lunes, 27 de enero de 2014

Adiós al escritor mexicano José Emilio Pacheco (1939-2014)




José Emilio Pacheco (México 1939 - 2014). Coeditó las principales revistas culturales de los sesenta mexicanos, como México en la Cultura, La Cultura en México o Revista de la Universidad. Traductor de T.S. Eliot, Samuel Beckett, Tennesse Williams y Oscar Wilde, ensayista y narrador, es sobre todo uno de los grandes poetas contemporáneos. Su obra poética abarca catorce títulos; entre el primero, Los elementos de la noche (1963), hasta los más recientes, Como la lluvia o La edad de las tinieblas (2009), figuran otros como No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), Islas a la deriva (1973), Ciudad de la memoria (1989) o El silencio de la luna (1994), todos ellos reunidos en el volumen Tarde o temprano (Poemas 1958-2009). Es autor además de la inolvidable novela Las batallas en el desierto, así como de la novela Morirás lejos y de dos memorables libros de cuentos, El viento distante y El principio del placer. Recibió, entre otros reconocimientos, el Premio Octavio Paz (2003), el Premio Pablo Neruda (2004), el Premio Ciudad de Granada Federico García Lorca (2005), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009) y el Premio Cervantes (2009).

miércoles, 22 de enero de 2014

Book Hunter: mirá lo que se lee en las playas

En la costa argentina o uruguaya, cinco lectores nos cuentan sobre los libros que llevaron a sus vacaciones

LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA

 
Foto: Camila Lozzia
Stieg Larsson
Editorial Destino, $ 135
En Punta del Este, Clara Pompili cuenta que elegió este libro luego de la repercusión de la primera película de la triología. Y como suele suceder, el libro dispara su imaginación más que la peli.

THE HUNGER GAMES  el eBook en español

 
Foto: LA NACION / Matías Aimar
Suzanne Collins
Editorial Scholastic
Santiago Aguilera está enganchadísimo con la saga. Desde Pinamar cuenta que "vi las películas, me encantaron y quise leer el libro, que me dijeron que es mucho mejor. y es verdad. Lo recomiendo a pleno. "

UN FINAL PERFECTO

 
Foto: LA NACION / Matías Aimar
John Katzenbach
Ediciones B, $ 159
En Pinamar, Martina Drebnica confiesa que ama leer a la mañana en la playa porque hay poca gente. Esta vez elegió un policial."Habla de un asesino que quiere matar a tres chicas y planea el crimen perfecto. Lo compré antes de venir aquí porque leí El psicoanalista, del mismo autor, y me gustó mucho", cuenta.

EL CUARTO ARCANO

 
Foto: LA NACION / Mauro V. Rizzi
Florencia Bonelli
Ed.Aguilar $ 160
Sobre la arena marplatense Analía Giussi cuenta que "me entusiasmé con estas sagas y aprovecho la playa para avanzar con la lectura. Me atrapan estas historias con sus personajes tan especiales que la autora construye muy bien. Para estos momentos de ocio es ideal".

FRAGMENTOS DE UN DISCURSO AMOROSO

 
Foto: Camila Lozzia
Roland Barthes
Siglo XXI Editores $ 130
"Es un muestrario de los términos que usa el enamorado: abrazo, celos, abismo, entre otros. Cada uno es definido y ejemplificado con obras literarias", cuenta entusiasmada Natasha Echin 

martes, 14 de enero de 2014

“En la vida rechazamos el crimen, pero abrimos un libro esperando que ocurra” PABLO DE SANTIS


"Crímenes y jardines", la última novela de Pablo de Santis, sigue con los personajes de "El enigma de París", su libro anterior. En este policial clásico, la concepción de los jardines –y la pugna de esas ideas contrapuestas– es la protagonista.



