es su segunda visita a Buenos Aires y María Dueñas la disfruta como una niña en una fábrica de caramelos. Con su celular registra el paisaje de torres que se divisa desde la ventana de su habitación en un hotel de Puerto Madero y se devora con los ojos todo lo que ve en la ciudad. Amable, atractiva y sin divismos, la novel escritora española muestra más entusiasmo que cansancio ante cada pregunta de esta última entrevista del día. Al verla en acción, no parece que en una semana cruzó el Atlántico, sobrevoló la Cordillera y navegó el Río de la Plata como parte de la gira que alcanzó ocho países americanos para presentar en sociedad su nuevo libro, Misión olvido. Esta gira fue una prueba de fuego para demostrarle al mundo que su consagrado primogénito, El tiempo entre costuras, no ha sido un best- seller de pura casualidad.
Con más de un millón de copias vendidas en 27 países, la historia de Sira Quiroga, una costurera que saca fuerzas después del desamor para salir adelante en medio de una guerra en ciernes, es uno de los libros más vendidos en una España en plena crisis. La novela es, quizás, una bocanada de esperanza para los que creen que en cualquier momento de la vida las cosas pueden cambiar si se tienen deseos y empuje. Y la autora del libro es el ejemplo vivo de esa creencia. "Jamás fantaseé con esto. No soy una escritora vocacional, nunca tuve la aspiración ni la ambición de serlo, no he ido a un taller literario en mi vida. Sencillamente, llegué a los 44 años, tuve ganas de hacer algo diferente, y lo hice", confiesa.
María Dueñas Vinuesa nació en Puertollano, una comarca de Castilla La Mancha y es la mayor de ocho hermanos. A los 26 años se casó con un compañero de la facultad que ahora es catedrático de latín. Tiene dos hijos adolescentes: Bárbara, de 18 años, y Jaime, de 15. Vive con su familia en un luminoso departamento en Cartagena, bien cerquita del mar. Era profesora titular de filología inglesa de la Universidad de Murcia hasta que decidió, con esa serenidad que se logra cuando se tienen todas las fichas bien ubicadas sobre el tablero, que era el momento preciso de patearlo. ¿Crisis de la mediana edad? Quizás. Lo cierto es que sintió que había concluido una etapa y tenía que tomar un camino nuevo e intransitado. El cuerpo le pedía un cambio. Era el momento de probarse como escritora y tenía todo el entrenamiento académico. Ahora o nunca, era el momento de equivocarse, de hacer ensayo y error. Probó, y no se equivocó.
UN NUEVO CAPÍTULO
-Escritor, ¿se nace o se hace?
Yo me he hecho escritora, pero tardíamente. Creo que hay cierto componente que viene de fábrica, cierta posibilidad para el lenguaje, para construir otros mundos. De chica era buena lectora e inventaba historias pero lo hacía en mi cabeza, para mí sola, nunca tuve la ambición de escribir.
Tenías más de cuarenta cuando diste vuelta la página de tu vida, ¿qué pasó por tu cabeza?
¡Un tren! Yo estuve más de veinte años subiendo escalones en mi vida académica. Cuando llegué al último vi que había cumplido con todos mis objetivos y me di cuenta de que tenía ganas y fuerzas de empezar algo nuevo. Me planteé dedicarme a escribir como algo paralelo a mi profesión, pero cuando se publicó El tiempo entre costuras se desató un torbellino inesperado.
¿Cómo surgió la historia? ¿Imaginaste una trama o apareció un personaje?
Más que la historia, surgió el escenario. Yo pensé en recuperar el clima que vivió mi madre en el tiempo en el que Marruecos fue protectorado español. (N. de R.: su madre, maestra e hija de un militar, nació allí en 1940 y vivió hasta 1956, cuando Marruecos recuperó su soberanía). Yo crecí escuchando las historias de mi madre, que siempre me parecieron de lo más común. Pero cuando las contaba, todo el mundo me decía: "¡Pero mira, niña, qué excentricidad! ¡Eso sí que es algo exótico!". Un día me puse a pensar que había un gran desconocimiento y a la vez un gran interés por descubrir el misterio de ese mundo apasionante y novelesco.
¿Qué te contaba tu madre?
