento sus Recuerdos de provincia . Lo que puede leerse en ellos es la convicción de que la propia capacidad llevará a la larga o a la corta a que se ocupe el lugar que se merece. Los libros de hoy ven posible el cumplimiento de ese destino, siempre y cuando se sigan determinados pasos.
El Reader’s Digest fue de lectura casi obligatoria en muchísimos hogares del país, entre los que propagaba su credo de que un déficit o una desgracia podía transformarse, esfuerzo mediante, en felicidad. En uno de los raros momentos de humor de Sobre héroes y tumbas , Ernesto Sabato propone irónicamente títulos que podrían hallarse en la revista: “Del primer empleo me echaron a puntapiés, Nuestro romance empezó en el leprosario, Vivo feliz con mi cáncer, Perdí la vista pero gané una fortuna”.
Esa clase media confiada en el futuro hasta la ingenuidad, aunque anclada en todas sus convicciones y lugares comunes de siempre, era sometida a críticas demoledoras, desde Landrú al café concert, de Jauretche a Cortázar. La imposición cada vez más general de estas perspectivas hizo languidecer a todas esas enseñanzas que llegaban en libros y revistas.
Hasta que a mediados de los 80, la norteamericana Louise Hay, con Usted puede sanar su vida , recuperó todo el terreno perdido y, más aún, lo expandió. Se mantuvo durante más de un año al tope de las listas de best-séllers. Hoy esa clase de libros compiten por los primeros lugares de venta con el ensayo político, pero su vida útil está bastante menos pegada a la coyuntura. La leyenda, transmitida por la propia Hay, dice que sufrió un cáncer vaginal que curó milagrosamente luego de que ella cambiara su actitud ante la vida. Se ponía como ejemplo del éxito de aquello que predicaba.

Profesionales y legos
Desde entonces, el espacio fue ocupado por profesionales, como Bucay, Rolón o Stamateas, que tienen un diploma que exhibir para respaldar su capacidad para transmitir mejores formas de vivir. Hay una experiencia con el dolor y las dificultades ajenas y no sólo con las propias.
Pero también sus textos deben convivir con figuras cuyo mayor diploma es la celebridad que acompaña su vida, que en sus libros aparece como una experiencia única y sobre todo ejemplar. De alguna manera, ponen en evidencia una contradicción del género que la profesionalidad de los demás autores disimula. Por un lado la propuesta de integración, de romper con el aislamiento con esa consigna que se repite de libro a libro, asumirse, descubrir los valores en uno mismo (incluso la revista que difunde esta zona de la cultura se llama Uno mismo). Por el otro lado construirse como un ser único que no se parezca a los demás, diferenciarse. Es el mito de la fama, sobre todo la mediática, ser como todos pero de una manera personal e intransferible que hace que se termine por no ser como nadie.
Hace ya varios años que el conductor radial Ari Paluch es un best seller serial. Y acaba de publicar su tercer libro, Corriéndose al interior , en el que reitera sus enseñanzas que van a lo espiritual (que es otra de las vertientes de la autoayuda), vinculándolas con zonas de la producción cultural –como cuando alude al tango– a circunstancias personales o diagnósticos de carácter más general: “Sufrimos por el dolor que una situación nos causa pero agregamos más sufrimiento al no querer aceptar el dolor (…) que tiene un propósito o una misión de la que no podemos escapar, hasta no aceptarla, comprenderla y trascenderla”.
Más autobiográficos resultan Prende el optimismo de Sergio Lapegüe, conductor de noticieros en TN, ¡Basta de miedos!
de Viviana Canosa y Verónica Perdomo, quien en Otra oportunidad de ser feliz relata las duras circunstancias que debió pasar para superar un ACV. “Si estás buscando algo, si lo deseás con todo el corazón, no te quedes sentado esperando que caiga del cielo. Tenés que salir a la calle, romper la coraza, vencer el miedo… De esa manera, tarde o temprano, eso que tanto deseás finalmente va a pasar”, concluye.
Dice Paluch en una entrevista que escribió su libro impulsado por una serie de acontecimientos (la muerte de alguien de su misma edad, el cuestionamiento de una asistente a una conferencia) que no se diferencian de lo que le ocurre al común de los mortales. Por su parte, Lapegüe insiste en que es uno más, sin pretensiones ni excentricidades, igual a sus lectores y televidentes, mientras que Canosa se coloca en el lugar de quien ha llegado y transmite lo aprendido a quien quiera emprender su mismo camino. Y lo suyo es una clara historia de superación de trabas e impedimentos internos que prologa su psicoanalista Vivian Loew. El libro de Lapegüe lleva un prólogo de Palito Ortega, quien es también el autor de la cortina musical de su programa diario Prende y apaga. No deja de ser una diferencia de tono y de intención.
Lo paradójico de esta zona del género es que transmiten ese supuesto saber sobre la vida que no se aprende en los libros, pero lo hacen a través de un libro.