Crímenes y jardines (Planeta), última novela de Pablo de Santis, sigue con los personajes de El enigma de París, su libro anterior. Pero parece poner a la trama de este policial clásico en un ambiente en el que la concepción de los jardines –y la pugna de esas ideas contrapuestas– es protagonista. Si “civilización y barbarie” es un lema que puede titular el legado decimonónico con que Sarmiento inaugura un debate siempre brutal y vigente, la apuesta de De Santis, también exitoso autor de novelas juveniles, parece ir en el mismo sentido. En esta novela, que transcurre en 1894, el joven detective Sigmundo Salvatrio “hereda” la agencia de investigación que dirigía su mentor, Craig, uno de los Doce Detectives más talentosos del mundo. En El enigma de París, Salvatrio había viajado a la Exposición Universal que se hizo en la Ciudad Luz en 1889 para representar a su mentor. En esta nueva novela, el personaje afronta su primer caso solo: la muerte de Craig termina de convertir a Watson en Holmes, y la aparición del cadáver de un anticuario exige un esclarecimiento. La pista conduce a un grupo de “filósofos de los jardínes”, que habían intentado robarle al célebre botánico Carlos Thays el diseño de los espacios verdes porteños. De Santis trabajó en este libro apenas publicó El enigma...“En algún momento quedé paralizado”, dice. Incluso escribió otra obra que involucra a Salvatrio, peroCrímenes y jardines ocurre antes, así que, después de “bastante trabajo” lo publicó.
-¿Pensás “Crímenes y jardines” como una continuación del anterior, hay una idea de saga?
-No, pero me dieron ganas de seguir con la Sra. Craig, personaje enigmático y ambiguo, lejos de lo estructurado, que está totalmente por fuera de mi neurosis.
-Más allá de la trama policial, hay una apuesta por el humor, un modo de los personajes y los usos de principios de siglo XX que resulta gracioso.
-Sí, me gusta que haya humor aunque haya crímenes y tragedia, pero es algo que hay que tener bajo control porque si se escapa, resta: me gusta el humor cuando refuerza la verdad de lo que uno cuenta. El humor permite ver a los personajes fuera de lo que quieren representar, eludir la solemnidad de los personajes y mostrar que no son tan serios como pretenden.
-En el mundo, también en Argentina, hay un boom de la novela negra, ¿cómo lo ves en relación con tus libros que son policiales de pistas, en los que los casos se resuelven de manera limpia, matemática?
-Será porque mis padres leían a Agatha Christie y a mí me encantan los elementos convencionales de esas novelas, esas cosas que suelen señalarse como defectos, la reunión de los personajes en un transatlántico, en un gran hotel, en un tren de lujo, el crimen lejano de la vida social.
-En el clásico policial de pistas, que el detective sea efectivo y resuelva el caso parece sobreponerse al horror del crimen.
-El policial nos pone en una situación culpable como lectores porque en la vida real rechazamos el crimen, pero abrimos un libro esperando que ocurra, ansiosos.Como si ese cadáver estuviera por fuera de lo moral, aunque sea lo que provoque la reflexión; pero en el policial el cadáver surge como la primera pregunta sobre el mundo, la pregunta fundamental.
-¿Dialogan tus libros de literatura juvenil con tus policiales?
-Para mí, toda la literatura es como si fuera literatura infantil porque es en la infancia cuando se funda la relación con los relatos: leemos porque nos han contado historias antes de irnos a dormir. Y en la ficción hay algo profundamente infantil porque, ¿por qué nos interesamos en el destino de personajes que no existen? La literatura es un juego, pero un juego serio, una visión concentrada del mundo.
-La disputa de los jardines que planteás en la novela, un grupo que propugna por un jardín de diseño geométrico se enfrenta a los que bregan por una idea de lo natural sin injerencia, parece dar cuenta de una discusión mayor…
-Sí, convierto esa discusión que aún hoy tiene lugar en dos sectas: la del jardín de la Atlántida y la del jardín edénico, de antes de la cultura. Y también por eso hago personaje a Carlos Thays –el paisajista responsable de los jardines más importantes del espacio público argentino de principios de siglo XX–, porque era amigo de Sarmiento y me servía por la cuestión de fondo que también se juega en la novela: “civilización y barbarie”.

sábado, 4 de enero de 2014

Tom Wolfe: Miami, el paraíso perdido

Entrevista. Sentenció la muerte de la novela, pero reincide. En “Bloody Miami” pinta con sarcasmo una ciudad donde todos quieren salir en televisión.



