Abocado a reducir la distancia entre la economía y el fragor de cada día, Martín Lousteau escribió Economía 3D (Sudamericana), libro que también se propone como un ejercicio de pensamiento. Aquí, un extracto
Alos humanos nos gusta encontrar principios por los que guiarnos. Nos dan tranquilidad y reducen la ansiedad, algo que es particularmente importante en los tiempos que corren.
Quizás éste sea el motivo por el que los libros de autoayuda de toda índole están en auge. Gran parte de ellos contiene técnicas orientadas a elevar el bienestar personal del lector. Suelen sugerirte que el mundo ha multiplicado la receta de las comidas rápidas a todos los ámbitos y que ello es una fuente sustancial de angustia. Te recomiendan, entonces, que intentes abstraerte de la velocidad del mundo que te rodea y que vuelvas a los ritmos naturales y lentos. ¡Pero lo hacen en ciento cincuenta páginas de rápida y fácil lectura! Es decir, te prometen una felicidad instantánea, contradiciendo su propio diagnóstico y constituyendo, así, una gran paradoja.
Algunos de esos libros intentan explicarte cómo hacerte millonario o ser creativo o tener más éxito con el sexo opuesto. Y para extraer sus fórmulas mágicas acostumbran analizar la vida de personas que son referentes en cada una de esas áreas.
Suelo desconfiar de estos textos por dos motivos principales: primero, porque si lograr esos cometidos fuera tan simple como seguir una receta, todos lo habrían hecho; y segundo, porque deducir lecciones generales a partir de unos pocos casos concretos es un método extremadamente cuestionable.
Si tomás a un grupo de inventores exitosos verás que todos han sido muy persistentes en sus esfuerzos. Ese descubrimiento te puede llevar a creer que ésa es la clave. Pero muchos de los que siguen fracasando y pasan inadvertidos también son insistentes. Y al comprometer sus ahorros y su tiempo en la búsqueda, esa tenacidad puede llevarlos a la ruina personal y de su familia.
Muchísimas veces en la vida la muestra de la que se dispone la componen sólo aquellos que han tenido éxito, ya que los demás desaparecieron en el camino. Y ello lleva a extraer conclusiones equivocadas. Este efecto ilusorio tiene un nombre: "sesgo de supervivencia".
Imaginate la siguiente situación en un casino donde hay 5000 personas jugando. Separamos 2048 y les ponemos unas vinchas con antenas metálicas en la cabeza, tras lo cual las llevamos a jugar ruleta a una sala aparte. Su consigna: tienen que elegir entre rojo o negro (el cero está excluido en esa ruleta). Cada uno tiene 50% de probabilidades de acertar y el que no lo hace debe irse. Después de una primera tanda completa quedarán 1024 que participan de una nueva ronda, tras la cual permanecen 512 y así sucesivamente. Tras diez vueltas quedarán solamente dos individuos con antenas que son enviados de nuevo al salón principal.
Si estás en el casino y preguntás quiénes son los individuos con antenas, te dirán que son dos que han acertado diez bolas consecutivas el color que iba a salir. Algunos hasta dicen que lo que llevan en la cabeza les permite percibir unas vibraciones que les indican qué color habrá de salir. ¿Seguirías con tu apuesta la de ellos en el próximo tiro? ¿Y si no supieras el resto del experimento? Como verás, muchas veces no actuamos de acuerdo con las probabilidades reales sino con la percepción social de los eventos.
A pesar de que intentemos no verlo, este sesgo de supervivencia suele ser un problema muy presente cuando un inversor quiere elegir a alguien para que le maneje sus ahorros. Cambiá acertar el color de la bola por ganar dinero y te darás cuenta del porqué. Los administradores de fondos que siguen en el negocio son aquellos a los que les ha ido bien, pero no es tan sencillo determinar si sus fojas de servicios no están en gran medida determinadas por el azar.
Se puede ir un poquito más allá con estos razonamientos, tal como lo muestra el siguiente ejemplo adaptado del libro de Nassim Taleb, Engañados por el azar.
Un economista al que no conocés pero que se presenta como un experto de la Bolsa te manda una carta el 2 de enero indicando que el mercado va a subir ese mes y se cumple el pronóstico. Recibís otra el 1° de febrero diciendo que el mercado bajará y de nuevo ocurre. Si las cartas exitosas se repiten por varios meses, llega un momento en el que le confiás todos tus ahorros. Pero unos meses más tarde viene el fracaso y el economista te dice que has perdido todo tu dinero. Cuando se lo mencionás a tu vecino éste te cuenta que recuerda haber recibido dos de esas cartas pero que el pronóstico falló al segundo mes y no recibió más misivas.
Lo que ocurrió puede haber sido muy parecido a lo del casino, sólo que alguien aprovechó para esquilmarte y quedarse con tus ahorros, como en la película Nueve reinas. El tramposo sacó 10.000 nombres de la guía telefónica, envió una carta alcista a la mitad de la muestra, y una bajista a la otra mitad. Al mes siguiente, seleccionó las personas para las cuales el pronóstico se había cumplido (5000 personas) y repitió el procedimiento: a una mitad le dijo que la Bolsa subiría y a la otra que bajaría. Al próximo mes hizo lo mismo con los que quedaron y así sucesivamente hasta que el número se redujo a un grupo de 500 personas, que se transformaron en sus víctimas.
El ejemplo más divertido de esta trampa de la mente es del propio Taleb, quien escribió: "Si colocamos un número infinito de monos frente a una máquina de escribir, existe la certidumbre de que uno de ellos escriba una versión exacta de La Ilíada. ¿Pero, una vez sucedido esto, apostaría alguien a que este mono escribirá también la Odisea?".
1 comentario:
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