Lo que era su mundo normal. Pero te dabas cuenta de que Marruecos era un lugar con una mezcla enorme. En Tánger, su capital tan cosmopolita, se cruzaban culturas y era cuna de espías y de malandras de toda especie, muy a lo Casablanca. Me parecía que allí había un territorio fantástico para situar una historia de españoles y que no se había contado hasta ahora.
Fiel a su lógica académica, María fue a documentarse y a investigar lo que pasaba en Marruecos y en el mundo durante los años de la guerra. "Comenzaron a aparecer personajes históricos fascinantes, pero como no quería hacer una novela biográfica recreé, dentro de ese tejido histórico, una nueva ficción. Así nació Sira Quiroga, una costurera madrileña arrastrada a la aventura por el desamor. Cuando tuve el plano de lo que quería contar, me puse a escribirlo", explica.
¿Todo lo hiciste sola?
Solita y sola. Siempre he sido muy independiente y de las que se mandan sin problemas. Soy una buscavidas. Me planteo un objetivo, busco la forma de llegar a él y trabajo para conseguirlo. Fueron casi dos años de escribir y escribir. Estaba abducida. Me quedaba en el súper dando vueltas y vueltas en la parte de los congelados o me pasaba de salida en la autopista camino de la facultad. Se podría decir que Entre costuras... la escribí manejando. Cuando me involucro con una historia le doy a las teclas todo el día. ¡No me desengancho!
Sin contactos en el mundo editorial, Dueñas se animó a enviar su currículum y el primer capítulo de su obra a una agencia literaria. Allí se encargaron de mandar las más de seiscientas páginas de una perfecta desconocida a Editorial Planeta. Fue un flechazo. La maquinaria literaria empezó a rodar y el resto es historia.
Entraste al mundo literario en puntas de pie y de repente te compraron millones…
¡Ha sido pura suerte! No fue una cosa de "te acuestas una noche, y al día siguiente, ¡bum!, best-seller". Se fue dando de a poco, gracias a un boca a boca que creció día tras día. Ya pasaron tres años y medio, y voy asimilando todo este fenómeno con relativa tranquilidad.
¿Fue una presión mantener el nivel de Entre costuras... a la hora de escribir Misión olvido?
Yo intenté separar dos compartimentos. Nunca quise saber cuál fue la fórmula del éxito para repetirla en una nueva historia. Ese fue un riesgo que decidí tomar, porque muchos buscaban algo perecido y la verdad es que son libros totalmente distintos: dos épocas diferentes, dos conflictos distintos y dos mujeres que no tienen nada que ver.
¿Sira y Blanca no tienen nada en común?
Solamente el hecho de que a las dos las pone en movimiento el desamor, un abandono sentimental. Sira sufre una traición más dura porque es una joven vulnerable e inocente. Blanca vive una ruptura como las que suceden hoy en día. Pero es el golpe sentimental lo que las pone a las dos en búsqueda de otro camino.
¿Tuviste tu propia heroína antes de que compusieras las tuyas?
¡Más que heroínas, el mío fue un chico! De chica yo moría por las novelas de Enid Blyton, Los cinco o siete secretos. Recuerdo especialmente a un personaje que se llamaba Jorge, que tenía un perro que siempre andaba con él, un padre que estaba medio loco, una madre que nunca estaba, y que todo el tiempo hacía lo que le gustaba. Era mi ídolo, yo quería ser Jorge. Es más, hace unos meses titulé una columna que escribo en el diario La Vanguardia "Cuando yo quería ser Jorge". Me encantaba su vida libre como la de un animalito salvaje. Pero los tiempos han cambiado. Nunca logré que mis hijos lo leyeran. Una vez intenté convencer a Bárbara y me dijo: "Pero mamá, ¡estos niños son idotas!
Más que los personajes, parecen ser los lugares los que encienden tu imaginación
Para escribir Misión olvido viajé a California y visité las misiones franciscanas creadas a fines del siglo XVIII. Pensar en esos curas que iban con su hábito y sus sandalias, comiendo pan duro y andando con sus mulas, evangelizando, me pareció que era una historia para recuperar.
¿Sufriste el desamor?