Lo único que Tom Wolfe quiere es contar historias. Le hago –le hacen– preguntas que rara vez responde si no encuentra una anécdota que cumpla al pie de la letra con lo que él mismo postuló para despabilar el modo de narrar la realidad que tenía el periodismo en los años 60. Con tal de contar la historia que vino a contar, reproduce diálogos como un ventrílocuo y describe, cual perito en la escena del crimen, ambientes y personajes. “Escribí durante años en un suplemento dominical (el del New York Herald Tribune), donde uno tiene una sola oportunidad: la gente lo levanta del piso, en la puerta de su casa, mira una nota y lo tira. Así que empecé a elaborar estrategias para que el lector no me abandonara”, dice Wolfe.
“Lo que me interesó no fue sólo el descubrimiento de que era posible escribir artículos muy fieles a la realidad empleando técnicas habitualmente propias de la novela y el cuento. Era eso... y más –escribió en El Nuevo Periodismo, algo así como un manual de instrucciones de su método, publicado en 1973 y ratificado hoy, cuatro décadas después–. Era el descubrimiento de que en un artículo, en periodismo, se podía recurrir a cualquier artificio literario, de los tradicionales dialoguismos del ensayo hasta el monólogo interior y emplear muchos géneros diferentes simultáneamente, o dentro de un espacio relativamente breve... para provocar al lector de forma a la vez intelectual y emotiva.” Esta vez, vino a provocarnos con Bloody Miami, su cuarta novela –después de La hoguera de las vanidades (1987), Todo un hombre (1998) y Yo soy Charlotte Simmons (2004)– en la que derrama su ácido sobre Miami, “la única ciudad del mundo, hasta donde yo sé, copada por gente que inmigró recientemente de otro país (Cuba), con otra lengua y con otra cultura y que, en el lapso de una generación, ha logrado hasta gobernarla políticamente”.
Allí ambientó estas postales despiadadas de una ciudad estereotipada por el malhumor de los pocos anglosajones blancos que –al no hablar español– se sienten extranjeros en su propio país, por los bares rusos donde la gracia del show es al desnudo, por el caretaje del mundo del arte y sus falsificaciones, por esos eternos jubilados que se mudan allí celebrando la amabilidad del clima, por la otra cara de Little Habana y de Little Haití.
Uno de los protagonistas de Bloody Miami es Néstor Camacho, el policía cubano-americano que rescata a un refugiado cubano que termina arrestado por la Guardia Costera y se convierte en su propia pesadilla. “Hoy, si un cubano logra poner un pie sobre tierra firme en los Estados Unidos, es automáticamente considerado. Pero si es capturado en el agua, se lo devuelve a Cuba. Yo tomé esta idea para planificar mi novela”, dice.
Mr. Wolfe está en el bar del hotel Casa Fuster, uno de los edificios modernistas de Barcelona, construido en 1908 por Lluis Domènech I Montaner, el otro niño mimado catalán junto a Gaudí.
A los 82, Tom Wolfe sigue presentándose en público con alguno de los cuarenta trajes blancos hechos a medida que ya no sorprenden pero tampoco decepcionan.
Compró el primero, de tweed de seda, poco después de mudarse a Nueva York, en el verano de 1962, cuando consiguió su primer trabajo como periodista. “En esos días los reporteros tenían que usar saco y corbata. Yo tenía dos sacos muy gastaditos. Fui a una tienda y me compré un traje blanco. Durante años me sirvió como sustituto de mi personalidad”, dice.
Camisa blanca con rayas azules, reloj blanco, corbata azul, pañuelo de rigor, medias con estrellitas en blanco y negro y zapatos black and white. ¿Qué hubiera hecho en mi lugar el cronista feroz que fue Wolfe en los 80? ¿Se privaría de revelar que al outfit de dandy del entrevistado –en este caso, él mismo– habría que sumar una dosis aguda de artrosis que le complica maniobras simples como abrir el saquito de azúcar para endulzar su café?
Hace años le preguntaron qué era lo que más lo enojaba. “La humillación –dijo–. Jamás olvido. Sé esperar. Me resulta fácil acumular rencor.” Entonces, mientras pienso que si algún día le traducen esta entrevista se arrepentirá de haberme autografiado con esmero un ejemplar de Bloody Miami con su propia lapicera de punta gruesa, apuro una pregunta sobre cómo documentó la novela. Y él, que vive en un piso catorce del Upper East Side de Manhattan, en Nueva York, detalla que hizo doce viajes a la Florida –“el más largo duró tres semanas”– para instalarse en el hotel top Mayfair de Coconut Grove y, desde allí, embadurnarse de Miami.
Oscar Corral, un ex periodista del Miami Herald cuestionado por denunciar casos de corrupción entre los anticastristas, fue su Virgilio en esta Divina Comedia que lo llevó por el infierno, el purgatorio y el cielo de Miami. Otra fuente de la vida real fue el sargento Angel Calzadilla, que poco tiempo después murió y a quien Wolfe dedica la novela. “Corral me presentó a su suegra, una agente inmobiliaria que me llevó a Hialeah, famoso por sus flamencos y por el hipódromo. Hoy es el corazón de la comunidad cubana, aunque los turistas sigan yendo a Little Habana para ver a los viejitos jugando al dominó en el Café Versalles”, dice Wolfe, protagonista del documental Tom Wolfe Gets Back to Blood que Corral filmó durante su exploración de la ciudad.
–En Miami hay una gran comunidad argentina.
–No lo sabía…
–Es una suerte de paraíso para muchos argentinos. Y su novela viene a convertir ese paraíso en un infierno mostrando la parte oscura de Miami.
–¿Oscura? ¿Le parece? A mí me pareció que estaba muy claro... Argentina es el único país al que fui sin un assignment (encargo) para una nota.
–¿Y por qué eligió Argentina?
