lunes, 25 de julio de 2011

El nombre del chocolate

Durante 20 años Osvaldo Gross se dedicó a la geología química, hasta que su pasión por la repostería lo obligó a cambiar de rumbo. En su libro, Chocolate, consagra su pasión por el cacao


Por Sabrina Cuculiansky

Nació en la primera colonia agrícola argentina. Podría pensarse que la cercanía con los productos lácteos y sus derivados fue el puntapié de entrada a la pastelería, pero su historia no es tan sencilla. Osvaldo Gross es el maestro local de la pâtisserie francesa. Nació hace 50 años en Esperanza, Santa Fe. Mientras cursaba la primaria y secundaria, ayudaba a Nilda, Chicha, la amiga de la familia, en las complicadas recetas de Doña Petrona. Leía ávidamente todo nuevo libro que llegaba a la biblioteca del pueblo. Tanto fue así que un año le dieron el premio por sacar la mayor cantidad de libros.

Al mismo tiempo se fascinaba por la matemática en las clases de un docente que le enseñaba, a través de la música clásica, los paralelos con las ecuaciones. "Me encantaban las sinfonías y la ópera que escuchaba por Radio Nacional, a la tarde", recuerda.

Esperanza era un pueblo diferente, una colonia que había recibido inmigrantes de Austria (de allí llegaron los Gross), Alemania, Suiza, Francia y del Pedemonte italiano, por lo que las recetas, las comidas y las culturas se mezclaban y agrandaban los vínculos.

El papá de Osvaldo trabajaba en la fábrica láctea y la mamá, modista, amasaba para los tres hijos. Gross recuerda que para Esperanza, repleta de productos agrícola-ganaderos, las cuantiosas recetas de Petrona no eran un problema a la hora de usar leche, huevos, manteca o crema. Pero aunque las condiciones parecían abrir el camino hacia la cocina, Osvaldo estaba aún muy lejos de eso. Cuando terminó el secundario se fue a estudiar Geología Química a la Universidad de La Plata.

"Estaba entre dos cosas, me gustaban las letras, pero tenía conciencia de que el docente nunca iba a tener la experiencia de viajar. Al haber nacido en la colonia, la idea de conocer otros lugares siempre estaba presente. Elegí Geología porque iba a poder trasladarme y estar un poco en la montaña y otro poco en el mar." Se recibió, dictó clases y obtuvo el importante puesto de director de investigaciones en fabricaciones militares para el estudio de los yacimientos de minería nacional.

De la piedra al chocolate

Si bien el templado del chocolate y su elaboración exacta se acercan a la precisión de la geoquímica, Gross continuaba como geólogo. Entre yacimiento y laboratorio no se perdía una función del Teatro Colón ni la movida cultural de Buenos Aires. A la noche, de regreso en La Plata, se turnaba con sus compañeros de casa para preparar las cenas.

La primera inquietud concreta hacia la gastronomía fue cuando invirtió un gran porcentaje de su sueldo en las clases de cocina de Francis Mallmann. Por primera vez relacionó la cocina con el glamour y decidió seguir estudiando en la escuela de Alicia Berger. A partir de allí viajo a Europa, casi de mochilero, para ahorrar y tomar clases en las escuelas más importantes de pastelería de París. Sus escapadas le proveyeron el conocimiento de las últimas tendencias de su métier.

De día trabajaba como jefe de investigaciones y de noche había conseguido el denostado puesto como emplatador de los postres. "Yo estaba feliz de estar en la cocina, aunque no me gustaban mucho los postres que hacían. De a poco empecé a meterme en la elaboración. Nadie entendía cómo durante mis francos viajaba para trabajar a un yacimiento en Catamarca", cuenta.

Se dedicó a la química durante casi 20 años. La falta de presupuesto nacional para las investigaciones lo forzó a dejar el instituto para dedicarse de lleno a la cocina, justo cuando lo convocaron para trabajar en el recientemente abierto Hyatt, hoy Four Seasons.

Su carrera en los fuegos se completó desde temprano con la de las cámaras. Cocinó para las televidentes del Canal de la Mujer; luego, durante más de una década, en Utilísima Satelital, y hace cuatro años que hace sus maravillas dulces en el Gourmet.

Con su cabeza emergiendo de un lago de chocolate aparece en la tapa de su flamante libro, Chocolate, una lujosa edición de Planeta apta para todo público. Para quien quiera deleitarse con las realistas; fotos, para los que buscan conocer la historia del cacao y los actuales usos del chocolate; para los profesionales que necesiten un paso a paso por las complicadas técnicas de elaboración, o para los que piensen realizar en casa una tremenda torta, un delicado budín de chocolate o una bebida para luego del postre.