Afortunadamente no, pero tenemos muchas Blancas a nuestro alrededor que creen que está todo asegurado, que todo navega por aguas calmas. De repente, todo se les tambalea y se acaba. Entonces tienen que empezar a reconstruir y a buscarse un nuevo sitio en el mundo. Obviamente, están las que salen airosamente para adelante y otras que no. Lo importante es llenarse la vida de ilusiones, de proyectos, de cosas que te hagan vibrar, que no tiene que ser necesariamente otro amor.
A pesar de que tus personajes son mujeres románticas, vos decís que te cuesta bastante largar una lágrima
No es que sea muy dura, soy bastante pragmática. Me gusta la parte humana de los relatos, pero no soy sensiblera ni de lágrima fácil o de grandes tragedias. Soy bastante racional y eso lo vuelco también en las novelas.
¿Soñadora, quizás?
De las nocturnas. ¡Y me hago unas películas que ni te cuento! Lo peor es que cuando me levanto me olvido de todo. Sueño con amigos que hace mucho que no veo, con cosas muy reales, nunca con ideas que me inspiren para mis libros.
OTROS HABITOS, MISMAS COSTUMBRES
María no se hace drama ni se apura por nada. Tiene un estilo urbano sin estridencias, posa cómoda y siempre con una sonrisa que la vuelve accesible, pero para nada frágil. No le molesta estar cerca de las cinco décadas. Parece haberse descubierto en una nueva piel, aunque por dentro nada ha cambiado. Dice que está a años luz de ese "mundillo intelectual" con el que le toca convivir, y que a veces puede mirarla con recelo por su condición de novata de las letras. "No me planteo qué etiqueta me cuelgo a partir de ahora. No me atrae ni un poco estar entre eruditos. Sigo siendo la misma María, sólo que ahora también escribo", comenta mientras vuelve a chequear el celular. Es que su hija, que cursa la carrera de Comunicación en Madrid, amaneció enferma. "Le he dicho que se vaya a lo de sus abuelos para que la apapuchen un poco", dice con preocupación maternal.
¿Cómo hace esta nueva María para cumplir con todos los roles femeninos?
Fue fácil acomodar los tiempos porque mis hijos ya son mayores y además he tenido la suerte de que mi marido, además de ser una persona muy generosa, es profesor en un instituto y tiene un horario de trabajo fabuloso que lo deja disponible para muchas cosas. ¡Por suerte para mí!
¿El es también tu primer lector?
Sí, le paso fragmentos de lo que escribo. Pero a veces hay muchas cosas que me las reservo. También con mi editora. Hay cosas que no me gusta revelárselas a nadie hasta el final.
¿Tenés un orden para escribir?
Tengo un método: paso tiempo pensando, viajando, analizando y trazando el esqueleto. Soy sistemática pero no tengo rituales, me sujeto el pelo, me pongo mis jeans viejos… ¡y a escribir!
¿En algún lugar especial?
Tengo mi estudio en casa y mi mesa da a unas ventanas donde veo mucho cielo y dejo vagar la imaginación. Pero no estoy en silencio, con mis hijos en casa puede sonar el timbre catorce veces y hay un jaleo permanente, pero tengo la suerte de ser todoterreno porque me crié en una casa donde había tante gente y animales que la mitad de las veces tenía que ir a estudiar al cuarto de baño. Así que estoy hecha a prueba de ruidos y de distracciones.
¿La fama te cambió algo?
No, vivo en el mismo piso, tengo el mismo coche. Puedo ir por la calle con toda normalidad. Algunos me reconocen, pero por suerte cuando voy de compras sigo siendo anónima.
¿Tenés contacto fluido con tus lectores?
En público, sí. Antes tenía un blog con mi dirección de correo, pero se volvió imposible contestarles a todos. Ahora tengo una página de Facebook que edita mi hermana.
¿Y cómo es trabajar junto a tu hermana?
Somos una familia muy unida. Mis padres y mis hermanos, menos uno que vive en Luxemburgo, viven en Madrid. El año pasado me di el gusto de invitarlos a todos a Nueva York y para estas Pascuas vienen todos a mi casa. Todos opinamos de todos sin pelos en la lengua. Ellos son mis mejores fans y mis más feroces críticos. Por eso mis personajes son tan elocuentes, ¡vengo de una familia bien condimentada!.