–Por el tango. Nunca antes había escuchado la música de Astor Piazzolla. Me conquistó. Me convertí en un fan suyo. Creo que es el mayor compositor de la era moderna. Luego, con mi esposa –Sheila Berger, ex directora de arte de la revista Harper’s y con quien está casado desde 1978– descubrimos el tango como danza. En Estados Unidos nadie tocaba tango para bailar ni se bailaba en ninguna fiesta que tuviera música. No sé por qué. Es el mejor ritmo del mundo. Mi esposa y yo comenzamos a tomar clases de tango y empezamos a bailar. Nunca fuimos buenos pero nos encanta el tango.
Tom Wolfe estuvo dos veces en Argentina. En 2005, de vacaciones, y en 2008, auspiciado por el diario Clarín para participar en la 34º Feria Internacional del Libro. “Me apasioné cuando Astor Piazzolla definió su música como el nuevo tango...”, recuerda.
–Algo equivalente a su nuevo periodismo.
–Todo lo que se llame “nuevo” está predestinado a una vida breve.
–El fotógrafo Cartier-Bresson hablaba del instante decisivo, que era ése en el que disparaba el obturador y sacaba una foto. ¿Cuál es su instante decisivo al escribir ficción o no-ficción?
–Nunca he tenido un instante como ése, para decirle la verdad. Cuando escribí este libro, llevaba muchos años pensando en la inmigración pero la mayoría de los artículos que salían en los periódicos eran acerca de cómo los inmigrantes ingresaban a los Estados Unidos y se convertían en ilegales. Yo empecé a preguntarme: “¿Qué sucede con ellos? ¿Qué hacen? ¿A qué se dedican?” Primero había decidido concentrarme en la comunidad de vietnamitas que se instaló en California. Fui a California pero encontré la dificultad no sólo de no hablar vietnamita sino de no entender ni una palabra escrita.
–¿ Y cómo le fue con el español?
–Es una lengua bellísima y mucho más regular si se la compara con el inglés. Estudié español cuatro años en la secundaria y en la universidad y como resultado, cuando trabajaba para The Washington Post y Fidel Castro tomó el poder, en 1960, en el diario miraron en sus archivos y encontraron a ese chico que había estudiado cuatro años de español. Me mandaron a La Habana. Fue una cobertura genial. Sólo que yo nunca les dije que cuando había estudiado español el objetivo no era hablarlo sino leer Don Quijote en su lengua original, algo que tampoco hice. En aquel tiempo podía leer en español. Empecé a leer los diarios comunistas, que se denominaban “de acción”, y decían dónde uno debía estar para tal o cual manifestación. Había historias mucho más increíbles en la prensa comunista.
–Usted diagnosticó la muerte de la novela pero se acaba de despachar con una de 700 páginas. ¿Es otra de esas provocaciones que tanto le gustan?
–Cuando escribí La hoguera de las vanidades mi intención era escribir una novela de no-ficción sobre Nueva York. Había una fiesta que el gran director de orquesta Leonard Bernstein daba para los Black Panthers (Panteras Negras) en su triplex de Park Avenue, en 79th y Park. Logré entrar a la fiesta. Allí estaba el líder de los Black Panthers diciendo que en el futuro no iba a haber nunca más departamentos de tres pisos como ése para una sola familia. Dijo: “Cuarenta personas podrían vivir aquí”. Bernstein estaba sentado junto a uno de los dos pianos y levantaba su puño izquierdo al grito de “Right on! (Exacto)”. Estaba convencido de que tenía el mejor capítulo de la novela de no-ficción pero lo terminé escribiendo para una revista.
Fue cuando en 1969 buscaba trabajo en la redacción de la revista Harper’s  y, curioseando sobre los escritorios de los cronistas estrellas, vio una invitación a una dinner party en casa de Bernstein, en el 895 de Park Avenue. Había un teléfono para confirmar la asistencia y Wolfe se anunció diciendo que había recibido la invitación y que asistiría. El resultado fue un artículo irónico donde Wolfe narraba la paradoja de los ricos de Nueva York agasajando a las Panteras Negras, un movimiento que se proponía aniquilar a los blancos ricos.
“Me hubiera detenido con La hoguera de las vanidades pero tuvo tanto éxito que seguí escribiendo novelas. Hice dos más. Ahora estoy trabajando en un libro de no-ficción que es la historia, y subrayo la palabra historia, de la teoría de la evolución. El libro se llama The Kingdom of Speech (El reino del lenguaje)”, dice. Una vez más, la lucha por el estatus tiene su lugar en la obra de Tom Wolfe: “En Inglaterra hubo un hombre que descubrió la teoría de la evolución según la selección natural antes que Darwin. El era de una familia de clase baja, apenas pudo terminar sus estudios, fue un naturalista autodidacta y se llamaba Alfred Russell Wallace –cuenta–. Luego vino Darwin que vio un paper de Wallace y antes de que Wallace pudiera publicar su teoría, Darwin salió con su propia versión de la teoría de la evolución. El ganador fue el caballero. Darwin era un gentleman . Su padre era un doctor que hizo una fortuna como inversionista. Fue Darwin el que se anotó un poroto por la teoría de la evolución según la selección natural.” Wolfe siempre empieza por los títulos que luego hace calzar a sus novelas.
La hoguera de las vanidades fue un título que le vino en mente durante un viaje a Florencia, Italia: “Estaba en un tour organizado por American Express para periodistas, esos que refunfuñan todo el tiempo porque fingen saber ya todo mientras no saben nada. Llegamos a la Piazza della Signoria y la guía nos contó que allí mismo, un monje que se llamaba Savonarola había montado en el siglo XV una fogata de lo que él mismo llamó las vanidades. Hizo una hoguera donde quemó los oropeles y las riquezas de los florentinos. ‘La hoguera de las vanidades’ me resultó un título maravilloso. Sólo me faltaba escribir el libro.”