Es didáctico y ágil. El lenguaje simple con el que Gross escribió Chocolate lo vuelve una lectura entretenida, interesante y de fácil acceso.

Nuevo viaje al Buenos Aires literario

Alejandra Rey
LA NACION

Porteño detallista hasta la obsesión, Alvaro Abós obedeció a sus musas secretas y volvió a la pasión investigativa. El resultado es una nueva edición de Al pie de la letra, guía literaria de Buenos Aires,una versión corregida y ampliada, con muchos más datos e historias nunca contadas que la obra original, de 2000.

En el libro, editado por Alfaguara y escrito en primera persona, Abós recorre la ciudad y revela secretos. Así, nos enteramos del odio que sintió al principio Antoine de Saint-Exupéry por Buenos Aires; del exilio en su departamento de Once de Leopoldo Marechal, el autor maldito por su militancia peronista, y de la muerte de Alejandra Pizarnik, en Barrio Norte. Esta es una síntesis del diálogo:

-¿Qué cosas le agregó a esta edición?

-Incorporé, por ejemplo, a Juan Gelman, al que evoco en la casa de la calle Salguero, donde vivía su madre; a Raúl Barón Biza, en el departamento en el que tiró ácido a la cara de Clotilde Sabattini, episodio luego reconstruido por Jorge Barón Biza y que, por cierto, sucedió en la misma manzana en la que 150 años antes había comenzado la tragedia de Camila O'Gorman. Rescaté el departamento de un ambiente en el que Osvaldo Lamborghini, en calzoncillos, tipeó El fiord ; el edificio de San Telmo en el que transcurre El mal menor, de Carlos Feiling; lugares de Mataderos a través de narraciones de Geno Díaz y Guillermo Saccomanno; historias que se me habían escapado, entre las infinitas que la ciudad guarda. Aclaro que Al pie... no es un manual de literatura ni un canon sobre Buenos Aires, sino un puñado de historias vividas a veces por personajes literarios y a veces por escritores.

-¿Qué barrio, calle, cortada o sitio lo deslumbró?

-Es como preguntarle a un padre a qué hijo quiere más. Depende del momento, de las circunstancias. Si tengo que elegir, me quedo con la plaza San Martín y sus alrededores, porque es un Buenos Aires concentrado: la estación multitudinaria, por donde pasan millones de personas, la villa 31, la ciudad moderna (con su emblema, el Kavanagh), la ciudad de las artes, la aristocrática, con los palacios Paz y Anchorena, pero asimismo de los negocios y de la casa donde Borges vivió 41 años. También creo que es el lugar más hermoso de la ciudad. Y, además, fue la plaza de mi infancia; alli aprendí a andar en bicicleta.

-Hablemos de Marechal. Cuenta en el libro su exilio dentro de su propia casa. ¿Fue un escritor maldito sólo por ser peronista?

-Sí, fue un escritor maldito. Se debe al espíritu de revancha que se impuso en el país cuando fue derrocado Lonardi, y que envenenó a la Argentina? Ahora bien, en literatura no hay decretos, porque es el territorio de la libertad. Y estaba Cortázar, que amó y defendió Adán Buenosayres . Entonces, teniendo a Cortázar, ¿para qué necesitaba Marechal otros avales?

-¿Qué anécdota no pudo incluir?

-Aunque me refiero a varias novelas nuevas, me hubiera gustado incluir otras, porque Buenos Aires es tema de muchos escritores. Es una fuente infinita de creación literaria.

-¿Cuál de todas las historias que cuenta lo conmovió más?

-En la crisis de 2001, cuando se robaban las placas de bronce, también se llevaron la que homenajeaba a Raúl González Tuñón, en su casa natal de la calle Saavedra. Justamente a él, que había escrito, como su maestro François Villon, una elegía al buen ladrón.

-Hay cierta debilidad por Borges y Macedonio Fernández, ¿no?

-Borges, junto con Roberto Arlt, es el escritor que más usó a Buenos Aires en su obra. Por Macedonio siento algo especial, porque si bien muchos escritores de Buenos Aires me deslumbraron, Macedonio me "salvó" varias veces como ser humano. Además de poeta, humorista y filósofo, fue profeta: contó cómo, en una ciudad, se puede crear caos para después erigirse en salvador.