La red sanadora
Los editores consultados coinciden en que se trata de textos que no se escriben a pedido y que uno de los criterios fundamentales de evaluación de sus posibilidades de ser publicados pasa por si el autor o la autora están insertos en una red de puesta en circulación del contenido de los libros. O sea, si se acompañan los libros con ciclos de charlas, y presencia periódica en los medios a través de programas propios o columnas en los diarios, además de la hoy infaltable página web. Lo que redunda habitualmente en mejores ventas.
En stamateas.com, se ofrece un servicio de “mensajes de éxito” que se reciben por mail, además de un sistema de consultas electrónicas y la posibilidad de acceder a todas las presencias del autor de Gente tóxica en los medios televisivos y radiales. Además, el sitio anuncia conferencias y Stamateas tiene una columna semanal en la revista Mía y una cotidiana en el diario Tiempo Argentino. A este esquema, el sitio de Pilar Sordo suma sus opiniones sobre determinados temas sociales y políticos como la reciente aprobación en Chile de una ley que prohíbe fumar en público.
Cuenta desde un resort de Punta del Este Claudio María Domínguez, quien escribe una columna diaria en el sitio de noticias Infobae: “He llegado a dar veinte charlas por mes, hoy bajé a unas cinco. Nunca voy con un tema preparado. Es un proceso de retroalimentación permanente. De pronto, alguien del público plantea algo y la charla deriva en ese sentido. Aunque el tema es siempre el mismo, encontrarse, dejar salir lo que tenemos dentro. En el programa de radio sucedía algo parecido y fuimos armando el último libro con preguntas de los oyentes, que superaron todas las expectativas, llegamos un día a 2000. De allí nació La vida es un juego ”.
De todos modos, “autoayuda” es una denominación con poca prensa, aunque sea la que se haya impuesto, tanto entre libreros como entre editores y el público. Domínguez anuncia que su próximo libro será el “antiautoayuda” y en la contratapa del libro de Stamateas se lee algo que puede considerarse un beligerante alegato al encasillamiento en que las categorías de los maltratadores descriptas en sus páginas trasladan sus patologías a la evaluación del texto, por ejemplo: “‘Me lo recomendaron...pero yo no creo en esta clase de libros’” (el que descalifica), o “Lo dejé por la mitad, no encontré nada interesante” (el crítico).
Se podrá acusar al género de muchas cosas, pero no de falta de realismo. Tienen claras las necesidades de su público e imaginan que en definitiva la solución es siempre individual, bastante simple y que la mayoría se resiste a adoptarla porque no han encontrado la voz que finalmente lleve a encontrar el mejor camino. Ahí todo lo que parecía realismo se transforma en ilusión, por no decir ilusionismo. La pena tiene esas cosas, vive entre la contradicción de parecer definitiva y la esperanza de que un día habrá de cesar. En ese deseo entre resignado y rebelde se mueve un género que evidentemente llegó para quedarse y que no deja de anclarse en esa melancolía para la que el progreso no parece tener remedio. Juegan con el doble mensaje de que el camino es uno solo para todos (el “sé tú mismo”) y la fantasía de que es factible armar la propia aventura.