–En Bloody Miami hay dos periodistas: Edward T. Topping IV, enviado a Miami con la misión de reconvertir el Miami Herald, y el novato John Smith. ¿Con cuál se identifica más?
–Revelo mucho de mí mismo en el personaje de John Smith, el americano que estudió en Yale y al que mandan a Miami para cubrir el tema cubano. Hay mucho de mí en Smith. Adoro su nombre. Supo ser el nombre estadounidense más común. Hoy el más común sería Pedro Rodríguez. Lo que descubrí es que la mayoría de los periodistas ha sido esa clase de niños que nunca dominan cuando juegan en la plaza. Por lo general han sido dejados de lado o hasta humillados por otros chicos. Cuando yo tenía 10 años, me pasaba eso. Traté de revertirlo intentando convertirme en un atleta, y no era para nada malo, pero uno no puede cambiar su personalidad convirtiéndose en un jugador de béisbol. No importa cuál sea tu personalidad. Si trabajas para un periódico y te piden que vayas a hacerle preguntas incómodas a alguien, vas y lo hacés. Y creo que eso es lo maravilloso de esta profesión. Mi primera nota fue ir a entrevistar a la posible viuda de un gángster, un miembro de la mafia que llevaba dos semanas desaparecido. Me mandaron a New Jersey, el otro lado del río, para preguntarle a su esposa cómo se sentía. Golpeé a la puerta y salió un tipo enorme, me presenté. Le dije: “Hola, soy Tom Wolfe del Herlad Tribune. Quisiera hacerle algunas preguntas a la señora”. Me mandó al diablo y me cerró la puerta en la cara. Dije: “Oh, Dios mío, qué hago. Es mi primera nota y ni siquiera pasé de la puerta”. De repente se volvió a abrir y detrás del tipo enorme había un par de ojitos. Era la señora que gritó: “Gabe Pressman”. Era un reportero de la tele. La televisión es mágica para la gente. Todo el mundo tiene una tele en su casa. Entré detrás de Gabe Pressman. La televisión le hizo un par de preguntas como “¿Qué hay en su corazón en este momento?” y ella respondía: “Estoy tan triste, tan preocupada...” Liquidaron todo en ochenta segundos. Pero yo ya estaba adentro de la casa. Conseguí la mejor entrevista que jamás me pude imaginar. Ella me decía: “Cómo puede ser que digan que es un mafioso, mire su cuarto de ebanistería. Mire cómo cada herramienta está en su lugar. ¿Es esto un cuarto de ebanistería de un gángster?” Yo le decía: “Noooo”. “Siempre nos están siguiendo”, me decía ella, “el FBI, la policía... ¿Dónde diablos estaban cuando mi esposo desapareció?” Estuve con ella como una hora. Fue una historia genial.
La crítica lo espera, lo busca, a veces se ensaña con Tom Wolfe. Sobre sus novelas anteriores, hasta John Updike, desde The New Yorker, calificó su obra como “entretenimiento, no literatura”. En The New York Review of Books, Norman Mailer comparó la lectura de una novela de Wolfe con un revolcón con una mujer de 150 kilos: “Cuando se te sube encima, estás listo: o te enamorás o morís asfixiado”. El magnetismo de su pluma, sin embargo,  provoca que aunque las críticas no lo alaben, uno se tire de cabeza en Bloody Miami para bucear en primera persona ese océano descarnado.
“Nunca me perdonaron haber demostrado que el nuevo periodismo, ése narrativo, puede ser mejor que la estéril literatura intimista de una América provinciana que abandonó el realismo y el naturalismo de grandes autores como Hemingway y Steinbeck”, dice Tom Wolfe.
–¿Para quién escribe?
–Honestamente, escribo para mí mismo. Escribo el tipo de cosas que realmente disfruto. Considero que mi sentido del humor y mi gusto narrativo no son muy distintos a los de cualquiera. Es realmente lo que hago. A veces disfruto utilizando palabras difíciles como un tributo al lector. Pienso que el lector va a decir: “Ah, qué bien, me respeta, me las puedo arreglar con estas palabras difíciles”. A veces es divertido usar palabras arcaicas. Estoy escribiendo ahora un libro en el que quería utilizar la palabra “cosmogonía”. Cosmogonía es la historia de la creación, muchas religiones se fundan en la cosmogonía y puse ya un par de cosmogonías para poner en circulación el término.
–¿Qué le dio más trabajo y más satisfacción: el periodismo o la ficción?
–Hallé muy dificultoso pasar de la no-ficción a la ficción por razones que me sorprendieron. Una fue que nunca me enfrenté a la cosa más obvia que es que en la no-ficción el argumento y los personajes ya vienen dados. Otra cosa que me sorprendió cuando empecé a escribir La hoguera de las vanidades fue que no era técnicamente tan libre como lo había sido en la no-ficción. Todas las reglas de composición que había aprendido en la escuela secundaria y en la universidad se volvieron leyes para mí. Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que podía disfrutar de la libertad que había tenido en la no-ficción donde operaba sin reglas. Finalmente comencé a apreciar la enorme flexibilidad de la ficción.
–También sentenció a muerte al periodismo.
–El periodismo está en grandes problemas. La gente joven se avergüenza de ir a comprar el diario. Todo está online. Ya no hay gente que cubra áreas específicas. En 1968 McLuhan dijo que la mente de una generación completa había sido alterada por la televisión y como resultado la gente se había vuelto tribal. Y si uno le daba a una persona tribal un pedazo de papel con algo escrito, la persona asumía que era un truco. Sólo se escucha lo que le dice la persona que está al lado. Es lo que hoy sucede con los blogs que están escritos por la persona que está al lado nuestro y nos susurra al oído. En los Estados Unidos se cubrieron más noticias en 1940 que hoy. Si pensamos en cómo se cubren las noticias, no podríamos asistir a una peor situación
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14 libros para que traigan a los Reyes Magos