-¿Es consciente de que con lo que escribió "humanizó" a los próceres de nuestras letras?

-Los escritores no son próceres: son seres humanos; algunos, buena gente, y otros, miserables, como cualquiera.

-¿Cuál es el bar que más le gusta? ¿Por qué?

-Para palpar la ciudad, están los tres más grandes, que son en sí mismos otros tantos microcosmos: La Biela, La Opera y la Premier. Después, muchos más, incluidos los viejos bares de barrio. El mío es el Roma, de San Luis y Anchorena. Para leer o escribir, algunos de los pequeños cafés que nacen como hongos.

-¿Cuántos años se tarda en conocer Buenos Aires?

-Muchos, y pueden no alcanzar, como es mi caso: llevo toda mi vida intentando descifrar el misterio de Buenos Aires, hasta ahora sin resultado.

viernes, 15 de julio de 2011

Elecciones- Argentinismos de Martin Caparros

El último libro de Martín Caparrós, Argentinismos, que publica Planeta, es un diccionario que redefine los términos políticos más corrientes con un punto de vista ácido.


Por Martín Caparrós

El pueblo inglés se cree que es libre: está gravemente equivocado. Sólo es libre mientras dura la elección de los miembros del parlamento: en cuanto esos miembros son elegidos, el pueblo está esclavizado: vuelve a convertirse en nada. En el breve momento de su libertad, el pueblo inglés hace tal uso de su libertad que se merece perderla", escribió Jean-Jacques Rousseau en su Contrato Social , Ginebra, 1743, editado -con cuantiosas censuras- por primera vez en la Argentina por el doctor Mariano Moreno, noviembre de 1810.

Nada es más homogéneo en la sociedad argentina actual que el rechazo de los políticos: lo lograron. Nos convencieron de que el problema era la calidad de los políticos y lo creemos, como suele decirse, a pie juntillas: ¿no es difícil estar a pie juntillas? ¿Y creer? O, más a propósito: ¿por qué insistimos en que el error está en las personas, en lugar de suponer que puede estar en el sistema de delegación basado en esta forma de elecciones? ¿Porque, si lo pensáramos, no sabríamos cómo elegir?

No se trata -no debería tratarse- de las características de cada representante: no se trata -no debería- de que éste sea más honesto que aquél, aquél menos confiable que éste; se trataría, si acaso, de no tener que confiar, de tener formas de intervención que hicieran innecesaria la confianza. Es obvio: nadie firma contratos que no incluyen alguna cláusula de salvaguardia, alguna garantía del estilo "si el vendedor no entrega la mercadería en el plazo de cientopentos días a partir de la fecha de pago deberá indemnizar al comprador con la suma de tropecientos pesos diarios hasta?" Y, sin embargo, todos firmamos cada dos años millones de cheques en blanco a fulanos que ya han demostrado que no van a cumplir lo que prometen.


Todo voto es en blanco como un cheque, y este año vuelve a haber elecciones. Otra vez el desasosiego, la tristeza de la impotencia nacional, la duda entre Guatemala y Guatepeor. Por el momento no hay ideas ni debates ni programas y, para disimular su ausencia, el espectáculo repetido de la politiquería patria actual y sus dos grandes grupos: los que dicen que hacen lo que no hacen, los que no dicen que hacen lo que hacen; los oradores progres que consolidan la pobreza, los gerentes conservas que hablan de solidaridad. Los que tienen algún poder -posición, plata- lo usan para seguir teniéndolo: el uso más primario y más inútil, el que hace que la política se haya convertido en mala palabra. Y todos tratando -desesperada, inútilmente- de convencernos de que es muy diferente elegir a Ñuqui o a Telésforo: el curro de los enemigos.


Si esto sigue así las próximas elecciones van a ser otro gran paso en el divorcio entre la sociedad argentina y la política; lo cual, visto lo visto, sería lógico y saludable si no fuera porque la política -no esto que hacen nuestros políticos- es la única forma conocida de mejorar en serio nuestras vidas. Ahora, además, con la guinda de estos candidatos de la sangre, el deudo y la deuda. ¿Cómo fue que conseguimos esta chance de pasarnos los próximos cuatro años gobernados por el hijo de un presidente muerto o la viuda de un presidente muerto? La delegación de la delegación se suma a la política de la sangre y avanzan dos pantallas: de la tristeza a la vergüenza. Todo aderezado por esta falsa polarización entre oficialismo y oposición: como si no hubiera sino esas dos opciones. La idea de "la oposición" es una entelequia creada por el gobierno, que tiende a revolver a todos los otros en el mismo barro: son todos iguales, tienen tan poca identidad que lo único que los define es que están contra nosotros. Y los medios lo repiten, y se instala el concepto: existen ellos y nosotros, dos fuerzas en pugna que quieren más o menos lo mismo con detalles.


