El escritor, de ideas liberales, muestra fascinación y rechazo por el revolucionario.
Es martes por la noche y en una librería de Palermo atestada, el escritor y ensayista Marcos Aguinis dialoga con su colega Marcelo Birmajer.
MA: Hoy en Argentina para ser correcto tenés que ser de izquierda; si no, sos un fascista.
MB: Para ser rico tenés que ser de izquierda. Para tener trabajo.
MA: Ahora somos todos de izquierda. La izquierda es una gran traidora.
Este año, Aguinis estuvo al borde de la muerte. Una infección lo mantuvo internado durante semanas, pero la experiencia no aplacó su ánimo provocador. Por eso, Aguinis tiene razón cuando dice que él no cambió. Al menos en los últimos años. “La izquierda pasó de ser un movimiento rebelde y pensante a ser un movimiento servil y genuflexo. Eso es la izquierda hoy: servil y genuflexa. Yo no he cambiado. Mis valores de disenso y pluralismo siguen vigentes”, dispara el autor, que fue Secretario de Cultura durante la presidencia de Alfonsín y luego abrazó el liberalismo como bandera. Éste que habla hoy es el mismo Aguinis de Pobre Patria Mía! el “panfleto” –así lo definió el autor– antikirchnerista, que vendió más de 130 mil ejemplares en 2009.
Pero Aguinis y Birmajer no están en una reunión de militantes de izquierda arrepentidos. Presentan la flamante novela del primero: Liova. Corre hacia el poder , la primera ficción de Aguinis desde 2008. En esas 410 páginas, el autor narra los años de juventud del líder comunista León Trotsky. “Quise respetar al joven idealista, rebelde con sus padres, novias, profesores, que era voraz por la lectura y el aprendizaje de los idiomas”, explica el autor, que no disimula la fascinación y el rechazo que sobre él ejerce su personaje. “De manera que trotskista, lo que se dice trotskista, nunca voy a ser, porque no acepto ni la violencia ni la ausencia de la democracia”, se planta Aguinis.
Esta noche, Birmajer y Aguinis vuelven varias veces sobre el origen judío del líder revolucionario , cuyo nombre real era Lev Davídovich Bronstein. “En todos los espacios que han luchado por un mundo diferente, más feliz y más justo, hubo judíos. Es algo que viene de los textos bíblicos, de los profetas”, dice Aguinis.
Trotsky fue –recuerda el autor– Ministro de Relaciones Exteriores de la Revolución. Desde allí negoció la paz con Alemania, pero también creó el brutal Ejército Rojo. “Hasta allí llega el libro. Quería contar la historia de este personaje hasta el momento en el que pierde el rumbo . Es la historia de una iniciación, de un individuo lleno de valores, que amaba la cultura, la filosofía, que era seductor y padeció traiciones. Que era inteligente, brillante; hasta jocoso, pero llega un momento en el que pierde el rumbo”, insiste el autor.
Lejos de la ficción, Aguinis está seguro de dos cosas. La primera es que la Revolución Rusa torció la historia del siglo XX. A ella, recuerda, siguieron el fascismo y del nazismo. También está convencido de que con Trotsky y sus valores en el lugar de Stalin, la suerte de la Revolución hubiera sido otra. “Stalin con su propias manos sacaba el revólver y mataba, lo mismo que hacía el Che Guevara. Esa es la diferencia: el Che Guevara mataba y era homófobo”, larga.
Aguinis es el mismo provocador que antes de la infección. Divide aguas con cada afirmación, con cada libro. Tiene tantos lectores como detractores. Con los primeros le alcanza para ser uno de los autores más vendidos del país.
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