Aunque los chicos suelen pedirles juguetes, nunca está demás ofrecerles un buen libro, que les brinde diversión y aprendizaje. Aquí, las últimas novedades editoriales que los sorprenderán el próximo 6 de enero. 

Vuelta al mundo en 80 días Julio Verne Una luna $ 100

ESPECIAL PARA CLARÍN - 03/01/14 - 16:06
Sam Taplin
Usborne
$ 175
Páginas ilustradas e interactivas explican detalladamente una gran variedad de ilusiones ópticas y trucos lumínicos. Invita a los jóvenes lectores a participar del contenido, dibujando, coloreando y colocando calcomanías. Un libro para leer y hacer.

¡Diez animales con los que jamás querrías encontrarte!
Fiona Macdonald
Iamiqué
$77
Los animales más peligrosos de la Naturaleza, descriptos con precisión. Con humor y fichas técnicas que incluyen tamaño, peso, dieta, hábitat y sus métodos para matar. Con anécdotas, sus actuaciones en la Historia y curiosidades varias. Viene con códigos QR para los chicos investiguen.

Daniela Iride Murgia
Fondo de Cultura Económica
$ 93
Se trata de una recreación poética y pictórica de la biografía del célebre artista surrealista. Un álbum ilustrado que, con una estética particular, invita a viajar por los sueños, tiempos lejanos y paisajes imaginarios. Para todas las edades.

Animales silvestres
Rony Oren
Atlántida
$85
El colorido libro aporta ejemplos y fórmulas sencillas para componer animales con plastilina. El autor es especialista en ilustración y animación de películas. Para poner las manos en la masa y crear figuras con chicos de todas las edades.

Laura Devetach
Ilustraciones de OKif
Sudamericana
$ 69
El conocido poemario para los más chicos, ahora reeditado con dibujos que rebalsan humor y color, en un formato amigable. Helicópteros, cenicientas, elefantes, soles que meten en el agua, mosquitos que se afilan los piquitos y otros disparates salen de una caja.

Flicts.
Ziraldo.
Continente
$ 42
Un clásico que no perdió frescura. Flicts era un color raro y triste. No tenía la fuerza del rojo ni la luminosidad del amarillo. Ninguna bandera lo admitía. Finalmente Flicts sorprende a los lectores.

Catapulta
$ 209
Un libro con formato de caja y mucho material didáctico. Viene con una guía interactiva de mecanismos. Para que los chicos construyan sus propios prototipos mientras aprenden cómo se arma una bicicleta u otros mecanismos de poleas.

Terror en diablo perdido
Horacio Convertini
Sigmar
$ 44
Raúl debe viajar a Diablo Perdido un remoto pueblo en la llanura pero le advierten acerca de la aparición de una niña- zombi. Un policial con elementos sobrenaturales y leyendas gauchescas. Una novela de suspenso para chicos lectores.

Neil Gaiman
$129
Roca
Una novela juvenil del reconocido autor de Coraline. El autor invita al lector a un mundo de magia y supervivencia donde la imaginación tiene un poder enorme. Con reflexiones acerca de la infancia, los miedos y los monstruos.

Catapulta
$ 179
Aprender a dibujar superhéroes y villanos es una buena excusa para conocer la anatomía humana y plasmarla con un lápiz. Un libro interactivo para chicos y jóvenes, con técnicas clásicas e infalibles para crear personajes fantásticos y diseñar historietas.

Pablo Bernasconi
Sudamericana
$89
Un libro de tapa dura, con 24 cuentos fantásticos, personajes divertidos y paisajes exageradamente ilustrados. Graciosas ocurrencias del consagrado diseñador e ilustrador argentino. Para estimular la creatividad y la imaginación de chicos de todas las edades.

Vuelta al mundo en 80 días
Julio Verne
Una luna
$ 100
La obra es una novela extensa, recién editada en tapa dura. Las aventuras de un caballero inglés que decide salir de Londres y recorrer el mundo. Un clásico en una versión adaptada e ilustrada, para chicos grandes y adolescentes

Piratas- Libro de actividades
Usborne
$ 138
Un libro interactivo con escenas para completar y colorear, con información acerca del mundo pirata. Aquí, los chicos curiosos pueden aprender quién es quién dentro del barco. El texto también describe sus costumbres, cuchillos, embarcaciones y banderas.

Kerstin Gier
Montena
$149
Una saga de romance y aventura para jóvenes lectores. Los personajes son viajeros del tiempo que cruzan las fronteras de los siglos en búsqueda del verdadero amor. Esmeralda es la tercera entrega.

viernes, 3 de enero de 2014

Leonardo Padura: “No hay historia cubana sin Fidel”



Periodismo y literatura. El escritor cubano vuelve sobre sus textos de no ficción escritos en los 80. Allí se leen los trazos invisibles de la identidad nacional.