No sé si alguien quiere hacernos pensar que votar y no votar da lo mismo, que votar a equis o menos equis da lo mismo, que todo es un show gratuito y aburrido -no lo creo, porque no son tan maquiavélicos, tan inteligentes- pero, si quisieran, no lo podrían hacer mejor.


Lo bueno y lo malo de las elecciones es que te muestran -suponemos- "el país real": uno que vota en catarata a todos éstos. Lo sabemos, pero verlo en las planillas impresiona. ¿Qué hacés con eso? ¿Qué hacés cuando ves que tantos otros son tan radicalmente otros? ¿Cuando no te gustan lo que deciden ni un poquito así? ¿Te clavás cuchillos de plástico en la axila derecha? ¿Aceptás que tienen razón porque son muchos? ¿Te hacés el tonto para que no te digan que "no aceptás la realidad"? ¿Averiguás sobre las leyes migratorias en Chechenia? ¿Escuchás seis días seguidos a Coltrane, sangrás por la herida, te dedicás a criar chihuahuas? ¿Te afiliás al PJ?


Las elecciones nos desazonan porque son una puesta en escena cruel, descarnada, de nuestra mediocridad, nuestras incapacidades: si tenemos estas opciones -si las opciones que tenemos son éstas- la culpa es toda nuestra, somos nosotros los que no supimos conseguir otra cosa, preparar otra cosa, organizar otra cosa, merecernos otra. Aunque quizás -además- este sistema electoral sirva para que las opciones que lo hegemonizan nunca sean opciones.


Por algo las llaman urnas", dijo hace mucho tiempo el anarquista español Buenaventura Durruti. Y también me acuerdo de otro chiste: es un poco pavo pero por suerte ya lo conté hace quince años -y me impresiona que quince años después pueda contarlo de nuevo, en circunstancias parecidas, tan pocas diferencias; en algún punto usted y yo, mi querido, hemos perdido el tiempo. El chiste consiste en pedirle a otro -a usted- que piense un número del 1 al 10, lo multiplique por 9, sume los dos términos del producto y le reste 5 al resultado. Que calcule a qué letra del alfabeto corresponde ese número -sin contar la che ni la elle, que ya no existen- y que piense, con esa letra, el nombre de un país. Que no lo diga y que busque, con la segunda letra del país, un animal -y que diga cuál fue su resultado: país, animal. Hágalo, si se encuentra cenicero de moto.

-Espere, espere un momentito, no me atosiguéis.

-No, tómese todo el tiempo que se le dé la gana. Total, a quién le importa.

Si lo hizo, si se prestó a manipulación tan baladí, le apuesto a que acaba de decir, como todos, Dinamarca Iguana. El truco empieza fácil: la cuenta siempre le va a dar cuatro -fíjese, intente variantes- o sea: D. Después el mecanismo se pone más turrito: funciona porque nadie supone que debería ser especialmente original -cree que los nombres pedidos son funcionales, que sirven para un paso siguiente. Y las otras opciones de países con D -Djibuti, Dominica, Dahomey, Disneylandia- son rebuscadas. Habría que pensar un momento y, sobre todo: habría que creer que pensar vale la pena. Es más fácil aceptar que las opciones son limitadas y simular que uno elige. Entonces dice Dinamarca y después, con la I, le sale Iguana. Y termina mostrando lo fácil que es dejarse manejar y soportar, después, que los electos hagan lo que quieran.

Ese incumplimiento se facilita mucho en la medida en que nadie sabe bien qué vota. Por eso fue que, hace más tiempo todavía, escribí un artículo que todavía me reprochan, por pura ignorancia, algunos blogs guerreros, sobre las formas de calificar el voto: ¿"Qué es la democracia sacrosanta? Si la democracia - esta democracia- es un mecanismo por el cual no te matan por opinar u oponerte, te hambrean y te forrean con dedicación, y una vez cada dos o tres años te dejan votar bajo el bombardeo del marketing y las medidas electoralistas por una opción que puede ser traicionada de inmediato sin que existan mecanismos inmediatos para oponerse a esa traición, esta democracia me parece algo muy cuestionable", decía entonces.