martes, 5 de febrero de 2013

miércoles, 30 de enero de 2013

Una travesía desopilante

Por Silvia Hopenhayn  | Para LA NACION


En una novela, un buen comienzo es un alivio. No hay que esperar a que el autor se decida a conformarnos con un párrafo brillante o una vuelta de tuerca. Nada más arduo que adentrarse en las primeras páginas de cualquier libro de Faulkner. La demora vale la pena, pero el aliento no siempre alcanza.
También norteamericano, pero menos desquiciado y actual, L.J. Davis -como buen periodista en The New York Times y Harper's- nos presenta de entrada a su personaje, Lowell Lake, de la mejor manera: un iluso a la espera de algo. El título de la novela, publicada recientemente por la casa editorial La Bestia Equilátera, ya es promisorio:  Una vida plena. Simpática ironía para dar cuenta de las ambiciones pueriles del treintañero Lake.
El comienzo, en este caso, es genial. Una especie de anti-Bartlebly. En vez de calar hondo en la rutina, minimizando los gestos como hace el personaje de Melville, Lake toma conciencia de lo terrible que puede ser un trabajo cuando no es provisorio. "Una mañana, Lowell Lake se despertó y cayó en la cuenta de que su empleo no era provisorio. Como si un ángel flamígero lo hubiera visitado en sueños con un mensaje apocalíptico, saltó de la cama al borde del pánico, mirando en derredor con ojos desorbitados. Su empleo no era provisorio y las cosas no mejorarían. No empeorarían... pero no mejorarían. Ése era el meollo de la cuestión. Había encontrado su nivel, y ahí estaba." Esta última frase es casi la misma que pronuncia Don Johnson en el final de una película sórdida y hermosa de Dennis Hopper, The hot spot, basada en otra novela norteamericana, Hell Hath No Fury, de Charles Williams. En este caso, el protagonista, en vez de quedarse con la chica inocente, bella y joven, termina con la rubia viciada, pero ávida de aventuras ruteras, y dice: "Encontré mi nivel. Vivo en él".
A Lake le sucede lo contrario. Esa mañana del comienzo, frente a la atónita mirada de su mujer, cambia de carril, negándose a permanecer como secretario de redacción de un semanario dedicado a la plomería. Rebobinando su vida al cumplir los treinta años, el anhelo de un cambio rotundo le hace olvidar por un momento su falaz tendencia a la repetición. Se embarca -como el propio autor- en la compra de una casa de la zona más pobre de Brooklyn, para convertirla en una mansión: la suya. Pero la mudanza a Nueva York no lo salva del tan temido "nivel" que, como un tono vital, empareja todas sus decisiones. "Lowell intentó escribir a diversas horas del día para ver cuál le sentaba mejor. [Pero] Si escribía por la mañana, la tarde vacía lo miraba a la cara, y si escribía por la tarde, la mañana ya lo había aburrido tanto que estaba demasiado atontado para pensar." El humor acompaña esta travesía tan personal como desopilante. La prosa aguda y fresca alcanza, de alguna extraña manera, una complicidad vertiginosa con el lector. Como si Lake nos estuviera contando sus fracasos en el oído y de ello se desprendiera, sin embargo, la hidalguía del intento.
Entre tantas novelas eróticas que se lanzan en este verano, mejor calmarse -¡y gozar!- con una novela de verdad.
© LA NACION.

lunes, 28 de enero de 2013

¡Oh, casualidad!: la música del azar suena entre los economistas

Por Sebastián Campanario  | Para LA NACION


Lo bueno de ser bisexual es que se duplican las chances de conseguir una cita para el sábado a la noche. "La frase de Woody Allen muestra cómo la teoría de la probabilidad cruza cualquier aspecto de la vida cotidiana. Sus trampas y espejismos, sus dificultades de cálculo para el promedio de los seres humanos y, especialmente, la ubicuidad del azar asumieron un rol protagónico en las investigaciones de los economistas en los últimos cinco años.
En buena medida, la fascinación de los economistas por el azar y sus misterios se aceleró a partir de la crisis internacional que comenzó en 2007, que configuró un escenario más propicio para el análisis de la incertidumbre extrema y la proliferación de los "cisnes negros" (hechos altamente improbables, con un impacto sistémico).
Ese año se publicó lo que puede considerarse la biblia de este campo de estudio, El cisne negro, de Nassim Taleb, tal vez el libro con mayor influencia en los mercados en la última media década.
Pero la publicación de Taleb es sólo una de las obras que abordaron en profundidad la influencia del azar en la economía, los mercados y los negocios.
El andar del borracho, de Leonard Mlodinow, es otro ejemplo, al igual que Finanzas y Fractales, de Benoit Mandelbrot. En la Argentina, con un enfoque más general, en el último año se publicaron El azar en la vida cotidiana (Siglo XXI), de Alberto Rojo (allí se cita el chiste de Woody Allen del primer párrafo), y Azar, Ciencia y Sociedad, de editorial Eudeba, escrito por Roberto Perazzo y Pablo Javovkis.
"Los antecedentes de nuestra relación con el azar son tan viejos como la humanidad. Ian Hacking da cuenta de dados o tabas encontrados en Egipto antiguo, que habían sido limados y retocados para que todas sus caras fueran aproximadamente equiparables. Hasta la aparición de los matemáticos del siglo XVII, el azar fue cuestión de juegos, acertijos o brujería adivinatoria", cuenta Perazzo, director del programa de doctorado en ingeniería informática del Instituto tecnológico de Buenos Aires (ITBA).
El padre fundador de la discusión sobre la naturaleza del azar y su impacto en vastos campos de la economía, los negocios y la vida cotidiana en general murió el 14 de octubre de 2010. El matemático polaco -nacionalizado francés-Mandelbrot, pionero de la geometría fractal, tenía por entonces 85 años. Su infancia y su adolescencia estuvieron signadas por eventos catastróficos. Mandelbrot nació el 20 de noviembre de 1924 en Varsovia, en el seno de una familia de judíos lituanos que escapó por milagro de Polonia tras la invasión nazi y luego vivió escondida en la Francia ocupada. No pudo tener una educación formal y recurrió a un tío matemático y pintor que influyó en su vocación.
Tras la guerra, comenzó una brillante carrera que lo llevó a viajar cada vez más seguido a los Estados Unidos, donde descolló en el departamento de research de IBM, antes de ingresar como profesor en la Universidad de Yale.
El término "fractal" fue acuñado por Mandelbrot en 1975 para describir una nueva rama de la geometría que debía lidiar con superficies "rugosas" y formas irregulares, que van desde la costa de Inglaterra hasta la estructura del coliflor, pasando por el errático camino del precio de las acciones de Wall Street. Su teoría entró en la cultura popular e inspiró desde canciones hasta novelas (de Arthur Clarke y David Foster Wallace) y obras de arte generadas por computadora.
En los últimos años, Mandelbrot captó la atención de los inversores con la aplicación de sus ideas a los mercados de bonos y acciones. En su libro Finanzas y Fractales (2007, Tusquets), escrito con Richard Hudson, mostró cómo los brokers suelen ignorar la probabilidad de catástrofes.
Mandelbrot se inspiró a su vez en los estudios de Harold Hurst, un funcionario del Imperio Británico que un siglo atrás analizó en Egipto la frecuencia de las crecidas del Nilo. A Hurst, sus investigaciones le sirvieron para aproximar mejor las causas de la desaparición de los faraones. A Mandelbrot, para captar la esencia del "lunes negro" del 19 de octubre de 1987, cuando la Bolsa de Nueva York perdió un quinto de su valor en sólo un día -una anomalía extrema en términos de una "distribución normal.
Desde 2007, el gran impulsor de los hallazgos de Mandelbrot a nivel de divulgación es el autor de El cisne negro, Taleb, quien se declara a sí mismo "profundamente mandelbrotiano".