Desde la isla llega la voz de un hombre que es ícono de la cubanidad, y en particular, de la literatura y el periodismo de su país. Leonardo Padura acaba de publicar en la Argentina El viaje más largo (Capital intelectual y Futuro anterior) donde compila sus crónicas publicadas en el periódico Juventud Rebelde. Durante los años 80 el periódico dio lugar al vuelo poético de retratos y relatos que componían una serie de notas distintas para esos tiempos. Hoy Padura es un reconocido escritor que también tiene espacio para filmar. Acaba de finalizar el rodaje de una película que tiene como título Regreso a Itaka , una interpretación del exilio. Y en poco tiempo retomará el camino de la ficción escrita. Aquí habla el Padura periodista.
–¿Qué distancia existe entre el Padura de ficción y el que escribió estas crónicas en el diario Juventud Rebelde?
–Creo que el haber hecho este tipo de periodismo donde utilizo elementos, recursos, estrategias de la ficción para contar historias reales fue fundamental en mi desarrollo como escritor, en el uso de un lenguaje de experimentación, y el enriquecimiento del lenguaje literario. Tanto que entre mi primera novela, –que escribí antes de ingresar al periódico–Fiebre de caballos , y otra que escribí al salir del periódico, Pasado perfecto , se ve el salto de un escritor aprendiz a otro con recursos profesionales. Y eso se lo debo a esa etapa.
–¿Cómo fueron recibidos en los años 80 esos artículos? ¿Qué decían los lectores de Juventud Rebelde?
–Fue increíble. Tuvieron tanta repercusión que todavía hoy se me acercan y me dicen “Padura, cómo me gustaban aquellos trabajos que tú escribías en el periódico” y hace de eso más de 25 años en algunos casos. Fui conocido primero en Cuba como periodista antes que como escritor y durante muchos años seguí siendo el periodista que escribía estos largos reportajes para Juventud Rebelde. Fue una relación muy cercana con los lectores porque la gente estaba aburrida de un periodismo muy didáctico, político, ideológico y yo les estaba ofreciendo historias en las cuales se hablaba de personajes, lugares, la historia que todo el mundo conocía, pero desconocían cómo se habían desarrollado. Y fue una relación muy estrecha la que se estableció con los lectores.
–Finalizado ese ciclo, ese tipo de artículos ¿abrió el camino para que otros periodistas retomaran ese género?
–Lamentablemente no. Yo termino en el periódico a fines de los 80, cuando empieza la crisis económica en Cuba y prácticamente desaparecen los periódicos en el país. Juventud Rebelde pasó a ser un periódico semanal y no había espacio para estos reportajes. Además el ánimo de las cubanos no estaba para estos textos, fue una época en la que se luchaba por la supervivencia, por no morirte de hambre. Fue realmente terrible. Y después que pasó esa época tan dura, nunca el periodismo cubano volvió a ese camino y ha seguido siendo un periodismo más propagandístico y utilitario que literario y educativo.
–¿Cuándo fue la primera vez que oíste hablar de Rodolfo Walsh?
–Estando en la universidad leí Operación Masacre , se había hecho una o dos ediciones en Cuba, pero una de ellas fue muy masiva, era una colección de libros muy económicos que se llamaba Ediciones Huracán. Lamentablemente el papel con el que se hizo era tan barato que los libros de esa edición son ilegibles, pero deben haber circulado fácilmente 50, 60 mil ejemplares. Fue un libro que me marcó, porque pensé en algún momento que si alguna vez escribía periodismo iba a escribir un periodismo como el de Walsh; y que si alguna vez escribía novela también me hubiera gustado escribir algo como Operación... que parecía una novela.
–En tus textos hay fondo y figura, los protagonistas y los lugares donde desarrollan las historias lo cual le da una tensión y un interés que en otros textos no encontramos. ¿Cómo ves el panorama periodístico en ese sentido?
–Ese periodismo que yo pude hacer en los años 80 y que tres o cuatro periodistas cubanos practicaron en aquellos años de manera más notable, es un periodismo que es prácticamente imposible de hacer hoy. Recuerda que estamos hablando de una época en la que todavía los periódicos se hacían con recursos que venían desde el siglo XIX, la forma de componer los textos, los linotipos, las líneas de plomo, y ha habido una revolución tecnológica con la era digital, Internet, que cambió por completo la forma de hacer periodismo, de entender el periodismo, de concebir la noticia. Cada vez hay menos revistas, o son cada vez más superficiales, ya no hay esas grandes revistas periodísticas o quedan muy pocas de esas que existieron hasta los años 80 o 90. Los periódicos cada vez tienen menos páginas y luchan contra la rapidez de otros medios. Cuando escribo mis columnas para la agencia de prensa IPS en Roma no puedo excederme de las 50 líneas. Eso impide que el contexto esté presente en el texto periodístico, tanto que muchas veces tengo que buscar alternativas para poder explicar situaciones que fuera de Cuba no se entienden y que sin ese entendimiento lo que yo estoy explicando no tiene sentido. Yo añoro ese periodismo con historias contadas en la plenitud de sus posibilidades. Pero son cada vez menos los espacios y cada vez menos los lectores que tiene ese periodismo.
–¿Qué pasa con los lectores?
–Hay un lector nacido en la era digital, que ya es un lector importante, la generación que tiene entre 20 y 25 años, que se acostumbró a ese texto breve y estamos los lectores nostálgicos de mi generación, los que tenemos más de 40, 50 años, que crecimos con un periodismo mucho más analítico, más de fondo y añoramos esa lectura. Sin embargo, curiosamente ocurre esos lectores que quieren un periodismo muy sintético leen con mucha tranquilidad una novela de Harry Potter de 600 páginas y no resisten leer un reportaje largo. Sin embargo, en mi época, El Extranjero de Camus, que tenía apenas 100 páginas, era una novela de la cual creamos un culto literario; y al mismo tiempo también disfrutábamos de un reportaje de 15, 20 páginas en una revista...