"Porque se habla de la democracia, como dogma. Y no de las democracias, de sus grados posibles: democracias más o menos representativas, más o menos participativas, más o menos directas. Y está claro que la democracia argentina actual es de aquellas que menos participación permiten a sus ciudadanos. A eso me refiero cuando hablo de recalificar el voto: si votar es sólo ese ejercicio bianual y distraído, manipulado, no me parece suficiente como legitimación, no alcanza. Otra cosa sería si la democracia se ejerciera todos los días, si existieran mecanismos de proposición directa de medidas, de referéndum sobre temas de interés particular, de revocación de los mandatos", decía.

Y proponía un mecanismo huevón para fomentar esa participación. "Uno de los peores males del sufragio contemporáneo son los dirigentes vendidos como jabón-lava-más-blanco, con gran insistencia en sus sonrisas y ningún énfasis en sus ideas -entre otras cosas, porque no las tienen o, en el mejor de los casos, son iguales a las del adversario", decía, para hablar de estos señores que nunca tienen más programa que el del lavarropa. "Lacra son esos votos que compran detergente y no saben lo que votan, que deciden sin decidir, que siguen una corriente, una costumbre familiar, una consigna vagarosa. Entonces, digo, para impedirlo levemente: ¿por qué no incorporar a cada boleta de voto una serie de preguntas, tipo multiple choice , que den la pauta del compromiso del votante, que lo califiquen o descalifiquen?"

Un suponer: que, en el momento de votar, cada ciudadano tenga que completar una boleta para computación tipo prode, con -digamos- diez preguntas, tres opciones de respuesta para cada una. Las preguntas versarían sobre las propuestas de cada candidato. El votante marca sus respuestas, y los votos donde no haya un mínimo de ¿cinco? aciertos son inválidos. Esto obligaría a todo el mundo a ciertos cambios: al candidato y a sus partidos a difundir sus propuestas, a dejar bien claro cuál es el contrato que firmamos; a los votantes, si quieren que su voto valga, a enterarse de qué están votando. O sea: a demostrar que cuando uno vota está decidiendo algo más que un concurso de sonrisas.

La idea tiene, está claro, sus problemas: se puede pensar que no todos los ciudadanos tienen la instrucción o el tiempo necesarios para enterarse de lo que cada cual propone -y que esto, en un primer momento, podría suponer alguna discriminación. Es lo que dicen los que dicen defender a los pobres con el argumento de que los pobres no pueden o no quieren o no saben ocuparse de esas cosas, pobrecitos.

Yo no lo creo -y creo que ese argumento es racista, clasista, un toque peronista. Y creo que, con este mecanismo, sería de algún modo un orgullo emitir un voto válido, y si hay millones y millones de argentinos que se esfuerzan para saber quién va a ser el cuatro de Boca este domingo, imagino que habría muchos que lo harían para saber qué ofrecen realmente este o aquel candidato -si eso tuviera algún tipo de influencia. Y los partidos y el Estado tendrían todo el interés -si quieren legitimar su existencia- en ofrecer a esos ciudadanos las maneras de hacerlo. Tendrían que hacer, horror, campañas con ideas.





David Byrne: "De vez en cuando tengo una idea"

Entrevista Activista del ciclismo urbano. Escribió “Diarios de bicicleta”, donde cuenta sus travesías en dos ruedas. El jueves dará una charla sobre ese tema en Buenos Aires. Aquí, habla de su música, bicisendas y proyectos.

  • 1.07.2011 | Por Pablo Strozza Especial Para Clarín
David Byrne

Ciclismo urbano y cultura rock y pop. Esos parecen ser los tópicos actuales de la vida de David Byrne. Escocés de nacimiento, neoyorquino por adopción, curioso de las músicas de todo el mundo desde su época con Talking Heads (banda pionera en mezclar músicas de raíz africana con rock y new wave de la más pura cepa estadounidense), Byrne publicó Diarios de bicicleta , un libro en el que narra sus travesías en dos ruedas en distintas lugares del mundo.

Así pasan retratos de Londres, Berlín, Estambul, Manila, diversas ciudades de los Estados Unidos y Buenos Aires, ciudad querida por el músico desde aquel controvertido concierto de 1990 en el Estadio Obras (donde con una banda salsera presentó Rei Momo ante un auditorio que sólo deseaba escuchar temas de Talking Heads) hasta su relación con músicos de Los Auténticos Decadentes, Juana Molina o Diego Frenkel.