LOS "CISNES NEGROS"

Taleb nació en Palestina y en la década del 80 amasó una fortuna vendiendo y comprando bonos en Wall Street, antes de dedicarse más de lleno al estudio de las probabilidades y de la filosofía.
Los "cisnes negros" a los que alude en su obra son hechos extremadamente improbables, con efectos que pueden cambiar el mundo; y que mirados a posteriori, por culpa de ciertos sesgos en nuestra forma de pensar, pueden parecer hasta obvios o por lo menos explicables.
Los ataques a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, las grandes debacles de la bolsa o las catástrofes naturales son ejemplos que suele citar.
En temas de azar, la psicología y la economía del comportamiento pulieron una certeza: los seres humanos somos pésimos a la hora de calcular probabilidades. Nuestro cerebro está preparado para buscar (y creer que encuentra) patrones y conspiraciones donde no los hay; a atribuirles un significado divino o cósmico a coincidencias que no tienen por qué tenerlo y a encontrar relaciones de causalidad allí donde hay puros hechos fortuitos.
"Yo creo que, muy en lo profundo, todos creen en que lo que sucederá se puede orientar en favor o en contra de lo que uno desea o espera. El solo hecho de que se atribuya importancia a la oración y la plegaria por la salud de un enfermo muestra que se piensa que hay una relación de causa y efecto entre actos, rituales o acciones personales y resultados de eventos aleatorios", explica el economista Perazzo.
La economía del comportamiento acumula centenares de experimentos y observaciones que dan cuenta de los sesgos y errores sistemáticos en el cálculo probabilístico, que van desde pifiadas recurrentes de los jugadores y entrenadores en la supercompetitiva liga de básquet de los Estados Unidos (NBA) hasta equivocaciones frecuentes en journals académicos.
Si ser bisexual duplica chances de conseguir cita para el sábado, como dice Woody Allen, es un dilema que aún no fue testeado a nivel econométrico. Pero no debe faltar mucho, en esta era dorada de la "economía de cualquier cosa", para que alguien lo compruebe.

ESTUDIOS SOBRE LO PROBABLE

  • Tras la crisis
    Después de la debacle financiera que se inició en 2007, los trabajos económicos sobre el azar y los misterios se aceleraron
  • Un pequeño tratado
    Ese año se publicó El cisne negro, de Nassim Taleb, un libro con mucha influencia en los mercados
  • Cambios profundos
    Los cisnes negros son hechos altamente improbables cuyos efectos son tan grandes que pueden cambiar el mundo
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