–En el libro hay un texto sobre el ron Bacardi... ¿hablar de Bacardí es hablar de Cuba?
–En estos momentos la situación es completamente diferente. Bacardí ya no se fabrica en Cuba. Con esa tecnología se hacen rones que tienen otro nombre, el ron Santiago o una de las producciones de la línea Habana Club que se fabrica en Santiago de Cuba donde estaba la antigua fábrica Bacardí. Es difícil identificar hoy a Bacardí con Cuba pero durante casi un siglo fue una relación muy elemental el ron cubano por excelencia era el Bacardí, tanto que se creó una bebida internacional que todavía hoy se toma que es la mezcla del ron con el refresco de cola que se llama Cuba Libre, que se ha mitificado su origen y que identifica un poco lo que es Cuba. El Bacardi que hoy se bebe en el mundo no es de la misma calidad que el que se hacía en Cuba. Cuando en gastronomía elevas mucho la producción pues pierdes calidad.
–Teniendo en cuenta el subtítulo de tu libro: “Buscando una cubanía extraviada”, ¿qué imágenes constituyen la identidad cubana hoy?
–Cuba es un país que tuvo la fortuna de crear señas de identidad que muy pronto fueron reconocidas como símbolos de lo que era Cuba. La más importante es la música cubana, creo que es un elemento que desde el siglo XIX comenzó a recorrer el mundo y todavía hoy tiene esa presencia tremenda en el mundo, algo parecido al tango. Hablas de tango y estás hablando del Río de la Plata, hablas de son, de rumba y estás hablando de Cuba. La geografía cubana, el habano, el tabaco cubano, y el propio ron cubano siguen siendo marcas de identidad. Por supuesto indiscutiblemente se suma la Revolución Cubana. En América Latina tiene una presencia muy importante y el pensamiento y la iconografía guevarista, aunque tiene su origen en la Argentina, tiene su expresión en lo que significó el Che para Cuba, donde hizo su obra, la obra que lo convirtió en el Che. Tener una bailarina y una compañía como la de Alicia Alonso es un lujo; el Canon Occidental de Harold Bloom incluye entre 30 escritores de lengua española a cinco cubanos. Siempre digo que Cuba es un país más grande que la isla. La isla siempre nos ha quedado chiquita y por eso nos acusan de ser “los argentinos del Caribe”.
–¿Y a qué viene esa expresión?
–Nosotros tenemos la tendencia a magnificar, no sólo a creernos que somos diferentes, sino a tratar de demostrarlo filosóficamente y entonces en ese sentido un poco egocéntrico, creo que argentinos y cubanos nos damos la mano. Somos más pretenciosos que nuestros vecinos.
–Y en la lista de los íconos, ¿también está Fidel Castro?
–Fidel es una persona política que llena un espacio importante en el siglo XX, especialmente en América Latina, marcó la vida cubana durante 50 años y no se puede escribir la historia de América Latina y de Cuba sin la figura de Fidel; para bien o para mal. Desde el punto de vista que tú lo quieras analizar, tu perspectiva ideológica, tienes que contar con la figura de Fidel.
–Y a pesar de estar hoy en un segundo plano...
–Creo que la importancia política de Fidel se ha ido apagando y sobre todo en la medida en que se han ido introduciendo cambios en la sociedad cubana, esa importancia de Fidel ha ido disminuyendo, incluso el gobierno del propio Raúl Castro ha ido desmontando muchas de las estructuras que durante años Fidel creó para gobernar. Cuba no ha cambiado todo lo que debería haber cambiado en estos últimos seis años, pero ha cambiado muchísimo. Creo que estos cambios aunque lentos y fundamentalmente económicos y no políticos, han sido para bien y van a traer otros cambios, porque cuando empiezas a mover la estructura económica inmediatamente mueves la estructura social; y cuando mueves la estructura social al final mueves la estructura política.
–Obama y Raúl Castro se saludaron en el funeral de Mandela. ¿Qué te pareció esa actitud, cómo se vio en Cuba?
–Lo considero simplemente un gesto de cortesía entre dos personas, que actuaron como deben actuar los seres civilizados en un contexto tan especial como era el homenaje final que se le rendía a un hombre que había sido el gran maestro de la tolerancia y de las vías pacíficas, para conseguir objetivos políticos. Ojalá pudiera ser el principio de muchas cosas que se han especulado, de posibles acercamientos entre Cuba y EE.UU. Pienso que una de las pesadillas más terribles que hemos vivido en Cuba en estos años ha sido el diferendo con los EE.UU., la existencia del bloqueo, que es real y cómo ese embargo, ha servido a los intereses políticos de uno y el otro lado del estrecho de la Florida y cómo ha perjudicado sobre todo a los cubanos normales que vivimos del lado de acá o del lado de allá del estrecho.
–¿Qué continuidad hay entre el joven Padura y el actual desde los ideales políticos y culturales?
–Hoy soy muchísimo más escéptico, que tengo mucha menos fe en determinados proyectos colectivos, porque es lo que me ha enseñado la experiencia de estos años. Sigo pensando que muchas veces el objetivo de los políticos no es hacer el servicio público, sino tener una cuota de poder y todas esas experiencias me hacen ser bastante pesimista. De todos modos trato de buscar los lados buenos de los proyectos sociales, políticos, que existen. Con la muerte de Mandela creo que todos hemos pensado un poco en lo que puede ser un político realmente entregado a una causa, alguien que cumplió su misión y después salió de la escena política activa de una manera absolutamente en claro. Un ejemplo para muchos otros políticos sobre todo aquí en América Latina donde los políticos son tan adictos al poder.