Byrne se presentará el 14 de julio a las 19 horas en el Centro Cultural Konex junto al urbanista y arquitecto Emiliano Espasandín, más Guillermo Dietrich, subsecretario de transporte de la ciudad de Buenos Aires y Federico Stellato, activista del ciclismo urbano; todos moderados por Laura Rocha, en el marco de una charla sobre nuevas formas de transporte más sustentables y equitativos, y en donde se proyectarán ideas sobre cómo serían las ciudades del mundo si redujeran su dependencia al automóvil, promovieran sistemas colectivos de transporte e incrementaran el uso de la bicicleta y otros medios no contaminantes de movilidad. Sobre esta forma de urbanismo y, claro está, sobre música, Byrne conversó vía correo electrónico conClarín .

En “Diarios de bicicleta” escribiste que Buenos Aires no está preparada para andar en bici. En el último año el gobierno de la ciudad inauguró varios kilómetros de bicisendas. ¿Qué pensás al respecto? ¡Felicitaciones! ¡Deberé probar esas nuevas bicisendas! Yo estuve muy desconcertado en Buenos Aires al ver que poca gente andaba en bici, y lo pensé como algo relacionado al estatus: ese prejuicio de que la bicicleta es el vehículo de la gente pobre. Ojalá que a partir de esta iniciativa el asunto cambie, ya que es una ciudad plana y con buenas calles.

¿Cuáles son las características para que una bicisenda sea buena, y cuáles son a tu juicio las mejores bicisendas por las que anduviste? Mis preferidas son las europeas, ya que están diseñadas al mismo nivel que las veredas, y no hay posibilidades de que una puerta de una auto se abra de repente. Pero no puedo decir nada malo sobre las que se hicieron en Nueva York, que son amplias y seguras. Claro que los ciclistas europeos no tienen ningún problema en poner las luces rojas y mantenerse en su carril, y los neoyorquinos siguen teniendo dificultades para aceptar estas cosas. Los hábitos de los ciclistas deben cambiar para que circular por la calle sea seguro.

¿Componés canciones o escuchás música mientras pedaleás? De vez en cuando tengo una idea y la grabo en mi teléfono celular. Pero ninguna de esas ideas se convirtió en una canción completa. Y no lo recomiendo, ya que es peligroso hablar por teléfono y andar en bici al mismo tiempo. Por otro lado, sólo escucho música cuando transito por un parque o a la orilla de un río: apenas ingreso en la ciudad, me saco los auriculares.

Hablemos de música. ¿Cuántas veces por día te preguntan sobre Talking Heads? ¿Estás en contacto con tus viejos compañeros de banda? ¡Sos el primero que me pregunta hoy por Talking Heads! Sólo veo a Jerry Harrison cuando voy a California. De Chris (Frantz) y Tina (Weymouth) no se nada desde hace años.

Siempre te negaste a volver con Talking Heads. ¿Qué opinión te merecen las reuniones de grupos? Acaba de salir un libro de Simon Reynolds al respecto que se llama Retromania . Aún no lo leí, pero lo conozco a Simon, y quiero leerlo. En función a tu pregunta, les dejo a los demás el análisis de este fenómeno. Tal vez sea una señal de que las cosas están llegando a un punto final, y que pronto habrá una ruptura y surgirá algo completamente nuevo.

¿Qué opinás de grupos como Vampire Weekend, cuyo sonido está muy influido por Talking Heads? Me gustan. Mis amigos me marcaron las similitudes de su música con la de Talking Heads. No suelo ser consciente de haber creado un “sonido Talking Heads”: creo que soy un poco naive al respecto.

Algunos de tus últimos trabajos fueron en colaboración: “ Everyth ing That Happen Will Happen Today” con Brian Eno y “Here Lies Love” con Fatboy Slim. ¿Cuándo decidís que un disco debe ser compartido? Tomo esa decisión cuando siento que la obra me va a empujar a algún lugar donde no estuve antes. Y espero que no sea lea como una decisión de marketing, porque sí es así hay algo que estoy haciendo mal. Es un juego maravilloso: algunas veces sale mejor que otras, pero me mantiene los músculos en forma para el momento de componer.

¿Cuáles fueron tus últimos descubrimientos musicales? Hace poco vi a James Blake en un club. Me esperaba una perfomance con una laptop, pero me encontré con una muy buena banda, y fue muy emotivo. También, hace unas semanas, vi con Paul Simon a Andrew Bird en Brooklyn. Vi a Tuna Yard haciendo un hermoso set a capella (como su disco), y también vi a Karen Ann, que me encanta. Y por supuesto espero ver cosas en Buenos Aires. Me gustan los colombianos de Systema Solar, y Lisandro Aristimuño, y Rita Indiana... ¡Hay mucha música en todos lados para descubrir! ¿En qué formato escuchás música? Aún compro CDs, pero estoy migrando toda mi discoteca a MP3: es muy raro que ponga un CD en mi equipo. Escucho música desde mi computadora, que tiene buenos parlantes, o cuando corro a través de mi celular. Soy muy cuidadoso con mi disco rígido, ya que casi todos mis discos van ahora a parar ahí. Insisto: tengo CDs, pero no los escucho, y me pregunto a mí mismo porque sigo aferrado a ellos.

¿Cuáles son tus próximos planes musicales? Estuve escribiendo y grabando algunas canciones con St. Vincent más un ensamble de vientos. Por ahora, no tengo idea en qué van a terminar. Además, mi proyecto de un musical teatral sobre Imelda Marcos (en la que se basó el disco con Fatboy Slim, Here Lies Love ) finalmente se podrá llevar a cabo, gracias al Public Theatre de Nueva York. Ya finalizamos el primer acto, por lo que calculo que en un año la puesta estará lista.

jueves, 14 de julio de 2011

Aguinis: “Trotskista, lo que se dice trotskista, nunca voy a ser”

El escritor, de ideas liberales, muestra fascinación y rechazo por el revolucionario.

PorGUIDO CARELLI LYNCH


APASIONADO. MARCOS AGUINIS, EL MARTES, HABLANDO DE TROTSKY Y DE LA REVOLUCION RUSA EN UNA LIBRERÍA DE PALERMO. “EN TODOS LOS ESPACIOS QUE HAN LUCHADO POR UN MUNDO DIFERENTE, MÁS FELIZ Y MÁS JUSTO, HUBO JUDÍOS”, DICE. JUNTO A EL, EL ESCRITOR MARCELO BIRMAJER.


Es martes por la noche y en una librería de Palermo atestada, el escritor y ensayista Marcos Aguinis dialoga con su colega Marcelo Birmajer.

MA: Hoy en Argentina para ser correcto tenés que ser de izquierda; si no, sos un fascista.

MB: Para ser rico tenés que ser de izquierda. Para tener trabajo.

MA: Ahora somos todos de izquierda. La izquierda es una gran traidora.

Este año, Aguinis estuvo al borde de la muerte. Una infección lo mantuvo internado durante semanas, pero la experiencia no aplacó su ánimo provocador. Por eso, Aguinis tiene razón cuando dice que él no cambió. Al menos en los últimos años. “La izquierda pasó de ser un movimiento rebelde y pensante a ser un movimiento servil y genuflexo. Eso es la izquierda hoy: servil y genuflexa. Yo no he cambiado. Mis valores de disenso y pluralismo siguen vigentes”, dispara el autor, que fue Secretario de Cultura durante la presidencia de Alfonsín y luego abrazó el liberalismo como bandera. Éste que habla hoy es el mismo Aguinis de Pobre Patria Mía! el “panfleto” –así lo definió el autor– antikirchnerista, que vendió más de 130 mil ejemplares en 2009.

Pero Aguinis y Birmajer no están en una reunión de militantes de izquierda arrepentidos. Presentan la flamante novela del primero: Liova. Corre hacia el poder , la primera ficción de Aguinis desde 2008. En esas 410 páginas, el autor narra los años de juventud del líder comunista León Trotsky. “Quise respetar al joven idealista, rebelde con sus padres, novias, profesores, que era voraz por la lectura y el aprendizaje de los idiomas”, explica el autor, que no disimula la fascinación y el rechazo que sobre él ejerce su personaje. “De manera que trotskista, lo que se dice trotskista, nunca voy a ser, porque no acepto ni la violencia ni la ausencia de la democracia”, se planta Aguinis.

Esta noche, Birmajer y Aguinis vuelven varias veces sobre el origen judío del líder revolucionario , cuyo nombre real era Lev Davídovich Bronstein. “En todos los espacios que han luchado por un mundo diferente, más feliz y más justo, hubo judíos. Es algo que viene de los textos bíblicos, de los profetas”, dice Aguinis.

Trotsky fue –recuerda el autor– Ministro de Relaciones Exteriores de la Revolución. Desde allí negoció la paz con Alemania, pero también creó el brutal Ejército Rojo. “Hasta allí llega el libro. Quería contar la historia de este personaje hasta el momento en el que pierde el rumbo . Es la historia de una iniciación, de un individuo lleno de valores, que amaba la cultura, la filosofía, que era seductor y padeció traiciones. Que era inteligente, brillante; hasta jocoso, pero llega un momento en el que pierde el rumbo”, insiste el autor.

Lejos de la ficción, Aguinis está seguro de dos cosas. La primera es que la Revolución Rusa torció la historia del siglo XX. A ella, recuerda, siguieron el fascismo y del nazismo. También está convencido de que con Trotsky y sus valores en el lugar de Stalin, la suerte de la Revolución hubiera sido otra. “Stalin con su propias manos sacaba el revólver y mataba, lo mismo que hacía el Che Guevara. Esa es la diferencia: el Che Guevara mataba y era homófobo”, larga.

Aguinis es el mismo provocador que antes de la infección. Divide aguas con cada afirmación, con cada libro. Tiene tantos lectores como detractores. Con los primeros le alcanza para ser uno de los autores más vendidos del país.

miércoles, 13 de julio de 2011

Javier Marías, los "indignados" y los enamoramientos

Habló de la crisis española y de su último libro, Los enamoramientos


Alejandra Rey
LA NACION

Javier Marías, uno de los escritores españoles más exitosos de su generación, dijo que simpatiza con los "indignados" que acampan en la Puerta del Sol, en Madrid, y que se irían mañana.

El autor, que vive muy cerca del corazón de la protesta de miles y miles de españoles por la situación económica y contra la clase política, comprende que la indignación es genuina y procedente, pero duda de que sea posible cumplir con todo lo que piden los manifestantes y lo lamenta profundamente.

Marías habló de la crisis española, de su última novela -que habla del amor- y de su método de escritura, durante una teleconferencia organizada por Alfaguara, editorial que publica su último libro,Los enamoramientos , y de la que participaron periodistas de la Argentina, Chile, Perú, Colombia y México.

La novela, escrita en primera persona por una voz femenina, narra con maestría el encuentro de la protagonista con un matrimonio que ella imagina perfecto, hasta que al hombre lo acuchillan en plena calle. A partir de allí, habrá una relación extraña entre la narradora y la esposa del muerto.

"La voz femenina para narrar era absolutamente necesaria, porque era una historia que tenía que sucederle a una mujer. Y no, no me costó mucho ponerme en la piel de la narradora", dijo Marías.

El escritor expresó sobre los enamorados: "Nos gusta pensar que hay cierta predestinación para el encuentro y hasta hay gente a la que le gusta rastrear cómo fue posible conocerse, aunque todo es mentira porque es producto del azar".

Quien cuenta la historia, María Dolz, trabaja en una editorial y detesta a los escritores que llaman para pedir cualquier extravagancia. "Y hay que tratarlos como si fueran estrellas de cine", dice. La megalomanía y los caprichos de los autores enferman a María.

Desde Perú le preguntaron a Marías si él también considera que los escritores son tan indeseables. "Hay cierta verosimilitud, y es cierto que la gente que trabaja en una editorial tiene que lidiar con todo tipo de personajes. Entre las mejores personas que he conocido en mi vida, hay algunos escritores y, entre las peores, también los hay", afirmó.

Marías contó que no tiene un método para escribir y que los viajes, las presentaciones, los congresos y demás actividades sólo logran atrasar su trabajo. Dijo que escribe a máquina, que no tiene ordenador ni correo electrónico, y que sólo ahora está seguro de haber hecho bien en publicar Los enamoramientos. "Estuve a punto de guardarla en un cajón y no dársela a mi editora", confesó.

La Nacion preguntó a Marías por la crisis que atraviesa Europa en general y España en particular, y el escritor contestó: "La impresión que tengo es de que se está viviendo día a día, sin pensar que va a durar demasiado, pero tampoco nos encomendamos a la suerte. Tenemos el desempleo más alto de toda Europa y, por fortuna, el Estado está ayudando a muchos ciudadanos a sobrevivir. Sí me parece que España es un país donde las familias se protegen entre sí, cosa que no ocurre en Inglaterra".

Al ser consultado por el Premio Nobel de Literatura otorgado a Mario Vargas Llosa, Marías explicó que el galardón se le da a una persona y no al país al que pertenece.

"Tanto la lengua como el país son secundarios. Para alguien como yo, que ha sido traductor, la lengua no es lo principal: es importante, pero lateral. El libro puede hipervivir fuera de su lengua", respondió.